constaba de 365 días y se llamaba “haab”.
Se dividía en 18 periodos de 20 días cada uno, designados en idioma yukatek con la expresión “winal jun ek’eh” y comparables con los meses del calendario cristiano.
Cada uno de estos periodos del haab estaba bajo la protección de un patrono, que influía con sus poderes sobrenaturales encada uno de los 20 días del winal.
Al término de los 360 días, los cinco días sobrantes constituían un resto independiente que establecía el final del año. Dado que incluir estos cinco días en el sistema vigesimal representaba un problema, se los designaba con el nombre de “los durmientes del año” (u wayeb u haab) o de “los días sin nombre” (ma k’aba’ k’in) y se les atribuían pronósticos desfavorables.
Según la concepción maya, el día 0 era la fecha en que se presentaba un nuevo patrón protector, cuya influencia se extendería a los 19 días siguientes, los cuales, a su vez, se escribían mediante el sistema habitual de puntos y barras o bien con los correspondientes signos de cabeza.
En su relación sobre Yucatán, fray Diego de Landa ofrece una descripción completa del año haab. En su obra cita los nombres de los meses y enumera todos y cada
uno de los días, que acompaña con los correspondientes nombres del tzolk’in.
El haab empieza con el mes maya pop y termina con el kumk’u, seguido de los cinco días del wayeb.
Hacia 1550, el año ordinario maya comenzaba a mediados del mes de julio. Resulta prácticamente imposible averiguar si sucedía lo mismo en la época precolombina, pues no se sabe si en el ajuste de su calendario los mayas equiparaban su año ordinario de 365 días al año solar tropical, que es unas seis horas más largo, intercalando algunos días.
Aunque, según Diego de Landa, los sacerdotes del calendario yukatek eran conscientes de esta diferencia de tiempo y en consecuencia intercalaban un día cada cuatro años, lo cierto es que no se sabe cómo conseguían acoplar sin más cambios el año ordinario y el calendario ritual.