La Navidad es, probablemente, una de las épocas más hiperreales del año. Hiperreal en ese sentido que Jean Baudrillard dio al término: una suerte de exageración de la realidad que, como una membrana, se impone sobre la realidad para distorsionarla, curiosamente, con sus propios elementos, para de esa manera construir una realidad ficticia que no parece tal. La Navidad es, en este sentido, como un impasse, un periodo falsamente utópico en donde parece no suceder nada más que los buenos sentimientos, los buenos deseos, los regalos, la reanudación de relaciones, y más.
Esto, por supuesto, sabemos que no es cierto. En Navidad el mundo continúa siendo más o menos el mismo que era hace unas semanas. El mismo lugar feliz y afortunado para algunos, y miserable y triste para muchos otros.
Tal es el caso de los obreros que laboran en las fábricas de adornos navideños de Yiwu, China, el punto de origen de toda esa parafernalia casi fantástica que ilumina los sueños de bondad de esta época.
En total, esta ciudad concentra casi 600 centros de trabajo en los que se producen poco más de 6 de cada 10 adornos navideños que se comercian en todo el mundo. En buena medida este es el “taller de Santa”, donde sus legendarios enanos ayudantes son más bien trabajadores chinos laborando en condiciones paupérrimas e incluso peligrosas, pues las largas jornadas de trabajo (en promedio 12 horas por un salario de entre 10 y 15 dólares) se cumplen en medio de químicos tóxicos, pegamentos y copos de nieve sintéticos de los que hay que protegerse con hasta 10 máscaras al día.
El testimonio es suficientemente elocuente por sí mismo. Quizá, después de conocerlo, sólo reste decir: “¡Feliz Navidad!”.
Esto, por supuesto, sabemos que no es cierto. En Navidad el mundo continúa siendo más o menos el mismo que era hace unas semanas. El mismo lugar feliz y afortunado para algunos, y miserable y triste para muchos otros.
Tal es el caso de los obreros que laboran en las fábricas de adornos navideños de Yiwu, China, el punto de origen de toda esa parafernalia casi fantástica que ilumina los sueños de bondad de esta época.
En total, esta ciudad concentra casi 600 centros de trabajo en los que se producen poco más de 6 de cada 10 adornos navideños que se comercian en todo el mundo. En buena medida este es el “taller de Santa”, donde sus legendarios enanos ayudantes son más bien trabajadores chinos laborando en condiciones paupérrimas e incluso peligrosas, pues las largas jornadas de trabajo (en promedio 12 horas por un salario de entre 10 y 15 dólares) se cumplen en medio de químicos tóxicos, pegamentos y copos de nieve sintéticos de los que hay que protegerse con hasta 10 máscaras al día.
El testimonio es suficientemente elocuente por sí mismo. Quizá, después de conocerlo, sólo reste decir: “¡Feliz Navidad!”.
Imagen: Imaginechina/Rex
Imagen: Imaginechina/Rex
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FUENTE: PIJAMASURF