martes, 9 de enero de 2018

OLIVE OATMAN, LA ÚNICA MUJER MORMONA QUE MURIÓ CON TATUAJES INDÍGENAS

OATMAN REGRESÓ A LA SOCIEDAD OCCIDENTAL, CON LA MARCA DE HABER VIVIDO EN UNA AMBIVALENCIA ENTRE DOS CULTURAS CASI ENEMIGAS


A mediados del siglo XIX, en la frontera entre EEUU y México, principalmente el desierto de Sonora, las tribus indígenas luchaban defendiendo sus tierras ante la invasión de los anglosajones y criollos. Con triunfos y tragedias lograron proteger tanto su cultura como sus hogares, aunque en algunas ocasiones, muy contadas, llegó a suceder que alguna de los dos grupos adoptó como propio al otro. Entre estas historias está el curioso caso de la única mujer blanca que aprendió de ambas culturas: Olive Oatman.

Se dice que, en 1850, la familia Oatman decidió mudarse de la iglesia mormona de Jesus Christ of Latter-day Saints –LDS Church– en Salt Lake City, Utah –en ese momento, México–, hacia el sudoeste de California y el oeste de Arizona. En su camino encontraron un grupo de 90 brewsteritas –seguidores del mormón rebelde James C. Brewster–, quienes les aconsejaron seguir el camino hasta California, que era el “punto de encuentro” de los mormones. La familia de ocho integrantes decidió unirse al grupo y viajar a lo largo de Nuevo México, en donde se dividieron en dirección de Socorro, vía Santa Fe.

Fue así que los Oatman lideraron al grupo hasta Socorro, y de ahí a Tucson. Sin embargo, llegando a Maricopa Wells –actual Maricopa County, en Arizona– fueron advertidos de que el camino no sólo era árido y peligroso, sino que las tribus nativas de la región eran “popularmente conocidas por ser violentas con los blancos” y, en caso de continuar, era seguro que pondrían en riesgo su vida. Si bien las otras familias prefirieron quedarse en Maricopa Wells hasta recuperarse lo suficiente para continuar el viaje, el líder de los Oatman, Royce, presionó a su esposa, Mary, y a sus siete hijos –de entre 1 y 17 años de edad– a continuar y adentrarse en el desierto sonorense por su cuenta.

Aproximadamente a 150km de Yuma, en las orillas del río Gila, fueron acechados por un grupo de nativos americanos, los yavapai. Aunque se desconocen los detalles, algunos dicen que los indígenas pidieron comida y tabaco, otros que “sin deberla ni temerla” se trató de un ataque. El resultado fue trágico: todos los Oatman murieron, salvo tres de ellos: Lorenzo, de 15 años, Olive, de 14, y Mary Ann, de 7. Al primero, después de haber sido golpeado al borde de la muerte, lo abandonaron a su suerte en el desierto; a las hermanas las llevaron a su villa a unos 96km de distancia, y así, amarradas con cuerdas, las niñas tuvieron que caminar durante varios días por el desierto y sobrevivir a la deshidratación y el agotamiento. Incluso se dice que, cuando pedían agua o descanso, las picaban con lanzas, forzándolas a seguir caminando. Durante 1 año vivieron en calidad de esclavas, buscando cobijo y migajas de comida, hasta que algunos miembros de la tribu mojave, con quienes los yavapai comerciaban, mostraron interés por las Oatman: el intercambio fue de algunos caballos, mantas, vegetales y otras pequeñas cosas a cambio de ellas.



Después de caminar durante días desde ahí hasta el pueblo de los mojave, cerca de la en ese entonces no fundada ciudad de Needles, California, las cosas mejoraron significativamente para las hermanas. El líder de la tribu, Espanesay, las adoptó como miembros de la comunidad, por lo que las tatuaron, como a todos los miembros de la tribu, espinas de cactus con líneas muy delgadas, tanto en la barbilla como en los brazos. De esta manera, no sólo se les reconocería como parte de la tribu sino que, de acuerdo con la cosmogonía de los mojave, también podrían reunirse con sus ancestros. Así, en el pueblo de los mojave, que se encontraba en un valle lleno de sauces y algodón cerca del río Colorado, las hermanas Oatman dejaron de ser esclavas, recibieron un nombre nativo, Oach, y comenzaron a formar vínculos muy cercanos con su familia adoptiva –en especial con la madre y la hija, Aespaneo y Topeka, respectivamente–. Inclusive, durante el resto de su vida, Olive hizo siempre énfasis en el afecto que sus padres adoptivos les procuraron.

Desgraciadamente, unos años después de su inicial captura, una sequía produjo una crisis de hambruna en el pueblo de los mojave. Mary Ann murió con tan sólo 10 años; sin embargo, Olive sobrevivió –inicialmente porque su madre adoptiva, Aespaneo, la alimentaba en secreto mientras el resto de los miembros moría de hambre–. Y en 1855, 2 años después de la venta del terreno mexicano al gobierno estadounidense, un miembro de la tribu quechan, llamado Francisco, apareció con los mojave con un mensaje del gobierno federal de los EEUU: las autoridades de Fort Yuma habían recibido rumores de que una joven mujer blanca vivía con los mojave y exigían su retorno, o al menos, que explicara por qué no había elegido regresar con los suyos. Al principio los mojave decidieron ignorar la solicitud, con el fin de salvaguardar a Olive; después negaron que fuera blanca, y finalmente aceptaron aquella demanda, por miedo a recibir una represalia contra toda la tribu. En todo este lapso, Olive también formó parte de la negociación. Incluso, años después, declaró:


Descubrí que le dijeron a Francisco que yo no era estadounidense, que era de una raza de personas como los indígenas, viviendo lejos de la puesta del Sol. Pintaron mi cara y pies y manos con un color sucio y pardo, a diferencia de otras razas que había visto. Esto, me dijeron, había decepcionado a Francisco; y por lo tanto, no tenía que hablar como una norteamericana [sic]. Me dijeron que tenía que hablar con él en otra lengua, y decirle que no era estadounidense. Entonces esperaron a escuchar el resultado, esperando oír mi algarabía sin sentido, ser testigos del efecto convincente sobre Francisco. Pero hablé con él con mi inglés roto, y le dije la verdad, y lo que ellos me habían ordenado hacer. Él empezó desde su silla en una rabia perfecta, jurando que no se le impondría más.

Aunque al principio los mojave estuvieron iracundos con Olive por desobedecer sus órdenes –tanto, que sugirieron que debería ser asesinada como castigo–, su familia adoptiva y Francisco decidieron una solución: Olive tendría que rendirse ante el gobierno de EEUU a cambio de un caballo, unas mantas y unos rosarios.

Olive regresó a la sociedad occidental, con la marca de haber vivido en una ambivalencia entre dos culturas casi enemigas. Con el tatuaje en su cara y los recuerdos de su pasado, intentó retomar una vida en el EEUU de la época: promovió su historia con libros como Life Among the Indians –después con el título de Captivity of the Oatman Girls– de Royal Stratton, y se casó con un granjero (después convertido en un rico banquero) llamado John B. Fairchild en Nueva York. Con el paso del tiempo se mudaron a Sherman, Texas, y adoptaron a una bebé llamada Mamie. Y si bien Olive nunca volvió a encontrar la felicidad, debido a un diagnóstico de depresión grave y dolores de cabeza crónicos que le duraron décadas, afirmaba encontrarse en la mejor situación; ¿cómo podía aceptar, en una sociedad en contra de los indígenas, que fue más feliz con ellos que en la cultura de lo correcto? Después de todo, Olive murió de un ataque al corazón en 1903, cuando tenía 65 años, con síntomas evidentes tristeza profunda…


FUENTE: PIJAMASURF

AVES FORMAN ESTE PATRÓN INCREÍBLE AL VOLAR JUNTAS (FOTOS)

¿UN EJEMPLO DE PAREIDOLIA O UN CASO DE CONCIENCIA COLECTIVA? EL VUELO DE LOS ESTORNINOS SIEMPRE NOS SORPRENDE


Durante el otoño y el invierno de Europa, uno de los espectáculos más cotidianos y más hermosos que pueden verse en los cielos de varias ciudades es el vuelo de los estorninos (Sturnus vulgaris), pequeñas aves que han sorprendido a los habitantes del Viejo Continente al menos desde los tiempos de Plinio el Viejo.

Su comportamiento en dichas estaciones llama la atención porque se vuelve especialmente colectivo. Si bien en el resto del año vuelan también en parvadas, es durante dichas épocas adversas cuando forman grandes y ruidosas nubes que en las horas del ocaso vuelan de un lado a otro, en una especie de ritual secreto e incomprensible del que nosotros sólo atinamos a intentar descifrar las complejas formas que dibujan en el cielo.

En efecto: en ese vuelo que precede a su descanso, los estorninos realizan complejas maniobras que hasta la fecha no han sido completamente explicadas. Aunque se trata de cientos y aun miles de especímenes en una misma parvada, la coordinación de sus movimientos es perfecta, sin accidentes ni conflictos, y esto además en patrones que no son regulares, sino que cambian a cada instante.

Recientemente, el fotógrafo de origen alemán Daniel Biber tuvo ocasión de tomar algunas fotografías a nubes de estorninos en la Costa Brava de España y, para su sorpresa, al ver los resultados se asombró por la forma que el grupo de aves había adoptado en el cielo: nada menos que una especie de ave gigante, que parece evidente en sus elementos más simples: las alas, el pico, el cuerpo.





El fenómeno, por supuesto, puede ser un caso de “pareidolia”, esa inclinación del cerebro humano a ver patrones donde no los hay, e incluso puede argüirse que todo se explica por el punto de vista del observador, que acaso si cambiara, cambiaría también la forma observada.

Sea como fuere, estas imágenes no dejan de evocar la idea de una especie de conciencia colectiva: separada en cada uno de los individuos pero, en última instancia, actuando como una sola.

FUENTE: PIJAMASURF

PARA LA VIDA AUTÉNTICA, EL TIEMPO NO EXISTE (VIDEO)

¿QUÉ ES EL TIEMPO HUMANO ANTE EL DEVENIR INCESANTE DE LA VIDA?



Imparable e indivisible. La vida sigue a pesar de todos los calendarios con que intentemos seccionarla y todos los relojes que usemos para querer medirla.

El video que compartimos a continuación es una preciosa muestra de ello. Se trata de un timelapse que condensa meses de vida tal y como ocurre en un bosque, de los gélidos días de invierno a la primavera floreciente, tan llena de color y alegría.

¿Qué es el tiempo humano ante el devenir incesante de la vida?




El registro es parte de documental Au royaume de la forêt (En el reino del bosque), filmado por Jan Haft en 2014 y difundido originalmente por la cadena francesa TV5. Para los interesados, puede encontrarse completo en YouTube (en este enlace).

FUENTE: PIJAMAURF

INFORME PETRAS: EL DIAGNÓSTICO QUE HACE 20 AÑOS PREDIJO LA RUINA DE LA JUVENTUD CONTEMPORÁNEA

LA REALIDAD DETRÁS DE LA FANTASÍA: HACE 20 AÑOS, EL SOCIÓLOGO JAMES PETRAS OBSERVÓ CON AGUDEZA Y PRECISIÓN EL EFECTO QUE PROVOCARÍAN LAS POLÍTICAS NEOLIBERALES EN EL TEJIDO SOCIAL


Desde hace un tiempo circulan en Internet alusiones a el “Informe Petras”, un estudio elaborado por el sociólogo estadounidense James Petras en 1995, luego de pasar medio año en Barcelona. Petras era entonces ya un científico social reconocido por su especialización en el dominio hispánico (especialmente América Latina) y sus estudios sobre la relación entre economía, política y bienestar social. Ahora es profesor emérito de la Universidad de Binghamton, en Nueva York.

De acuerdo con la información que circula en torno a dicho informe, el Centro Superior de Investigaciones Científicas del gobierno de España llamó a Petras para que elaborara una investigación general y sustentada sobre el efecto del proceso de modernización política y económica que se había iniciado en el país algunos años antes, para conocer asimismo las tendencias.

Recordemos brevemente que tras la muerte de Francisco Franco en 1975, la vuelta de la monarquía pero también la transición a un sistema democrático-liberal, España vivió un par de décadas convulsas, pues estos movimientos políticos estuvieron acompañados de una apertura casi total a las directrices económicas del neoliberalismo, con las salvedades del caso español. El “éxito” de esta modernización quedó simbolizado en la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992 en Barcelona.

El panorama que encontró Petras fue, sin embargo, un tanto distante a esos relatos de abundancia y bienestar. Si bien al principio parecía que la realidad concordaba con las estadísticas del entonces promisorio gobierno socialista de Felipe González, conforme transcurrieron los días el sociólogo comenzó a ver que fuera del ámbito de la universidad, las bibliotecas y los intercambios con colegas, en la otra vida, las cosas parecían ser diferentes. En prácticamente todos los lugares que frecuentaba en sus actividades ajenas a la investigación –el gimnasio, el bar, el videoclub (era una época sin Netflix)– encontraba una constante: jóvenes en empleos de tiempo completo, sueldos apenas suficientes para cubrir las necesidades básicas de la vida cotidiana y, lo más notable, contratos temporales y carentes casi por completo de prestaciones sociales (dos de los elementos, estos últimos, que habían detonado la huelga general en 1988, el célebre 14-D).

Petras se dedicó entonces a observar más de cerca la realidad de a pie y encontró indicios del efecto de las políticas neoliberales –que, entonces, se estaban aplicando como dogmas en todos los países occidentales– en la sociedad española .

Entre los varios descubrimientos, Petras vio pronto uno de los fenómenos más preocupantes: el futuro parecía haber sido cancelado para los más jóvenes. Mientras que apenas en la generación anterior casi cualquiera podía tener un trabajo y a partir de éste tener una vida digna, en cierto sentido despreocupada incluso (pues la pensión aseguraba la tranquilidad en su vejez), las reformas del neoliberalismo habían despojado de esa perspectiva a los hijos de esas personas.

Los más jóvenes estaban ahora orillados a trabajar más y ganar menos, a la incertidumbre del despido, a la casi imposibilidad para ahorrar y a enfrentar por cuenta propia, privada, gastos que antes cubría la seguridad social.



La importancia de esta situación no se debía sólo a que tocaba a una buena parte de la población española, sino también a que tenía consecuencias en otros ámbitos, tanto en lo individual como en lo social (que no pueden entenderse por separado nunca). Personas deprimidas o angustiadas, atrapadas en cierta parálisis emocional, y también eso que Petras identificó como una “movilidad intergeneracional descendente”, es decir, que la vida de los jóvenes tenía ahora un menor grado de bienestar en comparación a la de sus padres: podía ser que fueran más pobres, menos escolarizados, con menos bienes de los cuales disponer o que nunca tuvieran un trabajo estable, etc. Dice Petras, en uno de los pasajes mas inquietantes de su informe:

La ironía es que los padres esperaban que, con ingresos añadidos, más educación y un ambiente de familia estable, los hijos conseguirían más, alcanzarían un estatus más alto y empleos mejor pagados. En lugar de eso, los hijos de los trabajadores no pueden lograr siquiera el nivel de seguridad e ingresos de sus padres.

Y no sólo eso. Al mirar aún con más detalle, Petras se dio cuenta de que, a la par de una incertidumbre social y ante el futuro, los contratos temporales también estaban provocando un efecto devastador en la solidaridad laboral: los trabajadores con contrato definitivo miraban de soslayo a los de contrato temporal; los de contrato temporal sostenían una actitud de rivalidad permanente con sus compañeros de condición y, además, evitaban unirse a un sindicato, tanto por temor a que el patrón después no los quisiera contratar como por la percepción misma de que su paso por ese empleo era transitorio. Dice Petras:

Los jóvenes trabajadores temporales de hoy no tienen seguridad en el empleo y apenas organizaciones colectivas o apoyo: están atomizados y son vulnerables a los dictados del empresario, que tiene el sostén legal del Estado, el cual apoya sus acciones arbitrarias. Hoy la dictadura del mercado es un enemigo más formidable de los trabajadores temporales que el régimen represivo de Franco […]

Un “sentido de aislamiento” reforzado tanto en lo positivo como en lo negativo por la cultura circundante, cada vez más individualista: con aparatos electrónicos, “rock mercantilizado” y vacaciones por un lado, adquiridos con el poco dinero que sobra a final mes, y por el otro con vergüenza por confesar que se gana un sueldo miserable.

El sociólogo, en este sentido, ofreció un diagnóstico preciso sobre una situación desastrosa para las personas y las sociedades contra la cual, casi 20 años después, se alzan cada vez más voces. Entre otros, pensadores como Slavoj Zizek y Byung-Chul Han han señalado en varios lugares de su obra la maniobra efectiva con que el capitalismo contemporáneo ha dividido a la sociedad, ha roto los lazos afectivos, cooperativos y comunitarios que hace no mucho todavía podían percibirse, palpables en la superficie del tejido, dejando como resultado subjetividades altamente individualizadas, flotando a solas en este mar neoliberal de goces y despojos en el que vivimos.

En ese aspecto, Petras también fue lúcido en sus recomendaciones finales: esperaba que su investigación contribuyera a mostrar la importancia de esos lazos, la vitalidad que podía surgir de que las viejas generaciones enseñaran a las nuevas no a disfrutar, sino a luchar; no sólo a preocuparse por su propio bienestar, sino a darse cuenta de que el bienestar personal es resultado del bienestar colectivo.

Petras vio hace 20 años esta situación, y ahora mismo hay no sólo intelectuales sino organizaciones y expresiones sociales que demuestran la necesidad de hacer algo al respecto. La pregunta que hizo Zizek hace algunos años parece que sigue sin respuesta, aunque la debacle no se detiene: ¿por qué es más fácil imaginar una catástrofe planetaria, un apocalipsis general, etc., que un cambio, así sea modesto, en el orden económico en que vivimos?

El “Informe Petras” puede consultarse y descargarse en este enlace.

FUENTE: PIJAMASURF


LAS REDES SOCIALES ESTAN DESTRUYENDO LO BUENO DEL INTERNET (AL VOLVERSE COMO LA TV)

EL VIDEO ESTÁ MATANDO A LA RED


En ocasiones parece que sólo quien se aleja de los sucesos puede ver realmente su naturaleza. El pez no entiende el agua. Este parece ser el caso del blogger iraní Hossein Derakhshan. El llamado “padre del blogging” en Irán, pasó seis años en una prisión en Terán por su actividad supuestamente subversiva en línea. Al salir de prisión, Derakhshan, quien era un entusiasta de las posibilidades de libertad y empoderamiento de la Web, notó que las cosas habían cambiado sustancialmente. El Internet que tanto le había entusiasmado se había convertido en algo parecido a la TV donde rige la premisa del entretenimiento. Hace seis años la divisa que regía el Internet era el hipervínculo, el cual encarnaba el espíritu original que buscaba imprimir el padre de la Red, Tim Berners Lee. Una red descentralizada y abierta de ciudadanos y científicos interconectados para distribuir información y aumentar el conocimiento.

Como es evidente para cualquier usuario, en la redes sociales lo que genera likes son las fotos y los videos. Twitter que le había apostado al texto, poco a poco se parece más a Facebook; primero fueron las fotos en los links y luego un algoritmo que ya realiza una curaduría de lo que Twitter cree que te interesa más (su propia versión de la burbuja de los filtros). En Instagram ni siquiera se permiten links (sólo en el perfil no en los posts). Esto tiene una razón muy evidente, los links tienen el potencial de hacernos salir de la burbuja y dejar de pasar tiempo en esta red social que hace de la imagen una forma de cautiverio.

En comparación con los diarios y los libros, la televisión es un medio que nos hace sentir más que pensar. Esta misma tendencia está dominando actualmente en Internet, según Derakhshan. Mientras que en un principio Internet fue modelado en base a los diarios y los libros, cada vez se parece más a la TV.

"Al igual que la tele, ahora internet nos entretiene e incluso potencia nuestros ideales y hábitos, incluso más que en su día lo hacía la caja tonta. Más que pensar, internet nos hace sentir, y nos reconforta más de lo que estimula nuestra autocrítica. El resultado es una sociedad profundamente fragmentada, impulsada por emociones y radicalizada por la falta de contacto y de refutaciones externa", dice Derakhshan en un perspicaz artículo.

Derakhshan va más allá y considera que las redes sociales están introduciendo nuevos males. "Facebook es tu propia TV personalizada". La burbuja de los filtros de las redes sociales fomenta "la comodidad y la complacencia". Vemos, por así decirlo, puros programas que nos gustan, algo de lo cual los algoritmos cuidadosamente se encargan para maximizar el tiempo de los usuarios. Así más que el debate, la sorpresa, lo desafiante, lo que nos encontramos es siempre entretenimiento. Vivimos en una era donde todo tiene como denominador común que es formulado para ser entretenido, esta es la fórmula básica de producir likes."Hace unos años la web parecía realmente poderosa, tal que me llevó a la cárcel. Hoy todo parece poco más que mero entretenimiento”, dice Derakhshan.

FUENTE: PIJAMASURF

DESAMOR Y RECONQUISTA DEL INSTANTE: UNA FÓRMULA CONTRA EL MIEDO A LA LIBERTAD DE NUESTRA ÉPOCA

¿EL SER HUMANO HA TENIDO SIEMPRE MIEDO A SER LIBRE? ¿CÓMO SE EXPRESA AHORA ESE MIEDO Y QUÉ ORÍGENES TIENE? PERO, SOBRE TODO: ¿HAY FORMA DE COMBATIRLO?


En la filosofía occidental existe una constante en las reflexiones que han abordado el problema de la libertad humana. Más allá de las diferencias y limitaciones de cada filósofo, más allá de las corrientes de pensamiento y las distintas épocas de cada una, en los muchos años de ideas que van de Platón a Slavoj Zizek casi todos los filósofos se han encontrado con una actitud al parecer propia de la naturaleza humana en relación con la libertad: el miedo. El ser humano tiene miedo de ser libre.

En cierta forma, para el ser humano la libertad está asociada casi indeleblemente con un trauma. Acaso se trata de un problema que en nuestros muchos años de historia nunca hemos descubierto cómo resolver de la mejor manera posible. Al nacer debemos esperar algunos años antes de poder comprender la vida social y sus prácticas, entender que parte de nuestra supervivencia en comunidad implicó el desarrollo de reglas sociales y culturales. Ignorantes de todo esa estructura, debemos crecer, sin embargo. Y entonces surge el trauma. Porque la libertad un poco salvaje del infante necesita acotarse y definirse de acuerdo con esos límites: parece necesario para que después pueda vivir con sus semejantes. La maquinaria social que procesa la libertad humana –recortándola, amoldándola– es, en este sentido, una maquinaria implacable, que impone su sello sobre cada sujeto, sin miramientos de ningún tipo. O al menos así lo intenta.

Cada momento histórico tiene, sin embargo, sus propias circunstancias. Es posible que, hasta hace unos años, el miedo a la libertad haya sido sobre todo miedo al castigo. Todo intento de experimentar la libertad solía implicar una represión violenta, tanto a nivel subjetivo como social. Al menos hasta los años 80 del siglo XX, era común que los padres castigaran físicamente a sus hijos, los maestros igualmente a los alumnos y los gobiernos de cualquier ideología hicieran lo propio con sus gobernados. Al menos hasta esa época, el castigo podía entenderse como origen del miedo a la libertad: sujetos y sociedades tuvieron miedo de ser libres porque, cuando lo intentaron, fueron violentamente reprimidos, y en su psique quedó vinculado indeleblemente el dolor del castigo al intento de libertad.

Poco después, por distintas razones, dicha manera de moldear a los sujetos cambió. En La sociedad del cansancio, Byung-Chul Han argumenta que las sociedades disciplinarias se convirtieron en sociedades del rendimiento porque el deber harta y por ello eventualmente termina, pero el poder estimula y por ello parece no tener fin. Dicho de otro modo: si el castigo da pie a la inconformidad y posiblemente a la rebeldía, en cambio el estímulo positivo hace al sujeto querer más, rendir más, trabajar más, estimulado doblemente por una recompensa que lo satisface por un instante y al mismo tiempo le hace querer más de lo mismo. Al hablar de Coca-Cola, Slavoj Zizek señaló eso que todos hemos experimentando: cuando la bebemos parece refrescarnos en un primer momento, pero al siguiente tenemos más sed.

El cambio de la sociedad del castigo a la sociedad del rendimiento que señala Byung-Chul Han implicó también un giro radical hacia la positividad. Todo, ahora y desde hace unos años, tiene que ser positivo. Y eso no excluyó la formación de las subjetividades y el moldeamiento de su libertad. El castigo con que antes se limitaban las experiencias de libertad cambió entonces hacia formas en apariencia menos violentas de acotar la libertad de los sujetos, pero igualmente encaminadas a ello. Si al menos hasta el siglo XIX y acaso algunos años del XX había padres que no dudaban en atar las manos a sus hijos para evitar que hicieran travesuras (o a manera de punición después de hacerlas), este gesto que bien podría figurar en las láminas con que Michel Foucault ilustró su Vigilar y castigar no parece muy distinto, en esencia, a las muchas horas de “tranquilidad” que tuvo un padre o una madre cuando dio a sus hijos una consola de videojuegos e igualmente ató sus manos, impidiendo de otra manera que experimentaran con su libertad. No parece muy distinto, pero lo fue. Y en esa variación generó otros efectos. Uno de ellos fue la necesidad constante de estimulación positiva que se creó en este tipo de subjetividades.

Sin embargo, no fue el único. El ser humano no se explica únicamente por las condiciones materiales y objetivas que lo rodean, sino también por la emotividad en la que se forma. Cuando la crianza pasó del castigo al estímulo, se generó otra necesidad característica de esta época: la necesidad de sentirse amados incesantemente o, en otro sentido, la idea de que el afecto es siempre inagotable.

No es casualidad que un producto como Facebook se haya desarrollado en una época como la nuestra y, además, haya pasado a formar parte de nuestra dinámica cotidiana con la importancia que le concedemos ahora y el tiempo de nuestra vida que le dedicamos. No es sólo por la recompensa constante e instantánea que puede proveer a una persona o porque satisfaga la necesidad de sentirse mirado que, se ha dicho, también es parte de la subjetividad de esta época. No es sólo eso.

Es, también, porque tanto el estímulo positivo como la necesidad de ser mirados estuvieron, en el momento del acotamiento de la libertad de estas subjetividades, cruzados con la posibilidad y la sensación de saberse amados.

¿Qué hay, si no, en una frase en apariencia tan inocua como “Si haces eso ya no te voy a querer”, que aun ahora puede escucharse en la boca de una madre o de un padre dirigida a su hijo, cuando éste está a punto de hacer algo indebido? Está ahí la mirada de la figura tutelar sobre los actos del hijo (y, en específico, sobre un acto de libertad que considera censurable), está la recompensa del amor como estímulo a la obediencia de la regla (que implica permanecer así dentro del ámbito de lo permitido), pero también está, finalmente, cierta promesa de infinitud, como si al obedecer y aceptar esos límites a la libertad se hubiera aceptado la ficción implícita del “amor infinito” de la madre o el padre, reforzándose así, doblemente, el estímulo positivo: en el afecto, por un lado, pero también en el narcisismo, en la falsa idea de que el amor no acaba nunca, que al amor propio puede vivir sin ser herido y que la libertad puede ejercerse sin herir el amor propio de otros (el narcisismo de otros).


El goce es la forma que creamos para hacer aceptable el dominio del Amo. En la sociedad del rendimiento, ese goce parece haber transitado a la literalidad del término. Como explicó Zizek hace unos años, en esta época “el goce es una especie de obligación perversa”, existe ahora un imperativo de gozar que puede entenderse a la luz de ese tránsito de una sociedad del castigo a una sociedad de la recompensa. Para Zizek, la ideología es eso que necesitamos para aparentemente disfrutar de la vida, que de otro modo parecería vacía, o acaso cabría mejor decir: sin el goce aparecería como es, dominada por el Amo, totalmente distinta a lo que de verdad quisiéramos que fuera.

Ahora como nunca, el goce es el estímulo por el cual aceptamos obedientemente el dominio del Amo. La "economía de la atención",
de la que se ha hablado tanto en el último par de años, es en ciertos ámbitos la perfección de esa técnica, que llevó el goce al nivel de lo instantáneo, lo cotidiano y lo normal. En Psicopolítica: neoliberalismo y nuevas tecnologías del poder, Byung-Chul Han compara el rosario de la parafernalia católica con el smartphone, en la medida en que ambos son objetos portátiles de devoción que someten tanto en la vigilancia como en el control. Cabría añadir solamente una diferencia: mientras que el rosario es indisociable de la penitencia (pues sigue los momentos de la pasión de Cristo y por ello los recuerda a cada momento a quien lo lleva consigo y lo usa), el smartphone nos somete por la vía del goce, la recompensa que obtenemos al postear una selfie en Facebook o en Instagram una fotografía de la playa donde vacacionamos, acaso una ocurrencia que creemos ingeniosa en Twitter, y vemos cómo se acumulan los likes y las “interacciones”.

A las ideas de ambos pensadores quizá cabría agregar ese componente afectivo antes descrito. La falsa promesa de saberse amados por siempre, infinitamente, y de nunca sentir herido el amor propio con el rechazo, el castigo, la desatención o el desamor. En la medida en que somos también seres afectivos –y, en cierto modo, no sólo marionetas del capital, por más que éste sea capaz de producir también las emociones que sentimos–, puede pensarse que el goce permanente en que se vive ahora es también resultado de esa positivización afectiva. El Amo, por así decirlo, encontró la forma de “hacerse querer”, sometiendo al Esclavo a través del goce, haciendo que éste tomara el lugar simbólico y de recursos que antes había ocupado el temor a la muerte.

La “conciencia de clase” de la que habló Marx fue también, al menos hasta los movimientos sociales de la segunda mitad del siglo XX (el mayo francés, el ’68 mexicano, la “Primavera de Praga”), cierta conciencia de la muerte. Quienes salieron a las calles a protestar para provocar un cambio, acaso lo hicieron no sólo por ser expresión de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, según la terminología marxista, sino también, como pensó Hegel, porque no querían vivir el resto de sus vidas bajo las condiciones de esclavitud del Amo. Darse cuenta de que la vida de cualquier forma terminará, hagamos lo que hagamos, ayuda a sobrepasar el miedo a la muerte y emprender entonces la lucha a muerte necesaria para salir del mundo del Amo.

Pero si el goce ha sustituido dicho temor, ¿qué se puede hacer ahora? Si el goce ocupa el lugar del miedo a la muerte, ¿qué ocupa ahora esa “lucha a muerte” que se necesita para sacudirse el dominio del Amo? Si en apariencia somos demasiado frágiles para aceptar la realidad del rechazo, el error, el fracaso, la finitud de nosotros mismos y de todo lo que nos rodea, ¿somos aun capaces de protagonizar esa lucha?

Si el Amo se ha movido a la normalidad de “lo ordinario”, a los instantes de todos los días, dejando un poco los gestos grandilocuentes de represión y castigo como las matanzas, las guerras o los genocidios (que no han dejado de ocurrir, pero en nuestra época forman perversamente parte de “lo cotidiano”), ¿quien quiera ser libre deberá hacer lo mismo? ¿Deberá hacer del instante su campo de batalla contra la dominación del Amo?

¿Qué pasará cuando a la vuelta de los años nos demos cuenta de todo el tiempo que entregamos voluntariamente a Facebook? ¿Qué pensaremos cuando al hacer el balance de nuestra vida recordemos todas las horas pasadas frente a Netflix? ¿Qué pasará si ante los muchos sueños que quizá tuvimos alguna vez, los proyectos y los planes, vemos que se formó una cadena inadmisible de minutos ociosos, inútiles, transcurridos en la paradójica soledad de las redes sociales, que uno a uno fueron apilándose hasta formar la barrera que nos impidió hacer realidad lo que queríamos –o al menos descubrir qué queríamos–? ¿Qué pasará cuando se acabe la vida –porque algún día se acabará, eso es inevitable– y nos demos cuenta de que no podemos recordar ningún momento en que fuimos auténticamente libres porque nunca quisimos saber si había amor fuera de la obediencia?

Del mismo autor en Pijama Surf:
De cómo el fin de la Historia se convirtió en el infierno de lo igual

Twitter del autor: @juanpablocahz

Imágenes: Christian Russo

FUENTE: PIJAMASURF

MÁS ALLÁ DE CONCEPTOS E INICIACIONES: ESTAS SON LAS 2 COSAS ESENCIALES PARA UNA VIDA ESPIRITUAL

LA ESPIRITUALIDAD MODERNA NO PUEDE CONSIDERARSE SERIA SI NO TIENE ESTAS COSAS


La espiritualidad moderna está llena de ofertas de técnicas veloces para conseguir la iluminación o supuestos poderes espirituales. Evidentemente, este acercamiento a la espiritualidad desde una perspectiva de comodidad modelada bajo los principios del libre mercado capitalista no suele traer muy buenos resultados. Muchas personas se convierten en víctimas de falsos gurús o de técnicas milagro que supuestamente resolverán sus problemas y los empoderarán.

Ante esta situación, es útil tener en cuenta dos principios básicos de la espiritualidad verdadera.

1. Devoción
Muchas personas buscan un camino espiritual para sentirse mejor. Esto es algo normal, el principal motivo de toda espiritualidad es buscar eliminar el sufrimiento. Sin embargo, esta motivación pronto deviene en egoísmo, en sentirse bien por ser mejor que los demás. De alguna manera, el ego coopta la espiritualidad para su beneficio. Es por esto, entre otras cosas, que la devoción es importante.

La devoción tiene que ver con entregarse a algo más grande -sea Dios, el universo, la vida de todos los seres, etc.-. Implica un servicio a este poder superior y una pérdida de la importancia personal, de creer que el mundo gira en torno al individuo. Sin esta devoción, no hay verdadera espiritualidad.
Por otro lado, las tradiciones espirituales sostienen que la devoción o el agradecimiento sincero a las fuerzas del universo es una forma de establecer una relación con dichas fuerzas y dejarse habitar por ellas.

2. Percepción de la energía
Estas dos van de la mano, ya que para que uno pueda tener un camino espiritual verdadero y no viva una alucinación fanática, es necesario experimentar las realidades sutiles que la espiritualidad supone. Si uno no puede sentir en el cuerpo cierta experiencia descrita como espiritual, realmente no tiene sentido una práctica. La transformación moral y espiritual debe ir necesariamente acompañada de una transformación que se pueda sentir, aunque de manera sutil. Y es que lo que se conoce como "espíritu" o "espiritual" generalmente es otra palabra para una energía sutil que llena el cuerpo y que borra la diferencia entre mente y cuerpo.

Aquí cabe mencionar que nos movemos por un terreno que puede volverse un tanto espectral y dudoso, pues las mismas creencias pueden propiciar sensaciones en el cuerpo -el efecto placebo es sumamente poderoso-. Pero, por otro lado, esta es la naturaleza del universo: no existe división tajante entre la mente y la materia, entre lo que experimentamos adentro y afuera. Saberse mover fluidamente entre esa bisagra, entre saber que la realidad es en cierta forma una proyección de la mente (más que de nuestra mente, de la Mente) pero que hay cosas que nos acercan a una realidad más profunda y verdadera y otras que nos colocan en círculos viciosos es el arte de la verdadera espiritualidad, la cual, a fin de cuentas, es sólo un camino hacia descubrir la realidad que parte del principio de que la realidad es más o tiene una base que subyace a la mera realidad material.


FUENTE: PIJAMASURF

LA REALIDAD VIRTUAL: ¿LA MÁXIMA TECNOLOGÍA PARA PERMANECER EN EL SAMSARA?

LA REALIDAD VIRTUAL PUEDE PROVEER SENSACIONES SIMILARES A LAS QUE SE ATRIBUYEN A LOS DIOSES SEGÚN EL CONCEPTO DEL SAMSARA BUDISTA. DIOSES QUE, SIN EMBARGO, ESTÁN EN LO MÁS ALTO DE LA ILUSIÓN Y EL ENGAÑO


Algunas de las mentes más diestras de Silicon Valley confían en que la tecnología de realidad virtual será en la siguientes décadas lo que los smartphones han sido en la pasada década, es decir, la siguiente gran revolución tecnológica que modifique sustancialmente nuestra relación con el mundo. Para que esto suceda deberán superar por mucho a los videojuegos y, obviamente, añadir a nuestra experiencia mediática un componente de realismo, de verosimilitud, de excitación inmersiva. La gran frontera de la realidad virtual será lograr producir experiencias suficiente avanzadas tecnológicamente como para ser indistinguibles de la realidad —lo cual es la definición de magia de Arthur C. Clarke—. Para esto, compañías como Magic Leap están incorporando a su desarrollo ya no sólo diseñadores, programadores e ingenieros, sino neurocientíficos y biólogos. Para que este producto sea tan exitoso como se está especulando, se debe entender cabalmente el funcionamiento del cerebro humano.

Si es que esto sucede —y siempre con esa condicionante— me pregunto si no nos ocurrirá como al hechicero que toma a sus apariciones como autónomas y llega incluso a enamorarse perdidamente de sus espectros. Esto sería la máxima narcosis narcisista, usando el término de Marshall McLuhan. En esto hago eco del maestro budista Alan Wallace, quien cree que la realidad virtual puede ser la máxima tecnología del samsara —samsara es el mundo ilusorio cíclico en el que estamos atrapados en un loop debido a la ignorancia de nuestra condición verdadera, es decir, que en realidad no somos personas, somos Buda, conciencia iluminada—. Ya que la realidad virtual, en teoría, puede producir paraísos sensoriales, espacios de suntuosidad libre del dolor donde podemos ser quien siempre quisimos pero quien nunca pudimos ser en la vigilia, podríamos perder la motivación para realizar nuestras tareas espirituales en el mundo “real”. Podríamos estar creando una generación de “Napoleones de sofá” con sus headsets de conquistadores de la galaxia.

Por supuesto la realidad virtual tiene un enorme potencial en otro sentido más positivo, como puede ser la educación e incluso la meditación. Pero uno tiende a pensar que la tecnología será cooptada —como ha ocurrido con toda la tecnología digital— por los imperativos del mercado capitalista, es decir, como un arma para hacer más dinero. Se poblará el espacio íntimo de nuestra mente de una compleja dinámica de mercado, de deseo y agendas ulteriores. Lo podemos ver hoy con los jóvenes que viven pegados a sus teléfonos: la tendencia es al aislamiento, a la virtualidad, a tener relaciones siempre mediadas y no a la presencia o a la utilización de la tecnología como un medio para pensar y sentir el mundo y transformarlo verdaderamente.

En la cosmología budista, dentro del samsara, existen mundos superiores al nuestro, el cual es el mundo del deseo; son mundos de calma extática, de placer supremo que pueden durar eones, como si se tratara de un cuasi eterno masaje de plumas, en los cuales habitan ciertas deidades. Aunque esto puede parecer atractivo, el Buda enseñó que es una crasa ilusión perseguir estos estados de placer ya que pese a su larga duración son impermanentes —los dioses tendrán que caer del cielo—, y por lo tanto tarde que temprano se traducirán en sufrimiento y en reciclaje dentro del samsara, lo cual denota ignorancia. En realidad la única verdadera motivación, según el budismo, es la sabiduría, la verdad de que el mundo en el que existimos es sufrimiento, pero que existe la liberación de este sufrimiento. Para ello es necesario tomar un camino que corte a través de la membrana samsárica hacia el estado de reconocimiento de la esencia innata o nirvana. En otras palabras, es necesario darse cuenta de dónde estamos parados y enfrentar la realidad con todas sus incomodidades e inconveniencias; la realidad virtual, por otro lado, presenta, como nunca antes, una forma de escapar de esto, mas no de liberarse.

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