Según los agentes, han intentado negociar con los trabajadores sin éxito, y han tomado la decisión de dispersarlos a la fuerza.
Estos mineros forman parte de unos 3.000 afectados, muchos de ellos concentrados en una colina cercana a la mina, armados con machetes.
Los enfrentamientos comenzaron el viernes pasado, por las desavenencias entre un sindicato mayoritario y otro de nueva creación que pide que les tripliquen en salario.
La mayoría de trabajadores vive en las inmediaciones, sin agua corriente, y lo que ganan, dicen, no les llega para enviar a sus hijos al colegio.
No es la primera protesta en una mina en Sudáfrica. La de esta última semana, en Marikana se suma a otra de principios de mes, en Rustenburg.
Al caer el sol la mayoría ha desalojado el lugar, pero algunos han quedado ignorando los mensajes de la policía.
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