La Bella y la Bestia es uno de los cuentos folklóricos más inciertos. Ha circulado durante siglos sin cambios significativos, aunque con discrepancias que sirven para apuntalar aquello que en una región resulta irrelevante, y en otra se vuelve esencial.
LAS VERSIONES
La primera versión pertenece a Giovanni Francesco Straparola, y fue publicada en una antología de nombre cándido: Le piacevoli notti, es decir, Las noches agradables, en 1550. Más de un siglo después, en 1697, Charles Perrault integró una versión tosca de La Bella y la Bestia en su colección Cuentos de mamá ganso (Contes de ma mere l’oye). Pero la degradación absoluta llegó con Madame d’Aulnoy y su cuento La oveja (Le Mouton), quien junto a Giambattista Basile finalmente demolieron el pasado mitológico del relato.
Sobre estos cimientos se publicó una olvidada noveleta de Gabrielle-Suzanne Barbot, editada en 1740, que sirvió para construir la actual versión de La Bella y la Bestia que todos conocemos.
El mérito de su popularidad pertenece a la aristócrata francesaJeanne-Marie Le Prince de Beaumont. Exiliada en Inglaterra, comenzó a trabajar como profesora, y, en paralelo, a organizar una antología de relatos folklóricos europeos. Utilizando la antología de Barbot, nuestra noble y aristocrática traductora publicó un cuento que eliminaba por completo el trasfondo genealógico de La Bella y la Bestia, tomando únicamente los elementos centrales del original, y omitiendo los orígenes escabrosos que dan como resultado la transformación del caballero en Bestia; detalles que, para la época, podían sonar un tanto… subversivos.
Lo mágico quedó excluido de La Bella y la Bestia, en consecuencia, lo mítico desapareció como barrido por un viento súbito y voraz. Todo lo siniestro fue cubierto por una crónica directa, sobria, sin adornos ni estridencias. Lo legendario pasó por el tamiz de lo racional, y el sentido primigenio del relato folklórico se vio mutilado de sus premisas fundamentales. Los pobres y los desdichados se convirtieron en reyes y princesas, los pastores en caballeros, los magos en sacerdotes, lo mágico en banal.
LAS VERSIONES
La primera versión pertenece a Giovanni Francesco Straparola, y fue publicada en una antología de nombre cándido: Le piacevoli notti, es decir, Las noches agradables, en 1550. Más de un siglo después, en 1697, Charles Perrault integró una versión tosca de La Bella y la Bestia en su colección Cuentos de mamá ganso (Contes de ma mere l’oye). Pero la degradación absoluta llegó con Madame d’Aulnoy y su cuento La oveja (Le Mouton), quien junto a Giambattista Basile finalmente demolieron el pasado mitológico del relato.
Sobre estos cimientos se publicó una olvidada noveleta de Gabrielle-Suzanne Barbot, editada en 1740, que sirvió para construir la actual versión de La Bella y la Bestia que todos conocemos.
El mérito de su popularidad pertenece a la aristócrata francesaJeanne-Marie Le Prince de Beaumont. Exiliada en Inglaterra, comenzó a trabajar como profesora, y, en paralelo, a organizar una antología de relatos folklóricos europeos. Utilizando la antología de Barbot, nuestra noble y aristocrática traductora publicó un cuento que eliminaba por completo el trasfondo genealógico de La Bella y la Bestia, tomando únicamente los elementos centrales del original, y omitiendo los orígenes escabrosos que dan como resultado la transformación del caballero en Bestia; detalles que, para la época, podían sonar un tanto… subversivos.
Lo mágico quedó excluido de La Bella y la Bestia, en consecuencia, lo mítico desapareció como barrido por un viento súbito y voraz. Todo lo siniestro fue cubierto por una crónica directa, sobria, sin adornos ni estridencias. Lo legendario pasó por el tamiz de lo racional, y el sentido primigenio del relato folklórico se vio mutilado de sus premisas fundamentales. Los pobres y los desdichados se convirtieron en reyes y princesas, los pastores en caballeros, los magos en sacerdotes, lo mágico en banal.
LA HISTORIA
Un mercader tiene tres hijas. Dos de ellas eran odiosas, pero la menor, que por su aspecto delicado llamaron Bella, era la encarnación de la bondad. El mercader pierde su fortuna, y con ella los pretendientes de sus hijas. Pero Bella continúa recibiendo ofertas como de costumbre. Cierto día, el mercader se embarca en un viaje de negocios, y les pregunta a sus hijas qué desean recibir como regalo: las hermanas odiosas piden ricos vestidos, mientras que Bella sólo le solicita una rosa.
El viaje termina en desastre. Perdido, el mercader se refugia en un castillo aparentemente abandonado. En el jardín de entrada encuentra un rosal. Se acuerda de Bella y arranca una rosa. Una vez dentro del castillo se encuentra con una criatura abominable, un ser bestial que habla como un hombre educado y le recrimina al mercader su actitud ofensiva. El anciano suplica que desea volver a ver a sus hijas. La Bestia le concede el deseo, pero lo obliga a jurar que regresará, o bien enviará a alguien para reemplazarlo.
Al regresar, Bella se ofrece a ir al castillo ya que fue su deseo el que hizo que su padre arranque la rosa, incitando de este modo la ira de la Bestia.
Bella llega al castillo. La Bestia perdona a su padre, pero le pide a la joven que se quede una temporada con él. Eventualmente, la Bestia se enamora, pero Bella se mantiene indiferente. Cierto día llegan noticias sobre la enfermedad del mercader. Bella le solicita a la Bestia que la deje partir, pero éste se niega. Luego de unos días, el engendro reflexiona y le permite volver con la condición de que regrese en una semana. Ya en la aldea, las hermanas odiosas planean una estratagema para que la joven se quede más de siete días. Lo logran, haciendo que Bella rompa su promesa. Cuando ésta retorna al castillo encuentra a la Bestia agonizando de tristeza. El monstruo muere, y la muchacha, comprendiendo que fue su falta la que causó el desastre, besa el cadáver deforme y le dice que lo ama y que desea casarse con él.
La Bestia resucita y se transforma en un príncipe. Luego explica, a grosso modo, que una bruja lo ha transformado en monstruo hasta que una mujer hermosa quiera casarse con él
Hasta aquí, la versión "oficial". Ahora repasemos la verdadera historia de La Bella y la Bestia…
El mercader no existe. Sólo existen tres hermanas. Dos de ellas, brujas y hechiceras que obligan a su hermana menor a servirles como mucama y realizar tareas que la prudencia exige omitir. La joven es atada todas las noches para que contemple aquello que nunca tendrá: libertad.
Cierto día, un pordiosero leproso se asoma por la ventana y ve a la joven envuelta por nudos, sogas y cadenas; y le pide si puede darle algo de comer. Sabiendo que sus hermanas la castigarán, Bella igualmente accede a que el hombre pase y se sirva lo que necesite, sin siquiera pedirle a cambio que afloje las ligaduras que la retienen prisionera. El hombre ingresa por la ventana y sacia su apetito con un gran pedazo de queso. Luego se retira sin decir palabra. Las hermanas regresan, y al ver el faltante de comida acusan a Bella de ladrona. La encadenan al sótano y la azotan con brutalidad, provocándole una muerte atroz.
El leproso vuelve al día siguiente, se asoma por la ventana, pero Bella ya no está. Le pide entonces a las hermanas si pueden darle algo para comer, pero éstas no sólo se niegan, sino que insultan al pobre hombre. Entonces el leproso, de rostro deformado, una verdadera "Bestia", les revela que, en realidad, es hijo de un acaudalado noble. Las hermanas le ofrecen pan, y el hombre ingresa en la casa. Una vez saciado su apetito, les confiesa que su padre no es rico, y que él mismo no es otra cosa que la Muerte encarnada, una entidad fugitiva que ha tomado posesión del cadáver de un leproso, ya que al inframundo llegó la noticia de una mujer tan desdichada que la Muerte le resultaría, en definitiva, una bendición.
La Muerte entonces desgarra los jirones putrefactos de sus ropas, toma a las hermanas del cabello y frota sus rostros horrorizados sobre su pecho cubierto de pústulas y excrecencias fétidas.
Acto seguido, el leproso se echa a morir junto al cadáver de Bella. Previamente, lleva a las hermanas al sótano y las ata para que contemplen aquello que no tendrán: una muerte pacífica.
El romance está ausente de la versión original, sin embargo, temas como la hospitalidad, la cortesía, la reducción de la mujer a un estado servil, están intensamente presentes. Será que algunas Bestias no ocultan príncipes ni acaudalados caballeros, sino hombres cuya única riqueza era la esperanza de una muerte piadosa; y Bellas que reflejan una hermosura que no se traduce en facciones simétricas y siluetas voluptuosas, sino en bondad y comprensión por el dolor ajeno.
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