¿Qué son los mandatos? Órdenes explícitas o tácitas que nos condicionan. Y aunque no se manifiesten verbalmente, se van grabando en nuestro cerebro casi sin que lo percibamos.
Los mandatos son creencias familiares, religiosas, culturales, etc., que muy pocos se atreven a cuestionar. Porque además, a veces no son tan fáciles de reconocer… como para rebelarse a ellos.
Los padres son los primeros en transmitirnos esos mensajes inconscientes, pero no son los únicos. Los mandatos se irán registrando silenciosa pero firmemente a lo largo de toda nuestra vida y en diferentes áreas: carrera, trabajo, familia, comportamiento social, etcétera.
El proceso de socialización se realiza tradicionalmente desde las instituciones sociales en las que primero somos incluidos: la familia y la escuela a las que hoy se suman los medios de comunicación. Los tres contribuyen a la construcción y el mantenimiento de un sistema generalmente desigual entre mujeres y varones, dibujando roles estipulados y diferentes para cada quien. De allí la importancia de revisar los mandatos sociales que circulan en nuestra familia de origen, mediante las expectativas que definen lo que “deberíamos ser”.
Adriana Retamoso, licenciada en Psicología
Nuestros maestros, la televisión, la moda, los amigos y los códigos sociales en general nos irán “diciendo” cuáles son los patrones de conducta y las elecciones que corresponden para ser exitosos. Y hay diferentes tipos de mandatos, y distintas reacciones ante ellos. Tantos, como personas disímiles.
Que una mujer que se precie de tal debe enfocar su vida a la familia y la maternidad es uno de los más fuertes. Y que una buena mujer debe ser ante todo una buena madre, capaz de renunciar a sus propios deseos por el bien de sus hijos, es el que lo sigue de cerca. Pero además, en los últimos tiempos han aparecido mandatos último modelo, que exigen a la mujer (además de cumplir a rajatabla con los dos anteriores) trabajar, ser una profesional exitosa y una buena amante, obvio… ¡siempre con el marido!
Esta sobreexigencia laboral-maternal-sexual genera idealizaciones casi imposibles, conflictos, y ansiedad, que se proyectan, por ejemplo, a la hora de tomar decisiones sobre el futuro. Y así, muchas mujeres, rebeldes ante los mandatos, expresan desde la adolescencia que no se casarán, que vivirán solas y trabajarán, por ejemplo.
Los varones, por su parte, no la pasan mejor con respecto a este tema. Hay también una serie de mandatos para ellos, que los obligan a demostrar permanentemente su masculinidad: ser exitosos profesionalmente, física y emocionalmente fuertes, potentes en su vida sexual, conquistadores permanentes –en lo posible mujeriegos- , ejercer siempre la autoridad en la pareja, ser heterosexuales, agresivos y duros.
No poder negarse nunca a una propuesta sexual “porque soy hombre” es otro de los mandatos, y por supuesto, ocultar sus sentimientos y debilidades también, porque es demasiado femenino y se corre el riesgo de perder la hombría. Seguir adelante con la empresa familiar, adoptar la profesión del padre, elegir una carrera universitaria –si sus padres no tuvieron la posibilidad de hacerlo- y en lo posible la que ellos consideran conveniente…es otro de los temas en los que opera el mandato tácito…o no tanto.
En general, es la adolescencia el momento en el que se presenta el conflicto de la identidad personal y de la elección profesional. Y en esa etapa, como podemos, vamos definiendo quiénes queremos ser y qué se espera de nosotros. Y ¿cuántas veces nos sentimos atrapados por los mandatos y expectativas familiares y de nuestro entorno?
Y respecto, por ejemplo, de la elección de la carrera, ya es una exigencia tremendamente grande que la decisión de definir la profesión para toda la vida se nos plantee a los 17 años. ¡Cuanta responsabilidad, cuando hasta entonces sólo teníamos que decidir adónde ir a bailar o cómo vestirnos!
Obviamente que hay excepciones: las de aquellos que han manifestado una vocación muy profunda desde muy temprana edad y más allá de las expectativas del afuera…pero no es lo más común. Y en la mayoría de los casos, los mandatos son los que ganan con mayor facilidad.
Los padres -con la mejor de las intenciones, obviamente- ven al hijo como su propio proyecto, que los continúa y los hace trascender, por eso le transmiten sus deseos personales. Y a la vez, lo tratan como un ser débil al que hay que sobreproteger, eligiendo por él su camino y evitando que haga sus propias elecciones –por si se equivoca y sufre-Y así, conciente o inconscientemente proyectan su vida en ellos.
Queda un último gran capítulo, y es el de la elección de la pareja. Ahí también operan los mandatos: la chica que le gusta a mamá, o el muchacho que papá debe aprobar, son estigmas que, lejos de estar superados, siguen vigentes en lo más profundo del subconsciente.
Rebelarse a los mandatos es otra opción. Pero… ¿cuál es el costo? Porque además es importante darse cuenta si la elección contraria a lo que se esperaba de nosotros fue una decisión genuina y libre, o rebeldía pura…
A vos… ¿Cómo te fue con tus elecciones de vida? ¿Sentís que fuiste fiel a los mandatos o te rebelaste contra ellos? ¿Sos lo que se esperaba de vos, o el producto de tus deseos?
Los mandatos son creencias familiares, religiosas, culturales, etc., que muy pocos se atreven a cuestionar. Porque además, a veces no son tan fáciles de reconocer… como para rebelarse a ellos.
Los padres son los primeros en transmitirnos esos mensajes inconscientes, pero no son los únicos. Los mandatos se irán registrando silenciosa pero firmemente a lo largo de toda nuestra vida y en diferentes áreas: carrera, trabajo, familia, comportamiento social, etcétera.
El proceso de socialización se realiza tradicionalmente desde las instituciones sociales en las que primero somos incluidos: la familia y la escuela a las que hoy se suman los medios de comunicación. Los tres contribuyen a la construcción y el mantenimiento de un sistema generalmente desigual entre mujeres y varones, dibujando roles estipulados y diferentes para cada quien. De allí la importancia de revisar los mandatos sociales que circulan en nuestra familia de origen, mediante las expectativas que definen lo que “deberíamos ser”.
Adriana Retamoso, licenciada en Psicología
Nuestros maestros, la televisión, la moda, los amigos y los códigos sociales en general nos irán “diciendo” cuáles son los patrones de conducta y las elecciones que corresponden para ser exitosos. Y hay diferentes tipos de mandatos, y distintas reacciones ante ellos. Tantos, como personas disímiles.
Que una mujer que se precie de tal debe enfocar su vida a la familia y la maternidad es uno de los más fuertes. Y que una buena mujer debe ser ante todo una buena madre, capaz de renunciar a sus propios deseos por el bien de sus hijos, es el que lo sigue de cerca. Pero además, en los últimos tiempos han aparecido mandatos último modelo, que exigen a la mujer (además de cumplir a rajatabla con los dos anteriores) trabajar, ser una profesional exitosa y una buena amante, obvio… ¡siempre con el marido!
Esta sobreexigencia laboral-maternal-sexual genera idealizaciones casi imposibles, conflictos, y ansiedad, que se proyectan, por ejemplo, a la hora de tomar decisiones sobre el futuro. Y así, muchas mujeres, rebeldes ante los mandatos, expresan desde la adolescencia que no se casarán, que vivirán solas y trabajarán, por ejemplo.
Los varones, por su parte, no la pasan mejor con respecto a este tema. Hay también una serie de mandatos para ellos, que los obligan a demostrar permanentemente su masculinidad: ser exitosos profesionalmente, física y emocionalmente fuertes, potentes en su vida sexual, conquistadores permanentes –en lo posible mujeriegos- , ejercer siempre la autoridad en la pareja, ser heterosexuales, agresivos y duros.
No poder negarse nunca a una propuesta sexual “porque soy hombre” es otro de los mandatos, y por supuesto, ocultar sus sentimientos y debilidades también, porque es demasiado femenino y se corre el riesgo de perder la hombría. Seguir adelante con la empresa familiar, adoptar la profesión del padre, elegir una carrera universitaria –si sus padres no tuvieron la posibilidad de hacerlo- y en lo posible la que ellos consideran conveniente…es otro de los temas en los que opera el mandato tácito…o no tanto.
En general, es la adolescencia el momento en el que se presenta el conflicto de la identidad personal y de la elección profesional. Y en esa etapa, como podemos, vamos definiendo quiénes queremos ser y qué se espera de nosotros. Y ¿cuántas veces nos sentimos atrapados por los mandatos y expectativas familiares y de nuestro entorno?
Y respecto, por ejemplo, de la elección de la carrera, ya es una exigencia tremendamente grande que la decisión de definir la profesión para toda la vida se nos plantee a los 17 años. ¡Cuanta responsabilidad, cuando hasta entonces sólo teníamos que decidir adónde ir a bailar o cómo vestirnos!
Obviamente que hay excepciones: las de aquellos que han manifestado una vocación muy profunda desde muy temprana edad y más allá de las expectativas del afuera…pero no es lo más común. Y en la mayoría de los casos, los mandatos son los que ganan con mayor facilidad.
Los padres -con la mejor de las intenciones, obviamente- ven al hijo como su propio proyecto, que los continúa y los hace trascender, por eso le transmiten sus deseos personales. Y a la vez, lo tratan como un ser débil al que hay que sobreproteger, eligiendo por él su camino y evitando que haga sus propias elecciones –por si se equivoca y sufre-Y así, conciente o inconscientemente proyectan su vida en ellos.
Queda un último gran capítulo, y es el de la elección de la pareja. Ahí también operan los mandatos: la chica que le gusta a mamá, o el muchacho que papá debe aprobar, son estigmas que, lejos de estar superados, siguen vigentes en lo más profundo del subconsciente.
Rebelarse a los mandatos es otra opción. Pero… ¿cuál es el costo? Porque además es importante darse cuenta si la elección contraria a lo que se esperaba de nosotros fue una decisión genuina y libre, o rebeldía pura…
A vos… ¿Cómo te fue con tus elecciones de vida? ¿Sentís que fuiste fiel a los mandatos o te rebelaste contra ellos? ¿Sos lo que se esperaba de vos, o el producto de tus deseos?
FUENTE: ASUSTA2
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