Hay muchas cosas que les quiero comentar acerca del genuino esoterismo, pero no puedo hacerlo sin antes compartir con ustedes la famosa parábola del carruaje, que explica el funcionamiento básico del ser humano "normal".
Boris Mouravieff escribe:
La parábola del carruaje
El cuerpo físico es representado por el carruaje mismo; los caballos representan sensaciones, sentimientos y pasiones; el conductor es el conjunto de las facultades intelectuales incluida la razón; la persona sentada dentro del carruaje es el amo.
En su estado normal, todo el sistema se encuentra en un perfecto estado de operación: el conductor lleva las riendas firmemente en sus manos y conduce los caballos en la dirección indicada por el amo.
Así, sin embargo, no es como ocurren las cosas [...]
Antes que nada, el amo está ausente. El carruaje debe de ir y encontrarlo, y debe entonces de aguardar su deseo. Todo está en mal estado: los ejes no están engrasados y rechinan; las ruedas están mal colocadas; la vara se balancea peligrosamente; los caballos, aunque de raza noble, están sucios y mal alimentados; el arnés está gastado y las riendas no son fuertes. El conductor está dormido: sus manos se han resbalado sobre sus rodillas y apenas sostienen las riendas, que pueden caer en cualquier momento.
El carruaje sin embargo continúa moviéndose hacia delante, pero lo hace de un modo que no presagia felicidad. Abandonando el camino, rueda cuesta abajo de tal modo que ahora el carruaje está empujando a los caballos, que son incapaces de detenerlo. El conductor, que ha caído en un sueño profundo, se bambolea en su asiento a riesgo de caer de él. Obviamente un triste destino le espera a tal carruaje.
La imagen provee una analogía altamente apropiada para la condición de la mayoría de los seres humanos...
Sin embargo la salvación puede presentarse. Otro conductor, éste bastante despierto, puede pasar por la misma ruta y observar el carruaje en su triste situación. ...Quizá se detenga a ayudar al carruaje en peligro. Primero ayudará a los caballos a sostener al carruaje antes de que resbale por la pendiente. Después despertará al conductor dormido y junto con él intentará traer el carruaje de regreso al camino.
Prestará forraje y dinero. También podría dar consejo sobre el cuidado de los caballos, la dirección de una posada y un reparador de carruajes, e indicar la ruta adecuada a seguir.
Después dependerá del conductor asistido beneficiarse, por sus propios esfuerzos, de la ayuda e información recibida. Será de su incumbencia a partir de este punto en adelante poner todas las cosas en orden y, con ojo abierto, seguir el camino.
Por encima de todo luchará contra el sueño, porque si se queda dormido otra vez, y si el carruaje se sale del camino otra vez y otra vez se encuentra en peligro, no puede esperar que la suerte le sonría una segunda ocasión; que otro conductor pase en ese momento y ese lugar y le ayude una vez más. [...]Algo para meditar.
© Desconocido
La parábola del carruaje
El cuerpo físico es representado por el carruaje mismo; los caballos representan sensaciones, sentimientos y pasiones; el conductor es el conjunto de las facultades intelectuales incluida la razón; la persona sentada dentro del carruaje es el amo.
En su estado normal, todo el sistema se encuentra en un perfecto estado de operación: el conductor lleva las riendas firmemente en sus manos y conduce los caballos en la dirección indicada por el amo.
Así, sin embargo, no es como ocurren las cosas [...]
Antes que nada, el amo está ausente. El carruaje debe de ir y encontrarlo, y debe entonces de aguardar su deseo. Todo está en mal estado: los ejes no están engrasados y rechinan; las ruedas están mal colocadas; la vara se balancea peligrosamente; los caballos, aunque de raza noble, están sucios y mal alimentados; el arnés está gastado y las riendas no son fuertes. El conductor está dormido: sus manos se han resbalado sobre sus rodillas y apenas sostienen las riendas, que pueden caer en cualquier momento.
El carruaje sin embargo continúa moviéndose hacia delante, pero lo hace de un modo que no presagia felicidad. Abandonando el camino, rueda cuesta abajo de tal modo que ahora el carruaje está empujando a los caballos, que son incapaces de detenerlo. El conductor, que ha caído en un sueño profundo, se bambolea en su asiento a riesgo de caer de él. Obviamente un triste destino le espera a tal carruaje.
La imagen provee una analogía altamente apropiada para la condición de la mayoría de los seres humanos...
Sin embargo la salvación puede presentarse. Otro conductor, éste bastante despierto, puede pasar por la misma ruta y observar el carruaje en su triste situación. ...Quizá se detenga a ayudar al carruaje en peligro. Primero ayudará a los caballos a sostener al carruaje antes de que resbale por la pendiente. Después despertará al conductor dormido y junto con él intentará traer el carruaje de regreso al camino.
Prestará forraje y dinero. También podría dar consejo sobre el cuidado de los caballos, la dirección de una posada y un reparador de carruajes, e indicar la ruta adecuada a seguir.
Después dependerá del conductor asistido beneficiarse, por sus propios esfuerzos, de la ayuda e información recibida. Será de su incumbencia a partir de este punto en adelante poner todas las cosas en orden y, con ojo abierto, seguir el camino.
Por encima de todo luchará contra el sueño, porque si se queda dormido otra vez, y si el carruaje se sale del camino otra vez y otra vez se encuentra en peligro, no puede esperar que la suerte le sonría una segunda ocasión; que otro conductor pase en ese momento y ese lugar y le ayude una vez más. [...]Algo para meditar.
FUENTE: SOTT
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