Ya desde hace varios años, algunos arqueólogos e investigadores independientes brasileros han estado estudiando un antiguo camino, conocido con el nombre de “Peabirú”.
En lengua Tupí Guaraní, “Peabirú” significa “camino de ida y de vuelta”. En mi interpretación personal, como “pe” significa “sendero” en guaraní y Birú era el antiguo nombre del Perú, el nombre “Peabirú” podría traducirse por “camino al Perú”.
El sendero, de aproximadamente 1,4 metros de longitud, se bifurca en la zona de San Vicente (Estado de San Pablo) y en la costa de Santa Catarina, específicamente en la bahía conocida con el nombre de Cananea durante la era de los descubrimientos geográficos.
Los dos tramos se unen en el actual estado del Paraná, para continuar luego hacia la actual frontera con Bolivia, en la ciudad de Corumbá. Después de haber atravesado las praderas del Chaco, el camino se dirige a Potosí.
En realidad, el sendero continúa, dividiéndose en dos ramas: una que va hacia Oruro, Tiahunaco y luego Cusco, y otra que va hacia el Océano Pacífico, en el actual Chile septentrional.
En tiempos históricos, el portugués Aleixo García (1524 d.C.) recorrió el camino de Peabirú y llegó al Alto Perú (actual Bolivia), nueve años antes de que Pizarro arribara a Cusco.
La existencia del antiguo camino de Peabirú es importantísima porque prueba que era posible llegar, en la antigüedad, al Cerro Rico de Potosí (la montaña más rica en plata del mundo) desde las costas de Santa Catarina o San Vicente (Brasil) en un viaje de aproximadamente 2 meses.
En práctica, el camino del Peabirú se interconectaba con los senderos incas del imperio que a su vez unían Samaipata, la fortaleza inca más austral (actual Bolivia), con el Cusco.
¿Quiénes fueron los constructores del camino del Peabirú?
Según la investigadora Rosana Bond, autora del libro “El camino del Peabirú”, pudieron haber sido tanto los guaraníes como los incas, pero no excluye que el camino haya sido abierto en épocas mucho más antiguas.
Todavía hoy los miembros de la etnia guaraní atribuyen la construcción del camino a su legendario semidiós Sumé, que fue un civilizador y colonizador que vivió antes del diluvio.
El mito de Sumé, quien enseñó a los guaraníes la agricultura, la artesanía y les impuso los fundamentos del derecho, es extrañamente similar al de Viracocha, personaje legendario del mundo andino.
¿Fue Sumé-Viracocha la misma persona?
Por el contrario, los conquistadores españoles y luego los portugueses pensaron, confundiéndose, que Sumé no era otro que Sao Tomé, o bien, San Tomás, quien se había dirigido a India para divulgar la palabra de Cristo.
Según el difunto arqueólogo boliviano Freddy Arce, el camino del Peabirú pudo haber sido usado en tiempos remotísimos por pueblos del Medio Oriente, como por ejemplo los sumerios, y luego por los fenicios y cartaginenses, para adentrarse al interior del continente y llegar así a la mina de plata más grande del planeta.
Sabemos que los hallazgos que recuerdan a las culturas medio-orientales son varios en Suramérica, empezando por la Fuente Magna, el gran vaso ceremonial pétreo descubierto cerca al lago Titicaca, dentro del cual hay inscripciones en lengua sumeria. Importante también es el Monolito de Pokotia, en cuyo dorso hay otras inscripciones en proto-sumerio.
En lo que concierne a los petroglifos que testimonian la llegada de los fenicios a tierras suramericanas, recuerdo la famosa piedra de Ingá (Paraíba), la cual pude estudiar y documentar en un viaje reciente; la Piedra de Gavea, ubicada cerca de Río de Janeiro, además de la Piedra de Paraíba, hoy perdida.
¿Cuál habrá sido el motivo de los viajes atlánticos de los fenicios?
Según una teoría reciente, es posible que la legendaria tierra de Ofir, riquísima en oro pero sobre todo en plata, fuera el Alto Perú (hoy Bolivia), y particularmente la zona de Potosí, donde está situado el famoso Cerro Rico, la montaña de plata.
Los Fenicios que navegaban al servicio del rey Salomón no habrían tenido que recorrer el camino de Peabirú, sino que tal vez intercambiaban sus productos por plata y oro directamente en la bahía de Cananea (que estaba ubicada en el litoral del estado de Santa Catarina, Brasil).
Es por ahora sólo una hipótesis, pero la existencia de varios petroglifos y pinturas rupestres a lo largo del camino de Peabirú, que son ahora poco conocidos, podría incrementar el valor de esta tesis.
Si se encontraran otros signos que evocaran la antigua escritura de los fenicios, esta tesis tomaría más fuerza.
Está, además, la incógnita del Manuscrito 512, el cual traduje recientemente del portugués antiguo.
Según este arcaico documento, los exploradores portugueses del siglo XVIII encontraron los restos de una ciudad en ruinas, en un lugar impreciso del inmenso sertón.
Las extrañas inscripciones que los portugueses transmitieron en el Manuscrito se atribuirían a una lengua púnica, al arameo antiguo o al fenicio.
Es una prueba más de que algunos fenicios o sus descendientes cartaginenses entraron al Brasil por motivos desconocidos, siguiendo tal vez el camino de Peabirú, estableciéndose en la ciudad descrita en el documento 512 o edificándola ellos mismos.
¿Es posible que los exploradores portugueses del siglo XVIII se dirigieran al norte, ubicando la ciudad perdida en la cordillera de Huanchaca, al interior de lo que es hoy el vastísimo y casi inexplorado Parque Nacional Noel Kempff Mercado?
YURI LEVERATTO
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