Tánger a la vista, toca hacer la maleta. Acción a la que sigue la pregunta: ¿qué llevas para vestir allí en Marruecos? Respuesta: mi ropa. Con que sea de mi talla, tanto a mi cuerpo como a las y los marroquís, creo que les parecerá una vestimenta extranjera correcta.
Este pequeño dialogo pre-viaje me lleva a recordar con una sonrisa la experiencia vestimentaria de la genial Fatema Mernissi, como mujer feminista árabe, en Occidente y no me resisto a compartirlo. ¡Ahí va dicha experiencia y su reflexiva visión de nuestra talla 38!
El harén de las mujeres occidentales es la talla 38
“Mientras intentaba encontrar, sin éxito, una falda de algodón en unos grandes almacenes en Estados Unidos, oí por primera vez que mis caderas no iban a caber en la talla 38. A continuación viví la desagradable experiencia de comprobar cómo el estereotipo de belleza vigente en el mundo occidental puede herir psicológicamente y humillar a una mujer. Tanto, incluso, como la actitud de la policía pagada por el Estado para imponer el uso del velo, en países con regímenes extremistas como Irán, Afganistán o Arabia Saudí.
La elegante señorita del establecimiento me miró de arriba abajo desde detrás del mostrador y, sin hacer el menor movimiento, sentenció que no tenía faldas de mi talla: ¡Es usted demasiado grande! – dijo.
- ¿Comparada con qué? – repliqué.
- Pues con la talla 38. Lo normal es una 36 o una 38. Las tallas grandes, como la que usted necesita, puede encontrarlas en tiendas especiales.
Era la primera vez que me decían semejante estupidez respecto a mi talla.
- Y ¿se puede saber quién establece lo que es normal y lo que no? – pregunté a la dependienta como queriendo recuperar algo de mi seguridad si ponía a prueba las reglas establecidas. – ¿Quién ha dicho que todo el mundo deba tener la talla 38? – bromeé, sin mencionar la talla 36, que es la que usa mi sobrina de doce años, delgadísima.
- La norma está presente en todas partes, querida mía. En las revistas, en los anuncios. Es imposible no verlo. Si aquí se vendiera la talla 46 ó 48, que son probablemente las que usted necesita, nos iríamos a la bancarrota. Pero ¿en qué mundo vive usted, señora? Lo siento, pero no puedo ayudarla, de verdad.
- Pues vengo de un país donde no existen las tallas en la ropa de mujer – repliqué-. Yo misma me compro la tela, y la costurera del barrio o un artesano me hacen la falda que le pido a medida. De hecho, si quiere que le diga la verdad, no tengo ni idea de qué talla uso.
- ¿Quiere usted decir que no vigila su peso? – me preguntó con cierta incredulidad.”
Fatema Mernissi a partir de esta experiencia reflexiona sobre nuestra violencia simbólica en el último capítulo de su obra “El harén en Occidente”, uno de esos pequeños grandes libros de obligada lectura.
Fatema concluye que “a diferencia del hombre musulmán, que establece su dominación por medio del uso del espacio (excluyendo a la mujer de la arena pública), el occidental manipula el tiempo y la luz. Este último afirma que la mujer es bella cuando aparenta catorce años y al dar el máximo de importancia a esa imagen de niña y fijarla en la iconografía como ideal de belleza, condena a la invisibilidad a la mujer madura”. Mernissi añade que no se ataca directamente la edad, sino que se enmascara como opción estética. “En efecto, en aquella tienda no solo me sentí repentinamente horrorosa, sino también inútil. Mientras los ayatolás consideran a la mujer según el uso que haga del velo, en Occidente son sus caderas orondas las que la señalan y marginan… El objetivo es el mismo en ambos casos.” Prosigue: “el poder del hombre occidental reside en dictar cómo debe vestirse la mujer y qué aspecto debe tener. Es el hombre quien controla la industria de la moda, desde la cosmética hasta la ropa interior. Me di cuenta de que Occidente es la única parte del mundo donde las cuestiones de la moda femenina son un negocio dirigido por hombres. En países como Marruecos la moda es cosa de mujeres.”
Esta es la visión acerca de la violencia simbólica occidental para una mujer árabe culta como Fatema Mernissi. Una visión que personalmente me impactó cuando la leí por primera vez, en tanto que como mujer occidental era la primera vez que sentía sobre mi cultura patriarcal la mirada crítica de una persona de origen árabe, una mirada feminista y taninflexible como nuestras miradas cotidianas al uso del velo y otras costumbres de la cultura patriarcal árabe. Fue un choque enriquecedor. Verse a través de los ojos de “el otro” siempre lo es.
El fragmento que aquí he reproducido, resumido, su autora lo vivió y escribió hace más de una década, sin embargo no parece tan lejano. Por el contrario, resulta muy actual tanto en las cuestiones que aborda acerca del control sobre la mujer en occidente como aquellas relativas al mundo árabe. Cierto que, a distintos ritmos, se están produciendo avances positivos en ambos hemisferios, pero es un hecho que son lentos y que situaciones como las que vivió la escritora marroquí en aquella tienda estadounidense a finales de los 90, actualmente siguen presentes en nuestro día a día femenino.
Una de las últimas exclamaciones de Fatema Mernissi en este pasaje es: “¡Qué espanto si a los fundamentalistas les diera por imponer no solo el velo, sino también la talla 38!” Añado: ¡qué espanto si a los gurús de la moda occidental les diera por enmascarar de opción estética no solo la talla 38, sino también el velo! Doble e igual espanto si como mujeres de una cultura u otra, culquiera de ellas no son nuestra real, consciente y libre elección.
Este pequeño dialogo pre-viaje me lleva a recordar con una sonrisa la experiencia vestimentaria de la genial Fatema Mernissi, como mujer feminista árabe, en Occidente y no me resisto a compartirlo. ¡Ahí va dicha experiencia y su reflexiva visión de nuestra talla 38!
El harén de las mujeres occidentales es la talla 38
“Mientras intentaba encontrar, sin éxito, una falda de algodón en unos grandes almacenes en Estados Unidos, oí por primera vez que mis caderas no iban a caber en la talla 38. A continuación viví la desagradable experiencia de comprobar cómo el estereotipo de belleza vigente en el mundo occidental puede herir psicológicamente y humillar a una mujer. Tanto, incluso, como la actitud de la policía pagada por el Estado para imponer el uso del velo, en países con regímenes extremistas como Irán, Afganistán o Arabia Saudí.
La elegante señorita del establecimiento me miró de arriba abajo desde detrás del mostrador y, sin hacer el menor movimiento, sentenció que no tenía faldas de mi talla: ¡Es usted demasiado grande! – dijo.
- ¿Comparada con qué? – repliqué.
- Pues con la talla 38. Lo normal es una 36 o una 38. Las tallas grandes, como la que usted necesita, puede encontrarlas en tiendas especiales.
Era la primera vez que me decían semejante estupidez respecto a mi talla.
- Y ¿se puede saber quién establece lo que es normal y lo que no? – pregunté a la dependienta como queriendo recuperar algo de mi seguridad si ponía a prueba las reglas establecidas. – ¿Quién ha dicho que todo el mundo deba tener la talla 38? – bromeé, sin mencionar la talla 36, que es la que usa mi sobrina de doce años, delgadísima.
- La norma está presente en todas partes, querida mía. En las revistas, en los anuncios. Es imposible no verlo. Si aquí se vendiera la talla 46 ó 48, que son probablemente las que usted necesita, nos iríamos a la bancarrota. Pero ¿en qué mundo vive usted, señora? Lo siento, pero no puedo ayudarla, de verdad.
- Pues vengo de un país donde no existen las tallas en la ropa de mujer – repliqué-. Yo misma me compro la tela, y la costurera del barrio o un artesano me hacen la falda que le pido a medida. De hecho, si quiere que le diga la verdad, no tengo ni idea de qué talla uso.
- ¿Quiere usted decir que no vigila su peso? – me preguntó con cierta incredulidad.”
Fatema Mernissi a partir de esta experiencia reflexiona sobre nuestra violencia simbólica en el último capítulo de su obra “El harén en Occidente”, uno de esos pequeños grandes libros de obligada lectura.
Fatema concluye que “a diferencia del hombre musulmán, que establece su dominación por medio del uso del espacio (excluyendo a la mujer de la arena pública), el occidental manipula el tiempo y la luz. Este último afirma que la mujer es bella cuando aparenta catorce años y al dar el máximo de importancia a esa imagen de niña y fijarla en la iconografía como ideal de belleza, condena a la invisibilidad a la mujer madura”. Mernissi añade que no se ataca directamente la edad, sino que se enmascara como opción estética. “En efecto, en aquella tienda no solo me sentí repentinamente horrorosa, sino también inútil. Mientras los ayatolás consideran a la mujer según el uso que haga del velo, en Occidente son sus caderas orondas las que la señalan y marginan… El objetivo es el mismo en ambos casos.” Prosigue: “el poder del hombre occidental reside en dictar cómo debe vestirse la mujer y qué aspecto debe tener. Es el hombre quien controla la industria de la moda, desde la cosmética hasta la ropa interior. Me di cuenta de que Occidente es la única parte del mundo donde las cuestiones de la moda femenina son un negocio dirigido por hombres. En países como Marruecos la moda es cosa de mujeres.”
Esta es la visión acerca de la violencia simbólica occidental para una mujer árabe culta como Fatema Mernissi. Una visión que personalmente me impactó cuando la leí por primera vez, en tanto que como mujer occidental era la primera vez que sentía sobre mi cultura patriarcal la mirada crítica de una persona de origen árabe, una mirada feminista y taninflexible como nuestras miradas cotidianas al uso del velo y otras costumbres de la cultura patriarcal árabe. Fue un choque enriquecedor. Verse a través de los ojos de “el otro” siempre lo es.
El fragmento que aquí he reproducido, resumido, su autora lo vivió y escribió hace más de una década, sin embargo no parece tan lejano. Por el contrario, resulta muy actual tanto en las cuestiones que aborda acerca del control sobre la mujer en occidente como aquellas relativas al mundo árabe. Cierto que, a distintos ritmos, se están produciendo avances positivos en ambos hemisferios, pero es un hecho que son lentos y que situaciones como las que vivió la escritora marroquí en aquella tienda estadounidense a finales de los 90, actualmente siguen presentes en nuestro día a día femenino.
Una de las últimas exclamaciones de Fatema Mernissi en este pasaje es: “¡Qué espanto si a los fundamentalistas les diera por imponer no solo el velo, sino también la talla 38!” Añado: ¡qué espanto si a los gurús de la moda occidental les diera por enmascarar de opción estética no solo la talla 38, sino también el velo! Doble e igual espanto si como mujeres de una cultura u otra, culquiera de ellas no son nuestra real, consciente y libre elección.
Fatema Mernissi, nacida en Fez en 1940, estudió Ciencias Políticas y fue becada por la Sorbona para un doctorado en la universidad de Brandeis, Estados Unidos. Historiadora, ensayista, doctora en sociología y profesora en la Universidad Mohamed V de Rabat. También ha sido asesora de varios organismos como la UNESCO o la BIT. Es una de las intelectuales marroquíes más conocidas en Europa, destacando por su defensa de los derechos de la mujer y por ser una autoridad mundial en estudios de El Corán, así como por el estudio del impacto de las nuevas tecnologías en el mundo islámico.
Mernissi defiende un concepto humanista donde las mujeres tienen que asumir su papel luchando con la palabra, el arma principal para lograr la igualdad, y un enfoque por la lucha por los derechos humanos y la revolución a través de la mejora de las habilidades de comunicación.
En 2003 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, junto a Susan Sontag.
FUENTE: SSOCIOLOGOS
No hay comentarios:
Publicar un comentario