En el principio hice la luz con farol de queroseno. Y las tinieblas, que se burlaban de las velas de sebo o de esperma, retrocedieron. Y amaneció y atardeció el día primero.
Y el día segundo Dios me puso a prueba y permitió que el demonio me tentara ofreciéndome amigos y amantes y otros despilfarros.
Y dije: “Dejad que el petróleo venga hacia mí”. Y fundé la Standard Oil. Y vi que estaba bien y amaneció y atardeció el día tercero.
Y el día cuarto seguí el ejemplo de Dios. Como Él, amenacé y maldije a quien me negara obediencia; y como Él apliqué la extorsión y el castigo. Como Dios ha aplastado a sus competidores, así yo pulvericé sin piedad a mis rivales de Pittsburg y Filadelfia. Y a los arrepentidos prometí perdón y paz eterna.
Y puse fin al desorden del universo. Y donde había caos, hice organización. Y en escala jamás conocida calculé costos, impuse precios y conquisté mercados. Y distribuí la fuerza de millones de brazos para que nunca más se derrochara tiempo, ni energía, ni materia. Y desterré la casualidad y la suerte de la historia de los hombres. Y en el espacio por mí creado no reservé lugar alguno a los débiles ni a los ineficaces. Y amaneció y atardeció el día quinto.
Y por dar nombre a mi obra inauguré la palabra trust. Y vi que que estaba bien. Y comprobé que giraba el mundo alrededor de mis ojos vigilantes, mientras amanecía y atardecía el día sexto.
Y el día séptimo hice caridad. Sumé el dinero que Dios me había dado por haber continuado Su obra perfecta y doné a los pobres veinticinco centavos. Y entonces descansé.
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