MORIR LUCHANDO: ESTE PRECIOSO ALTAR NATURAL A LA MUERTE FUE CAPTADO EN LAS GÉLIDAS LLANURAS DE ALASKA.
Ese instante en el que el aliento se va para ya no volver, el tener presente esa siempre latente posibilidad, el reconocernos finitos –al menos en el plano sobre el cual escribimos o leemos esta nota–,es el memento mori. Los soldados romanos empleaban la frase a modo de recordatorio para reconocer siempre abierta la posibilidad de morir; así se propiciaba el cultivo de la prudencia y se preparaba mental y emocionalmente para el fin.
A pesar de ser un aspecto ineludible de nuestra realidad biológica, y de su carácter tajante, por diversas razones nuestra cultura, me refiero a la occidental, prefiere vivir evadiendo la muerte. Por eso quizá tenerla presente se considera más como un ejercicio tétrico que como una práctica de liberación y sanidad. Por fortuna la naturaleza se encarga de recordarnos esa finitud, y en numerosas ocasiones lo hace de manera preciosa –como si recurriera a la belleza para matizar nuestra carga cultural y así ayudarnos a abrazar, y de buena gana, lo inevitable–.
El otoño tardío es la temporada de apareamiento entre los alces, y por lo tanto también son tiempos de batalla entre los machos, que luchan entre ellos por hacerse de una hembra. Muchas veces estos enfrentamientos, famosos por su tenacidad, no terminan hasta que uno de los contrincantes muere.
Hace poco en Alaska se registró uno de estos combates, solo que en esta ocasión se hizo presente un tercer y victorioso contendiente, el clima. Al parecer estos alces, tras quedar enganchados mientras luchaban, se habrían caído al agua y, a causa de las bajas temperaturas que han tomado por asalto las latitudes norteñas del planeta –obviamente bajas aún para sus estándares– congelado casi instantáneamente. El hallazgo fue realizado por un caminante, Brad Webster, que recorría los alrededores de su campamento ubicado en Unalakleet.
La escena destaca por su caprichosa belleza: se una superficie de hielo azul grisáceo, que por cierto proyecta una constelación de cicatrices blancas, asoman los lomos y cuernos de dos grandes alces. Si bien al mirar detenidamente la imagen se puede intuir que se trata de un par de ejemplares Alces alces, y luego con un poco de imaginación reconstruir la historia que arrojó tal escena, la conjugación de cuerpos está elegantemente al borde de la abstracción.
Hay a quien le parecerá poco llamativa la inusual escena; otros la encontrarán triste, entendiéndola como una prueba más de la crueldad de la naturaleza o el azar. Pero también existe otra perspectiva, la de apreciarla como uno de los más francos y estéticos recordatorios de que la muerte está ahí, aquí y en todas partes, y que está tan viva, como la vida de cualquiera de nosotros.
Un altar natural (Memento mori)
Twitter del autor: @ParadoxeParadis
FUENTE: PIJAMASURF
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