UNA LUCHA SE LIBRA EN TU INTERIOR, A CADA MOMENTO, PERO TÚ DECIDES QUÉ BANDO APOYAR
En ocasiones, las circunstancias que rodean la existencia pueden parecernos opresivas, sofocantes, como si formaran un torrente en el cual luchamos por mantenernos a flote. Muchas personas experimentan su vida como si estuviera del todo ajena a su voluntad, como si se encontraran en el centro de una red que tira de sus acciones, sin que puedan hacer nada al respecto.
Ésta, sin duda, es una posición extrema, tanto como aquélla que asegura que tenemos control absoluto de lo que nos sucede. Existencialmente, lo mejor parece ser vivir a medio camino entre una y otra postura, pensar que no somos artífices de todo lo que concierne a nuestro destino pero que tampoco, por otro lado, los factores externos de la vida determinan nuestro sendero.
A propósito, específicamente, de la vida emocional, en el sitio Zen Comics se encuentra ilustrada una fábula que nos enseña el alcance que pueden tener nuestras decisiones sobre la manera en que se configura nuestra existencia. Y la premisa es sencilla: cada instante, cada palabra, cada acto, es en cierta forma un dilema o, mejor dicho, una posibilidad de decidir.
Si así lo queremos, podemos inclinarnos por emociones como la superioridad o la culpa, pero también tenemos ante nosotros la compasión o la generosidad. La diferencia, como enseñan disciplinas tan disímiles como el budismo o el psicoanálisis, está en el grado de conciencia con que hacemos esa decisión.
Bill Hicks solía decir que todos los días tenemos que elegir entre el miedo y el amor, y ante el dilema, sin duda todos elegiríamos el lado luminoso, ¿entonces por qué no lo hacemos?
Traducción de la tira: elguindilla.com
AL MANUAL DE BARTISCH SE LE ATRIBUYE EL RECONOCIMIENTO DE LA OFTALMOLOGÍA COMO UNA DISCIPLINA APARTE.
Georg Bartisch fue un cirujano de Sajonia, que viajó por la provincia de Silesia y Bohemia durante el siglo XVI ejerciendo su oficio e investigando las causas naturales y sobrenaturales de diversos padecimientos de los ojos.
En 1583 publicó el tratado Ophthalmodouleia Das ist Augendienst sobre diversas enfermedades oculares, así como de sus tratamientos. A pesar de que muchas de sus ideas han sido desestimadas por el avance mismo de la medicina, Bartisch realizó numerosas contribuciones a la oftalmología, la cual tiene en él un enorme precursor.
Su tratado aborda enfermedades conocidas como el estrabismo, las cataratas, la traumatología del ojo e incluso aquellas enfermedades atribuidas a la brujería (el llamado “Mal de ojo”). Un fascinante compendió anatómico de una época en la que la medicina y la magia no estaban del todo separadas aún.
Via BoingBoing.
UNA ENSEÑANZA DE PITÁGORAS QUE NOS LLEGA APENAS COMO UN FRAGMENTO, PERO NO POR ELLO CON MENOS FUERZA PARA LLEVAR A NUESTRA VIDA.
De la Antigüedad, en muchos casos sólo tenemos fragmentos. Eso que sucede con edificios y otras reminiscencias que podríamos calificar como físicas y palpables –las ruinas de ciertos templos, las reliquias de algunos objetos– sucede también con el conocimiento de lo antiguos, el cual estamos muy lejos de conocer en su forma original y, a cambio, llegó a nosotros después de muchos trasvases. Creemos leer a Platón, pero en realidad leemos aquello que se conservó del filósofo, y lo mismo para poetas, trágicos, historiadores, protogeógrafos y más.
En este contexto, hubo ciertas obras más afortunadas que otras. Hubo algunas que, como las de Eurípides y Aristóteles, sobrevivieron si no íntegras, sí al menos con abundancia. Para conocer la obra de otros autores ha sido necesario rastrear, hurgar, extraer, hacer una especie de labor minera en los comentadores que retomaron sus palabras muchos siglos después, que reprodujeron lo que alguna vez leyeron o escucharon y que, en esas fuentes indirectas, se atribuía ya de segunda mano a filósofos como Parménides o Diógenes.
Así también con Pitágoras, un personaje de curiosidad y sabiduría legendarias, que pasó a la historia como una especie de primer hombre que despertó al mundo cuando todo en este permanecía sin nombre ni definición. Como otros filósofos presocráticos, a Pitágoras se le atribuye un interés en prácticamente todos los campos de conocimiento, desde los astros hasta el funcionamiento del cuerpo, de las matemáticas a la posibilidad de la metempsicosis.
Entre lo mucho que Pitágoras enseñó, se encuentra una serie de enseñanzas que que el Pseudo-Plutarco recoge en un escrito conocido como “Sobre la educación de los hijos”. Cabe mencionar que Pseudo-Plutarco no es tanto un autor específico, sino más bien un genérico que por falta de mayor precisión histórica, se utiliza para agrupar una media docena de textos que, hasta la fecha, no se sabe bien a bien quién escribió.
En “Sobre la educación de los hijos”, decíamos, Pseudo-Plutarco enumera varias “alegorías” que la tradición atribuye a Pitágoras, mismas que acompaña de una explicaicón porque, de inicio, incluso en la Antigüedad podían parecer enigmáticas. Por ejemplo, esta: “No llevar un anillo estrecho”, que Pseudo-Plutarco interprta como que “se debe vivir una vida libre y no sujeta a lazo alguno”.
Pero la que nos atañe es quizá aún más enigmática: “no devorar el corazón”, que ha pasado a la historia también bajo su fraseo en latín: Cor ne edito.
Más allá de algunas interpretaciones mitográficas y antropológicas que podrían hacerse –comer el corazón es un momento fundamental de muchos rituales, en varias culturas, lo mismo en las leyendas titánicas que en Game of Thrones y o los ciclos caballerescos de la Edad Media cristiana–, Pseudo-Plutarco realiza una lectura mucho más sencilla y, sobre todo, práctica, vital. “No te comas el corazón” es, desde su punto de vista, una recomendación muy simple: “no dañar el alma consumiéndola con preocupaciones”.
Quizá esto es mucho menos excitante que el momento en que, en la novena historia del Decamerón, un caballero descubre la infidelidad de su esposa en los brazos de su mejor amigo, con las consecuencias previsibles, pero de cualquier forma es un buen consejo. No desgastes inútilmente tu corazón –es decir, tu ánimo, tu espíritu, tu mente– preocupándote, probablemente la forma más inútil de lidiar con tu malestar. Si algo te angustia, si algo te inquieta, si algo está afectando tu vida, haz algo al respecto, decide, actúa: evita que tu corazón se coma a sí mismo.
ESTUDIO SUGIERE QUE LAS PERSONAS CON MUCHO DINERO ESTÁN OBSESIONADAS CONSIGO MISMAS
El dinero en ocasiones puede funcionar como una especie de hipnótico o sedante que impide percibir la realidad que nos rodea. Tal vez porque al depositar en el dinero el valor más importante (no sólo monetario) lo demás pasa a segundo término.
Un reciente estudio realizado por investigadores de la Universidad de Nueva York encontró que las personas afluentes le ponen menos atención a las personas que pasan en la calle y lo que llaman "relevancia motivacional" de otras personas, o en otras palabras, que tan relevantes son los otros para una persona. Según algunos psicólogos le ponemos atención a algo en la medida que le asignamos un valor, ya sea que represente un riesgo o una recompensa.
En el estudio en cuestión 61 participantes caminaron por las calles de Nueva York utilizando unos google glasses; luego los investigadores analizaron sus movimientos oculares y notaron que aquellos que habían llenado su perfil demográfico como clase alta (aquellos adinerados) no posaban su mirada en las otras personas tanto como las personas de clase más baja.
Se realizó otro estudio en el que se les pidió que miraran fotografías de Google Street View en una pantalla y de nuevos los ricos miraron menos a las personas.
En otro estudio, los mismos investigadores reclutaron a 400 estudiantes (de los cuales también averiguaron su extracto socioeconómico). Los voluntarios tuvieron que ver imágenes que se mostraban por unos segundos y luego se volvían a mostrar pero con pequeños cambios. Las personas con menos ingresos respondieron con mayor rapidez y eficacia a los cambios en los rostros de las imágenes, de nuevo mostrando la relevancia motivación de las otras personas.
A lo largo de diferentes estudios de campo e investigaciones, se muestra que las otras personas logran captar más la atención de las personas de clase baja que la de los individuos de clase alta", dijo Pia Dietze una de las investigadoras.
Estos estudios se suman a algunos anteriores, como el de 2012 de la Universidad de California-Berkeley que notó que las personas adineradas reaccionaban con menos empatía cuando veían un video de niños con cáncer. En el caso de las personas con menos dinero, los investigadores notaron la tendencia de que su ritmo cardiaco se volvía más lento lo que sugiere un estado compasivo.
Es sólo una conjetura, pero tal vez esta información explique en cierta manera la gran desigualdad económica que existe en nuestro planeta. Si es que puede extrapolarse que las personas con mucho dinero ponen menos atención a lo que le sucede a los demás y han asimilado esto a nivel inconsciente, no sería sorpresa que no busquen compartir su riqueza aún cuando realmente no necesitan tanto dinero. En cierta manera el dinero podría generar una obsesión con uno mismo.