viernes, 13 de julio de 2018

VERSOS LANDAY: LOS ECOS ANÓNIMOS DE LAS MUJERES DE AFGANISTÁN

Shamsia Hassani

“Mañana los hambrientos de mi amor serán satisfechos
pues cruzaré la aldea con el rostro descubierto y los cabellos al viento”

"En el vocabulario de la mujer pastún no aparece ni huella de la palabra "alma", ni siquiera un sustituto que se le acerque. La expresión árabe "ruh" y lo que implica de entidad espiritual, independente del cuerpo y superior a la materia, aparece solo en los landays compuestos por doctos o religiosos. La mujer emplea el vocablo pastún "sa" que quiere decir estrictamente "respiración". Y entregar el "sa" es dejar de respirar, expirar. No parece preocuparse de un alma separada y separable del cuerpo. Canta exclusivamente al destino del cuerpo y destaca el corazón. Se lo compara como un pájaro, una ruina, una fuente de sangre y un horno cerrado que devora sus propias llamas."


Así explica el filósofo Sayd Bahodín Majruh los "landay" (breves), poemas

populares escritos por mujeres pastún afganas. "El suicidio y el canto" es una compilación de esta poesía. Cantos de gran intensidad y fulgurante violencia sobre amor, honor y muerte.
Privada de libertad y vejada en sus deseos y su cuerpo, a la mujer pastún no le queda otra salida posible que el suicidio o el canto... 

"Con lo que realmente se siente a gusto la mujer pastún es con su cuerpo. De su crecimiento frágil como la flor silvestre de las altas montañas, de la ebriedad de sus ojos lánguidos, del néctar de sus labios, de sus lunares que son como estrellas en el firmamento, de su cabellera color de noche, de sus senos altivos como granadas de Kandahar, de sus muslos de terciopelo..."

"No hay un solo landay femenino para expresar la esperanza o el temor de otro mundo. Lo que rige su profunda desesperación es no haber vivido bastante, no haber probado suficientemente el fruto de su belleza, su juventud y las alegrías del amor."


"Sin ilusión respecto a una vida futura, convencida de qué todo amor aquí abajo está ineluctablemente avocado al fracaso y a la muerte, la mujer pashtun se eleva mediante sus cantos a la categoría de heroína de tragedia. Su destino se inscribe en un espacio inmenso, pero que la ley de los hombres ha tejido con prohibiciones. Del mismo modo, alimenta la imagen de lo que no le puede ser negado: la naturaleza que la rodea. Es sencilla y sin complejidad, como el dibujo de las llanuras desnudas. Es pura limpia e impetuosa, como los torrentes de los valles rocosos. Es hermosa, majestuosa y dura, como la montaña con reflejos azules del Hindukush".

"No exalta el amor místico, (...) tampoco se entrega a las alabanzas del Señor. Por el contrario, algo sencillo y esencial se afirma constantemente en esta poesía, el canto de un ser terrenal con sus preocupaciones, sus inquietudes, sus alegrías y sus placeres. Canto que celebra la naturaleza, las montañas, los valles, los bosques, los ríos, el alba, el crepúsculo y el espacio imantado de la noche. Canto que se alimenta también de guerra y honor, vergüenza y amor, belleza y muerte."


"La mujer pastún soporta la carga de las labores domésticas más agotadoras. Trabaja desde antes del alba hasta avanzada la noche todo el año, además de la ayuda que aporta durante la época de la cosecha. Asume un trabajo regular permanente, sin reposo ni tiempo libre. Por lo menos dos veces al día, por la mañana y por la tarde, va a buscar agua a la fuente o al río recorriendo a veces distancias considerables y transportando en la cabeza o bajo el brazo recipientes muy pesados. Se ocupa de sus hijos que siempre son muy numerosos, de la cocina y de los animales. Muele el grano, prepara la harina, cuece el pan y la lana, cose la ropa, pone a secar los excrementos de animales, riega los sembrados. Ahora bien, esta mujer nunca se lamenta de su trabajo de esclava. Raros son los landays donde mencionan sus dedos de terciopelo con los que cogen las espigas de trigo, o el pesado cántaro que le causa dolores de espalda."


"De hecho, lo que le hace sufrir más es el aspecto moral de su servidumbre. Se siente reprimida escarnecida y considerada como un ser de segunda categoría. Desde la cuna es acogida con tristeza y vergüenza, una vergüenza que no se le ahorra tampoco a la madre que engendra una niña. El padre que recibe esta noticia inoportuna perece el duelo, mientras que cuando nace un niño da una fiesta y lanza salvas de fusil.
Luego, la niñita se convierte en moneda de cambio entre las familias del clan, sin ser nunca consultada. Pasa toda su existencia en un estado de inferioridad, subordinación y humillación, incluso por parte de su marido que no se digna a comer con ella".

"Se sabe que el código del honor tribal considera el suicidio como una cobardía, y que el Islam lo prohíbe. (...) Si con su suicidio la mujer pastún impone un acto socialmente irrecuperable, a través de su canto ejerce un desafío de naturaleza idéntica que puede, también y a su modo, rebelarse fatal".


Dame la mano, amor mío, y partamos a los campos
Para amarnos y caer juntos bajo las cuchilladas».

"Si buscas el calor de mis brazos, debes arriesgar la vida,
pero si estimas tu cabeza, abraza el polvo en vez del amor".

"Anoche estaba junto a mi amante, ¡oh velada de amor que nunca volverá!
Como un cascabel, con todas mis joyas, estuve tintineando en sus brazos hasta bien entrada la noche".


"El amor de la mujer es tabú, marcado con la prohibición por el código del honor de la vida pastún y por el sentimiento religioso. Los jóvenes no tienen derecho a frecuentarse, a amarse ni a elegirse. Las muchachas son objeto de intercambio, y es la política tribal de las relaciones entre su boda. En casa del esposo, la mujer sufre todavía con más dureza dos tipos de mal casamiento. Su marido es con frecuencia un niño o un viejo y es a este compañero impuestos al que ella llama "el pequeño horrible". No hay un solo landay que de testimonio de amor conyugal".

 "El «pequeño horrible» no hace nada: ni el amor ni la guerra.
Por la noche, en cuanto tiene el vientre lleno, sube a la cama y ronca
hasta el amanecer."

"¡Oh, Dios mío! Me envías de nuevo la noche oscura.
Y de nuevo tiemblo de la cabeza a los pies, pues debo entrar en el lecho que odio".

"En un medio social dónde lo que nombra la pasión y la sexualidad pasa por ser estrictamente tabú, no teme abordar estos temas sin rodeos, con una brutal sinceridad. Se enorgullece de glorificar su cuerpo, el amor carnal y el fruto prohibido".

"Ven y sé una flor en mi pecho,
para que pueda refrescarte cada mañana con un estallido de risa."

"Pero en este juego de audacia, ella es la que más se arriesga, pues el hombre puede defenderse, huir o refugiarse en un país lejano. Mientras que la mujer no posee tales recursos. Si la descubren, no puede hacer otra cosa que dejarse matar".

"Mi amante es hinduista y yo musulmana,
por amor barro los escalones del templo prohibido".


"Los hombres duros y severos aparecen ante ellas cómo críos, y ellas parecen decir a esos niños barbudos "ya que estáis tan orgullosos de vuestra virilidad y os gusta tanto jugar al juego del honor, pues bien, yo voy a entrar en vuestro juego obligando a asumir las consecuencias extremas de vuestros propios principios". Así, cuando estalla un conflicto armado, el hombre se ve obligado a partir. No puede quedarse atrás, pues las chicas del pueblo se burlaran de él. Si vuelve de una batalla, de un largo viaje o de una aventura cualquiera, piensa irremediablemente en lo que van a decir las mujeres de la aldea. Al final, la inversión se realiza plenamente: es la opinión de la mujer, la mirada de la mujer, la que decide cómo el hombre debe comportarse según su propio código del honor. La mujer hace caer al hombre en la trampa de sus propios valores".

Oh, amor mío, si tiemblas tanto en mis brazos,
¿Qué harás cuando el entrechocar de las espadas se convierta en mil relámpagos

Banksy & Shamsia Hassani

"A lo largo de los años de guerra, Afganistán ha sufrido las más crueles devastaciones y las más sangrientas masacres, a lo que habría que añadir deportados del interior y un gran número de refugiados. Los pastún, más afectados que otros por dichos movimientos forzados de población, han pasado masivamente a Pakistán. En el seno de la resistencia y entre los refugiados, el número de los que se entregan a la poesía ha aumentado claramente. Lo mismo sucede con los landay, que surgen en abundancia.

El nuevo landay femenino pone el acento en la lejanía como un desgarro o una herida, lejanía del amante en combate y lejanía de la tierra natal. La mujer exiliada se dirige al viento, así solo el amor-pasión conserva intacta la antigua llama viva, rebelde y libre, esto es: libertaria".

"Son ecos heridos de la gran voz anónima de las mujeres en el exilio. La mujer pastún se haya confinada en el espacio de su tienda. Cada vez está más velada por la presión que ha crecido de los prejuicios religiosos. Ya no tiene campos que cultivar, ni permiso para ir con el rostro descubierto, ni la libertad de bailar y cantar en las bodas. Se convierte en algo semejante a un pez que expira arrojado fuera del río y a una planta arrancada que se seca bajo el sol ardiente.


"Mi amante prefiere los ojos color de cielo,
y yo no sé dónde cambiar los míos color de noche"

"Permanece indiferente tanto a las gesticulaciones masculinas como a los juegos de los niños. Su único deseo, volver una vez más a buscar agua a la fuente del pueblo al pie de las altas montañas nevadas".

"Brisa que soplas del otro lado de las montañas donde combate mi
amante.
¿Qué mensaje me traes?
El mensaje de tu lejano amante es este olor de pólvora de cañón.
Y este polvo de las ruinas que conmigo llega".

"Infinite Woman"de Meena Saifi.


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