domingo, 14 de octubre de 2012

VÍNCULOS DE LA ANTIGÜEDAD.... (2)


La Tierra habitada se dividió entre los clanes contendientes.


  • A los tres hijos de Enlil -Ninurta, Sin y Adad- junto con los hijos gemelos de Sin, Shamash (el Sol) e Ishtar (Venus), se les dieron las tierras de Sem y de Jafet, las tierras de los semitas y de los indoeuropeos:
  • Sin (la Luna), las tierras bajas de Mesopotamia
  • Ninurta (el «guerrero de Enlil», Marte), las tierras altas de Elam y Asiria
  • Adad («El atronador», Mercurio), Asia Menor (el país de los hititas) y Líbano
  • A Ishtar se le concedió el dominio como diosa de la civilización del Valle del Indo
  • A Shamash se le dio el mando del espaciopuerto en la península del Sinaí


  • Esta división, que no se ganó sin oposición, daba a Enki y a sus hijos,
  • las tierras de Cam -la gente marrón/negra- de África
  • la civilización del Valle del Nilo
  • las minas de oro del sur y el oeste de África -un premio vital y codiciado.


Enki, gran científico y metalúrgico, recibió en Egipto el nombre de Ptah («el constructor»; un título que se tradujo en Hefesto para los griegos y enVulcano para los romanos).

Éste compartía el continente con sus hijos; entre ellos estaban,
el primogénito MAR.DUK («hijo del montículo brillante»), al cual los egipcios llamaron Ra
NIN.GISH.ZI.DA («Señor del Árbol de la Vida»), al cual los egipcios llamaron Thot (el Hermes de los griegos) -dios de los conocimientos secretos, entre los que estaban la astronomía, las matemáticas y la construcción de pirámides

Los conocimientos impartidos por este panteón, las necesidades de los dioses que habían llegado a la Tierra y el liderazgo de Thot fueron los que llevaron a los olmecas africanos y a los barbados de Oriente Próximo hasta el otro lado del mundo.

Y, después de llegar a Mesoamérica por la costa del Golfo de México -del mismo modo que los españoles, ayudados por las mismas corrientes, pero milenios antes- cruzaron el istmo de Mesoamérica y su cuello de botella y, del mismo modo que los españoles, al ser la misma geografía, fueron hasta las tierras de América Central y más allá.

Pues allí era donde estaba el oro, en tiempos de los españoles y mucho antes.
 


Antes que los incas, los chimús y los mochicas, una cultura que los expertos llaman chavín floreció en las montañas que hay al norte de Perú, entre la costa y la cuenca del Amazonas. Uno de los primeros exploradores, Julio C. Tello (Chavín y otros trabajos) la llamó «matriz de la civilización andina».

Nos remonta, al menos, hasta el 1500 a.C, y, al igual que la civilización olmeca en México, y por la misma época, surgió de repente y sin desarrollo previo gradual aparente.

Antes que los incas, los chimús y los mochicas, una cultura que los expertos llaman chavín floreció en las montañas que hay al norte de Perú, entre la costa y la cuenca del Amazonas. Uno de los primeros exploradores, Julio C. Tello (Chavín y otros trabajos) la llamó «matriz de la civilización andina».


Nos remonta, al menos, hasta el 1500 a.C, y, al igual que la civilización olmeca en México, y por la misma época, surgió de repente y sin desarrollo previo gradual aparente.


Figura 91

La cultura chavín, que abarcaba una vasta región cuyas dimensiones se siguen expandiendo a medida que se hacen nuevos descubrimientos, parecía estar centrada en un lugar llamado Chavín de Huantar, cerca del pueblo de Chavín (de ahí, el nombre de esta cultura). Está situado a 3.000 metros de altitud, en la Cordillera Blanca del noroeste de los Andes.

Allí, en un valle de montaña donde los afluentes del río Marañón forman un triángulo, se allanó y abancaló una extensión de casi 30.000 metros cuadrados, y se adecuó para la construcción de estructuras complejas, cuidadosa y precisamente diseñadas según un plan preconcebido que tomaba en consideración los contornos y los rasgos del lugar (Fig. 91a).

Los edificios y las plazas no sólo forman rectángulos y cuadrados, sino que también se les alineó de forma precisa con los puntos cardinales, con un eje principal este-oeste. Los tres edificios principales se yerguen sobre terrazas que los elevan y los apoyan contra la muralla externa occidental, que discurre a lo largo de 150 metros. La muralla, que al parecer rodeaba el complejo por tres de sus lados, quedando abierta al río que discurre por el este, se elevaba algo más de doce metros de altura.

El edificio más grande era el de la esquina sudoeste, que medía 73 por 76 metros, y constaba de tres pisos al menos (véase la reconstrucción del artista a vista de pájaro, Fig. 91b). Estaba construido con bloques de piedra de albañilería, bien moldeados pero no desbastados, dispuestos en hileras regulares y niveladas. Por lo que nos indican algunas losas que aún quedan, las paredes estaban recubiertas en la parte exterior con losas de piedra, lisas, parecidas al mármol; algunas aún conservan las incisiones de sus motivos decorativos.


Desde una terraza de la parte este, una monumental escalinata llevaba a través de un pórtico imponente hacia arriba, hacia el edificio principal; el pórtico estaba flanqueado por dos columnas cilindricas -algo de lo más inusual en América del Sur-, que, junto con unos bloques de piedra verticales adyacentes, daban soporte a un dintel horizontal de más de 9 metros, hecho con una sola piedra.

Más arriba, una monumental escalinata doble llevaba a la parte superior del edificio. Estaba construida con piedras perfectamente talladas y moldeadas, que recuerdan a las de las grandes pirámides de Egipto. Las dos escalinatas llevaban a la parte superior del edificio, donde los arqueólogos han descubierto los restos de dos torres; el resto de la plataforma superior quedó sin construir.

La terraza oriental, que forma parte de la plataforma sobre la que se construyó este edificio, llevaba a una plaza hundida a la que se accedía a través de unos escalones ceremoniales, y que estaba rodeada en tres de sus lados por plazas o plataformas rectangulares. Justo por la parte externa de la esquina sudoccidental de esta plaza hundida, y perfectamente alineado con las escalinatas del edificio principal y su terraza, había un gran peñasco plano, con siete agujeros y una hornacina rectangular.

Pero la precisión de la parte externa quedaba sobrepasada por la complejidad del interior. Por dentro de las tres estructuras discurrían pasillos y pasadizos laberínticos, entremezclados con galerías, habitaciones y escaleras.


Algunos de los pasadizos no tenían salida, lo que acrecentaba la sensación laberíntica, y algunas de las paredes de las galerías se recubrieron con losas lisas, delicadamente decoradas aquí y allí; todos los pasadizos están techados con losas de piedra cuidadosamente elegidas, que se colocaron con tan gran ingenio que han soportado el paso de los milenios.

Hay hornacinas y salientes sin propósito aparente, y conductos verticales o en pendiente que los arqueólogos creen que podrían haber servido para la aireación.


Figura 92

¿Para qué se construyó Chavín de Huantar? Lo único que se les pudo ocurrir a sus descubridores es que fuera un centro religioso, una especie de «Meca» de la antigüedad. Esta idea se vio potenciada por el descubrimiento de tres fascinantes y enigmáticas reliquias. Una de ellas, que desconcierta por sus complejas imágenes, la descubrió Tello en el edificio principal, y se le ha dado en llamar el Obelisco de Tello (Fig. 92a, b muestra la parte frontal y la trasera).

En sus grabados se puede observar una gran aglomeración de cuerpos y rostros humanos, pero con garras felinas o alas. Hay animales, pájaros, árboles, dioses que emiten rayos que parecen cohetes y gran variedad de diseños geométricos.

¿Sería un tótem que servía para el culto, o la tentativa de un antiguo «Picasso» por transmitir todos lo mitos y leyendas en una sola columna? Nadie ha podido dar hasta el momento una respuesta plausible.


Figura 93

Hay una segunda piedra tallada a la que se ha dado en llamar el Monolito de Raimondi (Fig. 93), por el arqueólogo que lo descubrió en un terreno cercano. Se cree que en un principio se elevaba en la parte superior del peñasco del extremo suroccidental de la plaza hundida, en línea con la monumental escalinata. En la actualidad, se exhibe en Lima.

El artista grabó sobre esta columna de granito de casi dos metros y medio de altura la imagen de una deidad que sostiene un arma -algunos creen que es un rayo- en cada mano. Aunque el cuerpo y las extremidades de esta deidad son esencialmente, aunque no por completo, antropomórficos, el rostro no lo es. El rostro desconcierta a los expertos porque no representa ni estiliza a ninguna criatura de la región (como el jaguar), sino que parece ser la idea del artista de lo que los expertos han dado en llamar «un animal mitológico», es decir, un animal del cual el artista había oído hablar, pero que en realidad no había visto.

FUENTE: VERITAS-BOSS

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