domingo, 14 de octubre de 2012

VÍNCULOS DE LA ANTIGÜEDAD... (3)


A nuestro parecer, sin embargo, el rostro de la deidad es el de un toro -un animal completamente desconocido en Sudamérica, pero que aparece mucho en la tradición y en la iconografía del Oriente Próximo de la antigüedad. Curiosamente (en nuestra opinión), era el «animal de culto» de Adad, y la cordillera que atraviesa sus dominios en Asia Menor todavía recibe el nombre de Montes del Tauro.

El tercer descubrimiento consiste en una extraña y enigmática columna de piedra grabada de Chavín de Huantar que recibe el nombre de El Lanzón, a causa de su forma lanceolada (Fig. 94). Se descubrió en el edificio del medio, y ha permanecido allí porque su altura (más de 3,5 metros) excede los tres metros de altura de la galería en donde se eleva; así, el extremo superior del monolito sobresale del suelo en el nivel superior a través de una abertura cuadrada cuidadosamente tallada.


La imagen que aparece en este monolito ha sido objeto de muchas especulaciones; para nosotros, una vez más, parece representar el rostro antropomorfizado de un toro. ¿Quiere esto decir, así pues, que quienquiera que erigió este monumento -obviamente, antes de que se construyera el edificio, pues éste se hizo en función de la estatua- adoraba al dios Toro?


Figura 94


En general, fue el alto nivel artístico de los objetos, más que las complejas y extrañas construcciones, lo que impresionó a los expertos y les llevó a considerar la cultura chavín como la «cultura matriz» del Perú norte y central, y a creer que aquel lugar era un centro religioso. Pero recientes descubrimientos en Chavín de Huantar hacen pensar que su fin no era religioso, sino funcional.

En las últimas excavaciones apareció toda una red de túneles subterráneos tallados en la roca viva; formaban una especie de panal por todo el emplazamiento, tanto debajo de las zonas construidas como de las no construidas, y servía para conectar varias series de compartimientos subterráneos dispuestos en cadena (Fig. 95).

Figura 95

Las aberturas de los túneles dejaron perplejos a sus descubridores, pues parecían conectar los dos ríos que discurren por los lados de este yacimiento arqueológico; uno (debido al terreno montañoso) por encima de él, y el otro en el valle de abajo. Algunos exploradores han sugerido que estos túneles se construyeron así con el fin de controlar los desbordamientos, para canalizar las riadas de las montañas en la época del deshielo y hacer correr el agua por debajo en vez de entre los edificios. Pero, si hubiera un peligro de inundación (sobre todo tras unas fuertes lluvias, más que por el deshielo), ¿por qué motivo levantaron sus edificios tan ingeniosos constructores en tan vulnerable lugar?

Nosotros sostenemos que lo hicieron a propósito; que, ingeniosamente, utilizaron los diferentes niveles de los dos ríos para crear un flujo potente y controlado de agua, con el fin de utilizarla en los procesos que se llevaban a cabo en Chavín de Huantar. Pues allí, como en otros muchos lugares, estos dispositivos de flujo de agua se utilizaban para la criba de oro.

Nos encontraremos con más de estas ingeniosas obras hidráulica-s en los Andes; ya las vimos, de forma más rudimentaria, en los asentamientos olmecas. En México, había lugares con complejos terraplenes; y en los Andes, obras maestras en piedra -a veces, grandes emplazamientos, como el de Chavín de Huantar; a veces, solitarias ruinas de rocas talladas y modeladas con increíble precisión, como éstas que viera Squier en la zona de Chavín (Fig. 96), que parecían estar pensadas para algún tipo de maquinaria ultramoderna desaparecida hace mucho tiempo.
Figura 96


De hecho, fue el trabajo con la piedra -no de los edificios, sino de los objetos artísticos- el que parece proporcionar una respuesta a la pregunta de quiénes fueron los que estaban en Chavín de Huantar. Las habilidades artísticas y los estilos escultóricos de la piedra recuerdan sorprendentemente el arte olmeca de México.

Entre otros fascinantes objetos se encuentra un receptáculo con forma de jaguar-gato, un toro-felino, un cóndor-águila, un cuenco con forma de tortuga, gran cantidad de vasijas y otros objetos decorados con jeroglíficos hechos con colmillos entrelazados -un motivo que decora tanto las losas de las paredes como los objetos (Fig. 97a).

Sin embargo, también había losas de piedra decoradas con motivos egipcios -serpientes, pirámides, el sagrado Ojo de Ra (Fig. 97b). Y, como si esto no fuera suficiente, había fragmentos de bloques de piedra grabados que mostraban motivos mesopotámicos, como las deidades dentro de los discos alados (Fig. 97c) o (grabadas en huesos) imágenes de dioses que llevan tocados cónicos, tocados que identificaban a los dioses en Mesopotamia (Fig. 97d).


Figura 97


Figura 98


Las deidades que portan tocados cónicos tienen rasgos faciales de aspecto «africano», y el hecho de haber sido grabados en huesos indicaría que se trata de las más antiguas representaciones artísticas de este lugar. ¿Es posible que en época tan temprana hubiera africanos -negroides, egipcios-nubios- en este lugar de Sudamérica? La sorprendente respuesta es sí.

Sí que hubo negros africanos aquí y en lugares cercanos (concretamente, en un lugar llamado Sechín), y dejaron tras de sí sus retratos. En todos estos lugares, hay docenas de piedras grabadas que llevan imágenes de esta gente; en la mayoría de los casos, se les puede ver sosteniendo algún tipo de herramienta; en muchos casos, se representa al «ingeniero» relacionado con un símbolo de obras hidráulicas (Fig. 98).

En los lugares costeros que llevan a los emplazamientos chavín en las montañas, los arqueólogos han encontrado cabezas esculpidas de arcilla, no de piedra, que debieron de representar a los visitantes semitas (Fig. 99); una de ellas era tan increíblemente similar a las esculturas asirías que su descubridor, H. Ubbelohde-Doering (On the Royal Highway of the Incas), la apodó el «Rey de Asiría».


Pero no está claro que estos visitantes hubieran llegado a los emplazamientos de las montañas -al menos, no con vida: se han encontrado cabezas de piedra esculpidas con rasgos semitas en Chavín de Huantar, pero la mayor parte de ellas muestran muecas grotescas o mutilaciones, clavadas como trofeos en las murallas que rodean el lugar.


Figura 99

La edad de Chavín sugiere que la primera oleada de estos emigrantes del Viejo Mundo, tanto olmecas como semitas, llegó allí hacia el 1500 a.C. De hecho, fue durante el reinado del duodécimo monarca del Imperio Antiguo cuando, según cuenta Montesinos, «llegaron a Cuzco noticias del desembarco en la costa de unos hombres de gran estatura... gigantes que se estaban asentando por toda la costa» y que tenían herramientas de metal.





VÍNCULOS DE LA ANTIGÜEDAD.... (2)


La Tierra habitada se dividió entre los clanes contendientes.


  • A los tres hijos de Enlil -Ninurta, Sin y Adad- junto con los hijos gemelos de Sin, Shamash (el Sol) e Ishtar (Venus), se les dieron las tierras de Sem y de Jafet, las tierras de los semitas y de los indoeuropeos:
  • Sin (la Luna), las tierras bajas de Mesopotamia
  • Ninurta (el «guerrero de Enlil», Marte), las tierras altas de Elam y Asiria
  • Adad («El atronador», Mercurio), Asia Menor (el país de los hititas) y Líbano
  • A Ishtar se le concedió el dominio como diosa de la civilización del Valle del Indo
  • A Shamash se le dio el mando del espaciopuerto en la península del Sinaí


  • Esta división, que no se ganó sin oposición, daba a Enki y a sus hijos,
  • las tierras de Cam -la gente marrón/negra- de África
  • la civilización del Valle del Nilo
  • las minas de oro del sur y el oeste de África -un premio vital y codiciado.


Enki, gran científico y metalúrgico, recibió en Egipto el nombre de Ptah («el constructor»; un título que se tradujo en Hefesto para los griegos y enVulcano para los romanos).

Éste compartía el continente con sus hijos; entre ellos estaban,
el primogénito MAR.DUK («hijo del montículo brillante»), al cual los egipcios llamaron Ra
NIN.GISH.ZI.DA («Señor del Árbol de la Vida»), al cual los egipcios llamaron Thot (el Hermes de los griegos) -dios de los conocimientos secretos, entre los que estaban la astronomía, las matemáticas y la construcción de pirámides

Los conocimientos impartidos por este panteón, las necesidades de los dioses que habían llegado a la Tierra y el liderazgo de Thot fueron los que llevaron a los olmecas africanos y a los barbados de Oriente Próximo hasta el otro lado del mundo.

Y, después de llegar a Mesoamérica por la costa del Golfo de México -del mismo modo que los españoles, ayudados por las mismas corrientes, pero milenios antes- cruzaron el istmo de Mesoamérica y su cuello de botella y, del mismo modo que los españoles, al ser la misma geografía, fueron hasta las tierras de América Central y más allá.

Pues allí era donde estaba el oro, en tiempos de los españoles y mucho antes.
 


Antes que los incas, los chimús y los mochicas, una cultura que los expertos llaman chavín floreció en las montañas que hay al norte de Perú, entre la costa y la cuenca del Amazonas. Uno de los primeros exploradores, Julio C. Tello (Chavín y otros trabajos) la llamó «matriz de la civilización andina».

Nos remonta, al menos, hasta el 1500 a.C, y, al igual que la civilización olmeca en México, y por la misma época, surgió de repente y sin desarrollo previo gradual aparente.

Antes que los incas, los chimús y los mochicas, una cultura que los expertos llaman chavín floreció en las montañas que hay al norte de Perú, entre la costa y la cuenca del Amazonas. Uno de los primeros exploradores, Julio C. Tello (Chavín y otros trabajos) la llamó «matriz de la civilización andina».


Nos remonta, al menos, hasta el 1500 a.C, y, al igual que la civilización olmeca en México, y por la misma época, surgió de repente y sin desarrollo previo gradual aparente.


Figura 91

La cultura chavín, que abarcaba una vasta región cuyas dimensiones se siguen expandiendo a medida que se hacen nuevos descubrimientos, parecía estar centrada en un lugar llamado Chavín de Huantar, cerca del pueblo de Chavín (de ahí, el nombre de esta cultura). Está situado a 3.000 metros de altitud, en la Cordillera Blanca del noroeste de los Andes.

Allí, en un valle de montaña donde los afluentes del río Marañón forman un triángulo, se allanó y abancaló una extensión de casi 30.000 metros cuadrados, y se adecuó para la construcción de estructuras complejas, cuidadosa y precisamente diseñadas según un plan preconcebido que tomaba en consideración los contornos y los rasgos del lugar (Fig. 91a).

Los edificios y las plazas no sólo forman rectángulos y cuadrados, sino que también se les alineó de forma precisa con los puntos cardinales, con un eje principal este-oeste. Los tres edificios principales se yerguen sobre terrazas que los elevan y los apoyan contra la muralla externa occidental, que discurre a lo largo de 150 metros. La muralla, que al parecer rodeaba el complejo por tres de sus lados, quedando abierta al río que discurre por el este, se elevaba algo más de doce metros de altura.

El edificio más grande era el de la esquina sudoeste, que medía 73 por 76 metros, y constaba de tres pisos al menos (véase la reconstrucción del artista a vista de pájaro, Fig. 91b). Estaba construido con bloques de piedra de albañilería, bien moldeados pero no desbastados, dispuestos en hileras regulares y niveladas. Por lo que nos indican algunas losas que aún quedan, las paredes estaban recubiertas en la parte exterior con losas de piedra, lisas, parecidas al mármol; algunas aún conservan las incisiones de sus motivos decorativos.


Desde una terraza de la parte este, una monumental escalinata llevaba a través de un pórtico imponente hacia arriba, hacia el edificio principal; el pórtico estaba flanqueado por dos columnas cilindricas -algo de lo más inusual en América del Sur-, que, junto con unos bloques de piedra verticales adyacentes, daban soporte a un dintel horizontal de más de 9 metros, hecho con una sola piedra.

Más arriba, una monumental escalinata doble llevaba a la parte superior del edificio. Estaba construida con piedras perfectamente talladas y moldeadas, que recuerdan a las de las grandes pirámides de Egipto. Las dos escalinatas llevaban a la parte superior del edificio, donde los arqueólogos han descubierto los restos de dos torres; el resto de la plataforma superior quedó sin construir.

La terraza oriental, que forma parte de la plataforma sobre la que se construyó este edificio, llevaba a una plaza hundida a la que se accedía a través de unos escalones ceremoniales, y que estaba rodeada en tres de sus lados por plazas o plataformas rectangulares. Justo por la parte externa de la esquina sudoccidental de esta plaza hundida, y perfectamente alineado con las escalinatas del edificio principal y su terraza, había un gran peñasco plano, con siete agujeros y una hornacina rectangular.

Pero la precisión de la parte externa quedaba sobrepasada por la complejidad del interior. Por dentro de las tres estructuras discurrían pasillos y pasadizos laberínticos, entremezclados con galerías, habitaciones y escaleras.


Algunos de los pasadizos no tenían salida, lo que acrecentaba la sensación laberíntica, y algunas de las paredes de las galerías se recubrieron con losas lisas, delicadamente decoradas aquí y allí; todos los pasadizos están techados con losas de piedra cuidadosamente elegidas, que se colocaron con tan gran ingenio que han soportado el paso de los milenios.

Hay hornacinas y salientes sin propósito aparente, y conductos verticales o en pendiente que los arqueólogos creen que podrían haber servido para la aireación.


Figura 92

¿Para qué se construyó Chavín de Huantar? Lo único que se les pudo ocurrir a sus descubridores es que fuera un centro religioso, una especie de «Meca» de la antigüedad. Esta idea se vio potenciada por el descubrimiento de tres fascinantes y enigmáticas reliquias. Una de ellas, que desconcierta por sus complejas imágenes, la descubrió Tello en el edificio principal, y se le ha dado en llamar el Obelisco de Tello (Fig. 92a, b muestra la parte frontal y la trasera).

En sus grabados se puede observar una gran aglomeración de cuerpos y rostros humanos, pero con garras felinas o alas. Hay animales, pájaros, árboles, dioses que emiten rayos que parecen cohetes y gran variedad de diseños geométricos.

¿Sería un tótem que servía para el culto, o la tentativa de un antiguo «Picasso» por transmitir todos lo mitos y leyendas en una sola columna? Nadie ha podido dar hasta el momento una respuesta plausible.


Figura 93

Hay una segunda piedra tallada a la que se ha dado en llamar el Monolito de Raimondi (Fig. 93), por el arqueólogo que lo descubrió en un terreno cercano. Se cree que en un principio se elevaba en la parte superior del peñasco del extremo suroccidental de la plaza hundida, en línea con la monumental escalinata. En la actualidad, se exhibe en Lima.

El artista grabó sobre esta columna de granito de casi dos metros y medio de altura la imagen de una deidad que sostiene un arma -algunos creen que es un rayo- en cada mano. Aunque el cuerpo y las extremidades de esta deidad son esencialmente, aunque no por completo, antropomórficos, el rostro no lo es. El rostro desconcierta a los expertos porque no representa ni estiliza a ninguna criatura de la región (como el jaguar), sino que parece ser la idea del artista de lo que los expertos han dado en llamar «un animal mitológico», es decir, un animal del cual el artista había oído hablar, pero que en realidad no había visto.

FUENTE: VERITAS-BOSS

VÍNCULOS DE LA ANTIGÜEDAD... (1)


Encontrarse el relato del Génesis, en su versión original mesopotámica, representado en el Santo de los Santos del templo inca, genera, necesariamente, una serie de preguntas. La primera, y más obvia, es cómo. ¿Cómo llegaron a conocer tales relatos los incas, no sólo de la manera general en la que se han dado a conocer universalmente (la creación de la primera pareja, el Diluvio), sino de una manera que sigue la Epopeya de la Creación, en donde se incluyen los conocimientos de todo el Sistema Solar y de la órbita de Nibiru?

Una respuesta posible sería que los incas estuvieran en posesión de este conocimiento desde tiempos inmemoriales, trayéndolos con ellos hasta los Andes. La otra posibilidad es que hubieran oído hablar de ello a otros con los que se hubieran encontrado en estas tierras.

Ante la ausencia de registros escritos, como los que se puede encontrar uno en Oriente Próximo, la elección de una respuesta depende en cierta medida de cómo se haga aún otra pregunta: ¿quiénes fueron en realidad los incas?

La Relación de Salcamayhua es un buen ejemplo del empeño de los incas por perpetuar el ejercicio de la propaganda de estado: atribuir al primer monarca inca, el Inca Rocca, el reverenciado nombre de Manco Capac, para hacer que el pueblo al que habían sometido creyera que el primer Inca había sido el «Hijo del Sol» original, salido del sagrado lago Titicaca. De hecho, la dinastía inca comenzó 3.500 años después de aquel sagrado inicio.


Por otra parte, la lengua que hablaban los incas era el quechua, la lengua del pueblo del norte y el centro de los Andes, mientras que en el altiplano del lago Titicaca la gente hablaba aymara. Éstas, y otras consideraciones, llevaron a los expertos a especular que los incas habían llegado más tarde, que se habían desplazado desde el este, estableciéndose en el valle de Cuzco, que limita con la gran cuenca del Amazonas.

Esto, en sí mismo, no descarta un origen o un vínculo de los incas con Oriente Próximo. Mientras centraban su atención en las imágenes del muro del Altar Mayor, nadie se preguntó por qué, en medio de pueblos que hacían imágenes de sus dioses y que ubicaban sus ídolos en santuarios y templos, no había ídolo de ningún tipo en el gran templo inca, ni en ningún otro santuario inca.

Los cronistas cuentan que, en algunas celebraciones, se llevaba un «ídolo»; pero se trataba de la imagen de Manco Capac, no la de un dios. También cuentan que, en determinado día sagrado, un sacerdote iba hasta una montaña distante en la cual estaba el gran ídolo de un dios, y que allí sacrificaba una llama. Pero tanto la montaña como su ídolo eran de tiempos preincaicos, y bien pudiera ser que se estuvieran refiriendo al templo de Pachacamac, en la costa (respecto al cual ya hemos escrito).

Curiosamente, ambas costumbres están en la línea de los mandatos bíblicos de la época del Éxodo. La prohibición de forjar y adorar ídolos se incluía en losDiez Mandamientos. Y, en la víspera del Día de la Expiación, un sacerdote tenía que sacrificar una cabra, como «víctima propiciatoria», en el desierto. Nadie ha señalado nunca que los quipos que utilizaban los incas para recordar acontecimientos -cuerdas de diferentes colores que tenían que ser de lana, con nudos en diferentes posiciones- eran, tanto en factura como en propósito, semejantes a los tzitzit, «flecos en el extremo de un hilo azul», que los israelitas tenían mandado sujetar a sus prendas para que recordaran los mandamientos de Dios.


También está la cuestión de las normas de sucesión, por las cuales el heredero legal era el hijo tenido con una hermanastra -una costumbre sumeria seguida por los patriarcas hebreos. Y también estaba la costumbre de la circuncisión en la familia real inca. Los arqueólogos peruanos han dado cuenta de intrigantes descubrimientos en las provincias amazónicas de Perú, entre los que se encuentran los restos aparentes de ciudades construidas con piedra, concretamente en los valles de los ríos Utcubamba y Marañón.

Sin duda, existen «ciudades perdidas» en las zonas tropicales; pero, en algunos casos, los descubrimientos anunciados son en realidad expediciones a lugares ya conocidos; como ocurrió en el caso de un titular de periódico acerca del Gran Patajen en 1985 -lugar visitado por el arqueólogo peruano F. Kauffmann-Doigy el norteamericano Gene Savoy veinte años antes.

Se han dado informes de avistamientos aéreos de «pirámides» en el lado brasileño de la frontera, de ciudades perdidas como Akakor, y de relatos indígenas de ruinas en donde hay tesoros indecibles. Un documento de los archivos nacionales de Río de Janeiro es, supuestamente, un informe del siglo XVIII sobre una ciudad perdida en la selva amazónica, vista por unos europeos en 1591; este documento transcribe incluso la escritura descubierta allí. Fue el motivo principal de la expedición que llevara a cabo el coronel Percy Fawcett, cuya misteriosa desaparición en la selva constituyó el tema de unos artículos de divulgación científica.

Todo esto no quiere decir que no existan ruinas antiguas en la cuenca del Amazonas, restos de un sendero que cruzara el continente sudamericano desde la Guayana/Venezuela hasta Ecuador/Perú. Humboldt, en las crónicas de sus viajes a través del continente, menciona una leyenda según la cual gente de más allá del mar desembarcó en Venezuela y se introdujo tierra adentro; y el principal río del valle de Cuzco, el Urubamba, no es sino un afluente del Amazonas. Equipos oficiales de arqueólogos brasileños han visitado muchos lugares (sin llegar a realizar excavaciones, sin embargo).


En un lugar cercano a la desembocadura del Amazonas, se han encontrado urnas de cerámica decoradas con incisiones que recuerdan alguno de los diseños de las vasijas de barro de Ur (lugar de nacimiento de Abra-ham, en Sumer). Y, por otra parte, el islote de Paco val parece ser una isla artificial que sirvió de base a gran cantidad de montículos (que no fueron excavados). Según L. Netto, Investigacioes sobre a Archaeo-logia Braziliera, Amazonas arriba, se han encontrado urnas y vasijas «de calidad superior» decoradas de forma similar. Y creemos que otra ruta igualmente importante conectaba, más hacia el sur, el Océano Atlántico con los Andes.

Aun así, no está claro que los incas llegaran de esta forma. Una de sus versiones más ancestrales dice que desembarcaron en la costa peruana. Su idioma, elquechua, tiene semejanzas extremo orientales tanto en el significado de las palabras como en los dialectos. Y pertenecen claramente al linaje amerindio -lacuarta rama de la humanidad que, ya nos aventuramos a sugerir, surgió del linaje de Caín.


(Un guía en Cuzco, al darse cuenta de nuestra competencia bíblica, preguntó si Inca podría haber surgido de Caín por inversión de sílabas. ¡Vaya sorpresa!)

Creemos que las evidencias de las que disponemos indican que los relatos y las creencias de Oriente Próximo, así como la historia de Nibiru y de los anunnaki que vinieron desde allí hasta la Tierra -el Panteón de doce- les llegaron a los antepasados de los incas de allende los mares. Debió de suceder en los días del Imperio Antiguo; y los portadores de estos relatos y creencias también eran forasteros de allende los mares, pero no necesariamente los mismos que trajeron similares relatos, creencias y civilización a América Central.

Además de todos los hechos y evidencias que hemos aportado ya, permítasenos volver a Izapa, un lugar cercano a la costa del Pacífico, en la frontera entre México y Guatemala, en donde olmecas y mayas convivieron. Tardíamente reconocido como el yacimiento arqueológico más grande de la costa del Pacífico de América del Norte y del Centro, Izapa abarca 2.500 años de ocupación continua, desde el 1500 a.C. (fecha confirmada con la datación por radiocarbono) hasta el 1000 d.C.


Dispuso de las acostumbradas pirámides y de los juegos de pelota, pero lo que más entusiasmó a los arqueólogos fueron los grabados de sus monumentos de piedra. El estilo, la imaginación, el contenido mítico y la perfección artística de estas tallas han llevado a hablar de un «estilo Izapa», y en la actualidad se reconoce que fue el origen de donde se difundió este estilo a otros lugares de las vertientes del Pacífico de México y Guatemala. Fue un arte perteneciente al período preclásico olmeca primitivo y medio, adoptado por los mayas cuando el lugar cambio de manos.


Figura 87


Los arqueólogos de la Fundación Arqueológica del Nuevo Mundo de la Universidad Bringham Young, que han dedicado décadas a la excavación y el estudio de este lugar, no tienen duda de que estaba orientado hacia los solsticios en el momento de su fundación, y que, incluso, los distintos monumentos estaban «alineados deliberadamente con movimientos planetarios» (V. G. Norman, Izapa Sculpture). Los temas religiosos, cosmológicos y mitológicos se entremezclan con temas históricos en las tallas de piedra. Ya hemos visto (Fig. 51b abajo) una de las muchas y variadas representaciones de deidades aladas.






Particularmente interesante aquí es una gran piedra grabada cuyo frontal ocupa 2,78 metros cuadrados, designada por los arqueólogos como Estela 5 de Izapa, encontrada juntamente con un importante altar de piedra. Varios expertos han reconocido su complicada escena (Fig. 87) como un «fantástico mito visual» relativo a la «génesis de la humanidad» en un Árbol de la Vida que crece junto a un río. Un anciano con barba sentado a la izquierda es el que cuenta este relato mítico-histórico, mientras un hombre de aspecto maya lo vuelve a contar desde la derecha (del observador de la estela).

La escena está llena de vegetación, pájaros y peces, así como de figuras humanas. Curiosamente, dos de las figuras centrales representan a hombres que tienen el rostro y los pies de elefante -un animal completamente desconocido en América. El de la izquierda interactúa con un olmeca con casco, lo cual refuerza nuestra opinión de que las colosales cabezas de piedra y los olmecas representados en ellas eran africanos.

Cuando se amplía la parte izquierda de la talla (Fig. 88a), se nos revelan detalles que consideramos que pueden ser pistas enormemente importantes. El hombre de la barba cuenta su historia sobre un altar que lleva el símbolo de la cuchilla umbilical; éste era el símbolo (Fig. 88b) por el cual se identificaba a Ninti (la diosa sumeria que ayudó a Enki a crear al hombre) en los sellos cilindricos y en los monumentos.


Cuando los dioses se repartieron la Tierra, a ella se le dio el dominio sobre la península del Sinaí, fuente de las apreciadas turquesas de los egipcios; éstos la llamaban Hathor y la representaban con cuernos de vaca, como en esta escena de la Creación del hombre (Fig. 88c). Estas «coincidencias» refuerzan la conclusión de que la estela de Izapa no ilustra otra cosa que los relatos del Viejo Mundo acerca de la Creación del hombre y del Jardín de Edén.

Y, por último, están las representaciones de las pirámides, de lados lisos, como las de Gizeh, en el Nilo, que aparecen aquí en la base de la talla, junto al río. Ciertamente, cuanto más se examina este milenario grabado, más se convence uno de que merece mil palabras.

Las leyendas y las evidencias arqueológicas indican que los olmecas y los hombres barbados no se detuvieron a orillas del océano, sino que se introdujeron hacia el sur en América Central y las tierras septentrionales de América del Sur. Posiblemente, se adentraron en el continente, pues es cierto que dejaron vestigios de su presencia en lugares del interior. Con toda probabilidad, viajaron hacia el sur de la manera más fácil, con embarcaciones.

Las leyendas de las zonas ecuatoriales y septentrionales de los Andes no sólo recuerdan la llegada por mar de sus propios antepasados (como los naymlap), sino también otras dos de «gigantes». Una tuvo lugar en tiempos del Imperio Antiguo, la otra en tiempos mochicas.


Cieza de León describió así esta última:
«Llegaron por la costa, en embarcaciones de juncos tan grandes como barcos, un grupo de hombres de tal tamaño que, desde la rodilla hacia abajo, eran de altos como un hombre normal.»
Llevaban herramientas de metal con las cuales cavaban pozos en la roca viva; pero, para alimentarse, hacían incursiones en busca de las provisiones de los nativos. También violaban a las mujeres nativas, pues no había mujeres entre los gigantes que habían desembarcado.

Los mochicas representaron en su cerámica a los gigantes que los esclavizaron, pintando sus rostros de negro (Fig. 89), mientras que los de los mochicas los pintaban en blanco. Entre los restos mochicas también se han encontrado representaciones en arcilla de ancianos con barbas blancas.



Figura 89


Sospechamos que estos visitantes no deseados eran los olmecas y sus compañeros barbados de Oriente Próximo, que huían de las sublevaciones en América Central hacia el 400 a.C. Tras ellos, dejaron un reguero de pavorosa veneración, a medida que cruzaban América Central y se introducían en Sudamérica hasta las zonas ecuatoriales. Las expediciones arqueológicas a las regiones ecuatoriales de la costa del Pacífico han descubierto unos enigmáticos monolitos que pertenecen a aquel terrorífico período.

La expedición de George C. Heye descubrió en Ecuador unas cabezas de piedra gigantes con rasgos humanos, pero con colmillos, como si fueran jaguares. Otra expedición descubrió en San Agustín, lugar cercano a la frontera con Colombia, estatuas de piedra que representaban a gigantes, a veces con herramientas o armas en las manos; sus rasgos faciales son los de los africanos olmecas (Fig. 90a, b).


Figura 90


Es posible que estos invasores fueran el origen de las leyendas en curso también en estas tierras sobre cómo fue creado el hombre, sobre el Diluvio y sobre un dios serpiente que exigía un tributo anual de oro. Una de las ceremonias de la que dieron cuenta los cronistas españoles consistía en una danza ritual llevada a cabo por doce hombres vestidos de rojo; se realizaba en las costas de un lago relacionado con la leyenda de El Dorado.

Los nativos de la zona ecuatorial adoraban a un panteón de doce dioses, número sumamente significativo, además de ser una pista importante. El panteón estaba encabezado por una tríada compuesta por el dios de la Creación, el dios del Mal y la diosa Madre; e incluía a los dioses de la Luna, del Sol y del Trueno-Lluvia. Curiosamente, también el dios de la Luna tenía un rango superior al dios del Sol. Los nombres de las deidades cambiaban de localidad en localidad, conservando, no obstante, la afinidad celestial.


Aunque los nombres suenan extraños, hay dos que destacan. Al jefe del panteón se le llamaba, en el dialecto chibcha, Abira -notablemente similar al epíteto divino mesopotámico Abir, que significa «fuerte, poderoso»; y el dios de la Luna, como ya hemos dicho, recibía el nombre de Si o Sian, que se parece mucho al nombre mesopotámico de esta misma deidad, Sin.

Así pues, el panteón de estos nativos sudamericanos nos trae inevitablemente a la cabeza el panteón del Oriente Próximo y del Mediterráneo oriental de la antigüedad -de griegos y egipcios, de hitita-s, cananeos y fenicios, de asirios y babilonios- remontándonos hasta el lugar donde todo comenzó: hasta los súmenos del sur de Mesopotamia, de quienes todos los demás obtuvieron sus dioses y sus mitologías.

El panteón sumerio estaba encabezado por un «Círculo Olímpico» de doce, pues cada uno de estos dioses supremos debía tener una contrapartida celeste, uno de los doce miembros del Sistema Solar. En realidad, los nombres de los dioses y sus planetas eran uno y el mismo (salvo que se utilizara una variedad de epítetos para describir el planeta o los atributos del dios).


Encabezando el panteón, estaba el soberano de Nibiru, ANU, cuyo nombre era sinónimo de «Cielo», pues residía en Nibiru. Su esposa, miembro también de los Doce, se llamaba ANTU. En este grupo estaban los dos hijos más importantes de ANU: E.A («cuya casa es agua»), el primogénito de Anu, pero no de Antu; yEN.LIL («Señor del mandato»), que era el heredero legítimo porque su madre era Antu, hermanastra de Anu. A Ea se le llamaba también en los textos sumeriosEN.KI («Señor Tierra»), pues había liderado la primera misión de los anunnaki desde Nibiru a la Tierra, y había fundado en la Tierra sus primeras colonias en el E.DIN («hogar de los justos») -el bíblico Edén.

Su misión era obtener oro, para lo cual la Tierra era una fuente única. No por motivos ornamentales o por vanidad, sino para salvar la atmósfera de Nibiru, suspendiendo oro en polvo en la estratosfera del planeta. Tal como se explica en los textos sumerios (y como lo contamos en El 12° planeta y en posteriores libros de la serie Crónicas de la Tierra), se envió a Enlil a la Tierra para que asumiera el mando cuando los métodos de extracción inicial utilizados por Enki se demostraron insatisfactorios. Con esto, se sembró el terreno para una desavenencia continua entre los dos hermanastros y sus descendientes, una desavenencia que llevó a las guerras de los dioses y terminó con un tratado de paz elaborado por la hermana de ambos, Ninti (a partir de entonces, llamadaNinharsag).





LA SOCIEDAD DEL ESPECTACULO - GUY DEBORD - DOCUMENTAL

La Sociedad del Espectaculo
Esta película de Guy E. Debord, se basa en su libro de 1967 del mismo título, en las que se transmiten las ideas sobre el capitalismo de consumo, del modo de producción y los efectos sobre la vida cotidiana. La estructura de la película en sí es una serie de imágenes de películas de Hollywood, películas de países socialistas, a los experimentos película soft-porn básicos, o archivo de acontecimientos históricos (por ejemplo, la revuelta mayo del 68 en Francia) y representaciones de la vida diaria. Debord y los situacionistas utilizan la música para transmitir el sentimiento de esperanza y el espíritu de la negación (la negación del capitalismo y la creación de una nuevo 'totalidad' de 'situaciones'). Debord durante esta película pone de manifiesto la influencia de la 'Internacional Situationita' en la agitación de mayo del 68 (la mayor huelga general en la historia).Henri Lefebvre critico a Debord sobre este punto, su opinión, de que los situacionistas exageran enormemente su influencia sobre los acontecimientos. Es, a fin de cuentas, un documental, radical en la forma y el contenido (el estilo y las ideas, aunque esta dicotomía es falsa llegado grado), es bastante interesante sólo para los desinteresados, siendo un documento hostil y Revolucionario Anti-capitalista