En una entrevista, en Roma, un periodista trataba de poner en aprietos a Jorge Luis Borges. Como no lo lograba, finalmente probó con algo que le pareció más provocativo: "¿En su país todavía hay caníbales?" —Ya no —contestó Borges—, nos los comimos a todos.
¿Matar a un asesino como Bin Laden no es, como decía Borges, como comerse a un caníbal?
¿Por qué el presidente de Estados Unidos, el hombre más poderoso del mundo, en lugar de obligar al planeta entero a luchar contra los terroristas, no ha alentado un desarme promoviendo el diálogo? Es la pregunta que se hizo Fatema Mernissi (socióloga) en su libro "Un libro para la Paz. Lo escribió, según sus propias palabras, “como un ejercicio de psicoterapia para no caer en el abismo de la depresión en que me sumían los recientes bombardeos estadounidenses sobre Iraq” Y ahora que vuelve a resurgir los miedos del terrorismo y el sentimiento de impotencia ante una globalización frágil y susceptible, este pequeño libro sigue siendo actual. ¿Quien es el culpable? Estados Unidos, el Islam, las poblaciones, los gobernantes?
“Matar al adversario o dialogar con él y convertirlo en aliado es el eterno dilema de los responsables políticos […] nadie ha encontrado una tercera alternativa” le responde un profesor sufí amigo suyo. Y añade: "Los estadounidenses no siempre han usado la fuerza contra los forasteros (...) Esto no tiene que ver con la raza ni con la cultura, sino con los pragmáticos cálculos económicos de los gobernantes" "Si te pones a buscar criminales, te estás saliendo de la senda racional y te embarcas en una irracional caza de brujas"
Pero es dificil no sentir miedo o angustia , y sobre todo rabia, mucha rabia, ante estas noticias de venganza, amenazas, terrorismo...que ahora parecen tan cercanas. ¿Es esto la globalización? ¿Por qué nos quieren dar una imagen constante de que los extraños son peligrosos, amenazantes, terroristas?
Según Mary Douglas, antropóloga: "El universo se divide en fuerzas enfrentadas del bien y del mal (...). La frontera de grupo es el principal elemento que define los derechos: las personas quedan clasificadas como miembros del grupo o extrañas a él. El peligro está asociado con la frontera. El mal es un peligro extranjero"
El caso es que el profesor sufí amigo de Mernissi tenía razón. Tanto en la cultura estadounidense como en la árabe, pudieron enfrentar grandes globalizaciones de una manera pacífica e integradora.
En el caso estadounidense, Mernissi recurre a un libro "De la democracia en América" de Alexis de Tocqueville. En 1830, América era un paraíso para los extranjeros "Entre los emigrantes que acudían a establecerse en las riberas de la nueva Inglaterra reinaba una gran igualdad. Jamás llegó a esta parte el germen propio de la aristocracia"
Sherezade
En el caso de los árabes, un buen ejemplo es el de la dinastía Abásida:
Los siete primeros califas de la dinastía Abásida que gobernaron el imperio musulmán invirtieron en la información como estrategia para ganarse el apoyo de las recién conquistadas naciones. Así, tradujeron libros de matemáticas y astronomía, construyeron observatorios y abrieron fábricas de papel para ofrecer a las masas libros para leer.
“El Islam significó la primera globalización del mundo debido a que destruyó las fronteras comerciales que había entre el Mediterráneo y el océano Índico […] y a que garantizó la seguridad de las personas, de modo que pudiesen trasladarse de un lugar a otro sin sufrir daños.”
La globalización lograda por el Islam (unieron Egipto a Persia e India política, administrativa y económicamente) se debió a la adopción de la escritura árabe. La fórmula bélica más devastadora del Islam fué hacer la guerra desde la poesía y se creía profundamente que las palabras eran más potentes que las flechas.
Los árabes comprendieron que “…no podemos comunicarnos y dominar al mismo tiempo. Si se quiere usar la comunicación como estrategia de poder, hay que asumir el hecho de que se puede perder. Utilizar el lenguaje para dominar el mundo no funcionaría por sí solo: la comunicación debía ser un proceso de ida y vuelta” Nadie entabla conversación con el adversario para hacer alardes o demostrar su superioridad porque se arriesga a perder lo esencial: leer la mente de la persona que tiene adelante. Así es que esta globalización no significó la pérdida de ninguna identidad cultural ya que los árabes no impusieron a los conquistados a hablar su lengua ni seguir sus normas, sino que trataron de conocer todo lo posible de su cultura. Así, el Islam fué una religión igualitaria en una sociedad igualitaria. En el siglo IX, los árabes intentaban comprender la manera de pensar de sus adversarios y controlarlos mediante el diálogo.
Por eso, los judíos radanitas, que hablaban árabe, persa, rumia (la lengua de los romanos), francés, andalusí y eslavo, viajaban del este al oeste y del oeste al este por tierra y por mar, comerciando, desde Francia, pasando por Antaki, hasta llegar a Bagdad, para bajar por el Tigris hasta Omán, a India y finalmente a China, y todos estos sitios estaban conectados entre sí sin la menor interrupción.
Un imán sufí del siglo XI, Qushairi, predicaba que sin conocer nunca a un extranjero, jamás descubriremos quienes somos: "El viaje (safar) consiste en descubrir los valores éticos internos de uno mismo" "Hay un viaje que implica solamente el cuerpo. Uno se mueve de un lugar a otro. Y hay otro tipo que implica el espíritu (qalb)". En este segundo tipo de viaje, se termina convertido en un ser diferente "Te gradúas de una cualidad a la siguiente"
Bagdad por Hulagu Khan, 1258
La decadencia de los árabes comenzó cuando empezaron a descuidar el arte de la comunicación, de la discusión, de las palabras para convencer al adversario y enriquecer la visión racional y científica del mundo. El siguiente califa, Al Mutadid, era un mal comunicador que ni siquiera sabía hacer un sermón correcto los viernes, el día de la semana en que los califas aparecían públicamente ante la comunidad para demostrar que sabían utilizar tanto la pluma o la palabra (qalam) como la espada (sayf) Los poetas hacían bromas sobre él y los eruditos opinaban "el imán no sabe hablar, no ha sido capaz de explicar claramente lo que está prohibido y lo que está permitido" Ese año, el pregonero anunció a la población de La Paz (que es como se conocía a Bagdad) que los cuentistas, los propagandistas de sectas, los astrólogos y agentes similares no podían actuar en las mezquitas ni en las calles. También quedaba prohibido vender o intercambiar libros sobre retórica, filosofía griega o el arte del diálogo y la discusión. Hasta que en 1258 apareció un monstruo en la frontera de Bagdad, el hijo de Gengis Khan, que saqueó Bagdad de una manera terrorífica. No hubo pluma, ni palabra, sólo muerte.
Hoy, la historia se repite, y continúa.
Mientras, Washington confunde comunicación con manipulación y jadal, el verdadero diálogo, con propaganda. En vez de invertir dinero en la traducción de libros o de los debates televisados de los canales árabes para saber cómo funciona la mente y la emociones árabes para seducirlos y reducir el sentimiento antiamericano, invirtió quinientos millones de dólares en una emisora de televisión, en idioma árabe, financiada por Estados Unidos y diseñada para ganarse el corazón y la mente del mundo musulmán.
La decadencia de los estadounidenses quizás se podría resumir así: