Los peruanos conforman en Córdoba una comunidad heterogénea que vive entre la integración y la nostalgia por volver. Las reuniones durante los fines de semana los revinculan entre sí y con su patria de origen.
Es domingo y la parroquia San Jerónimo de barrio Alberdi tiene todo listo para celebrar la misa en honor al Día de la Madre Peruana. Al lugar fueron convocados peruanos inmigrantes y nacidos en Córdoba para festejar de forma conjunta ese día especial para las mujeres.
La misa es igual a cualquier otra, con la diferencia de que tanto el párroco como los fieles la viven de forma comunitaria y multicultural.
Para los peruanos es un domingo especial en el que se le rinde culto a la señora de Fátima, reina de las madres del Perú. En Córdoba hay miles de ellas.
Nancy, por ejemplo, vino a probar suerte incentivada por su hermano que ya vivía en Argentina cuando empezaban los ’90. Como ella, miles de peruanos llegan al país anualmente, impulsados por la necesidad de vivir mejor.
Según estiman desde el consulado peruano en Córdoba, al menos dos o tres colectivos por semana vienen directo desde Lima con gente que planea en su mayoría trabajar un tiempo, ahorrar, para luego volver a sus lugares de origen. Sin embargo, los datos oficiales indican que casi el 90 por ciento termina echando raíces en este suelo (ver galería de fotos).
Eduardo Domenech, investigador de la UNC, participó de la elaboración del documental sobre historias de vida de inmigrantes peruanos Un día, todos los días (ver tráiler) y explica que las razones por las que una importante cantidad de peruanos que llegó a Córdoba durante la década del SSRq 90 y terminó finalmente quedándose, son variadas.
“Es gente que lleva una década y media, con lo cual construye un sentimiento de pertenencia con ciertos lugares de Córdoba y entre esos lugares está la Isla de los Patos y el barrio Alberdi”, asegura.
Lo curioso, según Domenech, es que al preguntarles a los inmigrantes si se sienten argentinos, muchos responden que en realidad se sienten cordobeses. Esto tiene que ver con la necesidad de no negar el lugar de origen, ya que se puede ser peruano y cordobés a la vez porque ambas categorías no compiten entre sí.
Muchas de estas personas que planeaban volver terminaron casándose aquí o trayendo al resto de sus familias, situación que no formaba parte del planteo inicial.
“Vine con una amiga porque había tenido una decepción en mi trabajo en el Perú y como mi hermano era economista y estaba en Córdoba me dijo que probara. Él al final se volvió, pero yo terminé trayendo a mi marido y a mis hijos y me quedé”, dice Nancy.
Domenech explica que tal como sucede en cualquier proceso migratorio siempre hay alguien que hace la punta. “Cuando llega alguien nuevo se ponen en funcionamiento las redes migratorias para ayudarlo”, sostiene.
El proceso de recepción se establece en los espacios que rodean al centro, principalmente en Alberdi. “Es interesante porque el lugar de llegada es Alberdi y recién después se pueden ir a otros barrios como Providencia y San Martín”, dice el investigador. Sin duda que la elección de esos barrios tiene que ver con la proximidad al centro y con las oportunidades de trabajo que eso conlleva. En esa zona los alquileres son mucho más altos que en otras, pero son los únicos lugares en donde se alquila a peruanos sin exigencia de garantías.
Estos barrios tienen sus características particulares que sin duda han sido marcadas por estos procesos de inmigración. Al caminar por sus calles se pueden reconocer las antiguas pensiones de techos altos, los restaurantes de comida peruana a los que se ingresa por una puerta estrecha, y la venta de algunos productos propios del Perú en los almacenes familiares.
Muchas razones, un mismo destino. Juan también es nacido en Perú, pero pertenece a otra generación. “Yo vine en la década del ’60 con la intención de estudiar Arquitectura y volverme. Sin embargo, conocí a mi mujer y me quedé”, cuenta. Como él, otros miles de compatriotas permanecieron en Córdoba luego de terminar una carrera universitaria.
Ahora, el viaje desde Lima puede ser de tres días por tierra, pero Juan relata no sin nostalgia que en su época eran siete los días que lo distanciaban de su terruño. “Veníamos en colectivo hasta Chile y después, cuando cruzábamos a Argentina, tomábamos un tren. El viaje era muy largo”, dice.
Al igual que Nancy (y que la mayoría de los inmigrantes) Juan vino luego de que un paisano suyo le recomendara el viaje. “En esa época éramos muchísimos los estudiantes migrantes. Había de Chile, Paraguay, Brasil, Colombia, Ecuador, ya que la Universidad de Córdoba era menos restrictiva que la de otros países”, explica.
Juan desarrolló su vida profesional aquí y Nancy hizo lo mismo. Ella comenzó cuidando enfermos y limpiando casas mientras transcurría la década de los ’90. “No fue nada fácil. Yo allá tenía mis estudios de enfermería y tuve que venir a adaptarme y a trabajar de lo que fuera acá, pero siempre lo hice con responsabilidad y respeto”, dice Nancy. Como al resto, le tocó sufrir etapas de dura discriminación.
Diego Mina también participó del documental Un día… y explica que la mayoría de los entrevistados que formaron parte de la película tienen en común que provienen de una clase media peruana que ve desmejorada su situación al llegar a nuestro país. Muchos de ellos terminan trabajando en tareas para las cuales no estaban preparados o sobre las que no tenían expectativas.
Retomando el caso de Juan, se podría decir que le fue bastante bien. Formó su familia acá y hoy ya tiene nietos argentinos. En el ínterin fundó con sus compatriotas la Hermandad del Señor de los Milagros. Esta agrupación de peruanos aspira a ayudar y guiar a todos aquellos que recién llegan y necesitan una mano, entre otras excusas para reunirse y venerar a lo que ellos llaman el “Cristo de Pachacamilla”. Juntos comparten historias de su tierra logrando que su residencia acá sea lo más llevadera posible.
Tanto esta hermandad, como otras agrupaciones de peruanos como la del Inca Garcilaso de la Vega, El Club de los Wancas o la Asociación de Damas del Perú, conforman una red comunitaria que analiza no sólo las problemáticas de sus compatriotas sino también las de los argentinos.
Zona de pertenencia. El barrio Alberdi y sus aledaños conforman el marco en el que la migración peruana se mueve con más libertades. La isla de los Patos y las reuniones de los domingos son las excusas ideales para que se active la red de contactos entre compatriotas.
“Es ese el lugar a donde no tienen que dar explicaciones a nadie sobre lo que están haciendo. Si están comiendo un anticucho no tienen que explicarle a nadie qué es. Ahí se vuelve natural lo que puede ser extraño para la sociedad en la cual se insertaron”, explica Domenech.
Pablo Spollansky participó del mismo proyecto documental y explica que “es difícil para el migrante mantener los hábitos de comida en el día a día, porque trabajan muchas horas. Por eso, el domingo era un buen momento para ir a la isla a degustar la comida que les recuerda el Perú y así recrear su patria”.
En los restaurantes peruanos hay platos para todo tipo de paladares, ya que en ese país la cocina andina es diferente de la costera. Se pueden comer paellas tipo peruano, ceviche, las papas a la huancaína, ajíes de gallina, guisos con mucha variedad de tubérculos y porotos, entre otros menúes que siempre (y sin excepción) están precedidos por una sustanciosa sopa.
“Son muchos los lugares donde tenemos cocina peruana, porque no podemos cocinar todos los días nuestros platos, entonces así nos damos un gusto cada tanto”, explica Nancy.
También se sabe que hay quienes van a diario a recrear con la comida uno de los aspectos más distintivos de la cultura peruana.
Durante toda la semana, y sin descanso los sábados o domingos, se sirven platos del día a precios muy convenientes. A estos refugios peruanos, muchas veces camuflados detrás de varias puertas angostas, recurren los trabajadores en el horario de almuerzo laboral.
Nancy dice que para aquellos que todavía no se logran encariñar con la cocina argentina, en el mercado cada vez se traen más variedades de habas, porotos, cereales, ajíes y especias. “Importan hasta la bebida Inca Kola, que en el Perú sale centavos y acá la cobran a 35 pesos”, explica.
Sin embargo, con el correr de los años, todos los inmigrantes tuvieron que adecuarse a la cultura culinaria argentina. “Me adapté bastante bien, es una comida más sana, con menos condimento, pero uno siempre extraña sus raíces”, dice Nancy, que lleva 20 años comiendo asados y pastas.
Circuito laboral. Esta comunidad es una de las que más se adapta a las condiciones laborales argentinas. Según explica María del Carmen Falcón, peruana e investigadora del Conicet, la característica principal de este proceso migratorio es que se trata de mano de obra calificada. Sin embargo, esto no se condice necesariamente con los puestos laborales que consiguen los trabajadores.
Falcón explica que muchos de los peruanos que vienen a Córdoba cuentan con estudios que en su mayoría “superan el secundario completo o más”. Según la investigadora, la tasa de ocupación de la comunidad peruana es más alta que la de los nativos, pero estas cifras “no son un indicador de calidad de empleo”.
Desde el consulado peruano en Córdoba aseguran que muchos llegan con un ofrecimiento laboral, sobre todo en el rubro textil.
Se considera que los trabajadores peruanos son especialmente habilidosos, prolijos y muy conocedores del oficio; sin embargo, no pocas veces caen víctimas de la explotación.
El año pasado, tras varios allanamientos en empresas del rubro, se encontraron inmigrantes ilegales que trabajaban y vivían en condiciones degradantes, prácticamente en situación de esclavitud.
El fiscal federal Enrique Senestrari había dicho a este medio que las condiciones laborales en las que se encontraban esas personas eran “realmente vergonzosas”. Había “colchones tirados entre las máquinas de coser, ropa desparramada por todos lados, baños ínfimos y en muy malas condiciones de higiene y salubridad”” (verAllanan 20 talleres por trata y tráfico de personas, 30/03/2011).
Desde el consulado admiten que muchas veces las promesas con las que vienen los inmigrantes no son respetadas una vez que arriban a Córdoba. En esta ciudad hay fábricas muy grandes legalizadas, pero muchas otras están en condiciones de ilegalidad. Además abundan los pequeñísimos talleres caseros, en los que muchas veces trabajan inmigrantes peruanos ni bien llegan a la ciudad y hasta que consiguen otra cosa (ver Esclavizaban a ciudadanos peruanos, 28/08/2011). .
Red de ayuda. La Isla de los Patos y las reuniones de los domingos sirven para que se active la trama de contactos de inmigrantes peruanos.
Domenech explica que esos encuentros, que parecen meramente recreativos, son una fuerte “red de producción de información, donde se comparten oportunidades laborales, noticias del Perú, entre otras cuestiones del día a día. Hablan sobre las condiciones de vida, sobre la vivienda y también sobre la añoranza de su país y la idea de retorno”.
No sólo la Isla de los Patos representa un punto de unión entre compatriotas que generalmente no se conocen entre sí. También están los boliches llamados “peruanos” y las “polladas” que se organizan los sábados. Todo sirve para sentirse un poco más acompañado y menos alejado.
Para la gran cantidad de inmigrantes llegados décadas atrás, el tiempo pasó y cada uno de ellos se vio enraizado en este nuevo suelo que en un principio le era extraño. Cuando se les pregunta si se adaptaron bien a Córdoba todos sienten el compromiso de agradecer las oportunidades brindadas, pero terminan diciendo: “Y… todo inmigrante añora su terruño”, como si el hecho de pronunciar esa frase los acercara un poco más a aquella tierra que dejaron atrás.
Una cuestión de papeles
Según el Indec, la cantidad de inmigrantes peruanos en Córdoba pasó de 1.631 en 1991 a 6.750 en el censo nacional 2001. Sin embargo, el pico máximo de inmigración se dio entre 1993 y 1995 cuando las condiciones económicas y la convertibilidad, hicieron propicia
la radicación en Argentina. A partir de la crisis de fines de los ’90 muchos de ellos volvieron al Perú o se fueron a Europa, por lo que
no se pudo establecer en censos oficiales cuántos de ellos llegaron en el momento de auge.
El Censo Provincial de Córdoba 2008 dio cuenta de una población peruana de 13.415 personas, por lo que se puede deducir que la tasa media de crecimiento anual entre los años 2001 y 2008 alcanza a 9,8 por ciento.
Desde 2006 a mayo de 2010, se implementó el Programa Patria Grande, para incentivar a inmigrantes de todos los países a que ordenaran su situación y obtuvieran la residencia.
Una de las claves del programa era obviar la obligación de acreditar la fecha de ingreso al país. Según los datos nacionales, la comunidad peruana fue la tercera en cantidad de pedido de trámites, luego de la paraguaya y la boliviana.
Entre los datos relevantes se pudo distinguir que más del 80 por ciento de los que iniciaron el trámite eran personas solteras.
Presentes en Córdoba desde hace 70 años
Los peruanos están presentes en Córdoba desde los años ’30. Roxanna León.
Los peruanos están presentes en Córdoba desde los años ’30. En esa época, Perú pasaba por una etapa de gran inestabilidad
política debido al derrocamiento del presidente Augusto Leguía. Los pocos peruanos que se encontraban residiendo en esta provincia estaban vinculados con la fábrica de aviones y la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Córdoba.
Para los años ’50 el número de peruanos en Córdoba se incrementó. La mayoría eran hombres provenientes de clase media y alta que llegaban a Córdoba para realizar estudios universitarios. Esta migración se extendió hasta los años ’60, ’70 y parte de los ’80. En este período, muchos peruanos aprovechaban para salir del país las facilidades y bonanza del controvertido dólar MUC, un dólar más accesible por ser subsidiado por su gobierno.
A fines de los ’80 la feminización de la migración peruana comienza a hacerse visible en Córdoba. Este cambio en el patrón de género se ve influido por la gran demanda de trabajadoras domésticas que se presenta a nivel mundial y por el desequilibrio social, político y económico que se vivía en Perú a causa de la dictadura de Alberto Fujimori.
En este sentido, los factores que determinaron la migración de los peruanos en los años ’90 fueron las condiciones de empleo y las bajas remuneraciones de los trabajadores en el país.
A partir del año 2001 se observa la presencia de lo que se podría llamar “estudiantes del nuevo milenio”. Estos migran a Córdoba aprovechando la devaluación monetaria en Argentina y las mejoras económicas que exhibe Perú en los últimos años. En su mayoría son de clase media y vienen, sobretodo, a realizar estudios de posgrado. Asimismo a partir de esta década se hace presente la migración por reunificaciones familiares.
En resumen la migración peruana está presente en Córdoba hace más de 70 años.
El imaginario social tiende a homogeneizarlos. Sin embargo los distintos períodos migratorios por los que ha transitado esta población han generado una colectividad heterogénea. Gran parte de los peruanos participan de diversas celebraciones con la finalidad de reproducir una identidad nacional. Esta migración ha sido influida por la fragilidad de algunos regímenes democráticos, por la incapacidad del sistema productivo de absorber la mano de obra disponible, así como por la bonanza económica de Perú en determinados momentos.
La comunidad peruana en Córdoba, con todos sus colores
Llegaron en distintas oleadas migratorias, impulsados más que nada por motivos económicos. Los peruanos en Córdoba conforman una comunidad heterogénea de personas que viven entre la integración y la nostalgia por volver.
Cena típica. Quienes no pueden cocinar todos los días las comidas tradicionales, pasan al menos una vez por semana por los restaurantes peruanos (La Voz / Facundo Luque).
Reunidos. La familia de Juan y otros peruanos se juntan todos los meses para ayudar a compatriotas y también para mantener vivas sus costumbres culinarias (La Voz / Facundo Luque).
Sabores de allá. En la Isla de los Patos, los domingos se organiza un festival informal de comida peruana (La Voz / Pedro Castillo).
Inmigrante. “Primero vino mi hermano. Él se volvió, pero yo me traje a mi marido y mis hijos”, dice Nancy (La Voz / Facundo Luque).
Es domingo y la parroquia San Jerónimo de barrio Alberdi tiene todo listo para celebrar la misa en honor al Día de la Madre Peruana. Al lugar fueron convocados peruanos inmigrantes y nacidos en Córdoba para festejar de forma conjunta ese día especial para las mujeres.
La misa es igual a cualquier otra, con la diferencia de que tanto el párroco como los fieles la viven de forma comunitaria y multicultural.
Para los peruanos es un domingo especial en el que se le rinde culto a la señora de Fátima, reina de las madres del Perú. En Córdoba hay miles de ellas.
Nancy, por ejemplo, vino a probar suerte incentivada por su hermano que ya vivía en Argentina cuando empezaban los ’90. Como ella, miles de peruanos llegan al país anualmente, impulsados por la necesidad de vivir mejor.
Según estiman desde el consulado peruano en Córdoba, al menos dos o tres colectivos por semana vienen directo desde Lima con gente que planea en su mayoría trabajar un tiempo, ahorrar, para luego volver a sus lugares de origen. Sin embargo, los datos oficiales indican que casi el 90 por ciento termina echando raíces en este suelo (ver galería de fotos).
Eduardo Domenech, investigador de la UNC, participó de la elaboración del documental sobre historias de vida de inmigrantes peruanos Un día, todos los días (ver tráiler) y explica que las razones por las que una importante cantidad de peruanos que llegó a Córdoba durante la década del SSRq 90 y terminó finalmente quedándose, son variadas.
“Es gente que lleva una década y media, con lo cual construye un sentimiento de pertenencia con ciertos lugares de Córdoba y entre esos lugares está la Isla de los Patos y el barrio Alberdi”, asegura.
Lo curioso, según Domenech, es que al preguntarles a los inmigrantes si se sienten argentinos, muchos responden que en realidad se sienten cordobeses. Esto tiene que ver con la necesidad de no negar el lugar de origen, ya que se puede ser peruano y cordobés a la vez porque ambas categorías no compiten entre sí.
Muchas de estas personas que planeaban volver terminaron casándose aquí o trayendo al resto de sus familias, situación que no formaba parte del planteo inicial.
“Vine con una amiga porque había tenido una decepción en mi trabajo en el Perú y como mi hermano era economista y estaba en Córdoba me dijo que probara. Él al final se volvió, pero yo terminé trayendo a mi marido y a mis hijos y me quedé”, dice Nancy.
Domenech explica que tal como sucede en cualquier proceso migratorio siempre hay alguien que hace la punta. “Cuando llega alguien nuevo se ponen en funcionamiento las redes migratorias para ayudarlo”, sostiene.
El proceso de recepción se establece en los espacios que rodean al centro, principalmente en Alberdi. “Es interesante porque el lugar de llegada es Alberdi y recién después se pueden ir a otros barrios como Providencia y San Martín”, dice el investigador. Sin duda que la elección de esos barrios tiene que ver con la proximidad al centro y con las oportunidades de trabajo que eso conlleva. En esa zona los alquileres son mucho más altos que en otras, pero son los únicos lugares en donde se alquila a peruanos sin exigencia de garantías.
Estos barrios tienen sus características particulares que sin duda han sido marcadas por estos procesos de inmigración. Al caminar por sus calles se pueden reconocer las antiguas pensiones de techos altos, los restaurantes de comida peruana a los que se ingresa por una puerta estrecha, y la venta de algunos productos propios del Perú en los almacenes familiares.
Muchas razones, un mismo destino. Juan también es nacido en Perú, pero pertenece a otra generación. “Yo vine en la década del ’60 con la intención de estudiar Arquitectura y volverme. Sin embargo, conocí a mi mujer y me quedé”, cuenta. Como él, otros miles de compatriotas permanecieron en Córdoba luego de terminar una carrera universitaria.
Ahora, el viaje desde Lima puede ser de tres días por tierra, pero Juan relata no sin nostalgia que en su época eran siete los días que lo distanciaban de su terruño. “Veníamos en colectivo hasta Chile y después, cuando cruzábamos a Argentina, tomábamos un tren. El viaje era muy largo”, dice.
Al igual que Nancy (y que la mayoría de los inmigrantes) Juan vino luego de que un paisano suyo le recomendara el viaje. “En esa época éramos muchísimos los estudiantes migrantes. Había de Chile, Paraguay, Brasil, Colombia, Ecuador, ya que la Universidad de Córdoba era menos restrictiva que la de otros países”, explica.
Juan desarrolló su vida profesional aquí y Nancy hizo lo mismo. Ella comenzó cuidando enfermos y limpiando casas mientras transcurría la década de los ’90. “No fue nada fácil. Yo allá tenía mis estudios de enfermería y tuve que venir a adaptarme y a trabajar de lo que fuera acá, pero siempre lo hice con responsabilidad y respeto”, dice Nancy. Como al resto, le tocó sufrir etapas de dura discriminación.
Diego Mina también participó del documental Un día… y explica que la mayoría de los entrevistados que formaron parte de la película tienen en común que provienen de una clase media peruana que ve desmejorada su situación al llegar a nuestro país. Muchos de ellos terminan trabajando en tareas para las cuales no estaban preparados o sobre las que no tenían expectativas.
Retomando el caso de Juan, se podría decir que le fue bastante bien. Formó su familia acá y hoy ya tiene nietos argentinos. En el ínterin fundó con sus compatriotas la Hermandad del Señor de los Milagros. Esta agrupación de peruanos aspira a ayudar y guiar a todos aquellos que recién llegan y necesitan una mano, entre otras excusas para reunirse y venerar a lo que ellos llaman el “Cristo de Pachacamilla”. Juntos comparten historias de su tierra logrando que su residencia acá sea lo más llevadera posible.
Tanto esta hermandad, como otras agrupaciones de peruanos como la del Inca Garcilaso de la Vega, El Club de los Wancas o la Asociación de Damas del Perú, conforman una red comunitaria que analiza no sólo las problemáticas de sus compatriotas sino también las de los argentinos.
Zona de pertenencia. El barrio Alberdi y sus aledaños conforman el marco en el que la migración peruana se mueve con más libertades. La isla de los Patos y las reuniones de los domingos son las excusas ideales para que se active la red de contactos entre compatriotas.
“Es ese el lugar a donde no tienen que dar explicaciones a nadie sobre lo que están haciendo. Si están comiendo un anticucho no tienen que explicarle a nadie qué es. Ahí se vuelve natural lo que puede ser extraño para la sociedad en la cual se insertaron”, explica Domenech.
Pablo Spollansky participó del mismo proyecto documental y explica que “es difícil para el migrante mantener los hábitos de comida en el día a día, porque trabajan muchas horas. Por eso, el domingo era un buen momento para ir a la isla a degustar la comida que les recuerda el Perú y así recrear su patria”.
En los restaurantes peruanos hay platos para todo tipo de paladares, ya que en ese país la cocina andina es diferente de la costera. Se pueden comer paellas tipo peruano, ceviche, las papas a la huancaína, ajíes de gallina, guisos con mucha variedad de tubérculos y porotos, entre otros menúes que siempre (y sin excepción) están precedidos por una sustanciosa sopa.
“Son muchos los lugares donde tenemos cocina peruana, porque no podemos cocinar todos los días nuestros platos, entonces así nos damos un gusto cada tanto”, explica Nancy.
También se sabe que hay quienes van a diario a recrear con la comida uno de los aspectos más distintivos de la cultura peruana.
Durante toda la semana, y sin descanso los sábados o domingos, se sirven platos del día a precios muy convenientes. A estos refugios peruanos, muchas veces camuflados detrás de varias puertas angostas, recurren los trabajadores en el horario de almuerzo laboral.
Nancy dice que para aquellos que todavía no se logran encariñar con la cocina argentina, en el mercado cada vez se traen más variedades de habas, porotos, cereales, ajíes y especias. “Importan hasta la bebida Inca Kola, que en el Perú sale centavos y acá la cobran a 35 pesos”, explica.
Sin embargo, con el correr de los años, todos los inmigrantes tuvieron que adecuarse a la cultura culinaria argentina. “Me adapté bastante bien, es una comida más sana, con menos condimento, pero uno siempre extraña sus raíces”, dice Nancy, que lleva 20 años comiendo asados y pastas.
Circuito laboral. Esta comunidad es una de las que más se adapta a las condiciones laborales argentinas. Según explica María del Carmen Falcón, peruana e investigadora del Conicet, la característica principal de este proceso migratorio es que se trata de mano de obra calificada. Sin embargo, esto no se condice necesariamente con los puestos laborales que consiguen los trabajadores.
Falcón explica que muchos de los peruanos que vienen a Córdoba cuentan con estudios que en su mayoría “superan el secundario completo o más”. Según la investigadora, la tasa de ocupación de la comunidad peruana es más alta que la de los nativos, pero estas cifras “no son un indicador de calidad de empleo”.
Desde el consulado peruano en Córdoba aseguran que muchos llegan con un ofrecimiento laboral, sobre todo en el rubro textil.
Se considera que los trabajadores peruanos son especialmente habilidosos, prolijos y muy conocedores del oficio; sin embargo, no pocas veces caen víctimas de la explotación.
El año pasado, tras varios allanamientos en empresas del rubro, se encontraron inmigrantes ilegales que trabajaban y vivían en condiciones degradantes, prácticamente en situación de esclavitud.
El fiscal federal Enrique Senestrari había dicho a este medio que las condiciones laborales en las que se encontraban esas personas eran “realmente vergonzosas”. Había “colchones tirados entre las máquinas de coser, ropa desparramada por todos lados, baños ínfimos y en muy malas condiciones de higiene y salubridad”” (verAllanan 20 talleres por trata y tráfico de personas, 30/03/2011).
Desde el consulado admiten que muchas veces las promesas con las que vienen los inmigrantes no son respetadas una vez que arriban a Córdoba. En esta ciudad hay fábricas muy grandes legalizadas, pero muchas otras están en condiciones de ilegalidad. Además abundan los pequeñísimos talleres caseros, en los que muchas veces trabajan inmigrantes peruanos ni bien llegan a la ciudad y hasta que consiguen otra cosa (ver Esclavizaban a ciudadanos peruanos, 28/08/2011). .
Red de ayuda. La Isla de los Patos y las reuniones de los domingos sirven para que se active la trama de contactos de inmigrantes peruanos.
Domenech explica que esos encuentros, que parecen meramente recreativos, son una fuerte “red de producción de información, donde se comparten oportunidades laborales, noticias del Perú, entre otras cuestiones del día a día. Hablan sobre las condiciones de vida, sobre la vivienda y también sobre la añoranza de su país y la idea de retorno”.
No sólo la Isla de los Patos representa un punto de unión entre compatriotas que generalmente no se conocen entre sí. También están los boliches llamados “peruanos” y las “polladas” que se organizan los sábados. Todo sirve para sentirse un poco más acompañado y menos alejado.
Para la gran cantidad de inmigrantes llegados décadas atrás, el tiempo pasó y cada uno de ellos se vio enraizado en este nuevo suelo que en un principio le era extraño. Cuando se les pregunta si se adaptaron bien a Córdoba todos sienten el compromiso de agradecer las oportunidades brindadas, pero terminan diciendo: “Y… todo inmigrante añora su terruño”, como si el hecho de pronunciar esa frase los acercara un poco más a aquella tierra que dejaron atrás.
Una cuestión de papeles
Según el Indec, la cantidad de inmigrantes peruanos en Córdoba pasó de 1.631 en 1991 a 6.750 en el censo nacional 2001. Sin embargo, el pico máximo de inmigración se dio entre 1993 y 1995 cuando las condiciones económicas y la convertibilidad, hicieron propicia
la radicación en Argentina. A partir de la crisis de fines de los ’90 muchos de ellos volvieron al Perú o se fueron a Europa, por lo que
no se pudo establecer en censos oficiales cuántos de ellos llegaron en el momento de auge.
El Censo Provincial de Córdoba 2008 dio cuenta de una población peruana de 13.415 personas, por lo que se puede deducir que la tasa media de crecimiento anual entre los años 2001 y 2008 alcanza a 9,8 por ciento.
Desde 2006 a mayo de 2010, se implementó el Programa Patria Grande, para incentivar a inmigrantes de todos los países a que ordenaran su situación y obtuvieran la residencia.
Una de las claves del programa era obviar la obligación de acreditar la fecha de ingreso al país. Según los datos nacionales, la comunidad peruana fue la tercera en cantidad de pedido de trámites, luego de la paraguaya y la boliviana.
Entre los datos relevantes se pudo distinguir que más del 80 por ciento de los que iniciaron el trámite eran personas solteras.
Presentes en Córdoba desde hace 70 años
Los peruanos están presentes en Córdoba desde los años ’30. Roxanna León.
Para los años ’50 el número de peruanos en Córdoba se incrementó. La mayoría eran hombres provenientes de clase media y alta que llegaban a Córdoba para realizar estudios universitarios. Esta migración se extendió hasta los años ’60, ’70 y parte de los ’80. En este período, muchos peruanos aprovechaban para salir del país las facilidades y bonanza del controvertido dólar MUC, un dólar más accesible por ser subsidiado por su gobierno.
A fines de los ’80 la feminización de la migración peruana comienza a hacerse visible en Córdoba. Este cambio en el patrón de género se ve influido por la gran demanda de trabajadoras domésticas que se presenta a nivel mundial y por el desequilibrio social, político y económico que se vivía en Perú a causa de la dictadura de Alberto Fujimori.
En este sentido, los factores que determinaron la migración de los peruanos en los años ’90 fueron las condiciones de empleo y las bajas remuneraciones de los trabajadores en el país.
A partir del año 2001 se observa la presencia de lo que se podría llamar “estudiantes del nuevo milenio”. Estos migran a Córdoba aprovechando la devaluación monetaria en Argentina y las mejoras económicas que exhibe Perú en los últimos años. En su mayoría son de clase media y vienen, sobretodo, a realizar estudios de posgrado. Asimismo a partir de esta década se hace presente la migración por reunificaciones familiares.
En resumen la migración peruana está presente en Córdoba hace más de 70 años.
El imaginario social tiende a homogeneizarlos. Sin embargo los distintos períodos migratorios por los que ha transitado esta población han generado una colectividad heterogénea. Gran parte de los peruanos participan de diversas celebraciones con la finalidad de reproducir una identidad nacional. Esta migración ha sido influida por la fragilidad de algunos regímenes democráticos, por la incapacidad del sistema productivo de absorber la mano de obra disponible, así como por la bonanza económica de Perú en determinados momentos.
La comunidad peruana en Córdoba, con todos sus colores
Llegaron en distintas oleadas migratorias, impulsados más que nada por motivos económicos. Los peruanos en Córdoba conforman una comunidad heterogénea de personas que viven entre la integración y la nostalgia por volver.
FUENTE: LAVOZ
2 comentarios:
Debe ser dificil para la colectividad peruana mantener su cultura pero bueno, con el tema de las comidas es lo más fácil y práctico. Sé que en Córdoba hay muchos restaurantes peruanos y que se juntan a comer ahí al menos una vez por semana. Es una manera, como de recordar las raíces y transmitirlas a los hijos!
HOLA CAMILA, GRACIAS POR TU VISITA. LO IMPORTANTE ES QUE NO SE PIERDAN LAS COSTUMBRES, ELLOS SON MUY UNIDOS TAMBIÉN, ESO LOS FORTALECE. LA CULTURA DE PERU TIENE COSAS MUY BELLAS. SALUDOS =)
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