En 1964, con la euforia por la recién ganada independencia aún fresca, Zambia lanzó su primer programa espacial. Su objetivo era mandar doce astronautas y diez gatos a la luna, superando así el reto que exhibían Estados Unidos y la Unión Soviética en plena carrera espacial.
Para enseñar a los astronautas hizo una instalación improvisada en un edificio a siete millas de Lusaka, donde los alumnos, vestido con un mono de color gris con los cascos del ejército británico, tenían que subir el barril de metal de 167 litros de capacidad en el que tenían que rodar hacia abajo, rebotando en terrenos irregulares, simulando la ingravidez de la luna y hacer otro tipos de ejercicios, como caminar con las manos, con lo que comunmente se llama caminar haciendo el pino.
Nkolozo escribió un artículo en el periódico, describiendo sus esfuerzos y trabajo y pidiendo 7 millones de dolares de ayuda a la UNESCO para su programa espacial y prometiendo que los misioneros de a bordo no obligarían al cristianismo a los habitantes marcianos, si ellos no lo quisieran.
Pocas personas apoyaron entonces la ambiciosa iniciativa de Edward Makuka, un profesor de secundaria zambiano que estaba al mando del proyecto y que se encargo de difundirlo y buscar financiación sin demasiado éxito.
Como anécdota la iniciativa constituye un detalle exótico y tierno dentro de la sangrienta historia africana pero también un ejemplo de grandeza del ser humano y su capacidad de superación.
Por supuesto, Nkolozo no recibido financiación de la UNESCO, y su ambicioso programa espacial tuvo que ser cerrado. Además esto se agravó por el hecho de que una de las participantes para la misión de 17 años, quedó embarazada y sus padres se la llevaron.
50 años después, la fotógrafa española Cristina de Middel utiliza esta historia como base para crear los Afronautas, en el que se recupera la historia y la adapta a sus imágenes personales.
Los Afronautas se trata de un proyecto que capta la derrota de un sueño y muestra lo que pudo haber sido pero jamás fue. Además, la obra ha sido finalista para el premio de fotografía Deutsche Börse, que reconoce la labor de un fotógrafo y su contribución a la fotografía contemporánea en Europa en los últimos 12 meses.
La inspiración le surgió sobre todo de las películas antiguas de los años 60, que utilizan de una manera muy rudimentaria los efectos especiales; y de los comics, como Tintín o Barbarella.
No había mucho material. Solo necesitamos una bandera, un traje que me ayudó a coser mi abuela, y el casco es una bola de farola. Hay que darle una oportunidad a las cosas que te rodean y convertirlas en cosas distintas. Es una especie de reciclaje conceptual.
FUENTE: TARINGA; THISBOOKISTRUE