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sábado, 22 de noviembre de 2014

PENSAMIENTOS DE OSCAR WILDE EN LA CÁRCEL

Pensamientos de O. Wilde en la cárcel


Que la ley haya decidido que soy alguien impropio para estar con mis hijos, me resulta demasiado horrible. La ignominia de la cárcel no es nada comparado con esto. Envidio a los hombres cuyos hijos los esperan, aguardan su llegada, serán cariñosos con ellos.

Los humildes son más sabios, más caritativos, más sensibles que nosotros. A sus ojos la cárcel es una tragedia en la vida, una desgracia, un accidente, algo que merece compasión.

Debemos aprender a perdonar. No podemos conservar de por vida una víbora en el pecho para que se alimente de nosotros.

Estoy en la miseria y en el mayor desamparo, pero hay cosas peores. Iría, de ser necesario, mendigando de puerta en puerta. Si nada obtuviese de los ricos, algo obtendría en casa de los pobres: quienes tienen menos saben compartirlo.

La moral no me ayuda. La religión no sabe ayudarme. La razón me ayuda todavía menos, pues me dice que las leyes que me condenaron son injustas, y el sistema está equivocado.

La superficialidad es el peor de los vicios. Para hacer algo correcto, primero hay que comprender.

Descartar nuestras experiencias es detener nuestro desarrollo. El arte empieza donde termina la imitación.

La sociedad esquiva a quienes castigó, cuando ya cumplieron su pena y comienza el mayor de sus deberes para con ellos:¨ayudarlos.

Detrás de la alegría puede esconderse un temperamento áspero. Pero el dolor no se enmascara, no hay verdad comparable con el dolor, es el alma encarnada, lo exterior vuelto expresión de lo interior.

Detrás de un dolor siempre hay un alma. Y burlarse de un alma en pena no es nada noble. Éso hace la muchedumbre cuando nos trasladan a los presos.

Después de Jesucristo casi no ha habido cristianos. Él entendió la lepra del leproso, las tinieblas del ciego, la desdicha de quienes sólo sienten placer, la extrema pobreza de los ricos.

Todo cuanto le ocurre a alguien nos ocurre a nosotros mismos. Ése es el secreto que conocía el corazón de Jesús.

La vida entera de Jesús es un maravilloso poema. Nada hay que pueda considerarse equivalente al último acto de la Pasión de Jesucristo. La frugal cena con sus acompañantes, la angustia en el huerto de los olivos, el falso amigo que lo besa para entregarlo, el amigo que lo niega cuando el pájaro cantó, su soledad, su aceptación, el sumo sacerdote rasgándose las vestiduras, el magistrado civil queriendo lavar con agua la sangre que conservará en sus manos por toda la historia, la coronación del dolor, la crucifixión ante su madre, y su entierro envuelto en lino como rey…

Nada es más raro que un acto propio. Mucha gente es otra gente. Sus pensamientos son las opiniones de los demás, su vida una imitación. Jesús en cambio fue el supremo individualista, sólo él pudo compadecerse de los demás desde su propia identidad. Buscó convertirse en los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos y el grito de los mudos. Cuando decía: “ Perdonad a vuestros enemigos” no lo decía sólo para bien de ellos, sino por nuestro bien, porque el amor es hermoso y el odio todo lo contrario. Dijo que el alma vale más que la comida y el cuerpo más que los vestidos, entonces no penséis en el mañana. Un sabio griego podría haber dicho la frase sobre los vestidos, pero sólo Jesús pudo decir las dos frases.

Jesús dijo, cuando le llevaron la mujer sorprendida en adulterio: “Que aquel de vosotros que nunca haya pecado le arroje la primera piedra”. Sólo por decir eso hubiera valido la pena toda la vida de Jesús. Su justicia era poética, como debe ser la justicia. No soportaba a los que se vuelven estúpidos por la educación, y entonces conocen todas las opiniones pero no entienden ninguna. Sabía que en el alma de un ignorante siempre habrá lugar para una gran idea.

El espíritu de Jesucristo, su amor, están siempre ausentes en las iglesias.


Fuente: De Profundis, versión impresa, extractos seleccionados personalmente

FUENTE: TARINGA

SIN PAN Y SIN TRABAJO - ERNESTO DE LA CARCOVA

UN MISIL EN MI PLACARD - SODA STEREO


CAMPANAS - HOWARD PHILIPS LOVECRAFT (POEMA)



Escucho las campanas de aquella torre majestuosa;


Las campanas del esplendor de Yule en una noche turbulenta;

Repicando con sorna en una hora lúgubre

Sobre un mundo sacudido por la codicia y el espanto.

Sus melodiosos tonos resuenan en miríadas de tejados;

Un millón de almas insomnes asiste al juego de los carillones;

Sin embargo su mensaje cae sobre un suelo pedregoso...

Su espíritu es cercenado por la espada del Tiempo.

¿Por qué suenan, remedando los años felices

Cuando la paz y el sosiego reinaban en la plácida llanura? ¿Por qué sus acordes familiares provocan las lágrimas De

aquellos que tal vez no vuelvan a conocer la dicha?

Hace años os conocía bien... hace muchos años...

Cuando el antiguo pueblo dormía en la ladera;

Entonces vuestras notas resonaban sobre la nieve iluminada por las estrellas En medio de la alegría, la paz y la

esperanza eterna.

Mi imaginación evoca el modesto chapitel;

El tejado puntiagudo, negra sombra contra la luna;

Los góticos ventanales, ardiendo con un fuego Que presta la magia a los cínicos tonos.

Venerable cada seto cubierto de nieve bajo los rayos Que añadían plata a la plata del valle;

Encantadora cada choza, cada vereda, cada arroyo, Y alegre el espíritu del aire perfumado por los pinos.Los pastores profesaban un simple credo;

Vivían en inocente beatitud entre las montañas;

Sus corazones joviales, sus almas honestas en paz, Animados por las sencillas alegrías de los mortales.

Pero una horrible plaga aparece en escena;

Un fantástico nimbo se cierne sobre la tierra;

Formas demoniacas flotan por encima de los bosques, Y ante cada puerta se alzan sombras malignas.

El Tiempo, siniestro bufón, avanza por la pradera;

Bajo su paso la alegría se extingue.

Corazones joviales se desangran con angustia inexpicable, Y almas atormentadas proclaman su influencia funesta.

Conflicto y cambio acosan al mundo vacilante;

Pensamientos salvajes y quimeras ciegan la razón;

La confusión se apodera de una raza senil Y el crimen y la locura merodean impunemente.

Escucho las campanas... las campanas burlonas y malditas Que despiertan recuerdos que obsesionan y paralizan;

Suenan y resuenan sobre un millar de infiernos...

Demonios de la noche... ¿por qué no permanecéis tranquilos?