La sorprendente noticia de que la mayor entidad financiera británica ha negociado con peligrosos traficantes y recaudado fondos para grupos terroristas ha hecho tambalear seriamente su imagen de banco conservador. HSBC gana un 8,4% menos en el primer semestre y no alcanza las previsiones.
Cuando por fin recayó el peso de la ley sobre Zhenli Ye Gon, estaba a punto de hincar el diente a un plato de bacalao servido con mini zanahorias. Eran las 8:30 de la tarde del 23 de julio de 2007 y el empresario chino-mexicano se encontraba en PJ’s Rice Bistro, en Wheaton (Maryland), vestido con traje y corbata.
Varios minutos después de pedir la comida, ocho agentes de la Agencia Antidrogas de EEUU irrumpieron por la puerta principal, armados con pistolas y chalecos antibalas, y se dirigieron hacia su mesa. Ye Gon llevaba cuatro meses a la fuga. Le buscaban por estar acusado de enviar químicos a bandas mexicanas de narcotraficantes que a continuación las utilizaban para fabricar casi 40.000 kilos de metanfetamina, la droga mortal también conocida como cristal.
Una redada en la mansión palaciega de Ye Gon en los suburbios de la Ciudad de México había conducido al descubrimiento de 207 millones de dólares de efectivo escondido en las paredes de una habitación secreta. En su momento se describió como “la mayor incautación de dinero de la droga de toda la historia”. También le confiscaron un arsenal de armas y varias cajas de Petrus añejo.
Clientes de la HSBC
La detención de Ye Gon fue una gran victoria para las autoridades de Estados Unidos y México pero a varios miles de kilómetros, en la sede central de HSBC en Canary Wharf (Londres), la noticia sembró el pánico. El empresario de Shangai, que por aquel entonces tenía 44 años, dirigía tres grupos farmacéuticos mexicanos, todos ellos clientes de HSBC en México.
El banco llevaba años trajinando dinero por el sistema financiero en nombre de Ye Gon. El departamento de cumplimiento normativo de HSBC creía que las cuentas se habían cerrado tres años atrás. Luego se supo que los bancarios que las gestionaban habían pasado por alto el consejo por considerar que Ye Gon era “correcto, bien documentado y conocido en el sector”.
Cinco años después de su detención, Ye Gon sigue defendiendo su inocencia en su pelea contra la extradición a México.
Para HSBC este caso no es más que la punta de un gran iceberg. Un informe de 340 páginas del subcomité permanente investigador del senado estadounidense desveló la semana pasada que el mayor banco británico ha gestionado dinero para terroristas, dictadores, capos de la droga y jefes de bandas de todo el mundo. Durante años, la entidad que se daba en llamar el banco local del mundo permitió que parte de su red se convirtiese en una lavandería financiera para delincuentes internacionales.
Multa de 1.000 millones
Se espera la imposición de una multa de hasta 1.000 millones de libras contra el banco tras las pruebas explosivas difundidas por el senador de EEUU Carl Levin y su equipo.
El ministro de comercio británico, Lord Green, tendrá que responder a algunas preguntas. Lord Green era el consejero delegado del banco y después su presidente en la época de muchas de las acusaciones. El papel de Sir John Bond, su predecesor en el cargo de presidente, que en la actualidad preside la multinacional minera Xstrata, también tendrá que esclarecerse. Al igual que el de Michael Geoghegan, ex consejero delegado del banco y actual asesor del gobierno irlandés.
Hasta hace una semana, a HSBC se le presentaba como un ejemplo de buenas prácticas. Fundado por comerciantes relacionados con el opio en Hong Kong en 1865 y basado en “firmes principios bancarios escoceses”, se considera uno de los bancos más conservadores del mundo. No necesitó ayuda estatal durante la crisis financiera, al contrario que casi todos los demás bancos globales.
Pero la noticia ha dado al traste con su reputación. Sumada al creciente escrutinio del sector tras el escándalo por la manipulación del Líbor, la debacle de HSBC amenaza con arrojar más luz sobre el sistema financiero. El corazón podrido del sistema bancario apesta más de lo que se pensaba.
Relaciones internacionales
En marzo de 2002, varios agentes de la inteligencia americana en busca de Osama Bin Laden registraron un despacho en Bosnia perteneciente a una ONG sospechosa de Arabia Saudí, llamada Benevolence International Foundation.
Encontraron un CD con copias digitalizadas de decenas de documentos, entre ellos una lista manuscrita con veinte nombres de los principales apoyos financieros de Al-Qaeda. Uno de ellos era Sulaimán bin Abdul Aziz Al Rajhi, un alto directivo del banco Al Rajhi, la mayor entidad privada de Arabia Saudí. Según la CIA, el banco Al Rajhi ayuda a extremistas islámicos en todo el mundo. En EEUU, varias demandas civiles también alegan que la entidad canalizó efectivo a dos de los terroristas que secuestraron los aviones de los atentados del 11-S. Como resultado, está en la lista negra norteamericana.
El banco Al Rajhi se hizo cliente de HSBC en los setenta. La entidad británica gestionó servicios de transferencias, finanzas comerciales, cambio de divisas y gestión de activos para el grupo saudí. También le suministró miles de millones en billetes de dólar.
Cuando aparecieron las sospechas sobre Al Rajhi en los medios estadounidenses, un directivo americano de HSBC expresó su preocupación. Había observado transferencias de efectivo a particulares con nombres “muy parecidos” a algunos terroristas del 11-S.
Tuvieron que pasar otros cuatro años (y varios informes del gobierno de EEUU) para que HSBC decidiese cortar sus vínculos con Al Rajhi. A las semanas de tomar la decisión, las quejas de los bancarios de HSBC en Oriente Medio condujeron a la restauración parcial de las relaciones. “No parece que haya problemas para que sigas trabajando con Al Rajhi”, escribió un directivo del departamento de cumplimiento legal del banco, desvelando el giro de 360º del banco. “¡Más vale que ganes mucho dinero!”. Según las pruebas del informe del senado, HSBC colocó frecuentemente sus intereses comerciales por delante de las cuestiones legales. Por ejemplo, trabajó con otros dos bancos acusados de financiar el terrorismo.
La cadena de correos electrónicos sugiere que cuando los altos directivos de la sede del banco expresaron su preocupación por estas cuestiones (o por cualquier otra cosa), los bancarios de lugares remotos no les hacían caso por lo general. En ocasiones, los bancarios hacían lo imposible para saltarse las reglas. En el mes de abril de 2001, John Fowle, un directivo del negocio de pagos de HSBC, escribió un correo a un banco iraní explicándole cómo evitar las sanciones americanas.
El banco también esquivaba las sanciones comerciales de Estados Unidos contra Cuba, Sudán, Burma y Corea del Norte. Y parecía hacerlo con mucho conocimiento, a pesar de los riesgos. Los nombres de Green, Geoghegan y Bond aparecen una y otra vez en las cadenas de correos sobre estos temas.
Se ha pescado a muchos bancos por infringir sanciones internacionales pero las infracciones de HSBC se amplifican por todo lo demás. Sus sistemas anti-blanqueo de capitales no se fijaron en viejos trucos que utilizan los delincuentes para blanquear efectivo.
Los fiscales suelen considerar que los cheques de viaje son una forma obvia de blanquear dinero. En muchos países pueden comprarse con efectivo sin identificación, creando una manera instantánea de convertir dinero ilícito en moneda internacional.
HSBC solía gestionar cheques de viaje en dólares para el banco Hokuriku, una pequeña entidad japonesa. Durante cuatro años abonó 290 millones de dólares en cheques de viaje para el banco. Una investigación posterior reveló que muchos de esos cheques venían en grandes fajos de billetes con numeración consecutiva y la misma firma ilegible. Se suponía que el dinero se destinaba a la compra de coches de segunda mano en Japón y circulaba hacia una empresa de Corea del Sur.
Luego se descubrió que los cheques procedían de Rusia y el efectivo en realidad iba a parar a supuestos gángsters. El banco americano de HSBC “permitió que varios rusos implicados en actividades sospechosas utilizaran un banco japonés relativamente pequeño, con pocos controles anti-blanqueo, para acceder a más de 290 millones de dólares en menos de cuatro años”, explica el informe del senado.
El informe también cuestiona los negocios de HSBC con paraísos fiscales. El banco supuestamente ayudó a encubrir 200 millones en Panamá, las Islas Vírgenes Británicas y Las Bahamas en nombre de dos constructores de Miami, Mauricio Cohen Assor y Leon Cohen Levy, acusados de evasión de impuestos en 2010. Durante el transcurso de una década, el banco permitió que más de 2.000 clientes abriesen cuentas en nombre de sociedades con acciones al portador, una clase de empresa que ofrece total confidencialidad sobre sus propietarios.
Aunque el banco había acordado con los organismos reguladores tomar medidas sobre esas cuentas, siguió permitiendo que algunos clientes utilizaran ese servicio. HSBC eludió sus propias normas con una acaudalada familia peruana considerada como una mina de pistas de negocio, según el informe.
Casi cada página del informe contiene alguna alegación nueva y muy perjudicial. “Es malo”, ha dicho un importante banquero, “muy malo”.
No hay duda de que el caso HSBC dará a los reguladores de todo el mundo un ímpetu añadido en el proceso de reformas del sector bancario. Aumentan las peticiones de que se desintegren los grandes bancos a la luz del escándalo de los amaños del Líbor y las enormes pérdidas acumuladas por la oficina de grandes inversiones de JP Morgan, entre otras cosas. Pero los problemas de HSBC son de otra índole. No se deben a unos banqueros de inversión locos por las bonificaciones, que introducen derivados exóticos en el sistema financiero, ni a granujas confabulados para manipular los mercados internacionales en beneficio propio.
En el caso de HSBC se han descubierto carencias en su gestión de operaciones bancarias muy sencillas, en muchos casos realizadas en efectivo. Por esa razón, la noticia es mucho más preocupante que los escándalos que han salido a la luz.
Aun así, hay que tener en cuenta las circunstancias atenuantes. En su testimonio ante el comité del senado de EEUU la semana pasada, Paul Thurston, un alto banquero del HSBC que fue lanzado en paracaídas en México para adecentar el negocio del banco, aseguró que el personal del banco se veía amenazado con frecuencia (o incluso era secuestrado) por las bandas de narcotraficantes. Es comprensible que algunos empleados aceptasen eludir las normas y ocultar sus acciones. En cuanto a la infracción de las sanciones de EEUU también hay excusas. Los negocios con Cuba, por ejemplo, sólo son un problema para ese país. Es lógico que los directivos de un banco con sede en Londres y centrado en Asia lo consideren una restricción injusta.
HSBC ha enmendado sus acciones reestructurando su departamento anti-blanqueo de capitales y reforzando el gasto en abogados internos y responsables del cumplimiento. Stuart Levey, un ex funcionario del Tesoro estadounidense que fue uno de los principales críticos de la conducta del banco en varios puntos del informe, ha sido contratado por HSBC como director de asesoramiento jurídico.
¿Puede un gran banco saber lo que hacen todos sus empleados? Probablemente no. Es inevitable que haya más escándalos en el sector bancario.
Ahora que HSBC ha perdido su aureola, al sector no le queda nadie que le defienda. Ya no es el gran banco con una reputación impecable. Si el sector quiere que le vuelvan a tomar en serio y escapar al ciclo de críticas que le ha engullido desde hace cuatro años, necesita buscar un héroe nuevo y pronto.
Si la semana pasada HSBC acaparó todas las miradas por su implicación en el blanqueo de capitales, otras noticias sobre el escándalo de la manipulación de los tipos de interés del Líbor han proyectado una larga sombra sobre el sector bancario. Se está empezando a ver una imagen más detallada de los agentes individuales implicados en la supuesta trama.
Philippe Moryoussef ha trabajado para algunos de los bancos más conocidos del mundo. El marroquí de 44 años ha comercializado derivados para Société Générale, Morgan Stanley, Royal Bank of Scotland (RBS) y, más recientemente, Nomura. De 2005 a 2007, Moryoussef trabajaba para Barclays. La semana pasada se supo que los investigadores sospechan que es uno de los cabecillas de la trama internacional del amaño de los tipos de interés del Líbor, la principal referencia que influye en el valor de instrumentos financieros valorados en cientos de billones de libras.
Se cree que se han descubierto pruebas que vinculan a Moryoussef con agentes de los otros tres bancos: Didier Sandar, de HSBC, Christian Bittar, de Deutsche Bank; y Michael Zrihen, de Crédit Agricole.
Hasta el momento, Barclays es el único banco censurado por las acusaciones de manipulación de los tipos. Con 15 órganos reguladores en tres continentes investigando de cerca a veinte entidades, es muy probable que las investigaciones no acaben aquí. Altos banqueros aseguran que hay dos grandes grupos de agentes en escrutinio dentro de la investigación.
[elEconomista]