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sábado, 21 de junio de 2014

MELODY - CLARK OWEN - LENA KATINA


CON EL DESIERTO ANTE TI - POEMA TUAREG



Con el desierto ante ti, no digas: ¡Qué silencio!

Dí: No oigo.

Con el desierto ante ti, no digas: ¡ qué aridez !

Di: ¡ qué extraña belleza

Con el desierto ante ti, no digas : ¡ qué inmensidad !
Di: ¿por dónde comienzo?
Con el desierto ante ti, no digas: ¡ qué pobreza !

Di: ¿qué más necesita mi pensamiento?

Con el desierto ante ti, no digas: ¡ qué soledad !

Di: soy lo que conmigo llevo

Con el desierto ante ti, no digas: ¡ qué oscuridad !

Di: no veo, pero lo siento

Con el desierto ante ti, no digas: ¡ qué sed !

Di: ¿cuánto preciso beber?

Con el desierto ante ti, no digas: ¡ imposible vivir !

Di: la vida es lo que he de aprender

Con el desierto ante ti, no digas: ¡ qué cansancio !

Di: ¡ cuánto camino por recorrer ¡

Con el desierto ante ti, no digas: ¡ no puedo más !

Di: si las dunas avanzan, yo también

Con el desierto ante ti, no digas: me doy por vencido

Di: seguiré, aunque quizás no llegue a mi destino

Con el desierto ante ti, no digas: ¡ no hay nadie más !

Di: todos tenemos desiertos que atravesar y desiertos que coincidir

Con el desierto ante ti, no digas: la arena me abrasa

Di: con la arena se construyen casas

Con el desierto ante ti no digas: estoy perdido
Di: tiene que haber algún camino
Con el desierto ante ti, no digas: jamás saldré
Di: lo que tiene comienzo tiene su fin.
Cuando estés ante tu desierto, piensa, que es uno de los paisajes más bellos de la tierra: no temas, en él está tu sustento
Di: allí aprendí lo más cierto.
Cuando estés ante el desierto no digas: ¡ qué silencio !

Di: no oigo.
(Anónimo touareg)
FUENTE: MARIKISU

EPÍLOGO - PACTO ENTRE DERROTADOS [FRAGMENTO] - ERNESTO SABATO

Te hablo a vos, y a través de vos a los chicos que me escriben o me paran por la calle, también a los que me miran desde otras mesas en algún café, que intentan acercarse a mí y no se atreven.
No quiero morirme sin decirles estas palabras.
Tengo fe en ustedes. Les he escrito hechos muy duros, durante largo tiempo no sabía si volverles a hablar de lo está pasando en el mundo. El peligro en que nos encontramos todos los hombres, ricos y pobres.
Esto es lo que ellos no saben, los hombres del poder. No saben que sus hijos también están en esta pobre situación.
No podemos hundirnos en la depresión, porque es de alguna manera, un lujo que no pueden darse los padres de los chiquitos que se mueren de hambre. Y no es posible que nos encerremos cada vez con más seguridades en nuestros hogares.
Tenemos que abrirnos al mundo. No considerar que el desastre está afuera, sino que arde como una fogata en el propio comedor de nuestras casas. Es la vida y nuestra tierra las que están en peligro.
Les escribo un verso de Hölderlin:
El fuego mismo de los dioses día y noche nos empuja a seguir adelante. ¡Ven! Miremos los espacios abiertos, busquemos lo que nos pertenece, por lejano que esté.

Sí, muchachos, la vida del mundo hay que tomarla como la tarea propia y salir a defenderla. Es nuestra misión.
No cabe pensar que los gobiernos se van a ocupar. Los gobiernos han olvidado, casi podría decirse que en el mundo entero, que su fin es promover el bien común.
La solidaridad adquiere entonces un lugar decisivo en este mundo acéfalo que excluye a los diferentes. Cuando nos hagamos responsables del dolor del otro, nuestro compromiso nos dará un sentido que nos colocará por encima de la fatalidad de la historia.
Pero antes habremos de aceptar que hemos fracasado. De lo contrario volveremos a ser arrastrados por los profetas de la televisión, por los que buscan la salvación en la panacea del hiperdesarrollo. El consumo no es un sustituto del paraíso.
La situación es muy grave y nos afecta a todos. Pero, aun así, hay quienes se esfuerzan por no traicionar los nobles valores. Millones de seres en el mundo sobreviven heroicamente en la miseria. Ellos son los mártires.
[…]
Los grandes creadores realizan sus obras bajo tensiones similares. Sólo lo que se hace apasionadamente merece nuestro afán, lo demás no vale la pena.
También yo quise huir del mundo. Ustedes me lo impidieron, con sus cartas, con sus palabras por las calles, con su desamparo.
Les propongo entonces, con la gravedad de las palabras finales de la vida, que nos abracemos en un compromiso: salgamos a los espacios abiertos, arriesguémonos por el otro, esperemos, con quien extiende sus brazos, que una nueva ola de la historia nos levante. Quizá ya lo está haciendo, de un modo silencioso y subterráneo, como los brotes que laten bajo las tierras del invierno.
Algo por lo que todavía vale la pena sufrir y morir, una comunión entre hombres, aquel pacto entre derrotados. Una sola torre, sí, pero refulgente e indestructible.
En tiempos oscuros nos ayudan quienes han sabido andar en la noche. Lean las cartas que Miguel Hernández envió desde la cárcel donde finalmente encontró la muerte:
Volveremos a brindar por todo lo que se pierde y se encuentra: la libertad, las cadenas, la alegría y ese cariño oculto que nos arrastra a buscarnos a través de toda la tierra.

Piensen siempre en la nobleza de estos hombres que redimen a la humanidad. A través de su muerte nos entregan el valor supremo de la vida, mostrándonos que el obstáculo no impide la historia, nos recuerdan que el hombre sólo cabe en la utopía. Sólo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido.
Del libro: “Antes del fin”, de Ernesto Sabato

Editorial Planeta, 4º edición, 2003. Págs. 199 – 214

FUENTE: FCPOLIT