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viernes, 2 de noviembre de 2012

¿QUÉ MISTERIOS ESCONDE LA SAGRADA MONTAÑA DE MONTSERRAT? (1)

Los senderos del Dragón, los caminos de la Serpiente o las líneas Ley son los distintos nombres con las que son conocidas, desde tiempos prehistóricos, unas misteriosas alineaciones de energía, que se localizan en vórtices magnéticos en la mayoría de los lugares sagrados del mundo, como los círculos de piedras o monumentos megalíticos, iglesias, cementerios. Habrían sido construidas con algún propósito desconocido por pueblos prehistóricos y modificadas por el tránsito acuífero de los subsuelos o de las grietas de terrenos que entran en fricción. Las primeras 


leyendas conocidas de estas Líneas de Poder nos llegaron desde la Gran Bretaña prehistórica (ver artículo “Las sendas del Dragón“). Los Druidas creían que esta energía se deslizaba como una serpiente a través del suelo como las corrientes telúricas. La religión druídica creía que estas líneas telúricas son vías espirituales que recubren todo el planeta. Creían también que estas energías nacían del tránsito acuífero de los subsuelos o de las grietas de terrenos que entran en fricción, al igual que de los magmas subterráneos del planeta. Así pues, en la creencia druida; estas energías serían la manifestación misma de la vida sobre la tierra y el origen de su fertilidad. Algunos de sus lugares sagrados son Glastonbury o la catedral de Chartres, erigida sobre un antiguo bosque sagrado de los celtas galos. Una zona de vórtice energético en España puede encontrarse en la montaña de Montserrat, cerca de Barcelona. También se afirma que el camino de Santiago transcurre por una línea Ley.







Y en este artículo nos vamos a centrar en la Montaña de Montserrat: “Montserrat, Catedral de la naturaleza; Fuerza del Grial entretejida en la materia del mundo; yérguete audaz y desafiante hacia el cielo; como el ciprés en la plaza”. En el corazón de la provincia de Barcelona, y en medio de un paisaje de montañas de perfiles suaves y gastados, se alzan las audaces e imponentes formas del macizo de Montserrat. El interior de Montserrat permanece hueco y guarda dentro de sí todo un mundo interior que le conecta con otras dimensiones y otros mundos fantásticos. Es por esto que las formaciones de Montserrat son fantásticas, mágicas y desafiantes, como de otro universo. Las rocas de Montserrat son aglomerados endurecidos de cantos rodados, que parecen ser restos de una remota inundación planetaria, guijarros, barro y materiales sedimentarios. Existen en la formación de la roca de la montaña varios estratos claramente diferenciados entre sí por el diferente color de la piedra (más rojiza, más gris…) y por el grado de desgaste manifiesto. Se distinguen en la formación o creación de la montaña varios tramos, siendo generalmente los más gastados los que se hallan en las partes menos elevadas, mientras que los aglomerados más jóvenes y menos gastados son los que se hallan en las partes más elevadas e imponentes. 

Montserrat está situada sobre la ribera derecha del río Llobregat, que es el río barcelonés por excelencia. Nace en la Sierra del Cadí, a más de 2000 metros de altitud y desemboca junto a la ciudad de Barcelona formando un amplio delta. A la altura de Montserrat el cauce del Llobregat se halla a una altitud de poco más de 100 metros sobre el nivel del mar. El pico más alto de Montserrat es San Jerónimo (Sant Jeroni), con 1224 metros. En la montaña destacan por su audacia las formaciones de la vertiente norte y oeste. Al extremo oeste, hallamos las “Agullas”, donde se acumulan incontables agujas de roca vertical en graciosa formación. Si desde lasAgullas avanzamos hacia el este por el norte, encontramos La Cadireta en la región de los Frares. La Cadireta está situada en el extremo norte de la montaña,  y la curva de la carretera que la bordea tiene una explanada que es un lugar ideal para la observación del cielo nocturno.La Cadireta tiene una forma muy curiosa y enigmática. De hecho, es una pequeña prolongación de 200 metros de la montaña hacia el norte. Un agujero triangular por el que pasan los últimos rayos del día, la atraviesa en la parte media, dándole el nombre de la Foradada. Y en la punta norte vemos una formación que es la imagen de la cabeza de un dragón legendario, mirando al norte, tal vez a la estrella polar. Más abajo, siguiendo por la Cadena de Les Pujades, hay una roca como un altar.



Toda la vertiente norte de Montserrat está formada por altísimas paredes y agujas de piedra que se elevan sobre las tierras bajas. Destacamos entre estas agujas el Cavall Bernat, que se eleva 1100 metros sobre el nivel del mar y que se halla sobre el pueblo de Monistrol, que  está a 150 metros sobre el nivel del mar, junto al cauce del Llobregat. El Cavall Bernat es una altísima aguja de piedra, la más vertical, audaz y estilizada de toda Montserrat. La palabra Cavall (caballo), no es más que un recurso puritano para esconder el verdadero sentido de la verticalidad de toda esta catedral de piedra que es Montserrat. Un poco más allá, en el este de la montaña, encontramos el monasterio benedictino de Montserrat, situado a 721 metros sobre el nivel del mar. En la actualidad este monasterio es un centro turístico de primer orden. En la primera curva de la carretera en dirección hacia Can Masana, subiendo hacia la montaña, puede tomarse un caminito que nos lleva al pintoresco camino de “Els Degotalls” o “Las Goteras”. Este camino está repleto de mosaicos de diferentes vírgenes regionales de toda Cataluña. Tras veinte minutos de paseo se llega al recinto del monasterio.


El monasterio benedictino de Monserrat fue fundado en 1027 por el abad Oliva y está situado en la ladera meridional – este de la montaña. De la primitiva iglesia de estilo románico se conserva sólo el portal. En 1537 fue ampliada y restaurada dentro del estilo gótico. La actual iglesia data de la segunda mitad del siglo XVI y consta de una sola nave con doce capillas laterales. Las dependencias más antiguas del monasterio son del siglo XVIII ya que en 1811 el monasterio fue destruido por los franceses. Se dice que las tropas de Napoleón destruyeron el monasterio buscando el Santo Grial pero que no lo consiguieron encontrar. La imagen de Nuestra Señora se halla en el interior de la basílica y presidiéndola dentro de un camarín de estilo neorrománico construido en 1878 por Francisco de P. del Villar y decorado con vidrieras policromas y mármoles. Tallada en madera de álamo blanco, la imagen de Nuestra Señora data del siglo IX. De visita por todo el recinto de la basílica y el monasterio nos encontramos con turistas de toda Europa, principalmente franceses, alemanes, italianos, así como de países eslavos e hispanoamericanos.


Al fondo de la explanada donde se halla el monasterio hay una placita con dos ejemplares de tejo, árbol mágico desde la antigüedad. Todo este árbol es venenoso (y alucinógeno) excepto su fruto. En toda la montaña de Montserrat nos encontraremos con diversos ejemplares de tejo, algunos de los cuales, los situados en lugares más inaccesibles, son de edad y tamaño considerable. Debido a la calidad de su madera, la mano del hombre ha hecho desaparecer este árbol de las montañas de la región, pero en Montserrat ha sobrevivido gracias a la dificultad de acceso y de desplazamiento por el terreno. En esta mágica montaña lo encontraremos casi siempre en los espacios que quedan entre las formaciones verticales de piedra, como guardianes de los angostos pasos hacia las zonas más elevadas. Los árboles y el resto de la naturaleza siempre ocuparon un lugar muy especial dentro de la mitología celta, y es que a cada uno de estos se les atribuía poderes especiales que los conectaban con el mundo del hombre para una convivencia en beneficio de ambos, para subsistir como en una especie de simbiosis. Se sabe, por ejemplo, que el calendario celta estaba conformado por un grupo de árboles, entre los que se tenía también al tejo, que era uno de los elementos sagrados sobre el que descansaba parte esencial de la doctrina de los druidas y de toda la sociedad celta. Ello podría indicar una remota relación de Montserrat con el culto celta.



El tejo tenía asignado un mes dedicado al él específicamente, y es en donde se ubicaba el Samhain o Fiesta de los Muertos. Y lejos de ser un árbol temido por este significado, lo cierto es que es uno de los más importantes de los celtas,  porque se hallaba directamente relacionado con el paso de las almas hacia el otro mundo luego de la muerte. Muchas costumbres populares nacieron desde entonces y han llegado intactas incluso hasta nuestros días, sobre todo en lo que se refiere a la relevancia del tejo en las almas de quienes han pasado a otra vida. En muchas partes de Gran Bretaña e Irlanda podemos ver un árbol de tejosembrado en cada cementerio. Y muchos llegan a creer que sus raíces se dirigen especialmente a la boca de cada uno de los difuntos enterrados en el camposanto, para sacarles los secretos que se guardaron en vida, que recorren todo el tejo hasta ser enviados al viento a través de sus hojas. Los antiguos pueblos de la cultura celta también lo usaron como veneno para suicidarse durante las guerras cantabro-astures, antes que convertirse en esclavos romanos. Lo obtenían al convertir las semillas del tejo en una sustancia para beber. Se sabe que el árbol del tejo era utilizado como un sitio de reunión, cada vez que se convocaba, tocando la campana de la iglesia, o para realizar fiestas y bailes de la región, costumbre que ha llegado hasta nuestros tiempos.


Desde el Monasterio, a 721 metros sobre el nivel del mar, podemos subir hacia la cumbre de San Jerónimo (Sant Jeroni), situada a 1224 metros. Es decir, el desnivel a superar es de 503 metros. Tras superar 1024 escalones se llega  al “Pla dels Ocells”, o Plano de los Pájaros, a 930 metros de altitud. Siguiendo junto al lecho del torrente de Santa María, que casi siempre permanece seco debido a la naturaleza cárstica  (de karst) de la montaña, que impide la existencia de corrientes de agua en superficie.  Con el nombre de karst (del alemán Karst:meseta de piedra caliza), carst o carso se conoce a una forma de relieve originado por meteorización química de determinadas rocas, como la caliza, dolomía, aljez, etc., compuestas por minerales solubles en agua. Un karst se produce por disolución indirecta del carbonato cálcico de las rocas calizas debido a la acción de aguas ligeramente ácidas. El agua se acidifica cuando se enriquece en dióxido de carbono, por ejemplo cuando atraviesa un suelo, y reacciona con el carbonato, formando bicarbonato, que es soluble. Hay otro tipo de rocas, las evaporitas, como por ejemplo el yeso, que se disuelven sin necesidad de aguas ácidas. Las aguas superficiales y subterráneas van disolviendo la roca y creando galerías y cuevas que, por hundimiento parcial, forman dolinas y, por hundimiento total, forman cañones. Existen otras muchas formas kársticas según si estas formas se producen en superficie o por el contrario son geomorfológicas que aparecen en cavidades subterráneas. Cuando el agua, cargada de gas y piedra caliza disuelta en forma de bicarbonato cálcico, llega a una cavidad más grande que las fisuras por las que ha pasado, puede evaporarse lentamente y las sales disueltas en el agua llegan a cristalizarse en determinadas circunstancias, por ejemplo, al gotear desde el techo de una cueva hacia el suelo, formando estalactitas en el techo, estalagmitas en el suelo, columnas cuando estas dos formas llegan a unirse o, si se estanca en una cavidad, se pueden formar geodas.

Caminando  entre  bosques de encina alternados con algunos arces y salpicados de acebos y otros arbustos, se llega a la ermita de San Jerónimo, a 1150 metros de altitud. Desde la ermita de San Jerónimo hay que vencer un último desnivel de 74 metros para llegar hasta la cumbre a 1224 metros, la mayor altitud de Montserrat.  En el centro de la pequeña explanada circular tenemos una “rosa de los vientos” de acero indicando y señalando las montañas que pueden divisarse. Si nos apoyamos a la barandilla que hay junto el barranco norte, vemos 700 metros de caída libre. En invierno, la nieve cubre de blanco las cumbres del Pirineo que se divisan en el horizonte norte y por las mañanas la niebla gusta de ascender sinuosa desperezándose y abandonando los valles. En un día muy claro puede llegar a verse la isla de Mallorca, en dirección al sur coronada por su montaña del Puigmajor.  En primer término vemos las minas de sal de Cardona, y detrás están las los Rasos de Peguera, primera elevación que supera los dos mil metros de altitud del Pirineo sur. Más al norte, el Puigmal y hacia el nordeste el Canigó, ya en el Rosellón francés. Girando un poco hacia el noroeste destaca el Aneto, pico más alto del Pirineo, y más hacia el noroeste vemos todo el Pirineo Central. Ya de vuelta en el monasterio  podemos ver, en una formación natural, una roca que se alza, como guardián, al otro lado del torrente de Santa María, hacia el sur. Es una figura de roca, con forma desafiante que  llama la atención. Recuerda a un ser alado poderoso como las antiguas estatuas sumerias, persas o hititas.


La “Moreneta”  es una talla de madera de álamo blanco que fue encontrada a finales del siglo XI por unos pastores que recorrían los valles cercanos con sus rebaños. Guiados por luces y sonidos angelicales (¡!), siete pastores de Monistrol, y a lo largo de siete sábados seguidos, vieron descender varias luminarias sobre un lugar concreto de la montaña donde se halla una cueva. Llevados hasta la cueva, iluminada por un resplandor sobrenatural, encontraron la figura de la que sería la patrona de Cataluña: una “virgen negra”. Cuando el entonces obispo de Barcelona ordenó que la imagen fuera conducida a la catedral de la ciudad condal (Barcelona), la talla multiplicó tanto su peso que fue inútil todo esfuerzo por desplazarla. Permaneció en el lugar y fue erigida para ella una ermita. Sobre este lugar se edificará con el tiempo el monasterio benedictino y la basílica que le darán culto.  El 21 de febrero de 1345, cientos de personas pudieron ver cómo una luz procedente de Montserrat entraba por la antigua iglesia del Carmen de Manresa, luz que “pareciera ser una estrella”, la cual se dividió en tres, reagrupándose de nuevo en la capilla de la Santísima Trinidad, para salir luego despedida hacia Montserrat. Tanto impacto causó ese fenómeno que todos los 21 de febrero se sigue celebrando la fiesta de “La Misteriosa Llum” (la misteriosa luz) en recuerdo de aquel extraño evento.


El culto de la diosa egipcia Isis estaría el origen del culto cris­tiano de la Virgen, pues la diosa egipcia era la simboli­zación de la Naturaleza, siempre fecundada, pero siem­pre virgen. Las vírgenes negras son efigies de la Virgen María que la representan como de piel oscura, o incluso completamente negra. Representaciones modernas en las que a la Virgen se la ha dotado premeditadamente de un aspecto étnico negro no entran dentro de esta categoría. El origen de estas imágenes se explica como la adopción por parte del culto popular cristiano en sus primeros siglos de elementos iconográficos y atributos de antiguas deidades femeninas de la fertilidad,cuyos rostros se realizaban en marfil (elemento que al oxidarse se vuelve de un color negruzco), y cuyo culto estaba extendido por todo el Imperio Romano tardío, tales como Isis,Cibeles y Artemisa. Debido a ello pueden encontrarse ejemplos de estas vírgenes por toda Europa. La veneración a las vírgenes negras tiene también numerosos ejemplos en América impulsada por la conquista española. Allí las vírgenes negras del Viejo Mundo surgidas del sincretismo religioso cristiano-pagano atravesarían en algunos casos una identificación con deidades femeninas amerindias o africanas como Pachamama o Yemayá.


Los esoteristas medievales utilizaron el color negro en las imágenes de la Virgen, recogiendo el legado de las diosas madres prehistóricas y de sus sucesoras paganas, Isis, Belisana o Artemisa. En el origen del culto a las diosas madres prehistóricas encontramos unas piedras negras caídas del cielo, los meteoritos, adorados como generadores de vida. En nuestros días pueden encontrarse las vírgenes negras en muchos países europeos, especialmente en Francia y España como objeto de gran devoción popular. En la mitología de la antigua Europa céltica, sobre las colinas sagradas dedicadas a la Madre Tierra, llamada Brigit o Belisana, se encendía, el primer día de febrero, una hoguera, el Kildare, que custodiaban nueve vírgenes. Sobre esa hoguera, los druidas cocían en un recipiente, que representaba el caldero mágico del dios Lug, una poción de hierbas medicinales para que la energía regeneradora de los dioses beneficiara al pueblo. Cuando llegaba la noche, cada cual encendía una antorcha en las brasas del Kildare, de manera que éste, a semejanza del fuego cósmico, derramase bendiciones sobre la familia y sus posesiones. Cuando se estableció el Cristianismo en el viejo mundo se rezaba a Jesús pero, aún así, muchos continuaron con la celebración de los antiguos ritos y subían a los montes a encender sus hogueras tradicionales y a cocer sus pociones, regresando a las casas con sus antorchas mágicas encendidas. La Iglesia se dio cuenta de que no podría acabar con estas costumbres y, en lugar de combatirlas, las substituyó por otras similares, celebradas en fechas parecidas y dedicadas a vírgenes y santos que habían adoptado los caracteres de los antiguos dioses y diosas. Así, Nuestra Señora de la Candelaria toma el lugar de Belisana y es acompañada los días 1 y 2 de febrero por San Lucas, que reemplaza a Lug, dios del caldero. La sacaban en procesión con una vela en la mano rodeada por doncellas que portaban cirios encendidos y los fieles le ofrecían ramos de hierbas medicinales. El sacerdote culminaba la celebración presentándola a todos como La Virgen Madre que trae la Luz al mundo. Lo llamativo, sin embargo, es que su imagen era de color negro ¿Por qué, quién y cómo escogió el color negro para una figura cristiana que debía substituir el viejo culto a la Madre Tierra?

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FUENTE: VERITAS-BOSS

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