Me llena de entusiasmo recibir correos o comentarios de amables lectores que muestran interés por el esoterismo. Son muy alentadores porque siempre que escribo un post sobre el tema dudo sobre el modo en que será recibido.
Sépase que si escribo sobre Mouravieff o Gurdjieff es porque sinceramente creo que el conocimiento de estos y otros autores es una alternativa real a la problemática humana de injusticia, pobreza, sufrimiento y conspiraciones.
Sépase además que estoy bien consciente de que este camino no es atractivo para muchos, y que eso yo lo respeto completamente.
Pero para quienes, como a mí, les interesa, quisiera profundizar un poco sobre la Parábola del Carruaje, antes de que pierda el hilo del tema.
Hay tres observaciones pertinentes sobre dicha parábola. La primera es que el carruaje no avanza si sus tres partes no están coordinadas y cada una realizando la labor que le corresponde. Los tres componentes deben de encontrarse en más o menos buen estado y en equilibrio.
La segunda es que la energía que impulsa el carruaje proviene del caballo, es decir, de las emociones. ¡O sea que en el trabajo esotérico sin emociones no vamos a ningún lado!
La tercera es que el amo del carruaje no se sube sino hasta que el carruaje esté funcionando apropiadamente.
Y por cierto, ¿quién es el amo?
Mouravieff escribe:
El hombre exterior tiene tres "Yo"s: el "Yo" del cuerpo (físico), el "Yo" de la Personalidad (mental), y potencialmente el "Yo" real (espiritual). Teóricamente, el "Yo" real debería haber asumido la responsabilidad de dirigir el sistema entero. Pero desde la Caída de Adán, el "Yo" real, en su aspecto como el corazón interno, ha sido relegado al fondo de la conciencia, dominado por el "Yo" mental de la Personalidad. Éste último, que dirige por defecto, por decirlo así, carece de unidad. Cambiante, flotante, múltiple, sólo puede actuar de una manera desordenada. Por tanto el "Yo" del cuerpo, que normalmente debería obedecer al "Yo" mental, frecuentemente impone sus propios propósitos sobre el último. El ejemplo usual de tal dominio es el del adulterio, debido a atracción sexual sin ningún vínculo espiritual.
Al revisar en nuestras vidas diferentes ejemplos de las conexiones entre los tres "Yo"s, ciertamente nos beneficiaríamos una vez más del símbolo del carruaje, que ofrece muchas analogías en este respecto, todas ellas profundamente instructivas.
En el estado de vigilia empleamos el "Yo" de la Personalidad. Durante el sueño, perdemos conciencia de este "Yo"; el "Yo" del cuerpo toma entonces su lugar. Por supuesto, las funciones puramente fisiológicas tienen una continuidad de carácter. Es sólo cuando el hombre duerme, es decir cuando el "Yo" mental se ha desvanecido y no interfiere más en las actividades del "Yo" del cuerpo, que el último puede actuar en su propio plano, a sabiendas y sin obstáculos.
Es el centro motor el que sirve como el órgano de manifestación para el "Yo" del cuerpo. En cuanto al "Yo" mental, el "Yo" de nuestra Personalidad, éste se expresa normalmente a través de los centros emocional e intelectual. En la mayoría de los casos hace uso de estos centros de un modo inadecuado, y frecuentemente interviene en el funcionamiento del centro motor. El resultado inmediato de esto es que "Yo" del cuerpo compite con el "Yo" de la Personalidad. El último, siendo múltiple no tiene - y no puede tener - ninguna continuidad lógica ni en sus ideas ni en sus acciones. El hombre por tanto gasta su vida columpiándose de acción a reacción y de reacción a acción.
La rota sucesión de nuestras vidas es bien conocida. A menudo forma el complejo tejido de los trabajos de novelistas y dramaturgos. En la Tradición, en este contexto, a menudo evocamos la imagen de tres hombres coexistiendo en cada hombre: uno que piensa, otro que siente, y uno tercero que actúa.
Podemos describir su interferencia en dominios que no son propiamente suyos; interferencias que en situaciones reales pueden ser naturales o no naturales, saludables o dañinas. Las interferencias no naturales son siempre dañinas y son causa de una gran parte de nuestros conflictos internos y externos. Tales interferencias, a veces leves pero más a menudo violentas, son agraviadas más aún por el hecho de que los centros, debido a su división en sectores, nunca pueden actuar de modo autónomo, aunque cada uno de ellos declara imponerse sobre los otros. Por tanto mientras más fuerte la acción tomada por uno de los centros, más poderosa será la compulsión mecánica sufrida por los otros dos - casos patológicos excluidos. [Boris Mouravieff, Gnosis, p. 27, 28]Y más adelante encontramos al amo:
Más allá de los tres centros mentales de la Personalidad - que a partir de ahora serán llamados centros inferiores -tenemos dentro de nosotros dos otros centros superiores, independientes del cuerpo físico y de la Personalidad. En conjunto, estos dos centros superiores verdaderamente representan nuestra Alma, de la cual nuestro lenguaje actual habla en tercera persona. Su presencia en lo más interior de nuestro corazón, y la rareza de los mensajes imparciales y objetivos que somos capaces de recibir por medio de estos centros, nos dan nuestra impresión del "Yo" real como un Juez que reside en un juzgado. [...]
Mientras que los centros inferiores en el hombre exterior no están completamente desarrollados, los centros superiores son perfectos y trabajan a su completa capacidad. Pero como somos, no podemos recibir más que una despreciable pequeña parte de sus comunicaciones. La razón para esto es que el hombre se ve a sí mismo como nada más que su Personalidad. Esta ilusión tiene sus efectos inmediatos, orgullo, egocentrismo y egoísmo. Éstos forman una especie de pantalla, sólo permitiendo pasar a los más rudimentarios mensajes de los centros superiores, aunque su comunicación continúa sin parar. Tocan a la puerta; pero a nosotros nos corresponde escuchar la voz y abrir. [Gnosis, p. 45]Orgullo, egocentrismo y egoísmo son lo que actualmente mueven al mundo. Es por eso que el trabajo esotérico es una alternativa al horror diario de este planeta plagado de mentiras y crímenes - o sea, una alternativa para quienes les interese tener una, porque ¡hay muchos que están muy cómodos con el estado de las cosas!
La canción de Leonard Cohen, The Future, me viene a la mente:
Yo propongo retomar el orden del alma.
Sépase que si escribo sobre Mouravieff o Gurdjieff es porque sinceramente creo que el conocimiento de estos y otros autores es una alternativa real a la problemática humana de injusticia, pobreza, sufrimiento y conspiraciones.
Sépase además que estoy bien consciente de que este camino no es atractivo para muchos, y que eso yo lo respeto completamente.
Pero para quienes, como a mí, les interesa, quisiera profundizar un poco sobre la Parábola del Carruaje, antes de que pierda el hilo del tema.
Hay tres observaciones pertinentes sobre dicha parábola. La primera es que el carruaje no avanza si sus tres partes no están coordinadas y cada una realizando la labor que le corresponde. Los tres componentes deben de encontrarse en más o menos buen estado y en equilibrio.
La segunda es que la energía que impulsa el carruaje proviene del caballo, es decir, de las emociones. ¡O sea que en el trabajo esotérico sin emociones no vamos a ningún lado!
La tercera es que el amo del carruaje no se sube sino hasta que el carruaje esté funcionando apropiadamente.
Y por cierto, ¿quién es el amo?
Mouravieff escribe:
El hombre exterior tiene tres "Yo"s: el "Yo" del cuerpo (físico), el "Yo" de la Personalidad (mental), y potencialmente el "Yo" real (espiritual). Teóricamente, el "Yo" real debería haber asumido la responsabilidad de dirigir el sistema entero. Pero desde la Caída de Adán, el "Yo" real, en su aspecto como el corazón interno, ha sido relegado al fondo de la conciencia, dominado por el "Yo" mental de la Personalidad. Éste último, que dirige por defecto, por decirlo así, carece de unidad. Cambiante, flotante, múltiple, sólo puede actuar de una manera desordenada. Por tanto el "Yo" del cuerpo, que normalmente debería obedecer al "Yo" mental, frecuentemente impone sus propios propósitos sobre el último. El ejemplo usual de tal dominio es el del adulterio, debido a atracción sexual sin ningún vínculo espiritual.
Al revisar en nuestras vidas diferentes ejemplos de las conexiones entre los tres "Yo"s, ciertamente nos beneficiaríamos una vez más del símbolo del carruaje, que ofrece muchas analogías en este respecto, todas ellas profundamente instructivas.
En el estado de vigilia empleamos el "Yo" de la Personalidad. Durante el sueño, perdemos conciencia de este "Yo"; el "Yo" del cuerpo toma entonces su lugar. Por supuesto, las funciones puramente fisiológicas tienen una continuidad de carácter. Es sólo cuando el hombre duerme, es decir cuando el "Yo" mental se ha desvanecido y no interfiere más en las actividades del "Yo" del cuerpo, que el último puede actuar en su propio plano, a sabiendas y sin obstáculos.
Es el centro motor el que sirve como el órgano de manifestación para el "Yo" del cuerpo. En cuanto al "Yo" mental, el "Yo" de nuestra Personalidad, éste se expresa normalmente a través de los centros emocional e intelectual. En la mayoría de los casos hace uso de estos centros de un modo inadecuado, y frecuentemente interviene en el funcionamiento del centro motor. El resultado inmediato de esto es que "Yo" del cuerpo compite con el "Yo" de la Personalidad. El último, siendo múltiple no tiene - y no puede tener - ninguna continuidad lógica ni en sus ideas ni en sus acciones. El hombre por tanto gasta su vida columpiándose de acción a reacción y de reacción a acción.
La rota sucesión de nuestras vidas es bien conocida. A menudo forma el complejo tejido de los trabajos de novelistas y dramaturgos. En la Tradición, en este contexto, a menudo evocamos la imagen de tres hombres coexistiendo en cada hombre: uno que piensa, otro que siente, y uno tercero que actúa.
Podemos describir su interferencia en dominios que no son propiamente suyos; interferencias que en situaciones reales pueden ser naturales o no naturales, saludables o dañinas. Las interferencias no naturales son siempre dañinas y son causa de una gran parte de nuestros conflictos internos y externos. Tales interferencias, a veces leves pero más a menudo violentas, son agraviadas más aún por el hecho de que los centros, debido a su división en sectores, nunca pueden actuar de modo autónomo, aunque cada uno de ellos declara imponerse sobre los otros. Por tanto mientras más fuerte la acción tomada por uno de los centros, más poderosa será la compulsión mecánica sufrida por los otros dos - casos patológicos excluidos. [Boris Mouravieff, Gnosis, p. 27, 28]Y más adelante encontramos al amo:
Más allá de los tres centros mentales de la Personalidad - que a partir de ahora serán llamados centros inferiores -tenemos dentro de nosotros dos otros centros superiores, independientes del cuerpo físico y de la Personalidad. En conjunto, estos dos centros superiores verdaderamente representan nuestra Alma, de la cual nuestro lenguaje actual habla en tercera persona. Su presencia en lo más interior de nuestro corazón, y la rareza de los mensajes imparciales y objetivos que somos capaces de recibir por medio de estos centros, nos dan nuestra impresión del "Yo" real como un Juez que reside en un juzgado. [...]
Mientras que los centros inferiores en el hombre exterior no están completamente desarrollados, los centros superiores son perfectos y trabajan a su completa capacidad. Pero como somos, no podemos recibir más que una despreciable pequeña parte de sus comunicaciones. La razón para esto es que el hombre se ve a sí mismo como nada más que su Personalidad. Esta ilusión tiene sus efectos inmediatos, orgullo, egocentrismo y egoísmo. Éstos forman una especie de pantalla, sólo permitiendo pasar a los más rudimentarios mensajes de los centros superiores, aunque su comunicación continúa sin parar. Tocan a la puerta; pero a nosotros nos corresponde escuchar la voz y abrir. [Gnosis, p. 45]Orgullo, egocentrismo y egoísmo son lo que actualmente mueven al mundo. Es por eso que el trabajo esotérico es una alternativa al horror diario de este planeta plagado de mentiras y crímenes - o sea, una alternativa para quienes les interese tener una, porque ¡hay muchos que están muy cómodos con el estado de las cosas!
La canción de Leonard Cohen, The Future, me viene a la mente:
The blizzard, the blizzard of the world
has crossed the threshold
and it has overturned
the order of the soul
La ventisca, la ventisca del mundo
ha cruzado el umbral
y ha volcado
el [o la] orden del alma
FUENTE: SOTT
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