Vestidos rosas… futuros negros
Pequeñas muñecas de carne y hueso; uñas postizas, bronceado artificial, sonrisas ensayadas, fundas en los dientes blancas y relucientes, lentillas de colores, tacones altos y costosos y relucientes vestidos, elaborados peinados y ¿por qué no? joyas carísimas para darle ese toque distinguido… el sueño de cualquier niña en Estados Unidos, pese a las elevadas probabilidades de que ese sueño acabe por convertirse en pesadilla.
Los certámenes de belleza infantil se han convertido en las últimas décadas en todo un fenómeno de masas y sobre todo, en un lucrativo negocio para los que manejan sus hilos. Actualmente se calcula que mueven alrededor de unos 5000 millones de dólares cada año. Toda una red mediática y de lo más lucrativa que gira en torno a las pequeñas niñas, de unos cinco a doce años, que literalmente son lanzadas por sus padres a este mundo plastificado en donde todo se rige por puras apariencias.
Los certámenes proliferan año a año e incluso en el canal estadounidense We TV se puede ver un “realiti” titulado “Little Miss Perfect”, donde la gracia está más en ver las luchas y envidias de las familias de las niñas que los posados y bronceados de éstas. Y es que en esas familias, por no decir en esas madres, está el verdadero origen de estos peculiares concursos.
El que tu niña luzca muy mona en una de estas pasarelas no es algo gratuito y, por defecto, no está al alcance de todas las familias. Generalmente, la inscripción en un certamen de importancia media suele costar unos 800 o 100 dólares, a esto hay que sumar el desplazamiento al lugar donde se celebre, hoteles, comidas… un buen pico en maquillaje y peluquería y otro pico todavía mayor en vestidos y atrezzo, ya que no vale cualquier trapito y en muchas ocasiones las niñas lucen diseños creados en exclusividad por grandes modistos. Con esto tan solo quiero centrar un poco en vuestra imaginación la familia “tipo” que presenta a sus mascotas hijas a estos certámenes.
Fotografías de Susan Anderson
Ya sé que yo no soy nadie para criticar lo que hace esta gente, allá cada uno con la educación que les da a sus hijos, pero no puedo remediar el pensar que algo falla en los cerebros de estos padres al actuar de este modo, no puedo dejar de imaginar que tras todo esto se ocultan ciertos complejos y carencias que intentan enmendar con capas de rímel y pestañas postizas en sus hijas que, como no, se muestran encantadas viéndose convertidas en pequeñas princesas y con su felicidad colmada por las continuas atenciones de sus queridas madres.
Pero… ¿Qué ocurre cuando la niña no gana el concurso? Porque muchas son las que se presentan pero está claro que solo una lo gana. ¿Le dan una palmadita en la espalda y la degradan a su viejo chándal y deportivas? ¿O consciente o inconscientemente la hacen culpable de no ser lo suficientemente buena?
Los psicólogos seguro que se frotan las manos al ver estas ferias ambulantes y todas esas miles de futuras clientes en potencia. Y lo mejor es que la suerte de las perdedoras sea mejor que la de las vencedoras, que se verán inmersas en un mundo de adultos a una edad demasiado temprana perdiendo por completo esos años que todos sabemos que son los mejores de nuestras vidas. Con un poco de suerte, pasados unos años, unas pocas acabarán siendo grandes estrellas de las pasarelas o quizás del cine o la música (los caminos de las pasarelas son inescrutables), otras no correrán tanta suerte y los excesos podrán con ellas esfumándose su efímera fama en los suburbios de los barrios ricos, entre alcohol, drogas y prostitución.
Pero para estos padres estos riesgos son solo minucias sin interés, a ellos lo que les importa es que sus hijas sean las que más brillan, las que tienen la sonrisa más brillante y la espalda más recta, en definitiva, las que sean aquello que ellas no consiguieron ser.
Recordamos ya de pasada el caso de la pequeña reina de la belleza de Colorado, JonBenet Ramsey, que en 1996 era violada y asesinada en la mansión de sus multimillonarios padres, presuntos autores del propio crimen.
JonBenet Ramsey (Más info)
También, para quien le interese, recomiendo la película “Pequeña Miss Sunshine”, de Jonathan Dayton y Valerie Faris. Que en clave de humor muestra a una familia americana completamente desestructurada que viaja a un concurso de belleza preadolescente, echando un conmovedor vistazo a las recompensas de ser un perdedor dentro de una cultura obsesionada con la victoria.
En los últimos años estos certámenes están siendo importados a otros países, como China, Tailandia o la India, supongo que no hace falta que os explique los premios que reciben las niñas en estos lugares…
FUENTE: TEJIENDOELMUNDO
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