Un creciente fenómeno puede observarse en Internet: chicas que postean grandes cantidades de fotos de esbeltas modelos como acicate para lograr la ansiada meta de adelgazar y tener igualmente un cuerpo sexy –a la vez que coquetean con trastornos alimenticios. Detrás de este fenómeno yace toda la maquinaria del deseo y la imagen y la objetificación del cuerpo como lubricantes sociales sintomáticos de nuestra época.
La anorexia y la bulimia son dos de los trastornos sintomáticos de nuestra época, en gran medida exacerbados por nuestro “culto al cuerpo” y por el imperio de la imagen que modela (bombardeando) un ideal de la belleza conforme a un paradigma que parece despeñarse de lo sólido a lo etéreo. Este ideal se ha construido enalteciendo los cuerpos femeninos delgados, asociando este tipo de “belleza” con una serie de efectos positivos, incluyendo la felicidad, la confianza, el éxito romántico y la atracción sexual. La proliferación de la imagen en la comunicación masiva, donde se ha diluido la frontera entre el entretenimiento y la publicidad, hace que la mayoría de las personas del planeta consuman permanentemente ideales de estilo de vida que prometen recompensas –no sólo formas de vivir, sino sobre todo formas de verse– los cuales son enarbolados por “modelos” que, como la palabra sugiere, debemosde imitar. La naturelaza de la imagen es la seducción –pero esta seducción en muchos casos es una operación fantasmagórica ya que las imágenes que observamos, haciéndonos desear ser ellas (o poseer su sustancia), en sí mismas son artificios: moldes vacíos. Una de las manifestaciones más conspicuas, fascinantes y a la vez perturbadoras es la tendencia conocida como “thinspiration” o “thinspo”, en la que adolescentes se inspiran para adelgazar observando imágenes de modelos y estrellas de cine en Internet cuya característica aglutinante es poseer este ideal de belleza delgada: que les confiere la formidable aura del deseo.
En nuestra sociedad la belleza se confunde con el deseo; ya no es la expresión estética en sí misma, para su propio goce o el goce del sujeto, se inscribe como una divisa en una relación de intercambio. Ser bella (o ser sexy) es sobre todo una forma de producir deseo (el cual puede ser intercambiado por diversos “bienes”). Esto no es una aberración o un trastorno de la naturaleza: somos seres sociales que buscan la aceptación (y ser deseados es un signo de pertenencia). Al mismo tiempo la biología o la urgencia reproductiva manifestada en la sofisticación sexual hace de la producción de deseo una forma natural de supervivencia evolutiva. Pero, aunque la belleza siempre ha sido una moneda de cambio en relaciones de poder, sólo es hasta nuesta época que se revela como un medio unívoco dirigido a genenar una utilidad, poniendo en entredicho todo otro medio para conseguir lo deseado –como si sólo alinéandonos con la forma humana idealizada pudieramos obtener la felicidad o, en su reverso, no obtener esta belleza debe de ser la causa de nuestra infelicidad… Por eso expresiones estéticas como el goth, los piercings y modificaciones corporales extremas como los implantes subdérmicos o las escarificaciones son una especie de acto de rebeldía de la belleza –que construyen su apreciación estética por fuera de los circuitos de consumo del mainstream que rechaza toda desviación, toda sombra, toda imperfección ante la luz de la imagen que, como un flash, borra todos los relieves y margenes. Aunque puedan reflejar también conductas patológicas e improntas inconscientes estas rebeldías estéticas son un clamor que exalta la diferencia –a veces más humano en su sincera monstruosidad que la ortodoxa perfección de los “ángeles” de Victoria’s Secret.
Como resulta evidente muchas personas alcanzan a liberarse de los condicionantes sociomediáticos y logran vivir su vida plenamente sin tener que ajustarse a una serie de ideales o imperativos categóricos propios de la sociedad de consumo. Pero para muchas otras, especialmente para las mujeres adolescentes, la saturación de imágenes idealizadas de la belleza –con toda su aura de beneficios y asociaciones inconscientes– se traduce en una onerosa presión que fragmenta su personalidad, generando insatisfacción e inseguridad… una discrepancia perenne entre cómo se ven y cómo se quieren ver. Esta discepancia traza una brecha muchas veces insalvable ya que el ideal al que aspiran es prácticamente inalcanzable –ya sea por cuestiones genéticas o porque las mismas imágenes que usan como inspiración son alteradas digitalmente o parte de una producción y un entorno que magnifica su valor estético.
La imagen, sin una contextualización sólida de lo que representa, tiende a la irrealidad y en su persecución produce un castigo similar al de Tántalo: cada vez que uno se acerca al objeto del deseo, éste se aleja otro poco (la eterna tentación inconsumable). (Algo así ocurre con muchas de las chicas que deciden bajar de peso para obtener una figura deseada vislumbrada en el encantamiento del mass media: que pese a que siguen bajando nunca consiguen esa figura: una prestidigitación mental que hace que siempre sea necesario un kilo menos). El mass media somete a una tautología de la irrealidad –en tanto a que no es un reflejo de la realidad de la audiencia sino que seduce hacia una realidad supuestamente superior, aspiracional, que brinda a cambio de una serie de patrones de consumo. Por ejemplo, el 94% de las mujeres que salen en televisión en Estados Unidos son más delgadas que la mujer promedio.Esto ensalza el ideal de la belleza delgada, especialmente contrastada con la realidad nacional de un país que padece altísimos índices de obesidad –tenemos aquí una paradójica y sobre todo patológica relación: por un lado se exhorta a enflacar a toda costa y por otro lado todo conspira a ver TV, al sedentarismo, a consumir y alimentarse de productos chatarra. Entre el mall y el automac se cultiva el terreno del trastorno. Según la Asociación Americana de Obesidad (The Obescity Society), el número de mujeres insatisfechas con su imagen corporal es del 90%.
Se calcula que el 75% de las revistas para mujeres incluye por lo menos un anuncio o artículo de cómo modificar la apariencia a través de dieta, ejercicio o cirugías cosméticas. Según David Gardner, de la Universidad de Toronto, el número de artículos publicados que refieren a dietas se ha incrementado un 70% en los últimos años –algo que se explica por el hecho de que cuando las revistas incluyen la palabra dieta en su portada suelen vender miles de ejemplares más. La dieta, como el sexo, vende (lo que la dieta vendees sexo).
Al entrar al perturbador y lúgubremente seductor mundo del thinspiration uno se ve asaltado por innumerables imágenes de abdómenes evanescentes, estómagos cóncavos, diminutas cinturas que sostienen grandes senos, brillos en la piel, cadenas en el ombligo que hacen ecos visuales de las curvas del cuerpo, fotos de esbeltas mujeres siendo cargadas por hombres guapos y fuertes (que prometen que cuando se esté así de delgada se tendrá un novio que podrá sostenerlas en el aire), fotos de antes y después que celebran la transformación, fotos de las hordas de Ana (prosopopeya sublimada de Anorexia) y Mia (de Bulimia) con sonrisas (sutilmente necrófilas) radiantes, fotos de jugosas frutas y memes de dietas, fotos de modelos sin rostro tomdas con sus iPhones contra el espejo, sólo con un torso delgadamente poderoso, envidiable, delicuescente cetro de la felicidad prometida por las “cero calorías”.
“Soy una chica de 19 años que vive en Inglaterra. ¡He tenido varios problemas pero estoy tratando de estar sana! Sueño con convertirme en modelo de Victoria’s Secret”, exclama Miranda en el header de su blog thinspo. Otro blog se titula Nature is a Curse We Fight (la naturaleza es una maldición contra la que luchamos). Otro tumblr mantenido por una chica noruega, Want to Feel Sexy, cita la controvertida frase de Kate Moss: “Nothing tastes as good as skinny feels”, (nada sabe tan tan rico como flaco se siente). Otra chica más escribe en su diligente blog de fotos de esbeltas modelos Wanna Be It Girls:
Fallé hoy. Mi meta es mantenerme debajo de 500 y fallé. Lo único que tenía que hacer era no dar unas mordidas más en la cena y hubiera sido de oro… No sé por qué no me pudeo controlar… Debo de tomar las riendas. Estoy gorda. GORDA GORDA GORDA. Mañana planeo mantenerme en menso de 500 otras vez y hacer ejercicio.
El trend de la “thinspiration” aunque tiene un claro y por momentos inevitable coqueteo con el trastorno alimenticio y con la disociación de la imagen corporal no solamente tiene una connotación negativa, es un tema más complejo. Es innegable que para muchas chicas que sufren de obesidad estos espacios digitales sirven de verdadera inspiración –se comparten consejos saludables e historias de éxito, se forma una comunidad que motiva, etcétera. Aunque nos pueda parecer frívolo por momentos, el obtener una imagen que se ajuste a las constricciones de la belleza paradigmática puede rendir claros y duraderos beneficios en nuestra sociedad –el problema más agudo surge cuando no se tiene una estructura psicológica para trazar límites y para hacerse consciente de aquello que nos empuja a modificar nuestro cuerpo en primera instancia. De otra forma sobreviene rápidamente la alucinación anatómica: estudios muestran que el 84% de las personas que visitaron sitios pro-anorexia disminuyeron su ingesta de calorías, pero sólo el 56% percibieron esa reducción de calorías.
Organizaciones como Pro-Thin y Pro-Ana Nation defienden que la “anorexia es un estilo de vida y no una enfermedad” y sostienen “la gordura es desagradable. El control es hermoso” (algunos filósofos griegos sostenía que la templanza y la mesura eran de las más grandes virtudes pero seguramente no imaginaban con esto a jóvenes vomitando ensaladas).
La proliferación de la “thinspo” no puede entenderse sin las redes sociales de última generación en las que impera la imagen: Instagram, Pinterest y Tumblr se encuentran atestados de #tags y boards temáticos alrededor de la inspiración a adelgazar –muchos de los cuales contienen advertencias de organizaciones en contra de los desordenes alimenticios a un lado de las fotos que revelan el ideal de la belleza femenina de nuestra época hasta su paroxismo, en la propia histeria femenina que se contempla en un espejo distorsionado. Lo que no vemos son los cuerpos de las chicas que suelen subir esas fotos, chicas que son en cierta formas víctimas de la angustiante máquina del deseo y la objetificación del cuerpo como subproducto de un histórico y a veces insensible patriarcado. La lectura moral sugiere que la sociedad ejerce una cruel presión sobre las personas que no se adaptan a sus valores establecidos. Escribe unablogger que logró trascender la paranoia de su gordura:
Por años y años, el peso de tu propio cuerpo aúnado a tu propia vergüenza de ese cuerpo puede llegar a destruir tu alma. Se entromete en cada acción, en cada interaccción, en cada reacción percibida. Sintiendo cada mirada, infiriendo significados de cada movimiento ocular, de cada movimiento o mugido inaudible de cada persona con la que te cruzas cada día –asumir que todos ellos deben de estar tan enfocados y asqueados por ese cuerpo en el que te encuentas. Yo tuve esos sentimientos por tanto tiempo. E incluso cuando sólo una persona valida tus pensamientos negativos, tu auto-odio toma control y se expande por todo tu cerebro.
‘To be born woman is to know—
Although they do not talk of it at school—
That we must labour to be beautiful.’
W.B. Yeats, Adam’s Curse
La anorexia y la bulimia son dos de los trastornos sintomáticos de nuestra época, en gran medida exacerbados por nuestro “culto al cuerpo” y por el imperio de la imagen que modela (bombardeando) un ideal de la belleza conforme a un paradigma que parece despeñarse de lo sólido a lo etéreo. Este ideal se ha construido enalteciendo los cuerpos femeninos delgados, asociando este tipo de “belleza” con una serie de efectos positivos, incluyendo la felicidad, la confianza, el éxito romántico y la atracción sexual. La proliferación de la imagen en la comunicación masiva, donde se ha diluido la frontera entre el entretenimiento y la publicidad, hace que la mayoría de las personas del planeta consuman permanentemente ideales de estilo de vida que prometen recompensas –no sólo formas de vivir, sino sobre todo formas de verse– los cuales son enarbolados por “modelos” que, como la palabra sugiere, debemosde imitar. La naturelaza de la imagen es la seducción –pero esta seducción en muchos casos es una operación fantasmagórica ya que las imágenes que observamos, haciéndonos desear ser ellas (o poseer su sustancia), en sí mismas son artificios: moldes vacíos. Una de las manifestaciones más conspicuas, fascinantes y a la vez perturbadoras es la tendencia conocida como “thinspiration” o “thinspo”, en la que adolescentes se inspiran para adelgazar observando imágenes de modelos y estrellas de cine en Internet cuya característica aglutinante es poseer este ideal de belleza delgada: que les confiere la formidable aura del deseo.
En nuestra sociedad la belleza se confunde con el deseo; ya no es la expresión estética en sí misma, para su propio goce o el goce del sujeto, se inscribe como una divisa en una relación de intercambio. Ser bella (o ser sexy) es sobre todo una forma de producir deseo (el cual puede ser intercambiado por diversos “bienes”). Esto no es una aberración o un trastorno de la naturaleza: somos seres sociales que buscan la aceptación (y ser deseados es un signo de pertenencia). Al mismo tiempo la biología o la urgencia reproductiva manifestada en la sofisticación sexual hace de la producción de deseo una forma natural de supervivencia evolutiva. Pero, aunque la belleza siempre ha sido una moneda de cambio en relaciones de poder, sólo es hasta nuesta época que se revela como un medio unívoco dirigido a genenar una utilidad, poniendo en entredicho todo otro medio para conseguir lo deseado –como si sólo alinéandonos con la forma humana idealizada pudieramos obtener la felicidad o, en su reverso, no obtener esta belleza debe de ser la causa de nuestra infelicidad… Por eso expresiones estéticas como el goth, los piercings y modificaciones corporales extremas como los implantes subdérmicos o las escarificaciones son una especie de acto de rebeldía de la belleza –que construyen su apreciación estética por fuera de los circuitos de consumo del mainstream que rechaza toda desviación, toda sombra, toda imperfección ante la luz de la imagen que, como un flash, borra todos los relieves y margenes. Aunque puedan reflejar también conductas patológicas e improntas inconscientes estas rebeldías estéticas son un clamor que exalta la diferencia –a veces más humano en su sincera monstruosidad que la ortodoxa perfección de los “ángeles” de Victoria’s Secret.
Como resulta evidente muchas personas alcanzan a liberarse de los condicionantes sociomediáticos y logran vivir su vida plenamente sin tener que ajustarse a una serie de ideales o imperativos categóricos propios de la sociedad de consumo. Pero para muchas otras, especialmente para las mujeres adolescentes, la saturación de imágenes idealizadas de la belleza –con toda su aura de beneficios y asociaciones inconscientes– se traduce en una onerosa presión que fragmenta su personalidad, generando insatisfacción e inseguridad… una discrepancia perenne entre cómo se ven y cómo se quieren ver. Esta discepancia traza una brecha muchas veces insalvable ya que el ideal al que aspiran es prácticamente inalcanzable –ya sea por cuestiones genéticas o porque las mismas imágenes que usan como inspiración son alteradas digitalmente o parte de una producción y un entorno que magnifica su valor estético.
La imagen, sin una contextualización sólida de lo que representa, tiende a la irrealidad y en su persecución produce un castigo similar al de Tántalo: cada vez que uno se acerca al objeto del deseo, éste se aleja otro poco (la eterna tentación inconsumable). (Algo así ocurre con muchas de las chicas que deciden bajar de peso para obtener una figura deseada vislumbrada en el encantamiento del mass media: que pese a que siguen bajando nunca consiguen esa figura: una prestidigitación mental que hace que siempre sea necesario un kilo menos). El mass media somete a una tautología de la irrealidad –en tanto a que no es un reflejo de la realidad de la audiencia sino que seduce hacia una realidad supuestamente superior, aspiracional, que brinda a cambio de una serie de patrones de consumo. Por ejemplo, el 94% de las mujeres que salen en televisión en Estados Unidos son más delgadas que la mujer promedio.Esto ensalza el ideal de la belleza delgada, especialmente contrastada con la realidad nacional de un país que padece altísimos índices de obesidad –tenemos aquí una paradójica y sobre todo patológica relación: por un lado se exhorta a enflacar a toda costa y por otro lado todo conspira a ver TV, al sedentarismo, a consumir y alimentarse de productos chatarra. Entre el mall y el automac se cultiva el terreno del trastorno. Según la Asociación Americana de Obesidad (The Obescity Society), el número de mujeres insatisfechas con su imagen corporal es del 90%.
Se calcula que el 75% de las revistas para mujeres incluye por lo menos un anuncio o artículo de cómo modificar la apariencia a través de dieta, ejercicio o cirugías cosméticas. Según David Gardner, de la Universidad de Toronto, el número de artículos publicados que refieren a dietas se ha incrementado un 70% en los últimos años –algo que se explica por el hecho de que cuando las revistas incluyen la palabra dieta en su portada suelen vender miles de ejemplares más. La dieta, como el sexo, vende (lo que la dieta vendees sexo).
Al entrar al perturbador y lúgubremente seductor mundo del thinspiration uno se ve asaltado por innumerables imágenes de abdómenes evanescentes, estómagos cóncavos, diminutas cinturas que sostienen grandes senos, brillos en la piel, cadenas en el ombligo que hacen ecos visuales de las curvas del cuerpo, fotos de esbeltas mujeres siendo cargadas por hombres guapos y fuertes (que prometen que cuando se esté así de delgada se tendrá un novio que podrá sostenerlas en el aire), fotos de antes y después que celebran la transformación, fotos de las hordas de Ana (prosopopeya sublimada de Anorexia) y Mia (de Bulimia) con sonrisas (sutilmente necrófilas) radiantes, fotos de jugosas frutas y memes de dietas, fotos de modelos sin rostro tomdas con sus iPhones contra el espejo, sólo con un torso delgadamente poderoso, envidiable, delicuescente cetro de la felicidad prometida por las “cero calorías”.
“Soy una chica de 19 años que vive en Inglaterra. ¡He tenido varios problemas pero estoy tratando de estar sana! Sueño con convertirme en modelo de Victoria’s Secret”, exclama Miranda en el header de su blog thinspo. Otro blog se titula Nature is a Curse We Fight (la naturaleza es una maldición contra la que luchamos). Otro tumblr mantenido por una chica noruega, Want to Feel Sexy, cita la controvertida frase de Kate Moss: “Nothing tastes as good as skinny feels”, (nada sabe tan tan rico como flaco se siente). Otra chica más escribe en su diligente blog de fotos de esbeltas modelos Wanna Be It Girls:
Fallé hoy. Mi meta es mantenerme debajo de 500 y fallé. Lo único que tenía que hacer era no dar unas mordidas más en la cena y hubiera sido de oro… No sé por qué no me pudeo controlar… Debo de tomar las riendas. Estoy gorda. GORDA GORDA GORDA. Mañana planeo mantenerme en menso de 500 otras vez y hacer ejercicio.
El trend de la “thinspiration” aunque tiene un claro y por momentos inevitable coqueteo con el trastorno alimenticio y con la disociación de la imagen corporal no solamente tiene una connotación negativa, es un tema más complejo. Es innegable que para muchas chicas que sufren de obesidad estos espacios digitales sirven de verdadera inspiración –se comparten consejos saludables e historias de éxito, se forma una comunidad que motiva, etcétera. Aunque nos pueda parecer frívolo por momentos, el obtener una imagen que se ajuste a las constricciones de la belleza paradigmática puede rendir claros y duraderos beneficios en nuestra sociedad –el problema más agudo surge cuando no se tiene una estructura psicológica para trazar límites y para hacerse consciente de aquello que nos empuja a modificar nuestro cuerpo en primera instancia. De otra forma sobreviene rápidamente la alucinación anatómica: estudios muestran que el 84% de las personas que visitaron sitios pro-anorexia disminuyeron su ingesta de calorías, pero sólo el 56% percibieron esa reducción de calorías.
Organizaciones como Pro-Thin y Pro-Ana Nation defienden que la “anorexia es un estilo de vida y no una enfermedad” y sostienen “la gordura es desagradable. El control es hermoso” (algunos filósofos griegos sostenía que la templanza y la mesura eran de las más grandes virtudes pero seguramente no imaginaban con esto a jóvenes vomitando ensaladas).
La proliferación de la “thinspo” no puede entenderse sin las redes sociales de última generación en las que impera la imagen: Instagram, Pinterest y Tumblr se encuentran atestados de #tags y boards temáticos alrededor de la inspiración a adelgazar –muchos de los cuales contienen advertencias de organizaciones en contra de los desordenes alimenticios a un lado de las fotos que revelan el ideal de la belleza femenina de nuestra época hasta su paroxismo, en la propia histeria femenina que se contempla en un espejo distorsionado. Lo que no vemos son los cuerpos de las chicas que suelen subir esas fotos, chicas que son en cierta formas víctimas de la angustiante máquina del deseo y la objetificación del cuerpo como subproducto de un histórico y a veces insensible patriarcado. La lectura moral sugiere que la sociedad ejerce una cruel presión sobre las personas que no se adaptan a sus valores establecidos. Escribe unablogger que logró trascender la paranoia de su gordura:
Por años y años, el peso de tu propio cuerpo aúnado a tu propia vergüenza de ese cuerpo puede llegar a destruir tu alma. Se entromete en cada acción, en cada interaccción, en cada reacción percibida. Sintiendo cada mirada, infiriendo significados de cada movimiento ocular, de cada movimiento o mugido inaudible de cada persona con la que te cruzas cada día –asumir que todos ellos deben de estar tan enfocados y asqueados por ese cuerpo en el que te encuentas. Yo tuve esos sentimientos por tanto tiempo. E incluso cuando sólo una persona valida tus pensamientos negativos, tu auto-odio toma control y se expande por todo tu cerebro.
Justificada o no, la gordura o la inconformidad anatómica a las convenciones estéticas, llega a generar una especie de paranoia que devora el alma –que va haciendo que una persona se sienta permanentemente juzgada y desarolle una serie de inseguridades, al no poder cumplir con los requisitos percibidos de esa examinación incesante. La naturaleza de la patología hace que en muchos casos, sin embargo, cuando una persona se desembaraza del peso del cuerpo otro peso persiste: el peso imaginario como un miembro fantasma y la verdadera ligereza es inalcanzable (el malestar es más profundo y el peso es sólo su manifestación psicosomática). En otros casos ocurrirá que la aceptación y la energía sexual –que suele ir de la mano con la salud y la belleza– hagan que la persona que ha enflacado retome seguridad y pueda superar esta especie de fondo traumático.
A fin de cuentas, por más extraño que nos parezca ver a cientos de mujeres adolescentes publicar miles de fotos de modelos delgadas –que uno pensaría estarían más bien en los muros de jóvenes hombres con intenciones masturbatorias–, el fenómeno obedece a una desviación o confusión de un deseo primordial: el amor –o en un sentido más burdo y reduccionista de poder reproducirse y proteger su progenie (el impulso de los genes que enardecen las piernas). La antropología digital del thinspiration es a fin de cuentas una manifestación más de la gran grieta psíquica de nuestra existencia: las ansias amorosas que no logran expresarse más que como miedo (fruto de un antiguo rechazo).
Twitter del autor: @alepholo
A fin de cuentas, por más extraño que nos parezca ver a cientos de mujeres adolescentes publicar miles de fotos de modelos delgadas –que uno pensaría estarían más bien en los muros de jóvenes hombres con intenciones masturbatorias–, el fenómeno obedece a una desviación o confusión de un deseo primordial: el amor –o en un sentido más burdo y reduccionista de poder reproducirse y proteger su progenie (el impulso de los genes que enardecen las piernas). La antropología digital del thinspiration es a fin de cuentas una manifestación más de la gran grieta psíquica de nuestra existencia: las ansias amorosas que no logran expresarse más que como miedo (fruto de un antiguo rechazo).
Twitter del autor: @alepholo
FUENTE: PIJAMASURF
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