la tarántula dañina,
y estoy toitico enfermo
por zu zangre tan endina.
¡Ze coman los mengues,
mardita la araña
que tié en la barriga
pintá una guitarra!
Bailando ze cura
tan jondo doló...
¡Mardita la araña
que a mi me picó!
Zarzuela "La tempranica" Gerónimo Giménez y Julián Romea. 1900.
“La picadura de la tarántula mantiene al hombre en su propósito, es decir, en lo que pensaba cuando fue picado” Leonardo Da Vinci.
"No es que unos mientan y otros digan la verdad; [...]; sino que la precisa desigualdad de los países, la idiosincrasia del insecto y del mordido, y otro cúmulo de circunstancias que alteran generalmente las cualidades de los cuerpos, son la verdadera causa de haber faltado en este suceso muchas de las notadas por los médicos italianos"
1787, Francisco Xavier Cid, médico titular del Ilustrí.
"Porque unos cantan, otros ríen, otros lloran, otros saltan, otros duermen, otros sudan, otros tiemblan y, finalmente, otros hacen cosas extrañas. Empero a todos los accidentes tan discrepantes es un remedio común la música: la qual mientras dura, cada uno torna en sí mismo, y parece no tener mal ninguno, y cessando la voz, o los instrumentos, vuelve a su primer locura." escribió Pedanio Dioscórides Anazarbeo, médico, farmacólogo y botánico de la antigua Grecia.
Pero no toda música vale. En Italia, sólo el ritmo de la "tarantella" es eficaz. Tradicionalmente, esta danza procedente de Tarento, en la Italia meridional, región de la Puglia, en la que abundan las tarántulas. Los tarantulados o atarantados, en el siglo XVII, eran atendidos por violinistas en vez de por médicos. En Aragón, España, eran las jotas. "La jota aragonesa medicinal tiene otro movimiento que la ordinaria. Se toca aquélla mucho más deprisa que la jota corriente", escribía el antropólogo y musicólogo Marius Schneider.
"Lo primero que debía hacerse era trasladar al “picado” hasta Fraga en un carro lo antes posible para, una vez allí, tumbarlo en un colchón a la vista de todo el pueblo. Éste se colocaba bien en el patio de su casa, bien en la calle. Lo importante era que acudiera el máximo número de vecinos a cantar y a bailar alrededor del enfermo, acompañados de guitarras y otros instrumentos. En compensación, la familia del atarantado ofrecía un banquete a los asistentes, consistente en aceitunas, vino y embutidos (jamón, longaniza, chorizo, etc.). Ello suponía en más de una ocasión la ruina de las familias pobres, dada la numerosa concurrencia, que en varias horas podía agotar las reservas guardadas para todo el año"
Tanto la historiadora Tusiet como el antropólogo italiano Ernesto de Martino, coinciden en que el momento en que el número de los casos aumentaban, tanto en España como en Italia, era en la época estival, un período especialmente crítico que, como señalaba De Martino, suponía enfrentarse al “vacío vegetal y laboral posterior a la época de la cosecha” y “desafiar la inseguridad del nuevo año agrícola” un “tiempo simbólico de impedimentos existenciales” que se convertía en “una época de eflorescencia de todos los conflictos sin resolver"
La picadura también coincidía con momentos críticos en la vida de sus víctimas, ya fuera por conflictos familiares, muerte de seres queridos, miseria, hambre, enfermedad y desamores.
Si bien es cierto que la siega, el espigueo o la vendimia, que se daba en la época estival, coincidían con el momento en que los arácnidos venenosos eran más numerosos y se encontraban más activos, habían diferencias entre los diferentes lugares en los que se daban los casos. En el sur de Italia, por ejemplo, eran las mujeres las victimas más numerosas. Eran picadas mientras trabajaban en los campos recogiendo las hojas del tabaco, lugar donde solían anidar las venenosas tarántulas y donde ellas trabajaban con falda y sin ninguna protección. Según la creencia popular, tras ser picadas por una tarántula esas mujeres acababan siendo poseídas por su veneno, causándoles trastornos emocionales y psíquicos, pero también exteriorizando el agotamiento físico y nervioso de esas mujeres debido a las duras condiciones de un trabajo precario bajo el sol de las áridas tierras del Salento.
Mientras, en la isla de Cerdeña, los picados eran en su mayoría varones y apenas se movían en la terapia. Simplemente, escuchaban la música y entraban en éxtasis.
Pero todas las fiestas de la tarántula coincidían en que se daba cierta ambigüedad tragicómica, donde se mezclaban las risas y las lágrimas, compasión y fiesta. Había una mezcla entre la alegría y el regocijo de la mayoría, la preocupación de los familiares y el dolor del o de la enferma, que sólo conseguía consolarse con la alegría de los demás.
"De este modo", explica Tusiet, "la diversión, entendida como desviación de las preocupaciones, constituía en sí misma una forma de caridad, cada vez más difícil de reconocer en nuestros días"
https://www.youtube.com/watch?v=iD8xD5hANsc
http://www.funjdiaz.net/folklore/07ficha.php?ID=529
http://biblioteca2.uclm.es/biblioteca/CECLM/ARTREVISTAS/ALBASIT/Alb20Almendros.pdf
http://digital.csic.es/bitstream/10261/19978/1/82.pdf
Ernesto de Martino, La tierra del remordimiento
FUENTE: UNAANTROPOLOGAENLALUNA
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