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viernes, 4 de noviembre de 2011

LA ERA DE LA DIOSA: EL RETORNO DE LA DIVINIDAD FEMENINA

La energía femenina se presenta como una opción ideal para guiar la oportunidad de una transmutación masiva que tenemos frente a nosotros; su aprovechamiento podría traernos una luminosa evolución o, en el caso contrario, al colapso definitivo de nuestra especie.






Transformación acelerada, tenaz desmitificación, y reinvención colectiva, todos estos vívidos patrones que moldean el escenario que hoy compartimos. La creatividad comienza, finalmente, a ganar terreno al conocimiento sistematizado, y no es que esta divina bondad haya muerto en ningún instante a lo largo de nuestra historia, simplemente se trata de que las más influyentes tendencias socioculturales relegaron a este don a escalas poco dignas. La ciencia derroca, casi permanentemente, sus propios pilares, se habla de innovadores conceptos en los campos de la física, la biología, la astronomía, y el resto de las disciplinas que rigen en buena medida nuestro modelo de realidad. ¿Pero es acaso esta esperanzadora transmutación orgánica de paradigmas razón suficiente para suponer el retorno de la Divinidad Femenina?
Dentro de una cultura occidental que, debido a su ideología esencialmente dominante se ha logrado imponer al resto de las corrientes culturales, resulta más o menos obvia su predilección por la energía masculina. Centros urbanos que alegóricamente proyectan bosques tejidos a partir de fálicos edificios, la dosificada pero permanente relegación de la participación de las mujeres, el enaltecimiento de patrones conductuales ligados a la masculinidad, e incluso el uso de un lenguaje que, al menos en algunos idiomas, favorece per se a la cualidad del hombre por sobre la de la mujer, todos estos son rasgos característicos de un largo esfuerzo, tal vez oscuramente estratégico, dirigido a diluir el equilibrio de fuerzas entre ambos géneros. Sin embargo, luego de varios siglos, parece que los defectos estructurales de esta cosmología masculina comienzan a forzar la balanza y parecen exigir el retorno de la Gran Diosa Madre.


Pero más allá de una necesidad esotérica por canalizar la feminidad de quien firma este texto, y la cual tal vez traduzco en una esperanza subjetiva, lo cierto es que existen diversos factores, tangibles y vivos, que sugieren la posibilidad de que la Divinidad Femenina, la Gran Diosa, pueda retomar el lugar que cósmicamente le corresponde:
a) El gradual pero constante restablecimiento de jerarquías en manos de las mujeres, tanto en el ámbito laboral, como en el político y el intelectual es un argumento significativo para reforzar esta –todavía- hipótesis.
b) La masiva atención que se ha generado en torno al eco-lifestyle y la conciencia medioambiental, que por más que este inmersa en una relativa frivolidad a fin de cuentas representa un llamado masivo a reconectarnos con el alma de planeta, una esencia innegablemente femenina, que ha sido constatada a través de múltiples proyecciones mitológicas: Demeter, Eris, Gaia, Pachamama, Sophia, etc…
c) La incesante devoción que generan algunos íconos como el de la Virgen de Guadalupe (y su némesis la Santa Muerte) principalmente en México, las diosas Kali o Ganga (la deidad proyectada en el Río Ganges) en India, o incluso La Meca (esa inspiradora roca que se recorre circularmente), entre los islámicos, que de algún modo representan nuestra entrañable relación con el que pudiera considerarse como el arquetipo más poderoso o al menos más necesario en la evolución psicomística de la humanidad: el de la madre.
d) El ancestral arraigo espiritual que se ha mantenido, a pesar de las tendencias patriarcales, ante la Triple Diosa. También conocida como la Gran Diosa, este culto ha sido pieza fundamental del estudio mitopoético de Robert graves. Esta deidad femenina, originaria de Bretaña, ha tenido que ser trasladado a la penumbra convirtiéndose en una devoción cuasi bruja pero que a la vez se refleja en la histórica predilección del pueblo británico ha ser gobernado por una reina. No deja de llamar la atención como a pesar de el agresivo desplazamiento que una cosmogonía matriarcal sufrió ante el afán de instaurar un patriarcado, y lo evidentemente orilló a sus seguidores a guarecerse en el underground místico. Lo cierto es que no ha mermado en absoluto la conexión con la divinidad femenina.



Pero regresando a una actualidad menos etérea, resulta innegable que el desarrollo de los últimos siglos, y en particular de las recientes décadas, y el cual ha sido encabezado por occidente fálico, ha resultado en un deterioramiento de la calidad de vida en general, un empobrecimiento de la condición moral de la población, así como otros factores que resultan en un diseño fallido de nuestra realidad geopolítica, económica y sociocultural. Y ante este escenario es difícil no contemplar la necesidad del retorno de lo femenino para equilibrar los patrones dominantes, y poco benéficos, que instauramos en los últimos tiempos.
Durante el último Congreso de la Paz realizado en Vancouver, Canadá, el Dalai Lama, el líder espiritual de los tibetanos lanzó una de las afirmaciones más celebrables que escuchado en los últimos tiempos, y ello a pesar de que en lo personal no me genera una afinidad especial, en la que profetizó: “La salvación del mundo será orquestada por la mujer occidental”. Pero más allá de reafirmar la posibilidad del retorno de la diosa, lo intersante es la reflexión que detona alrededor de un compromiso fundamental que las mujeres, especialmente las de occidente pues han vivido en las entrañas del pulso fálico, deberán asumir para proyectarse, unficadas, como estrella polar que oriente la transformación psicoplanetaria.



Finalmente también es importante recalcar que el objetivo final de la evolución humana reside en el equilibrio entre ambas energías, la masculina y la femenina, pues solo así catalizaremos la misión cósmica que, quiero pensar, nos fue explícitamente asignada. Pero para ello sin duda deberemos pasar por un proceso de “feminización” el cual solo podrá ser guiado por las mujeres , recurriendo a aptitudes como la creatividad, la contemplación, la paciencia, y la purificación. Por otro lado, los hombres deberán de corresponder la danza iniciada por ellas y, cuando sea el momento oportuno, de la pista de baile emergerá un ombligo gigantesco, como la némesis de las plagas apocalípticas, que a la vez se transformará en un sendero. Cuando seamos capaces de andarlo conjuntamente, tal vez nuestra misión habra comenzado y la nirvánica fiesta será inaugurada.
El pulso de la Divinidad Femenina resuena cada vez más claramente. El retorno de la Diosa se presenta como recurso ya no solo estimulante y armónico, sino vital, para dirigir con lucidez la transmutación de paradigmas. El planeta parece urgido de sacudirse el desequilibrio masculino que le impusimos durante siglos, la presencia maternal (contemplada desde una perspectiva planetaria) debe ser enaltecida, el dulce caos femenino toca a la puerta… y sería fatal para la especie humana ignorar una vez más su llamado.


FUENTE: PIJAMASURF

MATEMATICA SAGRADA

Los griegos de la antigüedad clásica creían que la proporción conducía a la salud y a la belleza. En su libro Los Elementos (300 a. C.), Euclides demostró la proporción que Platón había denominado «la sección», y que más tarde se conocería como «sección áurea». Ésta constituía la base en la que se fundaba el arte y la arquitectura griegos; el diseño del Partenón de Atenas está basado en esta proporción. En la Edad Media, la sección áurea era considerada de origen divino: se creía que encarnaba la perfección de la creación divina. Los artistas del Renacimiento la empleaban como encarnación de la lógica divina. Jan Vermeer (1632-1675) la usó en Holanda; pero, años después, el interés por ella decreció hasta que, en 1920, Piet Mondrian (1872-1944) estructuró sus pinturas abstractas según las reglas de la sección áurea.

También conocido como la Divina Proporción, la Media Áurea o la Proporción Áurea, este ratio se encuentra con sorprendente frecuencia en las estructuras naturales así como en el arte y la arquitectura hechos por el hombre, en los que se considera agradable la proporción entre longitud y anchura de aproximadamente 1,618. Sus extrañas propiedades son la causa de que la Sección Áurea haya sido considerada históricamente como divina en sus composiciones e infinita en sus significados. Los antiguos griegos, por ejemplo, creyeron que el entendimiento de la proporción podría ayudar a acercarse a Dios: Dios «estaba» en el número.


Introducción a la geometría sagrada
La geometría sagrada, como gramática visual arquetípica, engloba aquellos patrones mediante los cuales el universo se desdobla así mismo: protocolo divino que pulsa en el centro de un laberinto omnipresente
Hilvanando patrones universales considerados portadores de una naturaleza sacra, emerge la geometría sagrada: ritmos que en esencia configuran el diseño de las cosas que conocemos. Prácticamente todas las estructuras sagradas, sin importar la religión o credo a la que pertenezcan, están construidas a partir de preceptos ligados a este de ecos geométricos que se autoreplican. Desde las catedrales góticas, los laberintos y las mezquitas, hasta altares, templos y monumentos megalíticos. De igual manera el arte religioso, en su mayoría, se desdobla guiado consciente o inconscientemente por estos patrones universales.


Es importante destacar que la influencia palpable de la geometría sagrada no solo permea los objetos materiales o gráficos, también se proyecta en estratos más sutiles o intangibles como las composiciones musicales, la luz, la cosmología, la geomancia y nuestra estructura genética. Y no es únicamente la conciencia humana la que se rige de acuerdo a estos patrones. De hecho, su presencia suele ser más clara y elegante en la inteligencia natural: el vuelo sincronizado de las aves, la formación espiral de galaxias, el cíclico comportamiento sonoro de las olas o los trazos de las flores, de las manchas del jaguar y de nuestro propio cuerpo.

La geometría sagrada podría explicarse como un complejo sistema de reconocimiento de patrones emanados desde un centro jamás acotado por nuestra cultura sino que más bien define una parte esencial de ella. Ecos matemáticos cuya perfección y diseño original se encuentran más allá del alcance de las proyecciones humanas y que envuelve los ritmos estructurales y simbólicos del tiempo, el espacio y la forma. Un pulso generador de la semilla del universo que percibimos, pero también de aquel que rebasa nuestra percepción ordinaria.



Las formaciones o patrones propios de la geometría sagrada también guardan una naturaleza didáctica. Por un lado refieren a un camino interior o espiritual en el espectador o el oyente, como una especie de recordatorio que invariablemente le remite a un plano de lo esencial, más allá de las coordenadas sensoriales y emocionales que son generadas por el entorno cultural. Por otro, estas configuraciones funcionan como portales que, de 
ser entendidos no por la razón sino por el espíritu, ofrecen un acceso certero a algunas de las verdades universales que la evolución de la conciencia nos requerirá en algún punto de nuestras vidas.

Dentro de un plano más formal o académico, la geometría sagrada es considerada por las disciplinas sociales de estudio como aquella continuidad matemática que define al arte y la arquitectura religiosos. Desde esta perspectiva se pueden detectar tres variables fundamentales propias de la geometría sagrada: la proporción en el diseño, la numerología en la estructura y el lenguaje simbólico en la narrativa.

Pero si desde una perspectiva más arriesgada o sensible la geometría sagrada representa una gramática visual arquetípica, que engloba aquellos patrones mediante los cuales el universo se desdobla a sí mismo, podríamos contemplar la idea de que sus manifestaciones representan una especie de destellos o pinceladas del mapa genético del propio universo. Esto es, ¿cómo guía su evolución un universo autoreplicante? O, mejor dicho, ¿cómo se manifiesta la fuente infinita de conciencia que define los trazos de este pulso autoreplicante mediante el cual nuestro universo se desdobla?

La creencia de un dios creador de nuestro universo siguiendo un mapa geométrico es compartido por diversas culturas ancestrales. Platón afirmaba que Dios se “geometriza” continuamente, mientras que los mayas entendían la matemática astral, espejeada también en los ritmos que guiaban la naturaleza terrestre, como un conducto para dialogar con las deidades y decodificar así sus invaluables consejos.

Los egipcios, los celtas, los romanos, los babilonios, los indios y muchas otras culturas, incluyendo todas las primigenias, también utilizaron ciertos preceptos geométricos similares en la práctica de sus respectivas religiones. Lo anterior sugiere una esencia claramente arquetípica y que va más allá de una concepción original por el hombre en estas formaciones.


Por otro lado Pitágoras atribuía una naturaleza divina al hecho de que una cuerda oscilante, que fuese detenida justo a la mitad de su recorrido, produce un octavo, mientras que una proporción de 2:3 produce un quinto perfecto, uno de 3:4 genera un cuarto perfecto y así subsecuentemente. Además, este mismo matemático y filósofo y místico griego de quien tan poco se sabe, adjudicaba a ciertas proporciones armónicas poderes curativos que podían sintonizar la naturaleza del cuerpo humano.

Es difícil hablar de geometría sagrada sin dar un lugar especial a dos de las manifestaciones más sublimes del ser humano: los mandalas tibetanos y los laberintos de la región europea que actualmente incluyen a Francia, Inglaterra y Escocia.






Mandalas

Configuración geométrica de inspiradora perfección muy recurrente en el arte religioso del budismo tibetano al igual que en el hinduismo. En sánscrito la palabra significa rueda y el primer registro que se conoce para este término aparece en el Rig Veda. Estas fueron una de las figuras que más apasionaron a Carl Gustav Jung, al punto que se convirtieron en parte esencial de su exploración sobre la mente arquetípica del ser humano. Los mandalas más comunes incluyen la figura de un círculo contenido dentro de un cuadrado y a partir de ahí se desdoblan en un sortilegio de matemática sacra. Sin embargo, y si bien todas las formaciones mandálicas evidencian una simetría geométrica, existen mandalas con múltiples estilos. Como era de esperarse, las manifestaciones más exquisitas de esta figura son cortesía de la naturaleza, entre ellos algunas flores con estructuras sincronizadas y el iris de un ojo (as above, so below).



LABERINTO


El laberinto es un elemento que juega un papel fundamental en las proyecciones de la psique humana y de la búsqueda que utiliza al arquetipo como guía. Formaciones geométricas que manifiestan una entrada/salida y un centro. Pueden estar simplemente impresos en el piso, invitándonos a que recorramos su superficie, o pueden incluir paredes que protegen sus trazos y obligan al caminante a encontrar su salida. Diversas catedrales y sitios sagrados de Europa incluyen un laberinto, entre ellos la Catedral de Chartres, ubicada a unos cuantos kilómetros de París. Se dice que tras largas peregrinaciones durante las cuales los devotos iban preparando su mente, su cuerpo y su espírirtu para una conjugación final que sería catalizada cómo una especie de epifanía mística, los peregrinos tenían cómo destino final la consumación de su camino en el andar de estos laberintos. En este sentido es importante recordar que la verdadera salida del laberinto esta en el centro...


Blog del autor:
Bitter but Blue Butter

FUENTE: PIJAMASURF