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martes, 17 de abril de 2012

LAS MOMIAS DE LLULLAILLACO



Fueron sacrificados u ofrendados a 6.730 metros de altura, en la cumbre del legendario volcán Llullaillaco, y sus tumbas son las más altas que el hombre jamás haya construido en el planeta. Estos niños-dioses causaron el asombro mundial cuando la prensa difundió las imágenes de sus rostros sumergidos en un sueño de cinco siglos.






UN POCO DE HISTORIA






En su carácter de huacas o lugares sagrados, las montañas andinas cumplían un papel destacado en los contenidos de las creencias religiosas prehispánicas. Siglos atrás fueron elegidas por los Incas como centros de peregrinación y escenarios ceremoniales en los que se conmemoraba la muerte de un emperador y la sucesión al trono de su heredero. Dichos ritos recibían el nombre de Capacocha, y se ejecutaban simultáneamente en toda la extensión del Incario, desde el norte de Ecuador hasta el centro de Chile y noroeste de Argentina. En una primera etapa los participantes convergían en Cuzco, y luego las comitivas sacerdotales conducían las ofrendas, en solemne procesión, atravesando miles de kilómetros hasta las montañas sagradas situadas en los confines del imperio.


El momento culminante de las ceremonias comprendía el depósito de ofrendas suntuarias y la ejecución de sacrificios humanos en las cumbres de los nevados y volcanes más importantes. La ejecución se hacía mediante estrangulación, asfixia, golpes en el cráneo o entierro de las víctimas vivas en estado de inconsciencia. Los niños y doncellas destinadas al sacrificio eran elegidos entre los hijos de los jefes locales y su muerte era considerada un gran honor, puesto que colocaba a las víctimas en una privilegiada posición de embajadoras de su comunidad en el mundo de los dioses y los ancestros.






EL HALLAZGO






El 16 de Marzo de 1999, un equipo encabezado por la antropóloga argentina María Constanza Ceruti y el alemán Johan Reinhard realizó en la cumbre del volcán Llullaillaco el más importante descubrimiento en la historia de la arqueología de alta montaña. La expedición contó con el auspicio del Gobierno de la Provincia de Salta y la financiación de la National Geographic Society. Las investigaciones demandaron aproximadamente un mes, con una permanencia ininterrumpida de dos semanas en la cima del volcán, sufriendo temperaturas de hasta 30 grados bajo cero.


En las excavaciones se recuperaron los cuerpos de tres individuos sacrificados en excelente estado de conservación, con todos sus órganos internos intactos, sangre en sus corazones y pulmones, y la apariencia externa de personas dormidas. Consideradas las momias mejor preservadas conocidas hasta la fecha, estaban enterradas a un metro y medio de profundidad y pertenecen a un niño de siete años, una niña de seis y una adolescente de quince. Las momias, ricamente ataviadas, calzaban ojotas de cuero, tenían collares y pendientes de valvas marinas (Spondylus) provenientes del océano Pacífico, y cada una tenía una "chuspa", es decir una pequeña bolsa tejida que contenía maíz, charqui, papas deshidratadas y hojas de coca. Junto a los cuerpos se hallaron, a modo de ofrendas, más de cien estatuillas de oro y plata de no más de 20 centímetros, ataviadas con miniaturas textiles y tocados de plumas tropicales. También había piezas de alfarería y madera que contenían comida protegida en paquetitos de tela de alpaca.


La única momia que presentaba daños era la de la niña de seis años, que había sido lastimada en su costado izquierdo durante una tormenta eléctrica, por lo que los expedicionarios decidieron bautizarla "La Niña del Rayo". Ella muestra sólo la parte izquierda de su rostro, porque el resto del cuerpo está cubierto por un tejido de lana de llama y sobre la cabeza tiene un "mascaipacha", una chapa de oro oxidada de no más de diez centímetros con forma de hongo.


Los estudios médicos han permitido comprobar que la Doncella del Llullaillaco padecía una enfermedad bronquial y que, al igual que las otras momias, no tuvo una muerte ocasionada por factores traumáticos. Los estudios de ADN indican que entre los niños no hay relación de parentesco. Basándose en los rastros de alcaloides derivados de la coca en los cabellos, los investigadores consideran posible que los niños consumieran hojas de esta planta durante meses como parte de los preparativos ceremoniales, para luego ser enterrados narcotizados, pero aún vivos. (FUENTE:
argentinamisteriosa)