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miércoles, 11 de julio de 2012

LOS ESCLAVOS DE LA MUJER DEL INTENDENTE MACRI





Denuncian a Juliana Awada, esposa del jefe de Gobierno porteño, por reducción a la servidumbre. Impactantes imágenes del taller clandestino que provee de riqueza al poder.


“Yo creo que están bien”. Joana tiene quince años, es hija de los dueños de un taller textil que provee de ropa a la conocida marca infantil Cheeky, cuya dueña es Juliana Awada, esposa del intendente porteño Mauricio Macri. “Se les da trabajo, no les falta nada”, agrega. Se refiere a los trece trabajadores costureros bolivianos que –reducidos a la servidumbre, indocumentados– prestan servicios en ese taller y cuyas jornadas laborales se extienden desde las siete de la mañana hasta las nueve o diez de la noche, catorce o quince hora de coser telas frente a sus máquinas para convertirlas en las prendas elegantes que vestirán niños de clase media de todo el país. Prendas que proveerán mayor volumen a la fortuna de los Awada, que ya fueron denunciados anteriormente por el uso de este tipo de talleres para llevar adelante sus negocios. “No trabajan de corrido: tienen descansos”, aclara Joanna. Los costureros ganan por ese trabajo mil ochocientos pesos por mes.




La Fundación La Alameda reveló mediante el video que ofrecemos a nuestros lectores el modo de trabajo esclavizado que impera detrás de esas inocentes paredes de Mataderos, donde las casas son bajas y el frío produce que estén vacías, silenciosas, como si no pasara nada.

“Nosotros estábamos tratando de ubicar los talleres clandestinos que producen ropa para Soho, que están en una situación irregular también –cuenta Gustavo Vera, referente de La Alameda, organización que lucha contra la trata y el trabajo esclavo–. Un costurero intentó encontrar esos talleres pero le decían que no había vacantes, que buscara en otro lado. Hasta que en en el taller de la calle Hubat lo recibieron. En ese taller sólo se producía ropa para la marca Cheeky”.

Juliana Awada es madre de Antonia, que tuvo con el intendente Macri. “Empresaria, trabaja en la compañía familiar que, además de la marca de ropa que lleva su apellido, desarrolla también Cheeky y Como quieres que te quiera”, así la define Any Ventura en una nota aparecida en el diario La Nación del 1 de abril de este año.

“El taller produce ropa en exclusividad para Cheeky mediante el trabajo de 13 costureros esclavizados –especifica Vera–. La ley de trabajo a domicilio indica que los fabricantes son solidariamente responsables, penal y laboralmente, por las irregularidades que puedan cometerse en los lugares donde mandan a confeccionar sus prendas. En este caso es posible probar que existe reducción a la servdumbre, que los trabajadores no poseen ningún tipo de derecho, que tienen una libertad ambulatoria muy restringida y que somete a la explotación a indocumentados con carácter sistemático, hecho que, según la ley de inmigración, implica reconocer que existe el estado de servidumbre. Si en este país se aplicaran las leyes, a Juliana Awada y a los otros responsables les correspondería pena de prisión”.

“Se trabaja de ocho a cinco y en blanco”, dice Delia, quien acude como “trabajadora” a conversar con este cronista luego de que Joanna fuera llamada mediante gritos desde el fondo de la casa donde funciona el taller esclavista.

–¿Podría ver su recibo de sueldo?

–No tengo en este momento –contesta Delia–. Pero hace unos meses hicieron un allanamiento y encontraron que todo era normal.

Si esas palabras fueran reales, el concepto de normalidad que tienen los inspectores no podría contrastarse con las impactantes imágenes de la cámara oculta de La Alameda.

La denuncia fue radicada en el juzgado federal del juez Sergio Torres. Vera se muestra desesperanzado. “En este país existe el poder, y Awada está casada con el poder. Esperemos que se logre justicia. Pero es incierto”, dice. En estos instantes los miembros de la Fundación realizan un escrache a la casa central de Cheeky en Callao y Santa Fe. Mientras tanto, en Mataderos, las callecitas inspiran un clima de calma, de normalidad. Es que no llega a las veredas el ruido incesante de las máquinas de costura contratadas por los Awada.



ON/OFF (SOBRE PARADOJAS, DUALIDADES, BUDISMO, Y SENDEROS BIFURCADOS)

¿Si me obligan a elegir por qué el menú trae solo 2 opciones? Hemos sido programados para ser tomadores de decisiones y, sin embargo, se nos oculta el 99% del menú.


Occidente atrapado en su propia realidad

Históricamente la cultura occidental ha alimentado a un enemigo que, tomando en cuenta la naturaleza de este pulso cultural, se presenta como algo esencialmente ineludible –pues está ligado a lo más profundo de su naturaleza. Me refiero a la bifurcación absoluta, a la franca dualidad como herramienta fundamental para decodificar la realidad: On/Off, Sí/No (el dualismo cartesiano).

Más allá de otros muchos vicios que la filosofía de Occidente ha manifestado (por ejemplo el materialismo), parece que esta dualidad absolutista es lo que en realidad le ha llevado a consagrarse como un pensamiento encerrado –como un vertiginoso loop que recuerda a las rondas circulares que hipnóticamente lleva a cabo un felino dentro de una jaula. Algo es o no es, fui o no fui, soy soltero o casado, me gusta o no me gusta la música pop, tienes o no tienes la razón, algo es verdad o es mentira, etc.

Llevando esta premisa un paso más allá, no se puede concebir la existencia de algo si no logro ubicar su opuesto diametral –y aquí podemos remitirnos a la dialéctica de Hegel, toda tesis ‘debe’ tener una antítesis, y esta relación confluye en una síntesis que a la vez representará la tesis de algo más y por ende estará obligada a tener su propia antítesis (y así sucesivamente viviremos loopeados hasta el infinito).

Este modelo de interpretación nos acorrala mediante una bifurcación omnipresente, lo cual nos obliga a estar permanentemente decidiendo (sin importar que la mayoría de nuestras decisiones sean libertades simuladas, pues evidentemente hay cartografías culturalmente impuestas, diseñadas para tratar de evitar que nuestras decisiones vayan más allá sobre ellas).



El código binario y la obligación de elegir en Internet

Entendiblemente cuando llegó el momento de desarrollar un código para generar nuevos planos de realidad, esta filosofía dualista fue desdoblada en el código binario (el mismo que ahora rige nuestra vida digital). En lugar de surfear la data sobre una exquisita lasagna de posibilidades desarrollamos, para relacionarnos con ella, un medio fundamentado en 0’s y 1’s –lo cual representa de algún modo la quintaesencia de la filosofía del On/Off.

Pero más allá de ese esqueleto binario, a partir del cual quizá podríamos haber desarrollado un medio esencialmente ‘posibilista’, lo cierto es que las computadoras, y en consecuencia la Red, tienden a predisponernos a estar permanentemente eligiendo. Y aquí me gustaría retomar el tercer capítulo (Choice) del libro Program or Be Programmed, el manual de emancipación digital escrito por Douglas Rushkoff y al cual nos hemos referido durante múltiples ocasiones en Pijama Surf. En este caso el tercer ‘mandamiento’ de este decálogo es: “Siempre podrás elegir ninguna de las opciones anteriormente mencionadas”, sobre lo que Rushkoff desarrolla: “En el plano digital todo se resume a decisiones. El medio esta en sí orientado a lo discrecional. Y esto constantemente deja fuera cosas que no elegimos notar o documentar, y nos obliga a decidir incluso cuando no hay necesidad de hacerlo”.

Para avanzar a cualquier etapa del plano digital, desde prender o apagar una computadora, decidir si quieres o no salvar un archivo, comprar o no un libro, o contestar-declinar una llamada, debes elegir entre el menú binario. Esto refuerza nuestra programación sobre tener que decidir, entre un espectro limitado y pre-configurado por alguien más (sea un programador, un ley científica, un dios tentativo, etc.), el rumbo de nuestra realidad.



Además, al enfrentarnos permanentemente a esta bifurcación, eligiendo una de las dos opciones, entonces generamos patrones de comportamiento (intereses, estilos de vida, horarios, ubicaciones geográficas) fácilmente detectables, y que pueden ser procesados por simples algoritmos para hacernos predecibles –y aquí nos remitimos una vez más a la ilusión de la libertad que nos plantea el consumismo: tú crees que eres distinto o que estás forjando una identidad propia al elegir entre una u otra marca, entre este o aquel modelo, pero en realidad se trata del mismo menú.

Entonces, de acuerdo a lo que concluye Rushkoff, hay que estar alerta sobre cómo influye este modelo digital plagado de decisiones, miles de puntos sucesivos en donde el usuario debe hacer una elección; posteriormente hay que tratar de entenderlo y observar cómo afecta nuestra forma de vida, e inclusive nuestros mecanismos cognitivos: la tendencia apunta a programarnos para tomar decisiones que simulan una libertad total pero que en realidad es un menú acotado (recordemos que entre el sí y el no, existen, literalmente, millones de posibilidades).


Cuántica y budismo (con el gato de Schrödinger como mascota favorita) VS Dualismo

Con el surgimiento de la vertiente cuántica en la ciencia, cuyos fundamentos técnicos ignoro pero a la vez creo que con su esencia podemos relacionarnos de una forma casi intuitiva, el viejo sendero de la omnipresencia bifurcada sufre una especie de catártica implosión y revela, como la flor cuando florece, el alma universal como algo sustentado en infinitas posibilidades y no en determinaciones racionales. Es decir, el universo resuena con el ‘tal vez’ y no con el sí/no.

De acuerdo con
el maestro Robert Anton Wilson (una de las mentes predilectas en la realidad Pijama Surf), nos programamos semánticamente desde hace miles de años a tributar esta bifurcación. Sin embargo, a diferencia de Oriente, que hace más de 2500 años fue capaz de liberarse (de la mano del budismo) mediante una especie de relativismo sagrado, en Occidente decidimos rendirle culto al modelo realista/excluyente, adoptando filosofías cuya naturaleza dependen de él. Al cambiar el ‘algo es o no es’ por el ‘algo puede o no ser’ (pero independientemente de ello, la simple posibilidad de que sea ya le hace sagrado), Oriente hackeó el loop.

En este modelo solo hay dos posibilidades. Por lo tanto tiene que ser derecha o izquierda, verdadero o falso. Y es terriblemente shockeante cuando descubrimos algo que Oriente descubrió hace 2,500 años, y que la ciencia moderna recien descubrió en el siglo XX; me refiero a que una gran porción del universo depende de los ‘quizás’, y que existen muy pocas cosas que podemos definir en términos de si’s y no’s. Puede reducirlo todo si estas sentado discutiendo sobre filosofía abstracta, pero cuando estas lidiando con el mundo real es muy difícil forzarlo a embonar con el Si/No. Los que son muy buenos para esto son los gobiernos totalitarios, y lo ejercitan al disparar a cualquiera que se guíe por los ‘quizás’ […] También encontraremos que la mayoría de las religiones se basan en este modelo y son las que curiosamente han ido a guerra cada vez que tienen la oportunidad.”
[1]

Y en alusión a la película Matrix (1999), no puedo dejar de preguntarme por qué Morpheus solo da dos opciones a Neo (la píldora roja o la azul) –y supuestamente la roja es la puerta de salida de la matriz. Pero al igual que la única salida posible de un laberinto no es la entrada (o salida), sino el centro, la única posibilidad de que Neo se liberase en realidad estaba en quedarse callado ante la bifurcación que se le presentaba (el silencio como ángel liberador), o tal vez incluso elegir combinar las dos o, por qué no, devorar una de las manos de Morpheus. En este sentido si bien Matrix me parece una película loable, que introdujo en millones de personas una cierta inquietud por salir de la caverna platónica, también creo que el pulso de su narrativa no logró emanciparse (quizá como el preso que ayuda a otros a saltar la barda pero que al final no logra consumar su propio escape).


Actualmente cada vez más físicos apoyan un modelo que plantea la coexistencia entre infinito de universos. De esta interpretación emergen dos posturas. La primera afirma que a partir de un mar de universos posibles, existe uno que se colapsa (siendo precisamente el que percibimos durante un instante determinado) mientras que el resto representa la infinidad de posibilidades que pudieron concretarse. La segunda postura apuesta a que todas las posibilidades se concretan simultáneamente, solo que se manifiestan en distintas regiones del súper-espacio. Pero cualquiera de estas opciones toma en cuenta a la posibilidad como la unidad máxima de la materia prima universal. Y aquí surge la famosa paradoja del Gato de Schrödinger, quien probó que en el reino de la cuántica puedes afirmar que un gato está vivo y al mismo tiempo está muerto (siendo ambas afirmaciones verdaderas de manera simultánea). Lo cual contradice flagrantemente la lógica tradicional.

Por cierto, creo que un aspecto interesante de este fenómeno psicocultural tiene que ver con la comodidad. Y es que si bien el dualismo cartesiano es conflictivo, y esencialmente tajante, también se encuentra amoldado al sistema racional que utilizamos para mediar la realidad. Y por eso en cuanto se comienzan a contemplar infinitas posibilidades en cada pixel de nuestra existencia, el proceso puede ser angustiante: la seguridad del tradicional On/Off nos abandona y esa sensación podría desquiciarnos. Pero por otro lado parece que la única salida de la prisión es utilizando los propios barrotes. Es decir, a través de la razón podemos emanciparnos de la dualidad cartesiana. Aquí entran en escena unos apasionantes elementos: las paradojas.


Entre koans y paradojas
Dentro del pensamiento occidental existen unos seres maravillosos, o tal vez sean instantes y no entidades, que conocemos como paradojas. Básicamente se trata de espontáneos cortoscircuitos que aparecen para interrumpir la linealidad racional –como una suerte de exquisitas micro-pruebas que evidencian los límites de la lógica (por ejemplo la frase ‘todo lo que digo es mentira’). En el momento que logras hacer converger dos líneas de pensamiento que, en lugar de sucederse racionalmente, colisionan y se contradicen, aun siendo ambas válidas, entonces estás generando una pequeña grieta en la matriz.

En cuanto al pensamiento oriental, que en algún momento optó por modelos circulares o cíclicos en lugar de lineales, que hasta cierto punto privilegió la esencia femenina al momento de establecer su estructura, y cuya naturaleza no esta diseñada para perseguir la hegemonía, las paradojas tienen un equivalente mucho menos disruptivo (pues fluyen en forma orgánica con el caudal interpretativo). Un precioso ejemplo de lo anterior son los koans.



Técnicamente los koans son afirmaciones o interrogantes diseñadas para, envueltos en una poética estética, generar una ‘gran duda’ que permita al individuo ‘desloopearse’ –en otras palabras alcanzar el centro de su propio laberinto, para de ahí propulsarse a la unidad perfecta (lo que popularmente se conoce como iluminación). Literalmente este término significa ‘caso público’, y en la práctica se emplea por maestros para medir la evolución de sus alumnos (sobre todo entre aquellos dedicados al Zen).

Siendo occidentales un koan nos obliga a ubicarnos en una perspectiva relativista, o mejor dicho cuántica, ya que están configurados para no depender de una sola respuesta o interpretación. Cuando un koan expresa una pregunta esta tiene tiene infinitas respuestas (pues dependen de las circunstancias que definen la realidad del alumno o de aquel que intenta responderla). Esto nos remite nuevamente a la esencia de tradiciones como el budismo o el taoísmo, en las que la realidad se define simplemente como el aquí y el ahora de la persona en cuestión. En síntesis, la respuesta a un koan debe florecer a partir del contexto específico en el que te encuentras pues no existe una respuesta ‘cierta’ de manera general.

Cuando dos manos aplauden se produce un sonido. ¿Cuál es el sonido de una sola mano?

¿Tiene también un perro naturaleza búdica?


Conclusión

Plantear una conclusión exclusiva para este texto equivaldría a aceptar que no entendí nada de lo que acabo de escribir (lo cual tampoco descarto). Pero evidentemente no puede haber solo una conclusión, ni dos, ni seis, sino que cada quien extraerá de él lo que más beneficie su propia secuencia de universos colapsados (para emplear un poco-ortodoxo slang cuántico).

En cambio, lo que puedo compartirte desde mi experiencia personal es que haber destapado la posibilidad de que el universo esté entretejido a partir de posibilidades, ha sido una de las experiencias más estimulantes con las que me he encontrado: el mapa no es el territorio. Por lo tanto la única brújula posible para navegar el multiverso es la congruencia, pues a través de ella nosotros mismos generamos una continuidad narrativa y no dejamos esa labor, la más maravillosa que nos fue dada, a un sistema particular de pensamiento.

Y si bien por momentos me resulta un tanto angustiante no tener un par de cómodas muletas (sí/no) para transitar el camino universal, lo cierto es que también me ha dado una enorme tranquilidad confirmar que jamás ha existido una respuesta exclusiva a cualquiera de las interrogantes existenciales que me he planteado, que jamás he cometido un error o un acierto, y que no soy algo o alguien (pero que tampoco por ello dejo de serlo).

Bienvenidos seamos todos al infinito reino del ‘quizá’.

FUENTE: PIJAMASURF

EL DINERO HACE A LAS PERSONAS MÁS MALVADAS Y MENOS EMPÁTICAS

Psicólogos de la Universidad de California en Berkeley realizan un experimento en el que descubren que las personas ricas tienden a ser menos empáticas y sensibles hacia los problemas de los demás, volviéndolas desagradables o francamente malas.

Aun cuando, a su manera, el dinero es una de las invenciones más sorprendentes del ingenio humano, sobre todo si tomamos en cuenta el nivel simbólico y de abstracción que lleva consigo, paralelamente tiene una de las reputaciones más siniestras que podrían adjudicarse a un elemento de nuestra realidad. Desde cierta perspectiva el dinero se asocia con la maldad, el egoísmo y otros comportamientos afines que hablan de una pobre calidad humana.

Y si bien esto podría considerarse únicamente conseja popular, un estudio reciente de la Universidad de California en Berkeley ha confirmado que, en efecto, el dinero puede hacer a las personas más malvadas y menos empáticas para con sus semejantes.

En el experimento realizado por los psicólogos Paul Piff y Jennifer Stellar, dos estudiantes universitarios jugaron el conocido juego del Monopoly en un cuarto cerrado pero con videovigilancia, con la salvedad de que las reglas estaban manipuladas de tal modo que uno de ellos tenía una clara ventaja sobre el otro. Además, el ganador era un hombre delgado y enfundado en una playera entallada, mientras que el inevitable perdedor era un hombre obeso y de lentes.

Para sorpresa de los investigadores, durante el juego el participante aventajado experimentó una increíble evolución de su ánimo con respecto a su contrincante: mientras más dinero ganaba, peor se portaba con el otro estudiante, burlándose de él y calculando puntualmente su estrategia para seguir acumulando ganancias.

De acuerdo con los investigadores, estos resultados, apoyados por otros estudios realizados al respecto, confirman que las personas ricas son comúnmente más egoístas, menos empáticas y menos compasivas, todo lo cual las hace también más desagradables.

Para Paul Piff, las personas acaudaladas tienden a privilegiar sus propios intereses, sin importar el comportamiento que demuestren hacia el exterior persiguiendo estos objetivos. Por su parte Jennifer Stellar asegura que la poca sensibilidad de quienes gozan de una posición tan acomodada se explica justamente porque en su vida no han tenido que enfrentar grandes tribulaciones.

[CNN]

FUENTE: PIJAMASURF