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martes, 26 de mayo de 2015

CUENTO DE LAO TSE


8 PEQUEÑAS PERO INTERESANTES CURIOSIDADES QUE TE DEJARÁN SORPRENDIDO

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La ciencia es un mundo curioso que no deja de sorprendernos nunca. Constantemente hacemos descubrimientos que nos asombran e iluminan y permiten que de las respuestas surjan nuevas preguntas. Por eso vamos a ver ahora 8 hallazgos y conocimientos científicos que seguro que te van a sorprender.

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8. Estamos muy lejos de otras galaxias

Por desgracia, el planeta Tierra está muy alejado de otras galaxias, por lo cual, si algún día podemos viajar a gran ritmo por el universo, lo único que conoceremos será la Vía Láctea. Mientras que a la estrella Próxima Centauri podríamos llegar en 4 años a la velocidad de la luz, a la galaxia más cercana, Andrómeda, tardaríamos 2 millones de años.

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7. No se puede eructar en ingravidez

¿Sabías que es imposible eructar en ingravidez? Nuestros estómagos son incapaces de separar el gas de los líquidos.

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6. La erupción de Krakatoa

Hace más de 100 años que el volcán Krakatoa entró en erupción. La fuerza con que lo hizo fue tal que el sonido se escuchó hasta casi 5000 kilómetros de distancia, en Australia.

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5. Los peligros de dar la mano

¿Eres de esas personas que no aprecian el beso porque lo consideran poco higiénico? Pues que sepas que se transmiten más gérmenes con un simple apretón de manos.

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4. Horas de sueño animal

Si creías que el perezoso, haciendo honor a su nombre, era el animal que más horas duerme, estabas equivocado. El koala le supera, ya que necesita 22 diarias de promedio.

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3. La planta estilo Benjamin Button

Existe una peculiar palma, llamada talipot, que tarda nada menos que 100 años en florecer para acabar muriendo. Sin duda, una existencia dura y poco agradecida la de esta pobre planta.

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2. La altura de los árboles

En 1872 se registró un eucalipto australiano que medía 132 metros. Hasta la fecha, es el árbol más alto que se conoce en la historia del mundo moderno. Tal vez en tiempos de los dinosaurios hubo otros, pero desde que registramos estos curiosos récords, ahí está el tope.

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1. ¿Qué te está pasando?

¿Sabes que en este mismo momento, mientras lees estas palabras, te han atravesado unos mil billones de neutrinos? Imagina cuantos pasan por nuestro cuerpo durante toda una vida.

Como puedes comprobar, la ciencia no solo es curiosa, también muy divertida. De hecho, cuanto más descubrimos, más preguntas surgen, pero también más disfrutamos y enriquecemos nuestro conocimiento.

FUENTE: BATANGA

7 CIVILIZACIONES ANTIGUAS QUE DESAPARECIERON MISTERIOSAMENTE

En la antigüedad había muchas civilizaciones diferentes entre sí, viviendo en distintas zonas de nuestro planeta. Algunas desaparecieron y sabemos exactamente porqué, mientras otras simplemente son un misterio. Tenemos datos de sus estilos de vida y locación, pero nada sobre los motivos por los cuales estas civilizaciones antiguas desaparecieron.

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7. Los olmecas

Los rastros más antiguos de esta civilización son del 1400 a. E. C. y es considerada la madre de otras culturas mesoamericanas. Son reconocidos por sus edificaciones y las enormes cabezas de piedra encontradas. Hacia el 400 a. E. C., la mitad de su territorio estaba despoblado, probablemente por cambios ambientales y la actividad volcánica en la zona. Otra teoría es que fueron invadidos, pero nadie sabe exactamente por quién.

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6. Los nabateos

Este pueblo se localizó en el siglo VI a. E. C. en parte de Jordan, Canaan y Arabia, siendo la capital la ciudad de Petra. Eran la parada principal en una línea comercial de seda, joyas, especias, marfil e incienso. Hacia el año IV d. E. C., todo el pueblo dejó la ciudad sin razón aparente, tras años de haber sido conquistados. Las evidencias indican que la ruta comercial se movió hacia el norte, y sin ella no pudieron subsistir, así que simplemente se fueron en un enorme éxodo.

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5. Civilización micénica

Esta civilización surgió en el 1600 a. E. C. en la zona sur de Grecia. Era un pueblo famoso por su fuerza naval que los ayudaba a comerciar con otras naciones. Dado que no tenían demasiados recursos naturales, importaban bienes que convertían en artesanías para vender. Son famosos en historias como la guerra de Troya, y nadie sabe exactamente porqué desaparecieron.

Entre las teorías se nombran posibles terremotos y discontinuación del comercio con otros pueblos. Otra posibilidad es que hayan sido invadidos por pueblos del norte como los dorios.

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4. Cultura de Cucuteni

Esta cultura se extendió durante los años 5500 a. E. C. y 2750 a. E. C., llamándose Cucutenien Rumania, Tripilia en Ucrania y Tripolia en Rusia. Se trata de del pueblo más grande del Neolítico en Europa. Su cultura era matriarcal, las mujeres eran cabeza de familia, hacían los textiles y las artesanías. Los hombres salían a cazar y cuidaban a los animales domesticados. Cada 60 u 80 años quemaban sus villas, y las volvían a reconstruir encima de la vieja.

La principal teoría dice que fueron conquistados por los kurganeses, un grupo dedicado a la guerra. Sin embargo, los últimos descubrimientos arqueológicos dan a entender que hubo una enorme sequía que terminó con sus cultivos.

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3. Cultura del valle indo

Desde el 3300 hasta el 1300 a. E. C., esta cultura habitó lo que es hoy Pakistán la zona oeste de India. Se sabe muy poco de ellos debido a que su escritura no pudo se descifrada, pero sabemos que construyeron muchos edificios con un sistema de cañerías realmente eficiente. Como sucede con otras civilizaciones, las teorías para su desaparición van desde cambios climáticos hasta la conquista por parte de otros pueblos.

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2. Civilización de la Isla de Pascua

Este pueblo se hizo famoso por sus enormes estatuas llamadas Moai, testimonio de su tecnología. Tenían técnicas avanzadas para la construcción y navegaban por el océano constantemente durante su estadía en la Isla de Pascua, desde el 700 al 1200 d. E. C. La teoría más aceptada es que sus métodos no eran sustentables, así que una vez consumieron todos los recursos de la isla, debieron irse.

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1. Catalhöyük

Es conocida como la ciudad más antigua y estuvo situada desde el 9000 al 7000 a. E. C. en lo que es hoy Turquía. Tenía una forma poco común, sin calles, con casas construidas una al lado de la otra a las cuales se entraba por el techo. A pesar de ser una cultura muy antigua, dejaron rastros de arte y objetos sofisticados. Hasta el día de hoy no se sabe por qué abandonaron el sitio.

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FUENTE: BATANGA

LA MASCULINIDAD: LA INESPERADA VIRTUD DE LA INVISIBILIDAD



"Yo no sé muchas cosas, es verdad.

Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, 
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos."
León Felipe, poeta.


“Si bien es difícil ser mujer… es imposible ser hombre”.
Ferdinando Camon, escritor.

"Tengo la sensación de que todos los artistas que participamos en esta exposición nos hemos inventado un alter ego para poder explicar y hablar con sinceridad de lo que nos pasa. Hemos tenido que crear un personaje para poder ser nosotros mismos", sentencia Carlos Pazos, artista que participa en la exposición sobre masculinidad 'Chercher le garçon' (Buscar el hombre). Una exposición que cuestiona a través del arte los valores tradicionales asociados a la masculinidad: eficacia, autoridad, heroísmo, conquista, fuerza...

"Los niños no lloran", "no te comportes como una niña", "maricón el último"... ser hombre se construye a través de la oposición. No se sabe lo que es ser hombre, sino lo que no es serlo.

“Ser rudo, ruidoso, beligerante; maltratar a las mujeres y convertirlas en objeto de fetichismo; buscar sólo la amistad entre los hombres al mismo tiempo que se detesta a los homosexuales; ser grosero, denigrar las ocupaciones femeninas. La primera obligación para un hombre es la de no ser una mujer” afirma Robert Stoller, antropólogo.







En este caso, son únicamente los roles masculinos los que legitiman la

virilidad "de tal manera que la masculinidad es cualquier cosa que no sean las mujeres" subraya el antropólogo Matthew C. Gutmann. Y explica:

"La antropología desde siempre se ha ocupado de hombres hablándoles a hombres sobre hombres. Sin embargo hasta hace poco tiempo, fueron contados aquellos quienes dentro de la disciplina del “estudio del hombre” realmente examinaron a los hombres como hombres."

"Los antropólogos que tratan diferentes temas reconocerán que en muchos trabajos se da por hecho la naturaleza de los hombres y la masculinidad. Una rápida ojeada a los índices de la mayoría de las etnografías muestra que las “mujeres” existen como categoría en tanto que los “hombres” raramente aparecen listados. La masculinidad o se ignora o se considera que es la norma, de forma tal que el hacer un inventario por separado es innecesario. Así que, aquí también “género” con frecuencia quiere decir mujeres y no hombres."


"La invisibilidad de la masculinidad no sólo es académica" explica el sociólogo Michael Kimmel, "sus consecuencias son graves y de carácter político. Para ilustrar lo anterior voy a referir una conversación entre una mujer blanca y una mujer negra:


La negra pregunta:


"Cuando te miras al espejo, ¿qué ves?"


"Veo una mujer", responde la blanca.


La negra explica: "Ese es el problema, cuando yo me miro al espejo, veo una mujer negra. Para ti la raza es invisible, porque así funcionan los privilegios."

O sea que los privilegiados no saben cómo o por qué los son. Antes cuando me veía al espejo veía a un ser humano, sin raza, clase o género:universal. A partir de esa conversación me convertí en un hombre blanco de clase media. Me di cuenta de que la raza, la clase y el género también tenían que ver conmigo. Tenemos que hacer la masculinidad visible y darnos cuenta de que la invisibilidad es consecuencia del poder y el privilegio."


El antropólogo David D. Gilmore escribía que “la masculinidad obsesiva es siempre fuente de conflictos y de tensiones. Obliga a ponerse una máscara que simule una superpotencia y una independencia matadoras. Y cuando cae la máscara se descubre un bebé que tiembla” y se pregunta: "¿por qué tenemos que ser competitivos y disciplinados a la fuerza? ¿Por qué no puede una sociedad industrial moderna existir y progresar sin un rol masculino agresivo? ¿Hay algo en las sociedades complejas que, en sentido general, requiera la existencia de estos roles masculinos?" se pregunta Gilmore.





En realidad, "no hay una forma de ser hombre" explica Andrés, miembro de la asociación Ahige(Asociación de Hombres por la Igualdad de Género) "hay múltiples formas de serlo, de vivir tu masculinidad. Se trata de que cada uno de nosotros seamos libres y tengamos capacidad para decidir qué tipo de hombre queremos ser".
"Para cambiar la sociedad, tenemos que transformarnos nosotros primero a nivel personal. Tenemos el patriarcado absolutamente interiorizado y debemos ir quitándonos capas".
"Hay que pluralizar y desagregar la masculinidad pues son múltiples sus construcciones, aunque también hay que señalar que ideológicamente éstas no son vistas como iguales" explica el sociólogo Michael Kimmel. "Hay jerarquías, no sólo de hombres sobre mujeres, sino de hombres sobre otros hombres, heterosexuales sobre homosexuales, blancos sobre negros, personas de edad mediana sobre viejos y jóvenes, etcétera"

"Pero el problema no son los hombres, sino la definición tradicional de masculinidad" aclara el sociólogo. "Es la masculinidad tradicional lo que mantiene a muchos hombres a la defensiva cuando se les presenta una ideología de equidad ante las mujeres, los gays, etcétera."


"Hay una definición hegemónica de la masculinidad: joven, casado, blanco, urbano, del norte, heterosexual, católico-protestante, padre, con educación universitaria y empleo de tiempo completo, buena complexión física, peso y estatura y un récord deportivo."

"El hombre que no pase cualquiera de estos requisitos se verá a sí mismo como devaluado, incompleto e inferior. El machismo es una consecuencia psicológica de esta sensación.





Un psicólogo acuñó las cuatro reglas de la masculinidad que tienen que ser suscritas por los hombres todo el tiempo.

La primera y más importante es: Nada de mariconadas. No se puede hacer nada que remotamente sugiera la feminidad. La masculinidad es el repudio de lo femenino. Todo lo demás no es más que una elaboración de esa primera regla.

La segunda regla: Sé importante. Medimos tu masculinidad por el tamaño de tu chequera, poder, estatus.

La tercera regla: Sé duro como un roble. Lo que define a un hombre es ser confiable en momentos de crisis, parecer un objeto inanimado, una roca, un árbol, algo completamente estable que jamás demuestre sus sentimientos.

La cuarta regla: Fóllatelos. Chíngatelos. Ten siempre un aura de atrevimiento, agresión, toma riesgos, vive al borde del abismo.



Mientras la idea de feminidad ha variado dramáticamente, la ideología de la masculinidad no ha cambiado en los últimos 50 años, pero además se aplica contra los "otros": las mujeres, los ancianos, los gays, los negros. Todos tienen mucho o poco en términos de género. Se les ve así como violentos, rapaces, bestias, o bien, débiles, indefensos o dependientes, no pueden sostener una familia, son feminizados.

Esto se aplica en campos como la paternidad, en la que "La exigencia de ser importante y conservar poder y estatus implica pasar más tiempo en el trabajo y alejarse del hogar, la familia y los hijos; ser duro como un roble significa no cultivar las habilidades emocionales para cuidar, amar y criar a nuestros hijos."




"En conclusión" continúa Kimmel "hay que tener en cuenta que los hombres en lo individual están haciendo lo mejor posible para ser buenos padres, esposos o compañeros; sin embargo, la manera en que se les enseñó a ser hombres lesdificulta mucho el camino. Por eso, por una parte, están reticentes al cambio, pues las demandas de la masculinidad tradicional los han dejado sintiéndose inseguros, devaluados, incompletos e inferiores. Entonces si pierden su noción de la masculinidad lo pierden todo.

Por eso sugiero no retar a los hombres en lo individual, sino confrontar a la masculinidad en general, para permitirles vivir animados por el amor, la compasión, la crianza de los hijos y por mejores relaciones de pareja.

Un autor escribió en 1917 que el feminismo hará por primera vez libre a los hombres porque representa un reto para las definiciones tradicionales de la masculinidad."

Fue Floyd Dell, poeta, novelista, literario crítico. Y ya en 1914 escribía, entre otras cosas:



"El feminismo va a hacer posible que por primera vez los hombres sean libres.
En la actualidad, el hombre común tiene la elección entre ser un esclavo y un sinvergüenza. Así es la forma en que se encuentra.

[...]

"Un hombre libre es un hombre que está dispuesto a tirar su trabajo cada vez que le de la gana. Si él es un albañil que quiere salir en huelga, o un poeta que quiere dejar de escribir tonterías para las revistas, si no hace lo que quiere hacer, no es libre"

"Y esto será así siempre y cuando las mujeres sean el sexo dependiente de los hombres. Es mucho pedir de un hombre que sea valiente, cuando su valentía significa tomar la comida de la boca de una mujer que no puede conseguir comida al margen de él.

[...]



Los hombres no quieren la libertad que las mujeres están empujando. Ellos no quieren la oportunidad de ser valientes, quieren la oportunidad de ser generosos. Quieren dar comida y ropa y casa con cortinas de encaje a alguna mujer.
Los hombres quieren la sensación de poder más que el sentido de la libertad. Quieren la sensación de ser proveedores para las mujeres más que el sentimiento de hombres libres. Quieren a alguien dependiente de ellos más de lo que quieren a un camarada. Mientras que puedan ser señores con un sueldo fijo, están dispuestos a ser esclavos en el gran mundo exterior."

En pocas palabras, tienen miedo de dejar de ser sultanes en pequeños harenes monogámicos. Pero el mundo no quiere sultanes. Quiere que los hombres puedan llamar a su propia alma. Y eso es lo que el feminismo va a hacer por los hombres, dar vuelta a sus almas, para que puedan correr el riesgo sin temor en la aventura de la vida.

Cuando usted tiene una mujer en una caja, y paga el alquiler de la caja, su relación cambia insensiblemente. Pierde la emoción de la democracia. Deja de ser el compañero, porque la compañía sólo es posible en una democracia. Ya no es un intercambio de vida en común, se trata de una ruptura, de una vida partida. La mitad es una vida de cocina, ropa y niños; y la otra mitad una vida de negocios, política y béisbol.
No hay mucha diferencia en cual es la mitad más pobre.
Cualquier ruptura,
cuando se trata de la vida,
está muy cerca de la pobreza."


Publicado por primera vez en The Masses (julio 1914).

"Los hombres nacen suaves y blandos;
muertos, son rígidos y duros.
Las plantas nacen flexibles y tiernas;
muertas, son quebradizas y secas.
Así, quien sea rígido e inflexible
es un discípulo de la muerte.
Quien sea suave y adaptable
es un discípulo de la vida.
Lo duro y rígido se quebrará.
Lo suave y flexible prevalecerá."
Tao, Lao Tse.


"Casi muero por todas las lágrimas que no derramé”. Del libro "El caballero de la armadura oxidada" Robert Fisher.



Fuentes:
"Traficando con hombres, antropología de la masculinidad" Matthew C. Gutmann.
"Hacerse hombre" David Gilmore.
Ser gordo, mulato, femme, feo y aborrecible: https://eldemonioblancodelateteraverde.wordpress.com/2014/08/06/ser-gordo-mulato-femme-feo-y-aborrecible/
http://www.thebaffler.com/ancestors/feminism-for-men
http://www.elmundo.es/cultura/2015/04/06/55218c47ca4741c5648b4582.html
http://www.elmundo.es/espana/2014/11/29/547842ce22601d6d378b4575.html
http://www.eurowrc.org/06.contributions/3.contrib_es/12.contrib_es.htm
http://haikita.blogspot.com.es/2008/06/qu-es-ser-un-hombre.html
http://inadi.gob.ar/promocion-y-desarrollo/publicaciones/documentos-tematicos/genero-y-discriminacion/teoria-de-genero/

EL GATO QUE ESTÁ TRISTE Y AZUL: ANTROPOLOGÍA DEL COLOR



“El azul índigo es más azul que la planta de donde se extrae” (El alumno debe superar al maestro). Proverbio chino.


Los antropólogos Brent Berlin y Paul Kay comprobaron en una investigación acerca de los nombres de los colores, en 98 idiomas, que en todas las lenguas aparecieron primero el blanco y el negro (noche y día), y los términos que aluden a los colores claros y oscuros, luego la voz para rojo, después para verde y amarillo (pues están presente para lo comestible) y sólo en último lugar, se formaron palabras independientes para el azul y los demás colores.


Héctor «Kirai» García, autor de «Un geek en Japón», recuerda la siguiente anécdota de sus primeros días en el país asiático: «Un día un japonés me dijo “vamos a cruzar, que el semáforo ya se ha puesto en ao (azul)”. Yo pensé “¿ao no era azul?”. No le presté mucha atención, pero cuando volví a oír a alguien decir que el semáforo cambiaba a color azul me empecé a mosquear». El alicantino, que vive en Tokio desde 2004, descubrió más adelante que para los japoneses el color verde de los semáforos no es «midori» (verde), sino «ao» (azul).


Él lo atribuye a que en la lengua japonesa no existió una palabra para el color verde hasta que hace un milenio se introdujo el término «midori». Hasta entonces verde y azul habían sido el mismo color:el azul. Por eso, los semáforos en verde y otras cosas de color verde seguían siendo "azules".



Pero en realidad, en el antiguo Japón, la palabra "ao" o "aoi" no se refería al azul. El concepto de la palabra Aoi no era un color, sino algo mucho mas amplio: el cielo, los arboles, el césped, plantas y agua... el cobalto, celadón, aceituna, esmeralda, grafito... la naturaleza era aoi. Esto fue rebajándose a los colores conocidos como azul y verde y sus variantes.


En el japonés moderno, "ao" significa azul, pero todavía se aplica a las cosas que realmente no son azules a los ojos, sino a las cosas que todavía están inmaduras o sin experiencia. O son naturalmente puras. Por ejemplo:


- 'Aoba 青葉 nuevo crecimiento de las hojas.
- 'Aona' 青菜 verduras de hoja verde
- 'Aokusai' 青 臭 い un adjetivo para describir a alguien que es inmaduro; o decir que algo tiene un olor de hierba verde.

"Midori" que ahora es "verde", antiguamente simbolizaba la juventud y el nacimiento de la vegetación. A un cabello sano se le llama "Midori no Kurokami" y un recién nacido es un "Midori ko"
“Ao” se utiliza para los colores fríos e "inmaduros" o crudos, y “Aka” para los colores cálidos : amarillo, naranja o rojo... como el sol, que en Japón no es amarillo, es rojo.

En el chino, existe otra palabra similar que es anterior a la lengua vernácula moderna, Qing (青). Representa el florecimiento de una planta joven y podría entenderse como "verde", pero la palabra se utiliza para describir los colores que van desde la luz y el color verde amarillento a través de un azul profundo hasta llegar a negro, como en Xuanqing ( 玄青) .

Sin ir tan lejos, la etimología de la palabra en español "verde" viene del latín "viride", del verbo "virere", estar vigoroso, con fuerza, y aplicado a las plantas es estar exuberante, llenos de follaje, bien verdes.




En euskera, el idioma del País Vasco, se dan situaciones parecidas: el gris y el azul, comocolores fríos o claros, se les denominaba "urdina". Urdina viene de "ur", agua. Una persona con canas se dice que tiene el pelo azul. Si le salen canas, se le azulea el pelo (ilea urdindu). Y toda la gama de colores calientes, amarillo, naranja, rojo y sus variantes, eran"gorria". “Urre gorria” (lit. oro rojo) es el oro puro. "Negu gorria" significa invierno puro y violento, literalmente, "invierno rojo".

Pero hay muchos más idiomas que contienen una palabra que refiere tanto al azul como al verde, tantas que en inglés los lingüistas han decidido llamarlo "grue".

En muchos dialectos de la lengua amazigh, "azegzaw" significa tanto verde y azul


La antigua palabra egipcia "wadjet" cubre la gama de azul, azul-verde, y verde. Losgaleses tienen la palabra celta "glas" que generalmente se traduce como "azul"; sin embargo, también se puede referir para el color de la mar, de la hierba, o de la plata.
Osetia tiene una palabra para el azul, azul claro y verde: "цъæх" (tsah)
La palabra coreana nativa 푸르다 (Pureu-da) puede significar azul o verde, o verde azulado.
En tibetano, སྔོན་ པོ ་. (Wylie sngon) es el término dado por el color del cielo y de la hierba.
En vietnamita, azul y verde se denota por "xanh" (青).
En zulú, usan la palabra "-luhlaza" para el azul y el verde.
Tswana usa la misma palabra "tala" para referirse tanto al azul y al verde.
En la lengua Lakota Sioux, la palabra "tȟó" se utiliza tanto para el azul y el verde.


El azul es un color:


Lejano e infinito: como el mar y el cielo. De la palabra italiana para el azul ultramarino, l´azzurro, proviene el término Lasur, que es como se llama en alemán a las pinturas transparentes.


Fiel: en inglés, "true blue" es fiel hasta la médula. El rito nupcial inglés exige como ajuar de toda novia:
"Something old, something new, something borrowed, something blue"
"Algo antiguo, algo nuevo, algo prestado, algo azul"


Fantástico (y utópico): antiguamente, en Alemania, a las historias inventadas se las llamaba cuentos azules. Cuando un francés dice "j´en reste bleu!" quiere decir que no sale de su asombro, y si dice "parbleu!" es que algo resulta difícil de explicar, fantástico. En inglés, los "blueprints" hace referencia a planes y proyectos hechos al tuntún, como borrador.
En Holanda se dice "esto no son más que florecillas azules", significa que no son más que patrañas.


Melancólico: El blues es música nostálgica, de penas de amor y anhelo. En inglés, "blue" significa también estar triste y melancólico. El gato que está triste y azul, está triste. Y el que está "in a blue funk", es que está muerto de miedo. Pero en inglés, la comedia o las bromas azules no son melancólicas, sino las que tienen referencias sexuales, al contrario que en España, que se les llama chistes verdes. En japonés, azul está el que está enfermo, y son las películas rosas las que son eróticas. En China, sin embargo, son las amarillas.


Divino: El dios egipcio Amón es de color azul, y también el dios indio Visnú y el dios Rama tienen la piel celeste.
En la religión judía, el cielo es el trono de Yahvé y consiste en un zafiro. El azul divino y el blanco de la pureza son los colores de la bandera del sionismo.
La nobleza de España tenía "sangre azul", pero por otra razón. En las pieles blancas se nota mucho las venas azuladas, y por eso los campesino de piel tostada por el sol creían que por las venas de los nobles corría sangre azul.
Un príncipe azul es por el que (se dice en España) sueñan algunas jóvenes. En realidad, la bella durmiente cantaba en su versión original: "I know you, I walked with you once upon a dream." "Te conozco ... caminé contigo una vez en un sueño." No era él el príncipe azul con el que soñó.



Femenino: tradicionalmente, el azul, y no el rosa ha sido el color femenino, símbolo del agua, de lo apacible. El rosa era el color que se utilizaba para los niños, al ser el rojo el color masculino, y el rosa un rojo suave. Por eso con cosas azules se han creado nombres de mujer. Del latino caelistis, celeste, proceden Celestina, Celina, Selina, Coelina, Urdina, Sinikka, Saphira... La flor del aciano, azul, sale el nombre francés Bluette. Douglas es nombre masculino, pero es azul oscuro. El color de la Virgen María también es azul.






Relajado: La "blue hour" u hora azul es la del anochecer, una vez concluida la jornada laboral. Es el color preferido para las cremas suavizantes, las ropas de cama, los sedantes... Los rusos con carácter azul son los de ánimo apacible, y un ruso azul es homosexual. Una rusa azul celeste (golubica) es una rusa tímida.




Universal: El índigo hizo del azul el color preferido para todo el mundo. Podía extraerse de muchas plantas distintas que crecían en todo el mundo. Hay momias egipcias envueltas en tejidos de este azul. En China este tinte se conoce desde milenios. Los pictos se pintaban con este color para atemorizar al enemigo. Por cierto, los pictos eran un pueblo que habitó Escocia en tiempos de la invasión romana, es decir, casi mil años antes de Braveheart, por lo que este personaje histórico raramente pudo pintarse de azul el rostro en sus campañas militares. Los indios también lo conocían: índigo viene de indio, el tinte procedía de la India, y añil procede de la palabra india para este azul: anni. Los touaregs tiñen sus ropas de un azul tan intenso que confieren a su ropa un brillo metálico que refleja la luz solar.


"A los tuareg nos llamaban los hombres azules: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados.
Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.
" explica Moussa Ag Assarid.


Para hacer el tinte de glasto, sólo se necesitaban las hojas de esta planta y orina humana. Puesto al sol, se fermentaba y se formaba alcohol, que disolvía el colorante índigo de las hojas. Para reforzar el colorante, no se podía echar directamente alcohol porque podía estropearla, así que venía indirectamente de la orina de los hombres que habían bebido mucho alcohol. Por eso, en Alemania, losborrachos se ponen azules, y se dice que "está haciendo el azul"
También la palabra cobalto, del azul cobalto, viene del alemán Kobold, que significa Gnomo, pues en algunas minas hay minerales de azul cobalto que brillan como si fueran, decían, los ojos azules de los gnomos.







El azul es el color sobre el que menos se nota la suciedad, y el tinte era barato y abundante. La indumentaria laboral se tiñó de índigo por el mundo entero. Levi Strauss inventó los tejanos o blue jeans para los buscadores de oro y cowboys. El nombre viene de Blue de Gênes, o azul de Génova, de donde procedían los marinos que importaban el índigo. Después, descubrieron que tenían un tejido muy resistente adecuado para los mineros de la época, ya que eran una prenda cómoda y amplia.
Pero el índigo empezó a desaparecer por un nuevo colorante más resistente, el indantreno. De aquí surgió una nueva moda, el jeanslook, el auténtico índigo, el que se destiñe y se rompe. Los tejanos gastados se convirtieron en símbolo de regreso a los valores verdaderos y duraderos. Aparecieron imitaciones a este azul, y nació la moda de los stone-washed jeans (pantalones lavados a la piedra) restregados con piedra pómez hasta conseguir la apariencia de gastados. Por eso, se crearon los Levi´s 501, los tejanos realmente usados, de nuevo como símbolo de autenticidad.


Hoy, paradojas de la historia, lo único auténtico es que esta ropa hecha para los más duros trabajosse ha convertido en una prenda cotidiana y casual.



Vídeos:

Colores Himba:




Colores Japoneses:



Fuentes:
"Psicología de los colores" Eva Heller.
http://etimologias.dechile.net/?verde
http://www.quora.com/What-is-the-story-behind-using-the-same-word-for-blue-and-green-in-Japanese

http://en.wikipedia.org/wiki/Distinction_of_blue_and_green_in_various_languages

TODOS SOMOS GENIOS. CADA UNO A SU MANERA

sábado, 23 de mayo de 2015

TIENEN MÁS DE 90, ESTUDIAN, ENTRENAN, HABLAN POR SKYPE Y VIAJAN POR EL MUNDO

En el país hay más de 130.000 “noventones”.
Para ellos, la edad no cuenta. Les importa creer que pueden. Las historias de cinco mayores con proyectos.

Tenemos instalada la idea de que hay una edad en la que la gente dura, no vive. Que alguien de más de 90 años es, en el mejor de los casos, sólo el recuerdo de una mente que funcionó, de un cuerpo que fue productivo, de una memoria que fue veloz. Sin embargo, a medida que la esperanza de vida crece, es cada vez más usual encontrarse con personas longevas que siguen activas y que no están sentadas en una mecedora esperando su muerte: ancianos que no parecen lo que imaginamos por ancianos, y que viajan, usan la tecnología, estudian y hacen deportes, tanto o más, que muchos jóvenes. Estos son, entonces, los nuevos “jóvenes ancianos” que cuentan cómo son sus vidas después de los 90 y cuáles son sus próximos proyectos. 

Elda Pavetti, 91 años

Tenía 83 años cuando decidió anotarse en la universidad para estudiar Derecho. “Ya tengo 10 materias aprobadas pero nunca estudié con la intención de recibirme sino para ocupar el tiempo. Hace 15 años quedé viuda y la soledad, a ciertas horas, se hace pesada”, cuenta ella, desde su casa en Santa Fe. 
Pero hace tres años, Elda tuvo cáncer de colon y los médicos le recomendaron dejar los estudios por temor a que la presión de rendir exámenes le jugara en contra. “Pero yo me operé, me hice quimio y volví. Ahora estudio 4 o 5 horas por día: es bastante, es que a esta edad no es tan fácil retener”, dice ella, que ya tiene 91 años. “Lo gracioso es que ahora estoy estudiando casi a escondidas de mi hija: a veces los demás creen que la presión me hace mal pero al contrario: esos desafíos me mantiene viva”, sonríe. 
¿Por qué ella puede y muchos otros “noventones” no? “Creo que la edad no es lo importante: lo importante es creer que podés, y yo estoy convencida de que puedo”, dice a Clarín. Hoy es una mujer que, en contra del estereotipo de los mayores y su enemistad con la tecnología, habla por Skype con sus nietos, manda mails y chatea.
Elda es una de las casi 130.000 personas que, según el último censo, tienen más de 90 años. Son cada vez más porque la esperanza de vida viene creciendo (en los últimos 25 años, aumentó 3 años la cantidad de tiempo que vivimos). Y su carácter de “noventona” la hizo superar incluso la barrera que dice que las mujeres argentinas viven, en promedio, hasta los 79 años y los hombres hasta los 72. 

Efraín Wachs, 97 años

El también superó todos los promedios: cumplió 97 años en marzo y, la semana pasada, participó en tres jornadas de atletismo para adultos mayores. Wachs retornó a su hogar, en Tucumán, con 6 nuevas medallas que agregó a las que obtuvo desde que empezó a dedicarse al atletismo, a los 80 años.
Hasta entonces, el único deporte que practicaba era el ajedrez, pero este juego le quitaba tiempo a su trabajo de contador (todavía hoy atiende profesionalmente). Así, decidió cambiarlo por una actividad que le permitiera contrarrestar los efectos del envejecimiento. Tres veces por semana, Wachs atiende a un centenar de seguidores, de entre 60 y 90 años, a quienes anima y entrena para correr 10 kilómetros por semana. Y todavía tiene sueños pendientes. “Mi sueño es participar el año próximo en las Olimpíadas de Francia, a los 99 en las de Australia y a los 100 en las de Corea de Sur”. 

Elvira Laje, 99 años

Vive en Villa Crespo, ayer cumplió 99 años y encontró, en el Hogar al que va cada día, una conexión con su adolescencia. “Es como ir al colegio, pero casi a los 100 años: veo a mis amigas, bailamos, hacemos teatro, pintura, música”, cuenta. Habla del Hogar de día N°9, en Paraguay 5170, al que pueden ir los adultos mayores de 60 años. No vivir aislada fue la receta para vivir más y bien. Elvira lee, sin lentes, biografías y diarios, limpia su casa (“menos los vidrios, porque no llego”), se cocina, hace sus compras, se lava la ropa a mano. “La gente más joven me ve en la calle y me dice ‘no puedo creer como se agacha, señora’. Yo creo que si uno está alegre puede hacer cualquier cosa”. Es que mantenerse en actividad parece ser la clave: esta semana se supo que, en España, hay una candidata a concejala para las elecciones municipales que tiene 97 años. También se supo que, en Estados Unidos, un hombre de 94 años que empezó a estudiar en 1939 acaba de recibirse de Licenciado en Artes.

Aída Franciosi, 100 años

Aída Franciosi, “Amel” para sus familiares y amigos, pide que no le saquen fotos “porque cuando las veo, no me reconozco”. Fue docente, directora, profesora de piano, administrativa del Correo, y secretaria de una parroquia. En septiembre cumplirá 101 años y todavía sigue moviendo la mente: “Leo el diario, hago crucigramas, leo libros, aunque tengo un problema en el oído que me aísla un poco”, dice esta cordobesa que tiene cuatro nietas y nueve bisnietos. Sin embargo, conversar con ella no es un problema: en los eventos familiares Amel mantiene largas charlas, sólo hay que acercarse un poco para que pueda escuchar bien. 

Artin Elmayan, 98 años

Es armenio, tiene 98 años, es socio vitalicio de River y entrena tenis tres veces por semana: “Juego con muchachitos de 70, 75 años”, se ríe. “A veces están peor que yo, es increíble”, observa, y deja claro que la vejez no es una cuestión de edad. Después, va al gimnasio a hacer aparatos: “Es que a esta edad la artrosis no perdona, hay que activar los músculos, sino se quedan dormidos”, cuenta mientras entrena. 
Artin, que durante 56 años estuvo a cargo de una fábrica de uniformes de colegio, se jubiló con una idea: “Ahora estoy de vacaciones de la vida. Me junto con amigos a conversar, leo el diario, miro documentales científicos, leo algún libro sobre temas edificantes y cuido a mi novia”, dice. Su “novia” es una mujer de 91 años con la que se casó en 1942. “Hace poco fui a Armenia. Ahora tengo ganas de hacer otro viaje, me gustaría ver Florencia, París, Grecia, lo estoy planeando, quiero ir a ver arte. Toda esa actividad te enriquece: yo, si pudiera, hoy aprendería chino”. Esa parece ser entonces la receta: tener proyectos, porque es eso lo que da sentido a la frase “estar vivos”. 


Colaboraron: Rubén Elsinger (Tucumán) y Gustavo Molina (Córdoba)

FUENTE: CLARIN

VIVIR SIN MIEDO - EDUARDO GALEANO


jueves, 21 de mayo de 2015

PENSAMIENTO DEL DRAGÓN Y DEL GUERRERO

La esperanza no es fingir que no existen los problemas, es realmente la forma más exacta de encontrar las soluciones, que nos brinda la vida cotidiana.
Es la confianza de saber que estos no son eternos, que las heridas curarán, y las dificultades se superarán. Es tener fe, es una fuente de fortaleza y renovación absoluto de nuestro interior, la que nos guiará desde la oscuridad hacia la luz.
Cuando el amor profundo de tú vida no te quiere, cuando la llamada que esperas nunca llega, cuando no consigues el trabajo que deseas, cuando no recibes la invitación que esperabas….. el mensaje no es que no te lo mereces….. el mensaje no es que no eres importante….. el mensaje es que tú mereces algo mejor. Cada vez que sientas decepción por no recibir lo que deseas o esperas, no lo veas como rechazo o mala suerte…. simplemente piensa que es una tremenda oportunidad a algo mucho mejor de lo que esperabas obtener de la vida.
La vida está hecha de millones de momentos, vividos de mil maneras distintas o diferentes. Algunos, buscamos amor, paz, armonía, comprensión, ternura. Otros sobrevivimos día a día, semana a semana, mes a mes, y de año a año. Pero no hay momentos más plenos que aquel en el cual descubrimos con alegría, que la vida , con sus constantes alegrías, y sus penas, debe ser vivida a plenitud día a día.
Día a día, semana a semana, mes a mes, año a año, tenemos ese poder absoluto, gozando cada momento que nos ofrece la vida, y regocijándonos de cada sueño. Porque, cada día es nuevo y flamante, y podemos empezar de nuevo.

FUENTE: PENSAMIENTOCRITICO

MENTALIDAD DE TENGO DERECHO

Un joven fue a solicitar un puesto importante en una empresa grande. Pasó la entrevista inicial e iba a conocer al director para la entrevista final. El director vio su CV, era excelente. Y le preguntó: ”
-¿Recibió alguna beca en la escuela?” el joven respondió “no”.
-“¿Fue tu padre quien pagó tus estudios? ”
-” Si.”-respondió.
-“¿Dónde trabaja tu padre? ”
-“Mi padre hace trabajos de herreria.”
El director pidió al joven que le mostrara sus manos .
El joven mostró un par de manos suaves y perfectas.
-“¿Alguna vez has ayudado a tu padre en su trabajo? ”
-“Nunca, mis padres siempre quisieron que estudiara y leyera más libros. Además, él puede hacer esas tareas mejor que yo.
El director dijo:
-“Tengo una petición: cuando vayas a casa hoy, ve y lava las manos de tu padre, y luego ven a verme mañana por la mañana.”
El joven sintió que su oportunidad de conseguir el trabajo era alta.
Cuando regresó a su casa le pidió a su padre que le permitiera lavar sus manos.
Su padre se sintió extraño, feliz pero con sentimientos encontrados y mostró sus manos a su hijo. El joven lavó las manos poco a poco. Era la primera vez que se daba cuenta de que las manos de su padre estaban arrugadas y tenían tantas cicatrices. Algunos hematomas eran tan dolorosos que su piel se estremeció cuando él la tocó.
Esta fue la primera vez que el joven se dio cuenta de lo que significaban este par de manos que trabajaban todos los días para poder pagar su estudio. Los moretones en las manos eran el precio que tuvo que pagar por su educación, sus actividades de la escuela y su futuro.
Después de limpiar las manos de su padre, el joven se puso en silencio a ordenar y limpiar el taller. Esa noche, padre e hijo hablaron durante un largo tiempo.
A la mañana siguiente, el joven fue a la oficina del director.
El director se dio cuenta de las lágrimas en los ojos del joven cuando le preguntó: -“¿Puedes decirme qué has hecho y aprendido ayer en tu casa?”
El joven respondió: -“lavé las manos de mi padre y también terminé de asear y acomodar su taller”
-“Ahora sé lo que es apreciar, reconocer. Sin mis padres, yo no sería quien soy hoy. Al ayudar a mi padre ahora me doy cuenta de lo difícil y duro que es conseguir hacer algo por mi cuenta. He llegado a apreciar la importancia y el valor de ayudar a la familia.
El director dijo: “Esto es lo que yo busco en mi gente. Quiero contratar a una persona que pueda apreciar la ayuda de los demás, una persona que conoce los sufrimientos de los demás para hacer las cosas, y una persona que no ponga el dinero como su única meta en la vida”. “Estás contratado”.
Un niño que ha sido protegido y habitualmente se le ha dado lo que él quiere, desarrolla una “mentalidad de tengo derecho” y siempre se pone a sí mismo en primer lugar. Ignoraría los esfuerzos de sus padres.
Si somos este tipo de padres protectores ¿realmente estamos demostrando el amor o estamos destruyendo a nuestros hijos?
Puedes dar a tu hijo una casa grande, buena comida, clases de computación, ver en una gran pantalla de televisión. Pero cuando estás lavando el piso o pintando una pared, por favor que también él lo experimente. Después de comer que lave sus platos junto con sus hermanos y hermanas. No es porque no tengas dinero para contratar quien lo haga, es porque quieres amarlos de la manera correcta. No importa cuán rico seas, lo que quieres es que entienda. Un día tu pelo tendrá canas, igual que la madre de ese joven.
Lo más importante es que tu hijo aprenda a apreciar el esfuerzo y tenga la experiencia de la dificultad y aprenda la habilidad de trabajar con los demás para hacer las cosas.”

FUENTE: PENAMIENTOCRITICO

LA RIQUEZA

Un hombre riquísimo quiso que su hijo apreciase la cantidad de cosas que tenía y, para ello, decidió pasar con él un fin de semana en una casa de campo cuyos propietarios eran tan humildes que apenas contaban con lo básico para sobrevivir. Cuando acabó el viaje y ya estaban de regreso en su fastuosa mansión a las afueras de la ciudad, el padre preguntó, con curiosidad, al muchacho: “¿Qué te ha parecido este viaje?”. El niño aún estaba impresionado por la belleza de los campos y la naturaleza, por lo que no dudó en su respuesta: “Ha sido muy bonito, papá!”.
El hombre de negocios siguió comentando algunos momentos del fin de semana. “¿Viste lo pobre que puede llegar a ser la gente?”. A lo que el niño contesto: “sí”. Curioso por saber qué le había impresionado más, el padre prosiguió:” ¿Y qué aprendiste?”. El muchacho le respondió lo siguiente: “Nosotros tenemos un perro, ellos cuatro. En nuestra casa hay una gran piscina, ellos tienen un arroyo que no parece tener fin. Nuestro jardín está iluminado con lámparas de importación, pero esos campesinos tienen las estrellas. Ellos disfrutan del tiempo necesario para hablar y convivir. Mamá y tú os pasáis el día trabajando”. El padre quedó mudo y su hijo añadió estas palabras: ¡Gracias, papá, por enseñarme los ricos que podemos llegar a ser!”.
FUENTE: PENSAMIENTOCRITICO

domingo, 17 de mayo de 2015

TERRITORIO CANÍBAL - SKAY BEILINSON


LA CREACIÓN SEGÚN DAVID ROCKEFELLER - EDUARDO GALEANO (MEMORIA DEL FUEGO 1)


En el principio hice la luz con farol de queroseno. Y las tinieblas, que se burlaban de las velas de sebo o de esperma, retrocedieron. Y amaneció y atardeció el día primero.

  Y el día segundo Dios me puso a prueba y permitió que el demonio me tentara ofreciéndome amigos y amantes y otros despilfarros.


 Y dije: “Dejad que el petróleo venga hacia mí”. Y fundé la Standard Oil. Y vi que estaba bien y amaneció y atardeció el día tercero.


Y el día cuarto seguí el ejemplo de Dios. Como Él, amenacé y maldije a quien me negara obediencia; y como Él apliqué la extorsión y el castigo. Como Dios ha aplastado a sus competidores, así yo pulvericé sin piedad a mis rivales de Pittsburg y Filadelfia. Y a los arrepentidos prometí perdón y paz eterna.


Y puse fin al desorden del universo. Y donde había caos, hice organización. Y en escala jamás conocida calculé costos, impuse precios y conquisté mercados. Y distribuí la fuerza de millones de brazos para que nunca más se derrochara tiempo, ni energía, ni materia. Y desterré la casualidad y la suerte de la historia de los hombres. Y en el espacio por mí creado no reservé lugar alguno a los débiles ni a los ineficaces. Y amaneció y atardeció el día quinto.


Y por dar nombre a mi obra inauguré la palabra trust. Y vi que que estaba bien. Y comprobé que giraba el mundo alrededor de mis ojos vigilantes, mientras amanecía y atardecía el día sexto.


Y el día séptimo hice caridad. Sumé el dinero que Dios me había dado por haber continuado Su obra perfecta y doné a los pobres veinticinco centavos. Y entonces descansé.


sábado, 16 de mayo de 2015

¡ÁMATE A TI MISMO!


THE START - OUTLANDISH

EL CONTROL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN - NOAM CHOMSKY

El papel de los medios de comunicación en la política contemporánea nos obliga a preguntar por el tipo de mundo y de sociedad en los que queremos vivir, y qué modelo de democracia queremos para esta sociedad. Permítaseme empezar contraponiendo dos conceptos distintos de democracia. Uno es el que nos lleva a afirmar que en una sociedad democrática, por un lado, la gente tiene a su alcance los recursos para participar de manera significativa en la gestión de sus asuntos particulares, y, por otro, los medios de información son libres e imparciales.

FUENTE: MEDITOPIA


Si se busca la palabra democracia en el diccionario se encuentra una definición bastante parecida a lo que acabo de formular.

Una idea alternativa de democracia es la de que no debe permitirse que la gente se haga cargo de sus propios asuntos, a la vez que los medios de información deben estar fuerte y rígidamente controlados. Quizás esto suene como una concepción anticuada de democracia, pero es importante entender que, en todo caso, es la idea predominante. De hecho lo ha sido durante mucho tiempo, no sólo en la práctica sino incluso en el plano teórico. No olvidemos además que tenemos una larga historia, que se remonta a las revoluciones democráticas modernas de la Inglaterra del siglo XVII, que en su mayor parte expresa este punto de vista. En cualquier caso voy a ceñirme simplemente al período moderno y acerca de la forma en que se desarrolla la noción de democracia, y sobre el modo y el porqué el problema de los medios de comunicación y la desinformación se ubican en este contexto.

Primeros apuntes históricos de la propaganda

Empecemos con la primera operación moderna de propaganda llevada a cabo por un gobierno. Ocurrió bajo el mandato de Woodrow Wilson. Este fue elegido presidente en 1916 como líder de la plataforma electoral Paz sin victoria, cuando se cruzaba el ecuador de la Primera Guerra Mundial. La población era muy pacifista y no veía ninguna razón para involucrarse en una guerra europea; sin embargo, la administración Wilson había decidido que el país tomaría parte en el conflicto. Había por tanto que hacer algo para inducir en la sociedad la idea de la obligación de participar en la guerra. Y se creó una comisión de propaganda gubernamental, conocida con el nombre de Comisión Creel, que, en seis meses, logró convertir una población pacífica en otra histérica y belicista que quería ir a la guerra y destruir todo lo que oliera a alemán, despedazar a todos los alemanes, y salvar así al mundo. Se alcanzó un éxito extraordinario que conduciría a otro mayor todavía: precisamente en aquella época y después de la guerra se utilizaron las mismas técnicas para avivar lo que se conocía como Miedo rojo. Ello permitió la destrucción de sindicatos y la eliminación de problemas tan peligrosos como la libertad de prensa o de pensamiento político. El poder financiero y empresarial y los medios de comunicación fomentaron y prestaron un gran apoyo a esta operación, de la que, a su vez, obtuvieron todo tipo de provechos.

Entre los que participaron activa y entusiastamente en la guerra de Wilson estaban los intelectuales progresistas, gente del círculo de John Dewey Estos se mostraban muy orgullosos, como se deduce al leer sus escritos de la época, por haber demostrado que lo que ellos llamaban los miembros más inteligentes de la comunidad, es decir, ellos mismos, eran capaces de convencer a una población reticente de que había que ir a una guerra mediante el sistema de aterrorizarla y suscitar en ella un fanatismo patriotero. Los medios utilizados fueron muy amplios. Por ejemplo, se fabricaron montones de atrocidades supuestamente cometidas por los alemanes, en las que se incluían niños belgas con los miembros arrancados y todo tipo de cosas horribles que todavía se pueden leer en los libros de historia, buena parte de lo cual fue inventado por el Ministerio británico de propaganda, cuyo auténtico propósito en aquel momento -tal como queda reflejado en sus deliberaciones secretas- era el de dirigir el pensamiento de la mayor parte del mundo. Pero la cuestión clave era la de controlar el pensamiento de los miembros más inteligentes de la sociedad americana, quienes, a su vez, diseminarían la propaganda que estaba siendo elaborada y llevarían al pacífico país a la histeria propia de los tiempos de guerra. Y funcionó muy bien, al tiempo que nos enseñaba algo importante: cuando la propaganda que dimana del estado recibe el apoyo de las clases de un nivel cultural elevado y no se permite ninguna desviación en su contenido, el efecto puede ser enorme. Fue una lección que ya había aprendido Hitler y muchos otros, y cuya influencia ha llegado a nuestros días.

La democracia del espectador Otro grupo que quedó directamente marcado por estos éxitos fue el formado por teóricos liberales y figuras destacadas de los medios de comunicación, como Walter Lippmann, que era el decano de los periodistas americanos, un importante analista político -tanto de asuntos domésticos como internacionales- así como un extraordinario teórico de la democracia liberal. Si se echa un vistazo a sus ensayos, se observará que están subtitulados con algo así como: Una teoría progresista sobre el pensamiento democrático liberal. Lippmann estuvo vinculado a estas comisiones de propaganda y admitió los logros alcanzados, al tiempo que sostenía que lo que él llamaba revolución en el arte de la democracia podía utilizarse para fabricar consenso, es decir, para producir en la población, mediante las nuevas técnicas de propaganda, la aceptación de algo inicialmente no deseado. También pensaba que ello era no solo una buena idea sino también necesaria, debido a que, tal como él mismo afirmó, los intereses comunes esquivan totalmente a la opinión pública y solo una clase especializada de hombres responsables lo bastante inteligentes puede comprenderlos y resolver los problemas que de ellos se derivan. Esta teoría sostiene que solo una élite reducida -la comunidad intelectual de que hablaban los seguidores de Dewey- puede entender cuáles son aquellos intereses comunes, qué es lo que nos conviene a todos, así como el hecho de que estas cosas escapan a la gente en general. En realidad, este enfoque se remonta a cientos de años atrás, es también un planteamiento típicamente leninista, de modo que existe una gran semejanza con la idea de que una vanguardia de intelectuales revolucionarios toma el poder mediante revoluciones populares que les proporcionan la fuerza necesaria para ello, para conducir después a las masas estúpidas a un futuro en el que estas son demasiado ineptas e incompetentes para imaginar y prever nada por sí mismas. Es así que la teoría democrática liberal y el marxismo-leninismo se encuentran muy cerca en sus supuestos ideológicos. En mi opinión, esta es una de las razones por las que los individuos, a lo largo del tiempo, han observado que era realmente fácil pasar de una posición a otra sin experimentar ninguna sensación específica de cambio. Solo es cuestión de ver dónde está el poder. Es posible que haya una revolución popular que nos lleve a todos a asumir el poder del Estado; o quizás no la haya, en cuyo caso simplemente apoyaremos a los que detentan el poder real: la comunidad de las finanzas. Pero estaremos haciendo lo mismo: conducir a las masas estúpidas hacia un mundo en el que van a ser incapaces de comprender nada por sí mismas.

Lippmann respaldó todo esto con una teoría bastante elaborada sobre la democracia progresiva, según la cual en una democracia con un funcionamiento adecuado hay distintas clases de ciudadanos. En primer lugar, los ciudadanos que asumen algún papel activo en cuestiones generales relativas al gobierno y la administración. Es la clase especializada, formada por personas que analizan, toman decisiones, ejecutan, controlan y dirigen los procesos que se dan en los sistemas ideológicos, económicos y políticos, y que constituyen, asimismo, un porcentaje pequeño de la población total. Por supuesto, todo aquel que ponga en circulación las ideas citadas es parte de este grupo selecto, en el cual se habla primordialmente acerca de qué hacer con aquellos otros, quienes, fuera del grupo pequeño y siendo la mayoría de la población, constituyen lo que Lippmann llamaba el rebaño desconcertado: hemos de protegernos de este rebaño desconcertado cuando brama y pisotea. Así pues, en una democracia se dan dos funciones: por un lado, la clase especializada, los hombres responsables, ejercen la función ejecutiva, lo que significa que piensan, entienden y planifican los intereses comunes; por otro, el rebaño desconcertado también con una función en la democracia, que, según Lippmann, consiste en ser espectadores en vez de miembros participantes de forma activa. Pero, dado que estamos hablando de una democracia, estos últimos llevan a término algo más que una función: de vez en cuando gozan del favor de liberarse de ciertas cargas en la persona de algún miembro de la clase especializada; en otras palabras, se les permite decir queremos que seas nuestro líder, o, mejor, queremos que tú seas nuestro líder, y todo ello porque estamos en una democracia y no en un estado totalitario. Pero una vez se han liberado de su carga y traspasado esta a algún miembro de la clase especializada, se espera de ellos que se apoltronen y se conviertan en espectadores de la acción, no en participantes. Esto es lo que ocurre en una democracia que funciona como Dios manda.

Y la verdad es que hay una lógica detrás de todo eso. Hay incluso un principio moral del todo convincente: la gente es simplemente demasiado estúpida para comprender las cosas. Si los individuos trataran de participar en la gestión de los asuntos que les afectan o interesan, lo único que harían sería solo provocar líos, por lo que resultaría impropio e inmoral permitir que lo hicieran. Hay que domesticar al rebaño desconcertado, y no dejarle que brame y pisotee y destruya las cosas, lo cual viene a encerrar la misma lógica que dice que sería incorrecto dejar que un niño de tres años cruzara solo la calle. No damos a los niños de tres años este tipo de libertad porque partimos de la base de que no saben cómo utilizarla. Por lo mismo, no se da ninguna facilidad para que los individuos del rebaño desconcertado participen en la acción; solo causarían problemas.

Por ello, necesitamos algo que sirva para domesticar al rebaño perplejo; algo que viene a ser la nueva revolución en el arte de la democracia: la fabricación del consenso. Los medios de comunicación, las escuelas y la cultura popular tienen que estar divididos. La clase política y los responsables de tomar decisiones tienen que brindar algún sentido tolerable de realidad, aunque también tengan que inculcar las opiniones adecuadas. Aquí la premisa no declarada de forma explícita -e incluso los hombres responsables tienen que darse cuenta de esto ellos solos- tiene que ver con la cuestión de cómo se llega a obtener la autoridad para tomar decisiones. Por supuesto, la forma de obtenerla es sirviendo a la gente que tiene el poder real, que no es otra que los dueños de la sociedad, es decir, un grupo bastante reducido. Si los miembros de la clase especializada pueden venir y decir: Puedo ser útil a sus intereses, entonces pasan a formar parte del grupo ejecutivo. Y hay que quedarse callado y portarse bien, lo que significa que han de hacer lo posible para que penetren en ellos las creencias y doctrinas que servirán a los intereses de los dueños de la sociedad, de modo que, a menos que puedan ejercer con maestría esta autoformación, no formarán parte de la clase especializada. Así, tenemos un sistema educacional, de carácter privado, dirigido a los hombres responsables, a la clase especializada, que han de ser adoctrinados en profundidad acerca de los valores e intereses del poder real, y del nexo corporativo que este mantiene con el Estado y lo que ello representa. Si pueden conseguirlo, podrán pasar a formar parte de la clase especializada. Al resto del rebaño desconcertado básicamente habrá que distraerlo y hacer que dirija su atención a cualquier otra cosa. Que nadie se meta en líos. Habrá que asegurarse que permanecen todos en su función de espectadores de la acción, liberando su carga de vez en cuando en algún que otro líder de entre los que tienen a su disposición para elegir.

Muchos otros han desarrollado este punto de vista, que, de hecho, es bastante convencional. Por ejemplo, él destacado teólogo y crítico de política internacional Reinold Niebuhr, conocido a veces como el teólogo del sistema, gurú de George Kennan y de los intelectuales de Kennedy, afirmaba que la racionalidad es una técnica, una habilidad, al alcance de muy pocos: solo algunos la poseen, mientras que la mayoría de la gente se guía por las emociones y los impulsos. Aquellos que poseen la capacidad lógica tienen que crear ilusiones necesarias y simplificaciones acentuadas desde el punto de vista emocional, con objeto de que los bobalicones ingenuos vayan más o menos tirando. Este principio se ha convertido en un elemento sustancial de la ciencia política contemporánea. En la década de los años veinte y principios de la de los treinta, Harold Lasswell, fundador del moderno sector de las comunicaciones y uno de los analistas políticos americanos más destacados, explicaba que no deberíamos sucumbir a ciertos dogmatismos democráticos que dicen que los hombres son los mejores jueces de sus intereses particulares. Porque no lo son. Somos nosotros, decía, los mejores jueces de los intereses y asuntos públicos, por lo que, precisamente a partir de la moralidad más común, somos nosotros los que tenemos que asegurarnos que ellos no van a gozar de la oportunidad de actuar basándose en sus juicios erróneos. En lo que hoy conocemos como estado totalitario, o estado militar, lo anterior resulta fácil. Es cuestión simplemente de blandir una porra sobre las cabezas de los individuos, y, si se apartan del camino trazado, golpearles sin piedad. Pero si la sociedad ha acabado siendo más libre y democrática, se pierde aquella capacidad, por lo que hay que dirigir la atención a las técnicas de propaganda. La lógica es clara y sencilla: la propaganda es a la democracia lo que la cachiporra al estado totalitario. Ello resulta acertado y conveniente dado que, de nuevo, los intereses públicos escapan a la capacidad de comprensión del rebaño desconcertado.

Relaciones públicas Los Estados Unidos crearon los cimientos de la industria de las relaciones públicas. Tal como decían sus líderes, su compromiso consistía en controlar la opinión pública. Dado que aprendieron mucho de los éxitos de la Comisión Creel y del miedo rojo, y de las secuelas dejadas por ambos, las relaciones públicas experimentaron, a lo largo de la década de 1920, una enorme expansión, obteniéndose grandes resultados a la hora de conseguir una subordinación total de la gente a las directrices procedentes del mundo empresarial a lo largo de la década de 1920. La situación llegó a tal extremo que en la década siguiente los comités del Congreso empezaron a investigar el fenómeno. De estas pesquisas proviene buena parte de la información de que hoy día disponemos.

Las relaciones públicas constituyen una industria inmensa que mueve, en la actualidad, cantidades que oscilan en torno a un billón de dólares al año, y desde siempre su cometido ha sido el de controlar la opinión pública, que es el mayor peligro al que se enfrentan las corporaciones. Tal como ocurrió durante la Primera Guerra Mundial, en la década de 1930 surgieron de nuevo grandes problemas: una gran depresión unida a una cada vez más numerosa clase obrera en proceso de organización. En 1935, y gracias a la Ley Wagner, los trabajadores consiguieron su primera gran victoria legislativa, a saber, el derecho a organizarse de manera independiente, logro que planteaba dos graves problemas. En primer lugar, la democracia estaba funcionando bastante mal: el rebaño desconcertado estaba consiguiendo victorias en el terreno legislativo, y no era ese el modo en que se suponía que tenían que ir las cosas; el otro problema eran las posibilidades cada vez mayores del pueblo para organizarse. Los individuos tienen que estar atomizados, segregados y solos; no puede ser que pretendan organizarse, porque en ese caso podrían convertirse en algo más que simples espectadores pasivos.

Efectivamente, si hubiera muchos individuos de recursos limitados que se agruparan para intervenir en el ruedo político, podrían, de hecho, pasar a asumir el papel de participantes activos, lo cual sí sería una verdadera amenaza. Por ello, el poder empresarial tuvo una reacción contundente para asegurarse de que esa había sido la última victoria legislativa de las organizaciones obreras, y de que representaría también el principio del fin de esta desviación democrática de las organizaciones populares. Y funcionó. Fue la última victoria de los trabajadores en el terreno parlamentario, y, a partir de ese momento -aunque el número de afiliados a los sindicatos se incrementó durante la Segunda Guerra Mundial, acabada la cual empezó a bajar- la capacidad de actuar por la vía sindical fue cada vez menor. Y no por casualidad, ya que estamos hablando de la comunidad empresarial, que está gastando enormes sumas de dinero, a la vez que dedicando todo el tiempo y esfuerzo necesarios, en cómo afrontar y resolver estos problemas a través de la industria de las relaciones públicas y otras organizaciones, como la National Association of Manufacturers (Asociación nacional de fabricantes), la Business Roundtable (Mesa redonda de la actividad empresarial), etcétera. Y su principio es reaccionar en todo momento de forma inmediata para encontrar el modo de contrarrestar estas desviaciones democráticas.

La primera prueba se produjo un año más tarde, en 1937, cuando hubo una importante huelga del sector del acero en Johnstown, al oeste de Pensilvania. Los empresarios pusieron a prueba una nueva técnica de destrucción de las organizaciones obreras, que resultó ser muy eficaz. Y sin matones a sueldo que sembraran el terror entre los trabajadores, algo que ya no resultaba muy práctico, sino por medio de instrumentos más sutiles y eficientes de propaganda. La cuestión estribaba en la idea de que había que enfrentar a la gente contra los huelguistas, por los medios que fuera. Se presentó a estos como destructivos y perjudiciales para el conjunto de la sociedad, y contrarios a los intereses comunes, que eran los nuestros, los del empresario, el trabajador o el ama de casa, es decir, todos nosotros. Queremos estar unidos y tener cosas como la armonía y el orgullo de ser americanos, y trabajar juntos. Pero resulta que estos huelguistas malvados de ahí afuera son subversivos, arman jaleo, rompen la armonía y atentan contra el orgullo de América, y hemos de pararles los pies. El ejecutivo de una empresa y el chico que limpia los suelos tienen los mismos intereses. Hemos de trabajar todos juntos y hacerlo por el país y en armonía, con simpatía y cariño los unos por los otros. Este era, en esencia, el mensaje. Y se hizo un gran esfuerzo para hacerlo público; después de todo, estamos hablando del poder financiero y empresarial, es decir, el que controla los medios de información y dispone de recursos a gran escala, por lo cual funcionó, y de manera muy eficaz. Más adelante este método se conoció como la fórmula Mohawk VaIley, aunque se le denominaba también: método científico para impedir huelgas. Se aplicó una y otra vez para romper huelgas, y daba muy buenos resultados cuando se trataba de movilizar a la opinión pública a favor de conceptos vacíos de contenido, como el orgullo de ser americano. ¿Quién puede estar en contra de esto? O la armonía. ¿Quién puede estar en contra? O, como en la guerra del golfo Pérsico, apoyad a nuestras tropas. ¿Quién podía estar en contra? O los lacitos amarillos. ¿Hay alguien que esté en contra? Sólo alguien completamente necio.

De hecho, ¿qué pasa si alguien le pregunta si da usted su apoyo a la gente de Iowa? Se puede contestar diciendo Sí, le doy mi apoyo, o No, no la apoyo. Pero ni siquiera es una pregunta: no significa nada. Esta es la cuestión. La clave de los eslóganes de las relaciones públicas como “Apoyad a nuestras tropas” es que no significan nada, o, como mucho, lo mismo que apoyar a los habitantes de Iowa. Pero, por supuesto había una cuestión importante que se podía haber resuelto haciendo la pregunta: ¿Apoya usted nuestra política? Pero, claro, no se trata de que la gente se plantee cosas como esta. Esto es lo único que importa en la buena propaganda. Se trata de crear un eslogan que no pueda recibir ninguna oposición, bien al contrario, que todo el mundo esté a favor. Nadie sabe lo que significa porque no significa nada, y su importancia decisiva estriba en que distrae la atención de la gente respecto de preguntas que sí significan algo: ¿Apoya usted nuestra política? Pero sobre esto no se puede hablar. Así que tenemos a todo el mundo discutiendo sobre el apoyo a las tropas: Desde luego, no dejaré de apoyarles. Por tanto, ellos han ganado. Es como lo del orgullo americano y la armonía. Estamos todos juntos, en torno a eslóganes vacíos, tomemos parte en ellos y asegurémonos de que no habrá gente mala en nuestro alrededor que destruya nuestra paz social con sus discursos acerca de la lucha de clases, los derechos civiles y todo este tipo de cosas.

Todo es muy eficaz y hasta hoy ha funcionado perfectamente. Desde luego consiste en algo razonado y elaborado con sumo cuidado: la gente que se dedica a las relaciones públicas no está ahí para divertirse; está haciendo un trabajo, es decir, intentando inculcar los valores correctos. De hecho, tienen una idea de lo que debería ser la democracia: un sistema en el que la clase especializada está entrenada para trabajar al servicio de los amos, de los dueños de la sociedad, mientras que al resto de la población se le priva de toda forma de organización para evitar así los problemas que pudiera causar. La mayoría de los individuos tendrían que sentarse frente al televisor y masticar religiosamente el mensaje, que no es otro que el que dice que lo único que tiene valor en la vida es poder consumir cada vez más y mejor y vivir igual que esta familia de clase media que aparece en la pantalla y exhibir valores como la armonía y el orgullo americano. La vida consiste en esto. Puede que usted piense que ha de haber algo más, pero en el momento en que se da cuenta que está solo, viendo la televisión, da por sentado que esto es todo lo que existe ahí afuera, y que es una locura pensar en que haya otra cosa. Y desde el momento en que está prohibido organizarse, lo que es totalmente decisivo, nunca se está en condiciones de averiguar si realmente está uno loco o simplemente se da todo por bueno, que es lo más lógico que se puede hacer.

Así pues, este es el ideal, para alcanzar el cual se han desplegado grandes esfuerzos. Y es evidente que detrás de él hay una cierta concepción: la de democracia, tal como ya se ha dicho. El rebaño desconcertado es un problema. Hay que evitar que brame y pisotee, y para ello habrá que distraerlo. Será cuestión de conseguir que los sujetos que lo forman se queden en casa viendo partidos de fútbol, culebrones o películas violentas, aunque de vez en cuando se les saque del sopor y se les convoque a corear eslóganes sin sentido, como Apoyad a. nuestras tropas. Hay que hacer que conserven un miedo permanente, porque a menos que estén debidamente atemorizados por todos los posibles males que pueden destruirles, desde dentro o desde fuera, podrían empezar a pensar por sí mismos, lo cual es muy peligroso ya que no tienen la capacidad de hacerlo. Por ello es importante distraerles y marginarles.

Esta es una idea de democracia. De hecho, si nos re montamos al pasado, la última victoria legal de los trabajadores fue realmente en 1935, con la Ley Wagner. Después tras el inicio de la Primera Guerra Mundial, los sindicatos entraron en un declive, al igual que lo hizo una rica y fértil cultura obrera vinculada directamente con aquellos. Todo quedó destruido y nos vimos trasladados a una sociedad dominada de manera singular por los criterios empresariales. Era esta la única sociedad industrial, dentro de un sistema capitalista de Estado, en la que ni siquiera se producía el pacto social habitual que se podía dar en latitudes comparables. Era la única sociedad industrial -aparte de Sudáfrica, supongo- que no tenía un servicio nacional de asistencia sanitaria. No existía ningún compromiso para elevar los estándares mínimos de supervivencia de los segmentos de la población que no podían seguir las normas y directrices imperantes ni conseguir nada por sí mismos en el plano individual. Por otra parte, los sindicatos prácticamente no existían, al igual que ocurría con otras formas de asociación en la esfera popular. No había organizaciones políticas ni partidos: muy lejos se estaba, por tanto, del ideal, al menos en el plano estructural. Los medios de información constituían un monopolio corporativizado; todos expresaban los mismos puntos de vista. Los dos partidos eran dos facciones del partido del poder financiero y empresarial. Y así la mayor parte de la población ni tan solo se molestaba en ir a votar ya que ello carecía totalmente de sentido, quedando, por ello, debidamente marginada. Al menos este era el objetivo. La verdad es que el personaje más destacado de la industria de las relaciones públicas, Edward Bernays, procedía de la Comisión Creel. Formó parte de ella, aprendió bien la lección y se puso manos a la obra a desarrollar lo que él mismo llamó la ingeniería del consenso, que describió como la esencia de la democracia.

Los individuos capaces de fabricar consenso son los que tienen los recursos y el poder de hacerlo -la comunidad financiera y empresarial- y para ellos trabajamos.

Fabricación de la opinión También es necesario recabar el apoyo de la población a las aventuras exteriores. Normalmente la gente es pacifista, tal como sucedía durante la Primera Guerra Mundial, ya que no ve razones que justifiquen la actividad bélica, la muerte y la tortura. Por ello, para procurarse este apoyo hay que aplicar ciertos estímulos; y para estimularles hay que asustarles. El mismo Bernays tenía en su haber un importante logro a este respecto, ya que fue el encargado de dirigir la campaña de relaciones públicas de la United Fruit Company en 1954, cuando los Estados Unidos intervinieron militarmente para derribar al gobierno democrático-capitalista de Guatemala e instalaron en su lugar un régimen sanguinario de escuadrones de la muerte, que se ha mantenido hasta nuestros días a base de repetidas infusiones de ayuda norteamericana que tienen por objeto evitar algo más que desviaciones democráticas vacías de contenido. En estos casos, es necesario hacer tragar por la fuerza una y otra vez programas domésticos hacia los que la gente se muestra contraria, ya que no tiene ningún sentido que el público esté a favor de programas que le son perjudiciales. Y esto, también, exige una propaganda amplia y general, que hemos tenido oportunidad de ver en muchas ocasiones durante los últimos diez años. Los programas de la era Reagan eran abrumadoramente impopulares. Los votantes de la victoria arrolladora de Reagan en 1984 esperaban, en una proporción de tres a dos, que no se promulgaran las medidas legales anunciadas. Si tomamos programas concretos, como el gasto en armamento, o la reducción de recursos en materia de gasto social, etc., prácticamente todos ellos recibían una oposición frontal por parte de la gente. Pero en la medida en que se marginaba y apartaba a los individuos de la cosa pública y estos no encontraban el modo de organizar y articular sus sentimientos, o incluso de saber que había otros que compartían dichos sentimientos, los que decían que preferían el gasto social al gasto militar -y lo expresaban en los sondeos, tal como sucedía de manera generalizada- daban por supuesto que eran los únicos con tales ideas disparatadas en la cabeza. Nunca habían oído estas cosas de nadie más, ya que había que suponer que nadie pensaba así; y si lo había, y era sincero en las encuestas, era lógico pensar que se trataba de un bicho raro. Desde el momento en que un individuo no encuentra la manera de unirse a otros que comparten o refuerzan este parecer y que le pueden transmitir la ayuda necesaria para articularlo, acaso llegue a sentir que es alguien excéntrico, una rareza en un mar de normalidad. De modo que acaba permaneciendo al margen, sin prestar atención a lo que ocurre, mirando hacia, otro lado, como por ejemplo la final de Copa.

Así pues, hasta cierto punto se alcanzó el ideal, aunque nunca de forma completa, ya que hay instituciones que hasta ahora ha sido imposible destruir: por ejemplo, las iglesias. Buena parte de la actividad disidente de los Estados Unidos se producía en las iglesias por la sencilla razón de que estas existían. Por ello, cuando había que dar una conferencia de carácter político en un país europeo era muy probable que se celebrara en los locales de algún sindicato, cosa harto difícil en América ya que, en primer lugar, estos apenas existían o, en el mejor de los casos, no eran organizaciones políticas. Pero las iglesias sí existían, de manera que las charlas y conferencias se hacían con frecuencia en ellas: la solidaridad con Centroamérica se originó en su mayor parte en las iglesias, sobre todo porque existían.

El rebaño desconcertado nunca acaba de estar debidamente domesticado: es una batalla permanente. En la década de 1930 surgió otra vez, pero se pudo sofocar el movimiento. En los años sesenta apareció una nueva ola de disidencia, a la cual la clase especializada le puso el nombre de crisis de la democracia. Se consideraba que la democracia estaba entrando en una crisis porque amplios segmentos de la población se estaban organizando de manera activa y estaban intentando participar en la arena política. El conjunto de élites coincidían en que había que aplastar el renacimiento democrático de los sesenta y poner en marcha un sistema social en el que los recursos se canalizaran hacia las clases acaudaladas privilegiadas. Y aquí hemos de volver a las dos concepciones de democracia que hemos mencionado en párrafos anteriores. Según la definición del diccionario, lo anterior constituye un avance en democracia; según el criterio predominante, es un problema, una crisis que ha de ser vencida. Había que obligar a la población a que retrocediera y volviera a la apatía, la obediencia y la pasividad, que conforman su estado natural, para lo cual se hicieron grandes esfuerzos, si bien no funcionó. Afortunadamente, la crisis de la democracia todavía está vivita y coleando, aunque no ha resultado muy eficaz a la hora de conseguir un cambio político. Pero, contrariamente a lo que mucha gente cree, sí ha dado resultados en lo que se refiere al cambio de la opinión pública.

Después de la década de 1960 se hizo todo lo posible para que la enfermedad diera marcha atrás. La verdad es que uno de los aspectos centrales de dicho mal tenía un nombre técnico: el síndrome de Vietnam, término que surgió en torno a 1970 y que de vez en cuando encuentra nuevas definiciones. El intelectual reaganista Norman Podhoretz habló de él como las inhibiciones enfermizas respecto al uso de la fuerza militar. Pero resulta que era la mayoría de la gente la que experimentaba dichas inhibiciones contra la violencia, ya que simplemente no entendía por qué había que ir por el mundo torturando, matando o lanzando bombardeos intensivos. Como ya supo Goebbels en su día, es muy peligroso que la población se rinda ante estas inhibiciones enfermizas, ya que en ese caso habría un límite a las veleidades aventureras de un país fuera de sus fronteras. Tal como decía con orgullo el Washington Post durante la histeria colectiva que se produjo durante la guerra del golfo Pérsico, es necesario infundir en la gente respeto por los valores marciales. Y eso sí es importante. Si se quiere tener una sociedad violenta que avale la utilización de la fuerza en todo el mundo para alcanzar los fines de su propia élite doméstica, es necesario valorar debidamente las virtudes guerreras y no esas inhibiciones achacosas acerca del uso de la violencia. Esto es el síndrome de Vietnam: hay que vencerlo.

La representación como realidad También es preciso falsificar totalmente la historia. Ello constituye otra manera de vencer esas inhibiciones enfermizas, para simular que cuando atacamos y destruimos a alguien lo que estamos haciendo en realidad es proteger y defendernos a nosotros mismos de los peores monstruos y agresores, y cosas por el estilo. Desde la guerra del Vietnam se ha realizado un enorme esfuerzo por reconstruir la historia. Demasiada gente, incluidos gran número de soldados y muchos jóvenes que estuvieron involucrados en movimientos por la paz o antibelicistas, comprendía lo que estaba pasando. Y eso no era bueno. De nuevo había que poner orden en aquellos malos pensamientos y recuperar alguna forma de cordura, es decir, la aceptación de que sea lo que fuere lo que hagamos, ello es noble y correcto. Si bombardeábamos Vietnam del Sur, se debía a que estábamos defendiendo el país de alguien, esto es, de los sudvietnamitas, ya que allí no había nadie más. Es lo que los intelectuales kenedianos denominaban defensa contra la agresión interna en Vietnam del Sur, expresión acuñada por Adiai Stevenson, entre otros. Así pues, era necesario que esta fuera la imagen oficial e inequívoca; y ha funcionado muy bien, ya que si se tiene el control absoluto de los medios de comunicación y el sistema educativo y la intelectualidad son conformistas, puede surtir efecto cualquier política. Un indicio de ello se puso de manifiesto en un estudio llevado a cabo en la Universidad de Massachussets sobre las diferentes actitudes ante la crisis del Golfo Pérsico, y que se centraba en las opiniones que se manifestaban mientras se veía la televisión. Una de las preguntas de dicho estudio era: ¿Cuantas víctimas vietnamitas calcula usted que hubo durante la guerra del Vietnam? La respuesta promedio que se daba era en torno a 100.000, mientras que las cifras oficiales hablan de dos millones, y las reales probablemente sean de tres o cuatro millones. Los responsables del estudio formulaban a continuación una pregunta muy oportuna: ¿Qué pensaríamos de la cultura política alemana si cuando se le preguntara a la gente cuantos judíos murieron en el Holocausto la respuesta fuera unos 300.000? La pregunta quedaba sin respuesta, pero podemos tratar de encontrarla. ¿Qué nos dice todo esto sobre nuestra cultura? Pues bastante: es preciso vencer las inhibiciones enfermizas respecto al uso de la fuerza militar y a otras desviaciones democráticas. Y en este caso dio resultados satisfactorios y demostró ser cierto en todos los terrenos posibles: tanto si elegimos Próximo Oriente, el terrorismo internacional o Centroamérica. El cuadro del mundo que se presenta a la gente no tiene la más mínima relación con la realidad, ya que la verdad sobre cada asunto queda enterrada bajo montañas de mentiras. Se ha alcanzado un éxito extraordinario en el sentido de disuadir las amenazas democráticas, y lo realmente interesante es que ello se ha producido en condiciones de libertad. No es como en un estado totalitario, donde todo se hace por la fuerza. Esos logros son un fruto conseguido sin violar la libertad. Por ello, si queremos entender y conocer nuestra sociedad, tenemos que pensar en todo esto, en estos hechos que son importantes para todos aquellos que se interesan y preocupan por el tipo de sociedad en el que viven.

La cultura disidente A pesar de todo, la cultura disidente sobrevivió, y ha experimentado un gran crecimiento desde la década de los sesenta. Al principio su desarrollo era sumamente lento, ya que, por ejemplo, no hubo protestas contra la guerra de Indochina hasta algunos años después de que los Estados Unidos empezaran a bombardear Vietnam del Sur. En los inicios de su andadura era un reducido movimiento contestatario, formado en su mayor parte por estudiantes y jóvenes en general, pero hacia principios de los setenta ya había cambiado de forma notable. Habían surgido movimientos populares importantes: los ecologistas, las feministas, los antinucleares, etcétera. Por otro lado, en la década de 1980 se produjo una expansión incluso mayor y que afectó a todos los movimientos de solidaridad, algo realmente nuevo e importante al menos en la historia de América y quizás en toda la disidencia mundial. La verdad es que estos eran movimientos que no sólo protestaban sino que se implicaban a fondo en las vidas de todos aquellos que sufrían por alguna razón en cualquier parte del mundo. Y sacaron tan buenas lecciones de todo ello, que ejercieron un enorme efecto civilizador sobre las tendencias predominantes en la opinión pública americana. Y a partir de ahí se marcaron diferencias, de modo que cualquiera que haya estado involucrado es este tipo de actividades durante algunos años ha de saberlo perfectamente. Yo mismo soy consciente de que el tipo de conferencias que doy en la actualidad en las regiones más reaccionarias del país -la Georgia central, el Kentucky rural- no las podría haber pronunciado, en el momento culminante del movimiento pacifista, ante una audiencia formada por los elementos más activos de dicho movimiento. Ahora, en cambio, en ninguna parte hay ningún problema. La gente puede estar o no de acuerdo, pero al menos comprende de qué estás hablando y hay una especie de terreno común en el que es posible cuando menos entenderse.

A pesar de toda la propaganda y de todos los intentos por controlar el pensamiento y fabricar el consenso, lo anterior constituye un conjunto de signos de efecto civilizador. Se está adquiriendo una capacidad y una buena disposición para pensar las cosas con el máximo detenimiento. Ha crecido el escepticismo acerca del poder.

Han cambiado muchas actitudes hacia un buen número de cuestiones, lo que ha convertido todo este asunto en algo lento, quizá incluso frío, pero perceptible e importante, al margen de si acaba siendo o no lo bastante rápido como para influir de manera significativa en los aconteceres del mundo. Tomemos otro ejemplo: la brecha que se ha abierto en relación con el género. A principios de la década de 1960 las actitudes de hombres y mujeres eran aproximadamente las mismas en asuntos como las virtudes castrenses, igual que lo eran las inhibiciones enfermizas respecto al uso de la fuerza militar. Por entonces, nadie, ni hombres ni mujeres, se resentía a causa de dichas posturas, dado que las respuestas coincidían: todo el mundo pensaba que la utilización de la violencia para reprimir a la gente de por ahí estaba justificada. Pero con el tiempo las cosas han cambiado. Aquellas inhibiciones han experimentado un crecimiento lineal, aunque al mismo tiempo ha aparecido un desajuste que poco a poco ha llegado a ser sensiblemente importante y que según los sondeos ha alcanzado el 20%. ¿Qué ha pasado? Pues que las mujeres han formado un tipo de movimiento popular semi organizado, el movimiento feminista, que ha ejercido una influencia decisiva, ya que, por un lado, ha hecho que muchas mujeres se dieran cuenta de que no estaban solas, de que había otras con quienes compartir las mismas ideas, y, por otro, en la organización se pueden apuntalar los pensamientos propios y aprender más acerca de las opiniones e ideas que cada uno tiene. Si bien estos movimientos son en cierto modo informales, sin carácter militante, basados más bien en una disposición del ánimo en favor de las interacciones personales, sus efectos sociales han sido evidentes. Y este es el peligro de la democracia: si se pueden crear organizaciones, si la gente no permanece simplemente pegada al televisor, pueden aparecer estas ideas extravagantes, como las inhibiciones enfermizas respecto al uso de la fuerza militar. Hay que vencer estas tentaciones, pero no ha sido todavía posible.

Desfile de enemigos En vez de hablar de la guerra pasada, hablemos de la guerra que viene, porque a veces es más útil estar preparado para lo que puede venir que simplemente reaccionar ante lo que ocurre. En la actualidad se está produciendo en los Estados Unidos -y no es el primer país en que esto sucede- un proceso muy característico. En el ámbito interno, hay problemas económicos y sociales crecientes que pueden devenir en catástrofes, y no parece haber nadie, de entre los que detentan el poder, que tenga intención alguna de prestarles atención. Si se echa una ojeada a los programas de las distintas administraciones durante los últimos diez años no se observa ninguna propuesta seria sobre lo que hay que hacer para resolver los importantes problemas relativos a la salud, la educación, los que no tienen hogar, los parados, el índice de criminalidad, la delincuencia creciente que afecta a amplias capas de la población, las cárceles, el deterioro de los barrios periféricos, es decir, la colección completa de problemas conocidos. Todos conocemos la situación, y sabemos que está empeorando. Solo en los dos años que George Bush estuvo en el poder hubo tres millones más de niños que cruzaron el umbral de la pobreza, la deuda externa creció progresivamente, los estándares educativos experimentaron un declive, los salarios reales retrocedieron al nivel de finales de los años cincuenta para la gran mayoría de la población, y nadie hizo absolutamente nada para remediarlo. En estas circunstancias hay que desviar la atención del rebaño desconcertado ya que si empezara a darse cuenta de lo que ocurre podría no gustarle, porque es quien recibe directamente las consecuencias de lo anterior. Acaso entretenerles simplemente con la final de Copa o los culebrones no sean suficientes y haya que avivar en él el miedo a los enemigos. En los años treinta Hitler difundió entre los alemanes el miedo a los judíos y a los gitanos: había que machacarles como forma de autodefensa. Pero nosotros también tenemos nuestros métodos. A lo largo de la última década, cada año o a lo sumo cada dos, se fabrica algún monstruo de primera línea del que hay que defenderse. Antes los que estaban más a mano eran los rusos, de modo que había que estar siempre a punto de protegerse de ellos. Pero, por desgracia, han perdido atractivo como enemigo, y cada vez resulta más difícil utilizarles como tal, de modo que hay que hacer que aparezcan otros de nueva estampa. De hecho, la gente fue bastante injusta al criticar a George Bush por haber sido incapaz de expresar con claridad hacia dónde estábamos siendo impulsados, ya que hasta mediados de los años ochenta, cuando andábamos despistados se nos ponía constantemente el mismo disco: que vienen los rusos. Pero al perderlos como encarnación del lobo feroz hubo que fabricar otros, al igual que hizo el aparato de relaciones públicas reaganiano en su momento. Y así, precisamente con Bush, se empezó a utilizar a los terroristas internacionales, a los narcotraficantes, a los locos caudillos árabes o a Saddam Hussein, el nuevo Hitler que iba a conquistar el mundo. Han tenido que hacerles aparecer a uno tras otro, asustando a la población, aterrorizándola, de forma que ha acabado muerta de miedo y apoyando cualquier iniciativa del poder. Así se han podido alcanzar extraordinarias victorias sobre Granada, Panamá, o algún otro ejército del Tercer Mundo al que se puede pulverizar antes de siquiera tomarse la molestia de mirar cuántos son. Esto da un gran alivio, ya que nos hemos salvado en el último momento.

Tenemos así, pues, uno de los métodos con el cual se puede evitar que el rebaño desconcertado preste atención a lo que está sucediendo a su alrededor, y permanezca distraído y controlado. Recordemos que la operación terrorista internacional más importante llevada a cabo hasta la fecha ha sido la operación Mongoose, a cargo de la administración Kennedy, a partir de la cual este tipo de actividades prosiguieron contra Cuba. Parece que no ha habido nada que se le pueda comparar ni de lejos, a excepción quizás de la guerra contra Nicaragua, si convenimos en denominar aquello también terrorismo. El Tribunal de La Haya consideró que aquello era algo más que una agresión.

Cuando se trata de construir un monstruo fantástico siempre se produce una ofensiva ideológica, seguida de campañas para aniquilarlo. No se puede atacar si el adversario es capaz de defenderse: sería demasiado peligroso. Pero si se tiene la seguridad de que se le puede vencer, quizá se le consiga despachar rápido y lanzar así otro suspiro de alivio.

Percepción selectiva Esto ha venido sucediendo desde hace tiempo. En mayo de 1986 se publicaron las memorias del preso cubano liberado Armando Valladares, que causaron rápidamente sensación en los medios de comunicación. Voy a brindarles algunas citas textuales. Los medios informativos describieron sus revelaciones como «el relato definitivo del inmenso sistema de prisión y tortura con el que Castro castiga y elimina a la oposición política». Era «una descripción evocadora e inolvidable» de las «cárceles bestiales, la tortura inhumana [y] el historial de violencia de estado [bajo] todavía uno de los asesinos de masas de este siglo», del que nos enteramos, por fin, gracias a este libro, que «ha creado un nuevo despotismo que ha institucionalizado la tortura como mecanismo de control social» en el «infierno que era la Cuba en la que [Valladares] vivió». Esto es lo que apareció en el Washington Post y el New York Times en sucesivas reseñas. Las atrocidades de Castro -descrito como un «matón dictador»- se revelaron en este libro de manera tan concluyente que «solo los intelectuales occidentales fríos e insensatos saldrán en defensa del tirano», según el primero de los diarios citados. Recordemos que estamos hablando de lo que le ocurrió a un hombre. Y supongamos que todo lo que se dice en el libro es verdad. No le hagamos demasiadas preguntas al protagonista de la historia. En una ceremonia celebrada en la Casa Blanca con motivo del Día de los Derechos Humanos, Ronald Reagan destacó a Armando Valladares e hizo mención especial de su coraje al soportar el sadismo del sangriento dictador cubano. A continuación, se le designó representante de los Estados Unidos en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Allí tuvo la oportunidad de prestar notables servicios en la defensa de los gobiernos de El Salvador y Guatemala en el momento en que estaban recibiendo acusaciones de cometer atrocidades a tan gran escala que cualquier vejación que Valladares pudiera haber sufrido tenía que considerarse forzosamente de mucha menor entidad. Así es como están las cosas.

La historia que viene ahora también ocurría en mayo de 1986, y nos dice mucho acerca de la fabricación del consenso. Por entonces, los supervivientes del Grupo de Derechos Humanos de El Salvador -sus líderes habían sido asesinados- fueron detenidos y torturados, incluyendo al director, Herbert Anaya. Se les encarceló en una prisión llamada La Esperanza, pero mientras estuvieron en ella continuaron su actividad de defensa de los derechos humanos, y, dado que eran abogados, siguieron tomando declaraciones juradas. Había en aquella cárcel 432 presos, de los cuales 430 declararon y relataron bajo juramento las torturas que habían recibido: aparte de la picana y otras atrocidades, se incluía el caso de un interrogatorio, y la tortura consiguiente, dirigido por un oficial del ejército de los Estados Unidos de uniforme, al cual se describía con todo detalle. Ese informe -160 páginas de declaraciones juradas de los presos- constituye un testimonio extraordinariamente explícito y exhaustivo, acaso único en lo referente a los pormenores de lo que ocurre en una cámara de tortura. No sin dificultades se consiguió sacarlo al exterior, junto con una cinta de vídeo que mostraba a la gente mientras testificaba sobre las torturas, y la Marin County Interfaith Task Force (Grupo de trabajo multi confesional Marin County) se encargó de distribuirlo. Pero la prensa nacional se negó a hacer su cobertura informativa y las emisoras de televisión rechazaron la emisión del vídeo. Creo que como mucho apareció un artículo en el periódico local de Marin County, el San Francisco Examiner. Nadie iba a tener interés en aquello. Porque estábamos en la época en que no eran pocos los intelectuales insensatos y ligeros de cascos que estaban cantando alabanzas a José Napoleón Duarte y Ronald Reagan.

Anaya no fue objeto de ningún homenaje. No hubo lugar para él en el Día de los Derechos Humanos. No fue elegido para ningún cargo importante. En vez de ello fue liberado en un intercambio de prisioneros y posteriormente asesinado, al parecer por las fuerzas de seguridad siempre apoyadas militar y económicamente por los Estados Unidos. Nunca se tuvo mucha información sobre aquellos hechos: los medios de comunicación no llegaron en ningún momento a preguntarse si la revelación de las atrocidades que se denunciaban -en vez de mantenerlas en secreto y silenciarlas- podía haber salvado su vida.

Todo lo anterior nos enseña mucho acerca del modo de funcionamiento de un sistema de fabricación de consenso. En comparación con las revelaciones de Herbert Anaya en El Salvador, las memorias de Valladares son como una pulga al lado de un elefante. Pero no podemos ocuparnos de pequeñeces, lo cual nos conduce hacia la próxima guerra. Creo que cada vez tendremos más noticias sobre todo esto, hasta que tenga lugar la operación siguiente.

Sólo algunas consideraciones sobre lo último que se ha dicho, si bien al final volveremos sobre ello. Empecemos recordando el estudio de la Universidad de Massachussets ya mencionado, ya que llega a conclusiones interesantes. En él se preguntaba a la gente si creía que los Estados Unidos debían intervenir por la fuerza para impedir la invasión ilegal de un país soberano o para atajar los abusos cometidos contra los derechos humanos. En una proporción de dos a uno la respuesta del público americano era afirmativa. Había que utilizar la fuerza militar para que se diera marcha atrás en cualquier caso de invasión o para que se respetaran los derechos humanos. Pero si los Estados Unidos tuvieran que seguir al pie de la letra el consejo que se deriva de la citada encuesta, habría que bombardear El Salvador, Guatemala, Indonesia, Damasco, Tel Aviv, Ciudad del Cabo, Washington, y una lista interminable de países, ya que todos ellos representan casos manifiestos, bien de invasión ilegal, bien de violación de derechos humanos. Si uno conoce los hechos vinculados a estos ejemplos, comprenderá perfectamente que la agresión y las atrocidades de Saddam Hussein -que tampoco son de carácter extremo- se incluyen claramente dentro de este abanico de casos. ¿Por qué, entonces, nadie llega a esta conclusión? La respuesta es que nadie sabe lo suficiente. En un sistema de propaganda bien engrasado nadie sabrá de qué hablo cuando hago una lista como la anterior. Pero si alguien se molesta en examinarla con cuidado, verá que los ejemplos son totalmente apropiados.

Tomemos uno que, de forma amenazadora, estuvo a punto de ser percibido durante la guerra del Golfo. En febrero, justo en la mitad de la campaña de bombardeos, el gobierno del Líbano solicitó a Israel que observara la resolución 425 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, de marzo de 1978, por la que se le exigía que se retirara inmediata e incondicionalmente del Líbano. Después de aquella fecha ha habido otras resoluciones posteriores redactadas en los mismos términos, pero desde luego Israel no ha acatado ninguna de ellas porque los Estados Unidos dan su apoyo al mantenimiento de la ocupación. Al mismo tiempo, el sur del Líbano recibe las embestidas del terrorismo del estado judío, y no solo brinda espacio para la ubicación de campos de tortura y aniquilamiento sino que también se utiliza como base para atacar a otras partes del país. Desde 1978, fecha de la resolución citada, el Líbano fue invadido, la ciudad de Beirut sufrió continuos bombardeos, unas 20.000 personas murieron -en torno al 80% eran civiles-, se destruyeron hospitales, y la población tuvo que soportar todo el daño imaginable, incluyendo el robo y el saqueo. Excelente... los Estados Unidos lo apoyaban. Es solo un ejemplo. La cuestión está en que no vimos ni oímos nada en los medios de información acerca de todo ello, ni siquiera una discusión sobre si Israel y los Estados Unidos deberían cumplir la resolución 425 del Consejo de Seguridad, o cualquiera de las otras posteriores, del mismo modo que nadie solicitó el bombardeo de Tel Aviv, a pesar de los principios defendidos por dos tercios de la población. Porque, después de todo, aquello es una ocupación ilegal de un territorio en el que se violan los derechos humanos. Solo es un ejemplo, pero los hay incluso peores. Cuando el ejército de Indonesia invadió Timor Oriental dejó un rastro de 200.000 cadáveres, cifra que no parece tener importancia al lado de otros ejemplos. El caso es que aquella invasión también recibió el apoyo claro y explícito de los Estados Unidos, que todavía prestan al gobierno indonesio ayuda diplomática y militar. Y podríamos seguir indefinidamente.

La guerra del Golfo Veamos otro ejemplo mas reciente. Vamos viendo cómo funciona un sistema de propaganda bien engrasado. Puede que la gente crea que el uso de la fuerza contra Irak se debe a que América observa realmente el principio de que hay que hacer frente a las invasiones de países extranjeros o a las transgresiones de los derechos humanos por la vía militar, y que no vea, por el contrario, qué pasaría si estos principios fueran también aplicables a la conducta política de los Estados Unidos. Estamos antes un éxito espectacular de la propaganda.

Tomemos otro caso. Si se analiza detenidamente la cobertura periodística de la guerra desde el mes de agosto (1990), se ve, sorprendentemente, que faltan algunas opiniones de cierta relevancia. Por ejemplo, existe una oposición democrática iraquí de cierto prestigio, que, por supuesto, permanece en el exilio dada la quimera de sobrevivir en Irak. En su mayor parte están en Europa y son banqueros, ingenieros, arquitectos, gente así, es decir, con cierta elocuencia, opiniones propias y capacidad y disposición para expresarlas. Pues bien, cuando Saddam Hussein era todavía el amigo favorito de Bush y un socio comercial privilegiado, aquellos miembros de la oposición acudieron a Washington, según las fuentes iraquíes en el exilio, a solicitar algún tipo de apoyo a sus demandas de constitución de un parlamento democrático en Irak. Y claro, se les rechazó de plano, ya que los Estados Unidos no estaban en absoluto interesados en lo mismo. En los archivos no consta que hubiera ninguna reacción ante aquello.

A partir de agosto fue un poco más difícil ignorar la existencia de dicha oposición, ya que cuando de repente se inició el enfrentamiento con Saddam Hussein después de haber sido su más firme apoyo durante años, se adquirió también conciencia de que existía un grupo de demócratas iraquíes que seguramente tenían algo que decir sobre el asunto. Por lo pronto, los opositores se sentirían muy felices si pudieran ver al dictador derrocado y encarcelado, ya que había matado a sus hermanos, torturado a sus hermanas y les había mandado a ellos mismos al exilio. Habían estado luchando contra aquella tiranía que Ronald Reagan y George Bush habían estado protegiendo. ¿Por qué no se tenía en cuenta, pues, su opinión? Echemos un vistazo a los medios de información de ámbito nacional y tratemos de encontrar algo acerca de la oposición democrática iraquí desde agosto de 1990 hasta marzo de 1991: ni una línea. Y no es a causa de que dichos resistentes en el exilio no tengan facilidad de palabra, ya que hacen repetidamente declaraciones, propuestas, llamamientos y solicitudes, y, si se les observa, se hace difícil distinguirles de los componentes del movimiento pacifista americano. Están contra Saddam Hussein y contra la intervención bélica en Irak. No quieren ver cómo su país acaba siendo destruido, desean y son perfectamente conscientes de que es posible una solución pacífica del conflicto. Pero parece que esto no es políticamente correcto, por lo que se les ignora por completo. Así que no oímos ni una palabra acerca de la oposición democrática iraquí, y si alguien está interesado en saber algo de ellos puede comprar la prensa alemana o la británica. Tampoco es que allí se les haga mucho caso, pero los medios de comunicación están menos controlados que los americanos, de modo que, cuando menos, no se les silencia por completo.

Lo descrito en los párrafos anteriores ha constituido un logro espectacular de la propaganda. En primer lugar, se ha conseguido excluir totalmente las voces de los demócratas iraquíes del escenario político, y, segundo, nadie se ha dado cuenta, lo cual es todavía más interesante. Hace falta que la población esté profundamente adoctrinada para que no haya reparado en que no se está dando cancha a las opiniones de la oposición iraquí, aunque, caso de haber observado el hecho, si se hubiera formulado la pregunta ¿por qué?, la respuesta habría sido evidente: porque los demócratas iraquíes piensan por sí mismos; están de acuerdo con los presupuestos del movimiento pacifista internacional, y ello les coloca en fuera de juego.

Veamos ahora las razones que justificaban la guerra. Los agresores no podían ser recompensados por su acción, sino que había que detener la agresión mediante el recurso inmediato a la violencia: esto lo explicaba todo. En esencia, no se expuso ningún otro motivo. Pero, ¿es posible que sea esta una explicación admisible? ¿Defienden en verdad los Estados Unidos estos principios: que los agresores no pueden obtener ningún premio por su agresión y que esta debe ser abortada mediante el uso de la violencia? No quiero poner a prueba la inteligencia de quien me lea al repasar los hechos, pero el caso es que un adolescente que simplemente supiera leer y escribir podría rebatir estos argumentos en dos minutos. Pero nunca nadie lo hizo. Fijémonos en los medios de comunicación, en los comentaristas y críticos liberales, en aquellos que declaraban ante el Congreso, y veamos si había alguien que pusiera en entredicho la suposición de que los Estados Unidos era fiel de verdad a esos principios. ¿Se han opuesto los Estados Unidos a su propia agresión a Panamá, y se ha insistido, por ello, en bombardear Washington? Cuando se declaró ilegal la invasión de Namibia por parte de Sudáfrica, ¿impusieron los Estados Unidos sanciones y embargos de alimentos y medicinas? ¿Declararon la guerra? ¿Bombardearon Ciudad del Cabo? No, transcurrió un período de veinte años de diplomacia discreta. Y la verdad es que no fue muy divertido lo que ocurrió durante estos años, dominados por las administraciones de Reagan y Bush, en los que aproximadamente un millón y medio de personas fueron muertas a manos de Sudáfrica en los países limítrofes. Pero olvidemos lo que ocurrió en Sudáfrica y Namibia: aquello fue algo que no lastimó nuestros espíritus sensibles. Proseguimos con nuestra diplomacia discreta para acabar concediendo una generosa recompensa a los agresores. Se les concedió el puerto más importante de Namibia y numerosas ventajas que tenían que ver con su propia seguridad nacional. ¿Dónde está aquel famoso principio que defendemos? De nuevo, es un juego de niños el demostrar que aquellas no podían ser de ningún modo las razones para ir a la guerra, precisamente porque nosotros mismos no somos fieles a estos principios.

Pero nadie lo hizo; esto es lo importante. Del mismo modo que nadie se molestó en señalar la conclusión que se seguía de todo ello: que no había razón alguna para la guerra. Ninguna, al menos, que un adolescente no analfabeto no pudiera refutar en dos minutos. Y de nuevo estamos ante el sello característico de una cultura totalitaria. Algo sobre lo que deberíamos reflexionar ya que es alarmante que nuestro país sea tan dictatorial que nos pueda llevar a una guerra sin dar ninguna razón de ello y sin que nadie se entere de los llamamientos del Líbano. Es realmente chocante.

Justo antes de que empezara el bombardeo, a mediados de enero, un sondeo llevado a cabo por el Washington Post y la cadena ABC revelaba un dato interesante. La pregunta formulada era: si Irak aceptara retirarse de Kuwait a cambio de que el Consejo de Seguridad estudiara la resolución del conflicto árabe-israelí, ¿estaría de acuerdo? Y el resultado nos decía que, en una proporción de dos a uno, la población estaba a favor. Lo mismo sucedía en el mundo entero, incluyendo a la oposición iraquí, de forma que en el informe final se reflejaba el dato de que dos tercios de los americanos daban un sí como respuesta a la pregunta referida. Cabe presumir que cada uno de estos individuos pensaba que era el único en el mundo en pensar así, ya que desde luego en la prensa nadie había dicho en ningún momento que aquello pudiera ser una buena idea. Las órdenes de Washington habían sido muy claras, es decir, hemos de estar en contra de cualquier conexión, es decir, de cualquier relación diplomática, por lo que todo el mundo debía marcar el paso y oponerse a las soluciones pacíficas que pudieran evitar la guerra. Si intentamos encontrar en la prensa comentarios o reportajes al respecto, solo descubriremos una columna de Alex Cockburn en Los Ángeles Times, en la que este se mostraba favorable a la respuesta mayoritaria de la encuesta.

Seguramente, los que contestaron la pregunta pensaban estoy solo, pero esto es lo que pienso. De todos modos, supongamos que hubieran sabido que no estaban solos, que había otros, como la oposición democrática iraquí, que pensaban igual. Y supongamos también que sabían que la pregunta no era una mera hipótesis, sino que, de hecho, Irak había hecho precisamente la oferta señalada, y que esta había sido dada a conocer por el alto mando del ejército americano justo ocho días antes: el día 2 de enero. Se había difundido la oferta iraquí de retirada total de Kuwait a cambio de que el Consejo de Seguridad discutiera y resolviera el conflicto árabe-israelí y el de las armas de destrucción masiva. (Recordemos que los Estados Unidos habían estado rechazando esta negociación desde mucho antes de la invasión de Kuwait) Supongamos, asimismo, que la gente sabía que la propuesta estaba realmente encima de la mesa, que recibía un apoyo generalizado, y que, de hecho, era algo que cualquier persona racional haría si quisiera la paz, al igual que hacemos en otros casos, más esporádicos, en que precisamos de verdad repeler la agresión. Si suponemos que se sabía todo esto, cada uno puede hacer sus propias conjeturas. Personalmente doy por sentado que los dos tercios mencionados se habrían convertido, casi con toda probabilidad, en el 98% de la población. Y aquí tenemos otro éxito de la propaganda. Es casi seguro que no había ni una sola persona, de las que contestaron la pregunta, que supiera algo de lo referido en este párrafo porque seguramente pensaba que estaba sola. Por ello, fue posible seguir adelante con la política belicista sin ninguna oposición. Hubo mucha discusión, protagonizada por el director de la CIA, entre otros, acerca de si las sanciones serían eficaces o no. Sin embargo no se discutía la cuestión más simple: ¿habían funcionado las sanciones hasta aquel momento? Y la respuesta era que sí, que por lo visto habían dado resultados, seguramente hacia finales de agosto, y con más probabilidad hacia finales de diciembre. Es muy difícil pensar en otras razones que justifiquen las propuestas iraquíes de retirada, autentificadas o, en algunos casos, difundidas por el Estado Mayor estadounidense, que las consideraba serias y negociables. Así la pregunta que hay que hacer es: ¿Habían sido eficaces las sanciones? ¿Suponían una salida a la crisis? ¿Se vislumbraba una solución aceptable para la población en general, la oposición democrática iraquí y el mundo en su conjunto? Estos temas no se analizaron ya que para un sistema de propaganda eficaz era decisivo que no aparecieran como elementos de discusión, lo cual permitió al presidente del Comité Nacional Republicano decir que si hubiera habido un demócrata en el poder, Kuwait todavía no habría sido liberado. Puede decir esto y ningún demócrata se levantará y dirá que si hubiera sido presidente habría liberado Kuwait seis meses antes. Hubo entonces oportunidades que se podían haber aprovechado para hacer que la liberación se produjera sin que fuera necesaria la muerte de decenas de miles de personas ni ninguna catástrofe ecológica. Ningún demócrata dirá esto porque no hubo ningún demócrata que adoptara esta postura, si acaso con la excepción de Henry González y Barbara Boxer, es decir, algo tan marginal que se puede considerar prácticamente inexistente.

Cuando los misiles Scud cayeron sobre Israel no hubo ningún editorial de prensa que mostrara su satisfacción por ello. Y otra vez estamos ante un hecho interesante que nos indica cómo funciona un buen sistema de propaganda, ya que podríamos preguntar ¿y por qué no? Después de todo, los argumentos de Saddam Hussein eran tan válidos como los de George Bush: ¿cuáles eran, al fin y al cabo? Tomemos el ejemplo del Líbano. Saddam Hussein dice que rechaza que Israel se anexione el sur del país, de la misma forma que reprueba la ocupación israelí de los Altos del Golán sirios y de Jerusalén Este, tal como ha declarado repetidamente por unanimidad el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Pero para el dirigente iraquí son inadmisibles la anexión y la agresión. Israel ha ocupado el sur del Líbano desde 1978 en clara violación de las resoluciones del Consejo de Seguridad, que se niega a aceptar, y desde entonces hasta el día de hoy ha invadido todo el país y todavía lo bombardea a voluntad. Es inaceptable. Es posible que Saddam Hussein haya leído los informes de Amnistía Internacional sobre las atrocidades cometidas por el ejército israelí en la Cisjordania ocupada y en la franja de Gaza. Por ello, su corazón sufre. No puede soportarlo. Por otro lado, las sanciones no pueden mostrar su eficacia porque los Estados Unidos vetan su aplicación, y las negociaciones siguen bloqueadas. ¿Qué queda, aparte de la fuerza? Ha estado esperando durante años: trece en el caso del Líbano; veinte en el de los territorios ocupados.

Este argumento nos suena. La única diferencia entre este y el que hemos oído en alguna otra ocasión está en que Saddam Hussein podía decir, sin temor a equivocarse, que las sanciones y las negociaciones no se pueden poner en práctica porque los Estados Unidos lo impiden. George Bush no podía decir lo mismo, dado que, en su caso, las sanciones parece que sí funcionaron, por lo que cabía pensar que las negociaciones también darían resultado: en vez de ello, el presidente americano las rechazó de plano, diciendo de manera explícita que en ningún momento iba a haber negociación alguna. ¿Alguien vio que en la prensa hubiera comentarios que señalaran la importancia de todo esto? No, ¿por qué?, es una trivialidad. Es algo que, de nuevo, un adolescente que sepa las cuatro reglas puede resolver en un minuto. Pero nadie, ni comentaristas ni editorialistas, llamaron la atención sobre ello. Nuevamente se pone de relieve, los signos de una cultura totalitaria bien llevada, y demuestra que la fabricación del consenso sí funciona.

Solo otro comentario sobre esto último. Podríamos poner muchos ejemplos a medida que fuéramos hablando. Admitamos, de momento, que efectivamente Saddam Hussein es un monstruo que quiere conquistar el mundo -creencia ampliamente generalizada en los Estados Unidos-. No es de extrañar, ya que la gente experimentó cómo una y otra vez le martilleaban el cerebro con lo mismo: está a punto de quedarse con todo; ahora es el momento de pararle los pies. Pero, ¿cómo pudo Saddam Hussein llegar a ser tan poderoso? Irak es un país del Tercer Mundo, pequeño, sin infraestructura industrial. Libró durante ocho años una guerra terrible contra Irán, país que en la fase posrevolucionaria había visto diezmado su cuerpo de oficiales y la mayor parte de su fuerza militar. Irak, por su lado, había recibido una pequeña ayuda en esa guerra, al ser apoyado por la Unión Soviética, los Estados Unidos, Europa, los países árabes más importantes y las monarquías petroleras del Golfo. Y, aun así, no pudo derrotar a Irán. Pero, de repente, es un país preparado para conquistar el mundo. ¿Hubo alguien que destacara este hecho? La clave del asunto está en que era un país del Tercer Mundo y su ejército estaba formado por campesinos, y en que -como ahora se reconoce- hubo una enorme desinformación acerca de las fortificaciones, de las armas químicas, etc.; ¿hubo alguien que hiciera mención de todo aquello? No, no hubo nadie. Típico.

Fíjense que todo ocurrió exactamente un año después de que se hiciera lo mismo con Manuel Noriega. Este, si vamos a eso, era un gángster de tres al cuarto, comparado con los amigos de Bush, sean Saddam Hussein o los dirigentes chinos, o con Bush mismo. Un desalmado de baja estofa que no alcanzaba los estándares internacionales que a otros colegas les daban una aureola de atracción. Aun así, se le convirtió en una bestia de exageradas proporciones que en su calidad de líder de los narcotraficantes nos iba a destruir a todos. Había que actuar con rapidez y aplastarle, matando a un par de cientos, quizás a un par de miles, de personas. Devolver el poder a la minúscula oligarquía blanca -en torno al 8% de la población- y hacer que el ejército estadounidense controlara todos los niveles del sistema político. Y había que hacer todo esto porque, después de todo, o nos protegíamos a nosotros mismos, o el monstruo nos iba a devorar. Pues bien, un año después se hizo lo mismo con Saddam Hussein. ¿Alguien dijo algo? ¿Alguien escribió algo respecto a lo que pasaba y por qué? Habrá que buscar y mirar con mucha atención para encontrar alguna palabra al respecto.

Démonos cuenta de que todo esto no es tan distinto de lo que hacía la Comisión Creel cuando convirtió a una población pacífica en una masa histérica y delirante que quería matar a todos los alemanes para protegerse a sí misma de aquellos bárbaros que descuartizaban a los niños belgas. Quizás en la actualidad las técnicas son más sofisticadas, por la televisión y las grandes inversiones económicas, pero en el fondo viene a ser lo mismo de siempre.

Creo que la cuestión central, volviendo a mi comentario original, no es simplemente la manipulación informativa, sino algo de dimensiones mucho mayores. Se trata de si queremos vivir en una sociedad libre o bajo lo que viene a ser una forma de totalitarismo auto impuesto, en el que el rebaño desconcertado se encuentra, además, marginado, dirigido, amedrentado, sometido a la repetición inconsciente de eslóganes patrióticos, e imbuido de un temor reverencial hacia el líder que le salva de la destrucción, mientras que las masas que han alcanzado un nivel cultural superior marchan a toque de corneta repitiendo aquellos mismos eslóganes que, dentro del propio país, acaban degradados. Parece que la única alternativa esté en servir a un estado mercenario ejecutor, con la esperanza añadida que otros vayan a pagarnos el favor de que les estemos destrozando el mundo. Estas son las opciones a las que hay que hacer frente. Y la respuesta a estas cuestiones está en gran medida en manos de gente como ustedes y yo.

FUENTE: VOLTAIRENET