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miércoles, 28 de febrero de 2018

LAS EMOCIONES MÁS INQUIETANTES DE ESTA ÉPOCA DIBUJADAS POR UN ILUSTRADOR JAPONÉS

ESTAS ILUSTRACIONES RETRATAN CON CRUDEZA (Y CREATIVIDAD) ALGUNOS DE LOS ESTADOS EMOCIONALES MÁS SOBRECOGEDORES DE NUESTRO TIEMPO


Uno de los signos inconfundibles de las expresiones creativas es que pueden llegar a condensar en una sola obra los pensamientos y sentimientos de cientos y aun miles o millones de personas respecto a una circunstancia de la realidad. Así sucede en las artes y también en las disciplinas propias de la reflexión (como la filosofía), que en varios casos necesitan de ese componente creativo para hacer llegar su mensaje.

Ese es el caso del trabajo de ilustración que ahora compartimos, obra de un artista japonés que en Twitter se presenta con el sobrenombre de “avogado6” y que, además de compartir sus ilustraciones por este medio, ha publicado ya un par de libros en su país natal.





Como vemos, su estilo es especialmente siniestro, en buena medida por los temas mismos que ha elegido para dar sustento a sus dibujos. En esta selección podemos observar situaciones conocidas, propias de nuestra época, que a su vez están relacionadas con emociones muy puntuales: la soledad, la angustia, las sensaciones de fracaso y de rechazo, el abuso que se puede infligir a una persona, la futilidad del trabajo contemporáneo, el apego a lo pasado, entre otras. Cualquier artista que busque señalar eso que sucede ahora, difícilmente podría tomar otra vía que no fuera la de lo inquietante y lo estremecedor.



Sin embargo, también vale la pena señalar otro rasgo. Aunque pertubadoras, las ilustraciones son también “silenciosas”, por decirlo de algún modo, como si denunciaran, pero libres de aspavientos innecesarios, depositando toda la fuerza de su voz en la hechura del gesto, que en este caso son los trazos de quien dibuja. En otro sentido, recuerdan también eso mismo que se presenta como una de las constantes temáticas de las piezas: la personalidad afectada por un trauma, que también se queja, pero calladamente, como si viviera aún bajo el temor del dolor sufrido.



¿Qué más decir? Poco, pues las ilustraciones, en su inquietante silencio, hablan por sí mismas.




 

ESTOS SON LOS 7 PRINCIPIOS DEL BUSHIDO: EL CÓDIGO QUE LLEVÓ A LOS SAMURÁIS A UNA VIDA DE HONOR, LEALTAD Y JUSTICIA

EL CÓDIGO DE BUSHIDO, O UNA GUÍA MORAL QUE INSISTÍA EN SER FIELES A ÉL PARA PERMITIR QUE EL HONOR CRECIERA


El Bushido, también conocido como El camino del guerrero, era un código para el samurai que se desarrolló entre el Heian y Tokugawa –entre los siglos IX y XII– y fungió como una guía respecto al estilo de vida basándose en el zen, el confucionismo, el budismo y el sintoísmo. En consecuencia, sus bases eran las siguientes: “lealtad, autosacrificio, justicia, sentido de la vergüenza, modales refinados, pureza, modestia, frugalidad, espíritu marcial, honor y afecto”, desde donde no puede existir el miedo a la muerte –pues habrá reencarnación y se volverá a vivir otra vida en la Tierra– ni al peligro o al riesgo.

Por un lado, el zen brindó la premisa de que un samurái podía alcanzar el definitivo “absoluto”; es decir, concentrarse, alcanzar un nivel de pensamiento complicado de expresar en palabras y conocerse a sí mismo para evitar limitarse por el miedo, la inseguridad o los errores. Por otro lado, el sintoísmo proporcionó lo que algunos llaman “la columna vertebral del patriotismo hacia Japón”, pues según su paradigma la Tierra no está para satisfacer las necesidades personales, sino para rendir lealtad a la “residencia sagrada de los dioses, los espíritus de sus antecesores”. Entre los dioses se encuentra la familia imperial, quien era vista como la fuente de la nación, y el emperador, como la representación del cielo en la tierra. Con ello, el samurái se comprometía no sólo con el emperador y a su daimyo –o señor feudal–; también con la Tierra, para que ésta fuera protegida y alimentada por su patriotismo. Mientras tanto, el confucionismo no sólo estructuró un sentido social (en el cual se le da importancia a las cinco relaciones morales entre Maestro y Siervo, Padre e Hijo, Marido y Esposa, Hermanos mayor y menor, y Amigo y Amigo) sino que también le dio un sentido tanto al hombre como al universo, en donde ambos “fueron hechos para ser semejantes tanto en espíritu como en ética” basándose en la justicia, la benevolencia, el amor, la sinceridad, la honestidad y el autocontrol.

De hecho, con el fin de asegurarse de alcanzar estos ideales y mantener a una nación unida a lo largo de tiempos problemáticos –guerras civiles, incertidumbre, desesperación…–, se formó El código de Bushido o una guía moral que insistía en ser fieles a él para permitir que el honor creciera:

  • Gi (honradez y justicia). ​“Sé honrado en tus tratos con todo el mundo. Cree en la Justicia pero no en la que emana de los demás, sino en la tuya propia. Para un auténtico samurái no existen las tonalidades de gris en lo que se refiere la honradez y justicia. Sólo existe lo correcto y lo incorrecto”.
  • Yu (valor heróico). “Álzate sobre las masas de gente que teme actuar. Ocultarse como una tortuga en su caparazón no es vivir. Un samurái debe tener valor heroico. Es absolutamente arriesgado. Es peligroso. Es vivir la vida de forma plena, completa, maravillosa. El coraje heroico no es ciego. Es inteligente y fuerte. Reemplaza el miedo por el respeto y la precaución”.
  • Jin (compasión). “Mediante el entrenamiento intenso, el samurái se convierte en rápido y fuerte. No es como el resto de los hombres. Desarrolla un poder que debe ser usado en bien de todos. Tiene compasión. Ayuda a sus compañeros en cualquier oportunidad. Si la oportunidad no surge, se sale de su camino para encontrarla”.
  • Rei (cortesía). “Los samurái no tienen motivos para ser crueles. No necesitan demostrar su fuerza. Un samurái es cortés incluso con sus enemigos. Sin esta muestra directa de respeto no somos mejores que los animales. Un samurái recibe respeto no sólo por su fiereza en la batalla, sino también por su manera de tratar a los demás. La auténtica fuerza interior del samurái se vuelve evidente en tiempos de apuros”.
  • Meyo (honor). “El auténtico samurái sólo tiene un juez de su propio honor, y es él mismo. Las decisiones que tomas y cómo las llevas a cabo son un reflejo de quién eres en realidad. No puedes ocultarte de ti mismo”.
  • Makoto (sinceridad absoluta). “Cuando un samurái dice que hará algo, es como si ya estuviera hecho. Nada en esta tierra lo detendrá en la realización de lo que ha dicho que hará. No ha de ‘dar su palabra’. No ha de ‘prometer’. El simple hecho de hablar ha puesto en movimiento el acto de hacer. Hablar y hacer son la misma acción”.
  • Chugo (deber y lealtad). “Para el samurái, haber hecho o dicho ‘algo’, significa que ese ‘algo’ le pertenece. Es responsable de ello y de todas las consecuencias que le sigan. Un samurái es intensamente leal a aquellos bajo su cuidado. Para aquellos de los que es responsable, permanece fieramente fiel. Las palabras de un hombre son como sus huellas; pueden seguirlas donde quiera que él vaya. Cuidado con el camino que sigues”.
Mientras que su credo recitaba de esta manera:

El credo del samurái
No tengo parientes, yo hago que la Tierra y el Cielo lo sean.

No tengo hogar, yo hago que el Tan T’ien lo sea.

No tengo poder divino, yo hago de la honestidad mi poder divino.

No tengo miedos, yo hago mis medios de la docilidad.

No tengo poder mágico, yo hago de mi personalidad mi poder mágico.

No tengo cuerpo, yo hago del estoicismo mi cuerpo.

No tengo ojos, yo hago del relámpago mis ojos.

No tengo oídos, yo hago de mi sensibilidad mis oídos.

No tengo extremidades, yo hago de la rapidez mis extremidades.

No tengo leyes, yo hago de mi autodefensa mis leyes.

No tengo estrategia, yo hago de lo correcto para matar y de lo correcto para restituir la vida mi estrategia.

No tengo ideas, yo hago de tomar la oportunidad de antemano mis ideas.

No tengo milagros, yo hago de las leyes correctas mis milagros.

No tengo principios, yo hago de la adaptabilidad a todas las circunstancias mis principios.

No tengo tácticas, yo hago del vacío y la plenitud mis tácticas.

No tengo talento, yo hago que mi astucia sea mi talento.

No tengo amigos, yo hago de mi mente mi amiga.

No tengo enemigos, yo hago del descuido mi enemigo.

No tengo armadura, yo hago de la benevolencia mi armadura.

No tengo castillo, yo hago de mi mente inamovible mi castillo.

No tengo espada, yo hago de mi no-mente mi espada.

Ilustración: Raj

FUENTE: PIJAMASURF

13 PATRONES MENTALES Y DE CONDUCTA QUE RETRASAN TU EVOLUCIÓN PERSONAL

¿QUÉ DE TUS DECISIONES COTIDIANAS ESTÁ IMPIDIENDO QUE CREZCAS EN TU VIDA?


¿Para qué estamos en este mundo? Una posibilidad es que el sentido de estar vivos se encuentre en nuestra propia evolución. En el entendido de que aquí sólo estamos de paso, puede pensarse que llegamos sólo para salir mejor de lo que entramos.

Y aunque esto podría sonar un tanto egoísta, lo cierto es que no es así: todas nuestras acciones tienen un impacto en la realidad que habitamos, nuestras decisiones y también las omisiones generan un efecto real, palpable, y en la medida en que así ocurre, cabe admitir que al esforzarnos por ser mejores personalmente, por consecuencia hacemos un poco mejor el mundo en el que vivimos.

¿Cómo empezar ese camino? En muchos casos, la tarea comienza por desaprender y dejar. Como si se tratase de una vía llena de obstáculos e impedimentos que es necesario limpiar y dejar libre.

A continuación compartimos esta lista de 13 hábitos que pueden estar obstruyendo ese camino tuyo. Como en una nota anterior, compartimos estos puntos no con un sentido moralista o de censura, sino como estímulos para la reflexión personal, bajo la idea de que pueden ser útiles en las búsquedas de cada persona. Suscribimos así lo dicho por Jiddu Krishnamurti, quien aseguró que la forma más elevada de inteligencia es la capacidad de observar sin juzgar.


Lamentarte por tu situación
¿Cuánto tiempo pasas lamentándote por las circunstancias de tu vida? ¿Qué crees que pasaría si invirtieras esos minutos, horas o días en reflexionar sobre tu existencia y comenzar a asumir la responsabilidad de las condiciones que sí puedes modificar a tu favor para tener la vida que deseas?
Ceder a otros el control de tu propia vida
Hay un dominio de que nadie más que tú es responsable: tu propia existencia. Responsabilizar a otros de lo que te sucede –tus padres, tu jefe en el trabajo, tu pareja, etc.– significa en cierto modo renunciar a tu propia existencia y el rumbo que ésta puede tomar.


Oponer resistencia al cambio
La vida está en cambio constante, y oponerse a ese flujo natural sólo causa dolor y sufrimiento. Si algo cambia en tu vida, acepta ese cambio y obsérvalo para entender las nuevas circunstancias en las que vives. Incluso el día de hoy es radicalmente distinto al ayer.

Querer cambiar lo que no puedes
Hay circunstancias de la vida que escapan a nuestro control. Un día nublado nos entristece, ¿pero está en nuestro poder hacer que el sol se asome entre las nubes? Querer cambiar aquello que no depende de nosotros da origen a una doble insatisfacción: al respecto de las condiciones en las que vivimos y de nuestra propia capacidad. Aprender a distinguir entre lo que podemos y no podemos modificar nos libera de ese sufrimiento y nos ayuda a enfocar nuestros recursos en aquello que sí es posible transformar a nuestro favor.

Vivir para complacer a otros
Intentar complacer a otros es una tarea desgastante e imposible. Tu vida puede consumirse en ello y al final te darás cuenta que en vez de disfrutar de la existencia, perseguiste inútilmente un objetivo vano. Abandona esa tarea. Descubre qué te interesa a ti, qué te satisface, qué quieres para tu vida y, sin que esto represente un encierro egoísta, trabaja en función de ello.

Vivir sin arriesgarse
Con cierta frecuencia, la vida necesita del riesgo y valentía. El riesgo de salir de lo aprendido y lo permitido; el riesgo de enfrentar lo impredecible; el riesgo de vivir sin calcular ni planear. El riesgo, finalmente, de aceptar que a veces vivir con valentía tiene sus recompensas, y a veces no.

El apego al pasado
Es cierto: el pasado puede ser un lugar agradable y, por ello mismo, seductor. Pero aunque nos duela, es necesario aceptar que el pasado ya no existe. De la vida sólo tenemos esto que sucede ahora. ¿Quieres gastar tus días frente al altar de lo pasado o en la experiencia plena del presente?

La repetición
La mente humana adquiere fácilmente el hábito de la repetición –que es una expresión del apego. Inconsciente o involuntariamente repetimos patrones mentales, emocionales y de conducta que corresponden a circunstancias pasadas y, por ello mismo, que no se corresponden ya a esto que vives ahora. Si es necesario, examina el origen de esa repetición, la función que ha tenido en tu vida y, como paso final, déjala ir.
Comparar tu vida con la de otras personas
Si lo piensas con calma, comparar tu vida con la de otras personas no tiene ningún sentido, tanto si crees que la vida de los demás es mejor que la tuya como si piensas lo contrario. ¿Por qué no tiene sentido? Porque la existencia de cada persona es el resultado de circunstancias únicas, irrepetibles y, por ello mismo, incomparables. Vive tu vida lo mejor que puedas y deja que los otros hagan lo mismo con lo que les tocó en suerte.
Experimentar la adversidad como un fracaso o una derrota
La dualidad éxito/fracaso es, como tantas otras, engañosa y en última instancia falsa. Puede ser también despiadada, pues al no admitir matices, nos impide ponderar todos los ángulos de una experiencia, aquello que obtuvimos de ésta y qué en nosotros cambió luego de vivirla. ¿Tuvimos un revés en nuestra vida? Una relación que terminó, un proyecto que no llegó a buen fin, una persona a la que perdimos… En vez de sentirnos derrotados y aplastados por ello, ¿por qué no reflexionar sobre su efecto en nuestra vida? ¿Hay algo que podamos aprender? Parafraseando al emperador filósofo Marco Aurelio, ¿hay algo de ello que podamos aprovechar para ser más sabios, más prudentes o más compasivos? Visto así, ¿es justo sentir que dicha adversidad es una derrota?


Tener miedo a la soledad o al silencio


Si bien somos seres grupales, orientados a buscar la compañía de los otros, la existencia, paradójicamente, se enfrenta en soledad. Es la persona por sí misma quien debe tomar sus decisiones, asumir sus responsabilidad y, en suma, caminar su propia senda. Nadie más puede hacerlo por nosotros. De ahí la importancia de no temer ni la soledad ni el silencio sino, por el contrario, aprender a conocerlos y habitarlos. Ambos son una preparación: la soledad, para saber estar en compañía de otros; el silencio, para dar sustancia a nuestras palabras y nuestros actos.
La posesión
Más allá de nuestro cuerpo y nuestra mente, nada de todo lo que se presenta en nuestra vida nos pertenece. Ni los bienes que adquirimos, ni las personas a las que queremos y ni siquiera las circunstancias en las que se desarrolla nuestra existencia. El cambio del que hablamos antes hace que el afán de posesión se convierta en un freno al desarrollo personal, pues nos hace aferrarnos a algo que a veces ya ni siquiera está ahí.
La impaciencia
La vida, por sí misma, no se puede apresurar. Su reloj a veces puede parecer caprichoso, pero sólo porque camina a su propio ritmo, que es inalterable. Las semillas que germinan, el día que nace, la primavera que llega: todo es así, gobernado por un tiempo secreto frente al cual debemos ser pacientes, experimentando a cabalidad el momento en el que nos encontramos, sin ansiedad por un futuro que aún no existe.
Imagen: Anders Røkkum


FUENTE: PIJAMASURF