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martes, 9 de agosto de 2016

LAS OLIMPIADAS DE LA VIDA: ENTRENADOS PARA LA SUPERVIVENCIA


"Nuestra vida no es un juego" Manifestación indígena contra el PEC 215

Manaos será una de las sedes de los Juegos Olímpicos en el 2016. Se trata de la capital del estado Amazonas, por eso, el estadio ha sido construido imitando el estilo de una cesta indígena. Brasil está destinando más 10.000 millones de USD para pagar los Juegos Olímpicos. Pero ¿dónde quedan los habitantes indígenas de estas tierras?

Cinco siglos después de la llegada del hombre blanco, el derecho a la propiedad de sus tierras sigue siendo una lucha pendiente.

Los Manáos o Manauara fueron una tribu indígena exterminada, que habitaban en esta región de Manaus y Manacapuru, y formaban parte del grupo arawak. Se negaron a ser dominados para servir como mano de obra esclava por los militares portugueses y los predicadores de la Compañía de Jesús. El líder Tuxaua, renombrado Ajuricaba, consiguió unir a varias tribus locales con el fin de luchar contra esta colonización y organizó un sistema de vigilancia que impedía el movimiento de los portugueses por ríos y lagos en la región. El conflicto se extendió desde 1723 a 1727, finalmente, fueron derrotados, y tanto Ajuricaba como miles de manaos fueron enviados a Belén para ser vendidos como esclavos. Todos los pueblos indígenas fueron exterminados.

Aunque parece que este tipo de historias quedan ya muy lejos en el tiempo, la historia no acaba aquí.



Cuando se iniciaron las obras de reconstrucción de Maracanã de cara al Mundial de fútbol de 2014, se expulsó a un grupo de 70 indígenas de diecisiete tribus diferentes que ocupaba una mansión abandonada del siglo XIX. Los indígenas querían que el centro fuera preservado como un Centro Cultural Indígena, ya que esta mansión colonial acogió el primer instituto de investigación cultural indígena de Brasil en 1910, fue la oficina central del Servicio de Protección del Indio (ahora FUNAI) y la sede del Museo de los Pueblos Indígenas en Brasil.

Hoy, es un enorme aparcamiento y un museo del fútbol.

El Maracanã tiene cabida para 78.838 espectadores. 51.000 son los que conforman el pueblo indígena guaraní, el más numeroso de Brasil. Los pueblos indígenas del sur de Brasil (los guaraní-mybás, los guaraní-ñandevas, los kaingangs, los xoklengs y los xetás) viven en diminutas parcelas de tierra, a raíz del robo de la mayor parte de sus territorios por los colonos.

Muchas de las tierras indígenas están homologadas, pero no demarcadas. La diferencia es muy importante, como explica Tanoné: "eso significa que si alguien quisiera echarnos de esa tierra, estaríamos desprotegidos".



Mientras, el Congreso debate una enmienda para cambiar la Constitución del país. El proyecto (conocido como PEC 215) implicaría que los terratenientes antindígenas podrían bloquear el reconocimiento de nuevos territorios indígenas e, incluso, dividir los existentes. De los casi 50 diputados que hay en la Comisión Especial que analizará el PEC 215, por lo menos 20 tuvieron sus campañas electorales financiadas por grandes empresas del agronegocio, minería, energía, madereras y bancos.


Varios miembros indígenas de Brasil portaron la antorcha de los Juegos de Río 2016, y la ceremonia de apertura ha arrancado con una metáfora del verde brillante de la selva amazónica y una danza tribal con decenas de indígenas. "Nuestra vida no es un juego" rezan mientras los carteles de las grandes manifestaciones de los indígenas.


En 1904, también acudieron varios pueblos indígenas a los Juegos Olímpicos de San Luis, desde los igorrotes de Filipinas y los pigmeos del Congo a los indígenas americanos. Estas personas participaron en un simulacro de los Juegos Olímpicos con juegos como lanzamiento de peso, correr 100 yardas y salto de altura y otros eventos más "salvajes" como trepar a los árboles y lanzamiento en el barro.


El escritor Eduardo Galeano cuenta:
"Un aplaudido desfile antropológico abrió los juegos olímpicos de 1904, en la ciudad norteamericana de Saint Louis.

Desfilaron los negros, los indígenas, los chinos, los enanos y las mujeres.

Ninguno de ellos pudo participar en las competencias atléticas, que comenzaron al día siguiente y duraron cinco meses.

Fred Lorz, blanco y macho, gano la maratón, que era la competencia más popular. Poco después se supo que había corrido la mitad del circuito en el automóvil de un amigo.

Ésa fue la última trampa olímpica ajena a la industria química.

Desde entonces, el mundo deportivo se modernizó.

Ya los atletas no compiten solos. Con ellos compiten también las farmacias que contienen."


Abebe Bikila, etíope pastor de cabras, fue convocado a las olimpiadas de Roma de 1960 a última hora, por lo que llegó tarde al reparto de zapatillas. Al no encontrar unas que le quedaran cómodas, tomó una inédita decisión: correría los 42.195 metros descalzo, tal como había entrenado durante toda su vida.

Cuando pasó por el obelisco de Axum, robado por la Italia fascista desde su tierra natal, Abebe apretó para llegar primero a la meta. Y así, el más humilde de los deportistas, ganó la maratón, batió un récord mundial y fue el primer africano en colgarse una medalla de oro.

Las habilidades de los diversos pueblos del mundo no sólo son una medida sobre qué tan rápido, alto y fuerte podemos ser, sino un indicador de la extraordinaria diversidad de la humanidad, de como hemos prosperado durante miles de generaciones dependiendo únicamente de nuestros propios recursos y formas de vida, de la cooperación y del respeto al ambiente natural.

©James Morgan/Survival


Los Juegos Olímpicos de los pueblos indígenas tratan de supervivencia: 

La gente Bajau de Sabah, Sulawesi, puede libremente sumergirse hasta 20 metros de profundidad para la caza de peces, perlas y pepinos de mar en el fondo del mar. Pueden contener la respiración durante un máximo de tres minutos.

El pueblo Awá de la Amazonía brasileña, la tribu más amenazados de la Tierra, son arqueros expertos.
Cazan con arcos de hasta 1,85 metros de largo y llevan un haz de flechas hechas de bambú, fibra de palma, resina de los árboles y plumas de aves. Puntas de flecha varían en forma y tamaño de acuerdo con el tipo de presa.

Imagen © Fiona Watson / Survival

A la espera de los monos aulladores, los cazadores se sientan en las ramas de los árboles de hasta 30 metros del suelo. Las flechas se tiran al objetivo desde esta altura vertiginosa.

Foto © Mario Gerth / Survival

Para el Hamar, una tribu del valle inferior del Omo, en Etiopía, la capacidad de saltar por encima de una línea de ganado capacita a un hombre para casarse, tener su propio ganado y tener hijos.

Antes de saltar, la cabeza del hombre se afeita parcialmente y su cuerpo se unta con estiércol, al igual que el ganado, para garantizar su deslizamiento. El incumplimiento de saltar a través de la línea de los toros y las vacas pueden traer la vergüenza, aunque se permiten nuevos intentos.


Los parecis (que viven a 100 km del estadio de Cuiabá) juegan al xikunahity, un juego en el que compiten dos equipos de diez jugadores cada uno. Los veinte se distribuyen por una cancha de tierra rectangular de tamaño similar a un campo de fútbol y luchan por evitar que la pelota caiga al suelo. Solo pueden emplear la cabeza y de balón se utiliza nada más y nada menos que una mangaba.
Los enawene nawes también practican una especie de fútbol con la cabeza.

©Jay Dunn/Survival)

En los cañones, montañas y desiertos de la Sierra Madre de México, la resistencia es una forma de vida de los rarámuri o tarahumaras. El nombre de rarámuri, de hecho, se cree que significa "los que corren rápido".

El juego más popular Tarahumara es ŕarajípar, o carreras de pelota, en el que los hombres corren golpeando una bola de madera con los pies. Puede durar 48 horas, cubriendo una distancia de entre 150-300 kilómetros sobre terreno de gran altitud.


En el sur de Papúa, a unos pocos grados al sur del ecuador, no hay caminos en el pueblo costero de los Asmat semi-nómadas.

Como resultado, el Asmat ha utilizado durante mucho tiempo las canoas para viajar a lo largo de la extensa red de ríos profundos y anchos que se cruzan a través de su selva tropical.

Imagen © Jeanne Herbert

Los mongoles se definen como las personas de los cinco animales: caballos, ovejas, cabras, camellos y ganado. Los caballos son muy apreciadas por encima de todos los demás (un caballo tiene tradicionalmente el valor de diez cabras) y siguen siendo una parte integral de la vida nómada.

Sus habilidades ecuestres son excepcionales, a los niños se les enseña a trotar tan pronto como comienzan a andar.

Durante el festival Naadam, chicos desde los 5 años de edad trotan a pelo y sin zapatos en las carreras de caballos de hasta 30 kilómetros a través de la estepa de Mongolia.


En el pueblo peruano Chincherro, una vez al año, el niño más rápido de cada caserío tiene el honor de convertirse en mujer. Durante un día usa la ropa de su hermana y se convierte en un travesti llamado "waylaka". Y durante ese día, guía a todos los hombres sanos en una carrera: empiezas a 3.500 metros y corres descendiendo hasta la base de la montaña sagrada, Antkilka. Luego corres ascendiendo hasta 4.500 metros de altura, bajas 1.000 metros, y vuelves a subir en el curso de 24 horas.

La metáfora es clara: entras en la montaña como un individuo, pero mediante agotamiento, mediante sacrificio, emerges como una comunidad que una vez más ha reafirmado su sentido de pertenencia en el planeta.


Fuentes:
http://www.survival.es/galerias/olimpiadas#1
http://www.ted.com/talks/lang/en/wade_davis_on_the_worldwide_web_of_belief_and_ritual.html

http://differenttogether.wordpress.com/2012/05/04/anthropology-days-at-the-1904-st-louis-olympics/http://play.cadenaser.com/audio/001RD010000004225652/
http://kaosenlared.net/brasil-quien-financia-a-los-diputados-contrarios-a-las-areas-protegidas-de-brasil/