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miércoles, 3 de octubre de 2012

EL FIN DE PETRÓLEO Y LA CURVA DE HUBBERT

¿Cuánto petróleo queda realmente? ¿Para cuántos años? ¿Y si un día los aviones fueran piezas de museo, símbolos de una época en que la humanidad podía permitirse volar? ¿Y si el precio de la gasolina subiese tanto que se convirtiese en un lujo para los ricos? Esto podría ocurrir si el petróleo escaseara.


Los países industrializados y emergentes cada vez están más sedientos de energía, mientras los pozos se vacían día tras día. Las reservas de petróleo deberían ser suficientes para, al menos, 40 años, pero según ciertos científicos, podríamos toparnos con problemas cuando se haya extraído más de la mitad de las mismas. Entonces, la producción no podría satisfacer una demanda en explosión: si en los años setenta más del 50% de la humanidad vivía sin petróleo, hoy todo el planeta se desarrolla a imagen y semejanza del mundo industrializado.




¿Cuándo se agotará el petróleo?


Son muchas las conjeturas que se hacen respecto a cuándo nuestra civilización alcanzará el cénit del petróleo, es decir, cuánto tiempo nos queda hasta llegar al punto en el cual la extracción de petróleo alcanza un máximo y empieza su descenso definitivo. Algunas opiniones exponen que ya hemos alcanzado esa fecha, que ya hemos superado el techo. Otras son más optimistas y sitúan este momento en el cercano año 2030.

La fecha exacta en realidad no tiene demasiada relevancia: la cuestión realmente crítica es que es un hecho irreversible, el petróleo no es infinito. La extracción de petróleo –después de superar el cénit– será cada vez menor, de peor calidad y con costes energéticos cada vez mayores. Hoy en día gastamos un barril de petróleo para extraer 10 barriles, pero –y aquí los expertos coinciden– esta tasa continuará disminuyendo progresivamente.



En 1956 un geofísico norteamericano, Marion Hubbert, enunció una curiosa teoría a la que generalmente se le ha negado la credibilidad, pero siempre se ha mirado de reojo: la teoría del cenit del petróleo, más conocida por “Peak Oil”. Analizando los datos sobre las reservas de petróleo de Estados Unidos, concluyó que al cabo de quince años se habría alcanzado el máximo de extracción en los 48 estados continentales, o sea, todo el país menos Hawai y Alaska. No se le tomó en serio porque, por entonces, la extracción de petróleo en aquella potencia crecía: se producían seis nuevos barriles por cada uno que se consumía. Pero Hubbert tenía razón: la producción estadounidense alcanzó su máximo en diciembre de 1970. Desde entonces, el precio se disparó y el país pasó de ser exportador a convertirse en importador íntegro. A pesar de los muchos miles de millones gastados en buscar crudo en cada rincón del país, en 1980, la parte continental de Estados Unidos producía sólo 6,9 millones de barriles al día frente a los 10,2 de 1970. Hoy la cifra ha bajado a menos de 4,5 millones. El resto, lo tienen que importar. Cada año más, doblemente más, porque producen localmente menos y su sistema exige hacer crecer su economía; está construido para hacerla sólo crecer. Los EE.UU. lo han intentado todo con la tecnología; han inventado los mejores sistemas para explotar los pozos hasta la última gota posible. Inventaron las perforaciones horizontales, la inyección de gases y líquidos para aumentar la decadente presión de los pozos, sus sistemas de diagnóstico tridimensionales y últimamente cuatridimensionales de los yacimientos, mediante explosiones controladas y la recepción de ecos, como en las ecografías se verifican los tamaños del feto. Nada. Apenas consiguieron enmascarar la curva de Hubbert. Los geólogos que saben, dicen que estas mejoras tecnológicas, en las que los economistas cifraban su esperanza en un futuro de petróleo ilimitado, apenas han servido para enmascarar y deformar las predicciones de Hubbert. Se sabe que cuando se insiste y se sobreexplota un campo, la curva se puede deformar y alargar algo con una meseta en el cenit, en vez de un pico, pero luego más dura será la caída. Nadie se fijó en que la antigua URSS llegaba también a su inexorable cenit en los años 80. Casi nadie se fijo que Europa (es decir, Noruega y Reino Unido en el Mar del Norte) llegaban a su cenit en 1999 y 2000, para caer a velocidades aún mayores que las de los grandes campos estadounidenses.



El primer elemento a favor de la hipótesis de la proximidad del cenit atañe a los descubrimientos de los yacimientos de petróleo más grandes de la historia, que se concentran en Oriente Medio (Arabia Saudí, Irak e Irán ) y la ex Unión Soviética. Fueron hallados hace medio siglo aproximadamente, lo que significa que no debe de haber más yacimientos “vírgenes”, en zonas de fácil acceso, capaces de producir decenas de miles de millones de barriles. Los últimos hallazgos de cierto nivel se remontan a finales de los años cincuenta en Alaska, Siberia y el Mar del Norte. Recientemente se ha anunciado el descubrimiento de nuevas reservas de petróleo y gas en el lecho marino del Polo Norte. Estas reservas podrían ser enormes, y se podrían explotar debido al actual derretimiento de los hielos polares causado por el cambio climático. No asombra que los cinco países con costas hacia el océano Ártico (Dinamarca, Noruega, Rusia, EE.UU. y Canadá) compitan por dichas reservas y estén negociando la soberanía de cada uno sobre el territorio oceánico. Están repartiendo la zona como en la época de la colonización, tal como hicieran en épocas anteriores en América, África y Asia.



Y es que el petróleo no es como otro bien más. Es, ni más ni menos, que la mejor forma de energía, la más barata, la más utilizada (es el 40% de toda la energía que por todos los con conceptos, los seres humanos consumen en el mundo), la que mejor se almacena y más fácilmente se transporta. Es la energía que mueve más del 90% del transporte mundial (por tierra, mar y aire) y es la energía, junto con el gas natural, de la que se hacen todos los plásticos e infinitos derivados que en el mundo existen y de donde salen muchos de los fertilizantes e insecticidas que permiten a la agricultura, junto con los millones de tractores y cosechadoras y camiones, producir los alimentos que hoy comemos.



Petroleo, el fin de una era

Entonces, más allá de la discusión del cuándo, convendría concentrar nuestras energías en cómo afrontar una realidad pos petrolera. ¿Tendremos más dificultades para nuestra movilidad? ¿En qué estado de desarrollo se encontrarán las energías alternativas? Porque, aunque la mayoría no veamos la relación directa, si no cambiamos nada, una de las repercusiones más graves del agotamiento del petróleo la sufrirá nuestro modelo de agricultura y alimentación. Hoy en día para producir una caloría de alimento, se consumen 10 calorías de energía fósil. El suministro de petróleo es el requisito previo para que los demás bienes del mundo moderno puedan existir. Antes de la era del petróleo también se necesitaba energía, pero la proporcionaba el cuerpo humano y los animales domesticados a su servicio, o las corrientes de agua o de viento que movían los molinos, sin los cuales, tampoco existirían otros bienes.

Teoría del pico de Hubbert



La teoría del pico de Hubbert, también conocida como cenit del petróleo, petróleo pico o agotamiento del petróleo, es una influyente teoría acerca de la tasa de agotamiento a largo plazo del petróleo. Predice que la producción mundial de petróleo llegará a su cenit y después declinará tan rápido como creció, resaltando el hecho de que el factor limitador de la extracción de petróleo es la energía requerida y no su coste económico.


A Crude Awakening - The Oil Crash | Subtitulado from Humanidad en Transicion on Vimeo.


Aún siendo controvertida, esta teoría es ampliamente aceptada entre la comunidad científica y la industria petrolera. El debate no se centra en si existirá un pico del petróleo sino en cuándo ocurrirá, ya que es evidente que el petróleo es un recurso finito y no renovable en escalas cortas de tiempo por lo que en un momento u otro se llegará al límite de extracción. Esto depende de los posibles descubrimientos de nuevas reservas, el aumento de eficiencia de los yacimientos actuales, extracción profunda o la explotación de nuevas formas de petróleo no convencionales.



Este hecho implicaría importantes consecuencias para los países desarrollados, que dependen en gran medida de petróleo barato y abundante, especialmente para el transporte, la agricultura, la industria química y la calefacción doméstica.


Las previsiones más conservadoras apuntan que en torno al 2010 hemos llegado al Peak del Petróleo. Pero muchos observadores suponen que ya lo hemos pasado en el mismo 2000, desde ese año la producción de crudo, en todo el mundo, no crece. Según la asociación de estudiosos del tema, la ASPO (Association for the Study of Peak Oil), que engloba a científicos y economistas de todo el mundo, esa producción máxima ocurrira entre 2010 y 2015.





Pero, es de resaltar que, ya se está hablando en algunos ámbitos que tal pico se alcanzó de forma real y efectiva, tras el huracán Katrina, cuando Estados Unidos pidió a los Emiratos Árabes que aumentaran la producción para paliar los efectos de tal catástrofe; la respuesta árabe fue sorprendente: no tenían capacidad para aumentar el número de barriles ya que estaban al máximo de producción.




Según la teoría de Hubbert, la extracción de un pozo cualquiera sigue una curva con un máximo, cenit de producción, en su centro. Llegados a ese punto cada barril de petróleo se hace, progresivamente, más caro de extraer hasta que la producción deja de ser rentable al necesitarse gastar más cantidad de crudo, que el que se obtiene de extraerlo, es decir cuando se necesita consumir el equivalente a un barril de petróleo, o más para obtener ese mismo barril de crudo del subsuelo. Observó también que, si la curva de producción de un pozo seguía esa simple función gaussiana, la curva de producción de países enteros y, por extensión, la curva mundial seguirían patrones similares. El máximo de extracción es citado como el pico. Tras el pico la extracción entra en la fase de agotamiento. Estas son las que se conocen como curva de Hubbert.



El problema no es el agotamiento del petróleo. Petróleo seguirá habiendo al menos por 100 años más. Pero habrá cada vez menos, cada vez será más cara su extracción, y la era del crudo barato dejará de existir. El problema está en la demanda. Todas nuestras tecnologías e industrias están relacionadas, en algún punto, con productos o subproductos del petróleo, y especialmente dependen de la producción de energía barata. El petróleo produce el 80% de la energía de nuestra civilización. El petróleo y gas se usan para producción de energía eléctrica, transporte, lubricación, maquinaria agrícola, producción de fertilizantes y pesticidas, producción de plásticos y materiales compuestos o sintéticos, es base de multitud de productos químicos y farmacéuticos. En varios de estos procesos, para el petróleo no hay sustitución.


Y es que como Hubbert advertía, los combustibles fósiles en el conjunto de la historia humana, representan una fugaz etapa, tal y como explica la siguiente gráfica que abarca varios milenios y en la que se aprecia la excepcionalidad del suceso.





En definitiva, los mas de seis mil millones de habitantes del planeta, se encuentran en un punto crucial de la historia: el de seguir creciendo en población y desde luego seguir intentando crecer en la actividad económica, mientras el principal combustible mundial desaparece y disminuye inexorablemente cada año entre un 2 y un 4% respecto del anterior. Las tensiones y los problemas que se pueden plantear, son inenarrables. Mucha gente, puesta ante la tesitura, prefiere mirar para otro lado. Hay que entenderlo. Pasa lo mismo con la vida humana. Cuando uno enfrenta su edad al espejo, mucha gente no reconoce su propio envejecimiento, su propio y lento agotamiento. Es tan cierto y real como la vida misma.




Con la producción mundial de petróleo, estamos como en ese momento crucial de la vida en que empiezan a aparecer canas, a caerse el pelo, a aflojarse los músculos y a perderse las neuronas. Podemos engañarnos a nosotros mismos, teñirnos el pelo, ir al cirujano estético y lo que queramos. Pero si la esperanza de vida son 80 años y nuestro DNI dice que tenemos 75, no debemos engañarnos más de lo necesario.


Fuentes: mundo-geo, wikipedia, axxon, elinconformistadigital, feacios

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