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jueves, 14 de noviembre de 2013

LOS RITOS COMO TERAPIA DE GRUPO: EL ANIMAL RITUAL DE FREUD


"Nada se asemeja más al pensamiento mítico que la ideología política."
Claude Lévi-Strauss, antropólogo.

*Extractos del libro "Pureza y peligro. Un análisis de los conceptos de contaminación y tabú", Mary Douglas.

En cierta ocasión, cuando una banda de bushmen kung (sudáfrica) hubo celebrado sus ritos de lluvia, apareció en el horizonte una pequeña nube, creció y se oscureció. Entonces cayó la lluvia. Pero los antropólogos que preguntaron si los bushmen consideraban que el rito había producido la lluvia, fueron objeto de irrisión general.

¿Hasta qué grado podemos ser ingenuos con respecto a las creencias de los demás? Los dinka celebran una ceremonia anual para curar el paludismo. La ceremonia se calcula para el mes en que se espera que el paludismo va a disminuir de intensidad. El oficiante terminaba apremiando a todos a que acudieran regularmente a la clínica si esperaban sanar.

Es evidente que esperan que los ritos de la lluvia van a producir lluvia, que los ritos de curación van a apartar la muerte, que los ritos de la cosecha van a rendir fruto. Pero la verdadera eficacia reside en la acción misma, en las aseveraciones que produce y en la experiencia que porta su sígno.



En cuanto animal social, el ser humano es un animal ritual. Si se suprime

el rito bajo cierta forma, no deja de surgir en otras. Sin las cartas de pésame, los mensajes de enhorabuena, y sin postales de vez en cuando, la realidad de un amigo distante no constituye una realidad social. Es imposible mantener relaciones sociales sin actos simbólicos. 

Los psicólogos han hecho correr mucha tinta acerca de las ideas de contaminación de los yurok. Estos indios del Norte de California, que vivían de la pesca del salmón en el río Klamath, parecían haber estado obsesionados por el comportamiento de los líquidos, si es que puede decirse que sus reglas de contaminación expresaran una obsesión. Tenían cuidado en no mezclar el agua buena con la mala, en no orinar en los ríos, en no mezclar el agua de mar con el agua dulce, y así sucesivamente.

Los bemba creen que la contaminación por adulterio se transmite mediante el fuego. Por lo tanto, el ama de casa cuidadosa parece vivir obsesionada por el problema de proteger el fuego de su hogar contra la profanación adúltera y menstrual y contra los homicidios. Es difícil exagerar la fuerza de estas creencias o el grado en el que afectan la vida cotidiana. En cualquier aldea, a la hora de cocinar, se envía a los niños acá y allá en busca de «fuego nuevo» que piden a las vecinas que se encuentran en estado de pureza ritual.
En Nysalandia, entre los yao y los cewa, existe un sistema similar de creencias con respecto a la contaminación de la sal.


Cuando meditamos honradamente acerca de nuestros afanosos fregados y limpieza, nos damos cuenta de que no estamos precisamente intentando evitar las enfermedades. Si mantenemos los objetos de limpieza del baño lejos de los objetos de limpieza de la cocina, esencialmente estamos haciendo lo mismo que la mujer bushman cuando acaba de llegar a un nuevo campamento. Ella escoge el lugar donde va a colocar su fuego y planta un palo en el suelo, que determina su lado izquierdo y derecho. Así, el hogar se divide entre alojamientos masculinos y femeninos. Tanto nosotros como el bushman justificamos nuestros actos paraevitar la contaminación por el miedo al peligro. La diferencia entre ellos y nosotros no estriba en que nuestro comportamiento se basa en la ciencia y el de ellos en el simbolismo. Nuestra conducta porta igualmente un significado simbólico. Entre nosotros, la contaminación guarda relación con la estética, la higiene o la etiqueta.

El pastor dinka que vuelve a casa apurado para la cena, anuda un haz de hierba a la vera del camino, símbolo de retraso. De este modo, expresa externamente su deseo de que se retrase la cena. El rito no supone una promesa mágica de que ahora llegará a tiempo. No se dedica a haraganear: redobla su prisa. Ha hecho que su atención se enfoque sobre su deseo de llegar a tiempo.
Nosotros, cuando hacemos nudos en un pañuelo (como señal para recordar algo), no estamos sometiendo nuestra memoria a la magia.



Los ritos ejercen poder en la vida social.

La metáfora del dinero resume admirablemente lo que queremos aseverar acerca del rito. El dinero mediatiza las transacciones; el rito mediatiza la experiencia. El dinero ofrece un canon para medir el valor; el rito clasifica las situaciones, y así ayuda a valorarlas. El dinero establece un vínculo entre el presente y el futuro, lo mismo hace el rito. El dinero es tan sólo un tipo extremo y especializado del rito. El dinero sólo puede cumplir su papel de intensificar la interacción económica si el público cree en él. Si la fe en el dinero se quebranta, la moneda es inútil. Lo mismo ocurre con el rito; sus símbolos sólo pueden tener efecto mientras inspiren confianza. Sabemos muy bien que los símbolos ejercen poder en la vida social; la analogía con el dinero ofrece un ejemplo: ¿Pero acaso el tipo de descuento de los bancos tiene algo que ver con las curaciones shamanísticas? Los psicoanalistas pretenden efectuar curaciones por medio de la manipulación de símbolos.



Debo ahora citar dos maravillosos trabajos que han de poner en crisis el escepticismo. Uno de ellos es el análisis que hace Turner de una curación shamanística ndembu. Los síntomas eran palpitaciones, fuertes dolores en la espalda y una debilidad que reducía a la impotencia. El paciente estaba igualmente convencido de que los demás habitantes de la aldea se habían vuelto contra él y se retiraba totalmente de la vida social. De este modo, se daba una mezcla de perturbaciones físicas y psicológicas. El médico procedía a investigar todo lo que podía acerca de la pasada historia de la aldea, dirigiendo sesiones durante las cuales todo el mundo era alentado a discutir sus malquerencias para con el paciente, mientras que él, por su lado, ventilaba las quejas del enfermo contra ellos. Finalmente, le extraían la muela al paciente que sangraba hasta el punto de desfallecer. Alegremente lo felicitaban por su restablecimiento y se felicitaban unos a otros por la participación que habían tenido en la curación. Razón tenían de alegrarse pues el largo tratamiento había puesto al descubierto las principales fuentes de tensión que había en la aldea. En el futuro, el paciente podía desempeñar un papel aceptable en los asuntos comunes.

Se nos muestra un caso de experta terapia de grupo. La maledicencia y la envidia de los aldeanos, simbolizados por la muela en el cuerpo del hombre, se disolvían en una ola de entusiasmo y solidaridad. En conclusión dice Turner: Despojada de su aspecto sobrenatural, la terapia ndembu bien puede dar lecciones a la práctica clínica occidental. Pues se podrían aliviar muchos casos de enfermedad neurótica si todos aquellos que se encuentran implicados en sus redes sociales pudieran juntarse y confesar públicamente su mala voluntad con respecto al paciente y aguantar a su vez la exposición de sus quejas contra ellos.


Lévi-Strauss ha analizado el canto de un shamán cuna, que suele cantarse para aliviar un parto difícil. El médico no toca al paciente. El efecto del sortilegio es su recitación. El shamán, sale de viaje (en el canto) hacia la casa de Muu, poder que es responsable del feto, que ha capturado el alma de la paciente. El canto describe la búsqueda, los obstáculos y peligros y victorias de la banda del shamán hasta que entablan finalmente batalla contra Muu y sus aliados. Ya conquistada Muu y liberada el alma cautiva, la madre parturienta da a luz a su criatura y el canto termina. El interés del canto está en que los hitos del viaje del shamán hacia la morada de Muu son literalmente la vagina y el útero de la mujer preñada, en cuyas honduras lucha él finalmente por ella y obtiene la victoria. Por medio de repeticiones y de detalles minuciosos, el canto obliga a la paciente a prestar atención a un relato elaborado de las dificultades en su alumbramiento.

La curación consistiría entonces en hacer inteligible una situación emotiva; y en hacer que la mente consienta en dolores que el cuerpo se niega a soportar. No tiene importancia el hecho de que la mitología del shamán no corresponda con la realidad objetiva: el paciente cree en ella. Los poderes protectores y los malignos, los monstruos sobrenaturales y los animales mágicos forman parte de un sistema coherente que da base a la concepción indígena del universo. La paciente los acepta, o más bien nunca ha dudado de ellos. Lo que no acepta es este dolor incoherente y arbitrario que es un elemento intruso en su sistema.

Estos ejemplos deberían bastar para quebrantar un menosprecio, demasiado complaciente, hacia las creencias religiosas de los primitivos. 

No es el absurdo Alí Babá, sino la figura magistral de Freud, el modelo para apreciar el rito primitivo.

Mary Douglas, antropóloga.


Pureza y peligro. Un análisis de los conceptos de contaminación y tabú, Mary Douglas



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